Como todo lo que rodea la gran anormalidad que somos, el misterio, el silencio, la desinformación y las operaciones de mitificación asedian también la relación de Venezuela con Cuba, o del chavismo con el castrismo
En estos días se produce un acto más de la reescritura totalitaria de la historia cuando le aparece, en un libro para escolares según dicen, una “nodriza cubana” al bebé Bolívar, personaje que además sería una “amiga de doña Concepción” (lo que sugiere cierta alcurnia), desplazando a la negra Hipólita de la que siempre nos habían hablado. Lo grotesco de la impostura muestra el tamaño de la operación que se quiere acometer: construir una referencia “entrañable”, íntima; una metáfora de la relación nutricia que tendría Cuba con Venezuela, aun cuando ninguna de las dos existía como nación o identidad, trascendiendo así lo político, lo epocal, lo histórico, para aterrizar en una asociación pavlovianamente emocional.
Lo que importa, parece, es legitimar una relación que es, obviamente, ilícita. Una relación de dominación siempre necesita justificarse. Pero esto es algo más (y menos) que una relación política. Es una relación comercial de gigantesca envergadura. Se dice con frecuencia que lo insólito de la situación venezolana es esa manera de anclarse a una estampa congelada en la historia de la Guerra Fría que sería el estalinismo cubano. Pero no se repara en que tal vez estemos ante una novedad en términos de un modelo de negocio que ha funcionado bastante bien en los últimos diez años, y del cual la hoz y el martillo no son sino los logos de un branding extremadamente agresivo y eficaz. Cuba es una inmensa corporación dinástica que vende, para provecho exclusivo de sus socios y dueños, un conjunto de servicios de control social (corrientemente llamado socialismo) y obtiene ganancias extraordinarias con costos mínimos.
Así, pues, estimado lector, si siente usted tentaciones tiránicas y encuentra la oportunidad de hacerse del poder legalmente con el voto de los desencantados de la política, no dude ni un minuto: comuníquese de inmediato con Castro Brothers, Inc., quienes le ofrecerán un menú de opciones ajustadas a su PIB, nivel de desarrollo institucional, cohesión interna, resentimiento social y grado de paranoia, garantizándole una limpia genealogía ideológica que lo conectará a usted con los grandes relatos épicos del siglo XX y los antecedentes que sean necesarios (guerras de independencia, héroes autóctonos, cosmovisiones locales), así como de un certificado de supremacía moral que le permitirá eternizarse al mando, amparándose en la defensa de los desposeídos, cuyo número –así asegura el folleto– siempre se mantendrá dentro de los parámetros de pobreza requeridos. El carisma, siempre una gran ventaja, es sin embargo opcional: el paquete funciona con o sin él.
El modelo consiste en efecto, esencialmente, en proveer tecnologías de control social a cambio de convertirse en socio estratégico de los negocios medulares de la economía nacional. Hay una versión all-in-one: servicios sanitarios de atención primaria e importación de medicamentos, servicios educativos, de inteligencia y contrainteligencia, de seguridad, de apoyo militar, de tecnologías de información y de registro de población, de recaudación de impuestos, de deporte de alta competencia, de administración y control de medios de comunicación, y sobre todo, métodos represivos y sistemas de delación refinados durante generaciones desde la Rusia zarista, leninista, estalinista, y aún más sofisticados por cortesía de la Gestapo, muchos de cuyos miembros terminaron en Alemania Oriental entrenando a la Stasi, luego escuela de los cubanos. Y en el núcleo, un servicio de narrativa revolucionaria dirigido a la creación y distribución de mitos políticos e identitarios (en los que el nacionalismo ocupa un lugar prominente) que justifiquen el advenimiento de la nueva élite al poder. Se aceptan, por supuesto, distintos medios de pago pero hay uno que no puede faltar: el cliente se compromete a asegurarle al proveedor nuevos mercados como garantía, de modo que el marketing queda a su cargo.
No es pues, una ideología lo que Cuba exporta. Es un know-how de cómo construir, paso a paso y con 55 años de experiencia, un sistema de dominación intemporal.
Colette Capriles