«Aquello que no se dice» es una de esas novelas que hay que tener en la mesita de noche, para leerla y releerla.
Yo leo muy rápido. Lo hago como niño con hambre vieja frente a un pastel con crema. Pero en este caso leí muy despacio. Quería meterme de cabeza en la historia, sin perderme detalle alguno. Y cada minuto rindió con creces.
Lo que Carolina ha escrito es mucho más que una novela. Es la narración con dulzura y crudeza de un tiempo en nuestra historia que, si queremos volver a ser un país, debemos conocer. Para entender. Para entendernos. Para apaciguarnos las rabias, para perdonarnos y para comprender que todo cuesta.
No soy un crítico literario. Soy una pequeña escritora que siempre tiene el corazón abierto para leer letras de otros. Con Carolina me pasa que la leo y es como si la estuviera escuchando, sentadas en un café cualquiera, mientras hablamos de todo un poco. De lo pedestre y lo sublime, de nuestras tonterías de mujeres venezolanas que sólo somos eso, mujeres y venezolanas.
«Aquello que no se dice» es una de esas novelas que hay que tener en la mesita de noche, para leerla y releerla.
Los griegos entendían la tragedia cómo inmanente parte de la vida, tanto como los logros, inevitables los unos y los otros. Sus dioses representaban el poder y también las flaquezas. Las virtudes y los defectos. Todos posibles de concurrencia.
Esta novela no es una tragedia, tampoco un drama. No es un folletín para llenar las horas muertas. Es la historia escondida que hay que descubrir.
Gracias, Carolina. Mi cerebro, mi alma y mi corazón te agradece haberme contado “aquello que no se dice”, pero que hay que decir.
Soledadmorillobelloso@gmail.com