Los medios de comunicación han informado que los presidentes Emmanuel Macron, Luiz Inácio Lula da Silva, Gustavo Petro y Alberto Fernández –junto con Josep Borrell, canciller europeo- se reunieron en Bruselas con Delcy Rodríguez, representante de Nicolás Maduro, y Gerardo Blyde, en nombre de la Plataforma Unitaria, con el fin de buscarle una salida negociada a la persistente crisis política venezolana.
Esos mandatarios saben, desde luego, que con encuentros ocasionales y exhortaciones al diálogo no es mucho lo que puede lograrse frente a una casta que se adueñó del país y lo considera suyo. A ninguno de esos líderes, que lidian con naciones tan complicadas como las que gobiernan, hay que explicarle que el proyecto de Nicolás Maduro, prolongación del iniciado por Hugo Chávez, busca la hegemonía total y perenne, lo cual implica el control de todas las instituciones del Estado. Esos personajes conocen muy bien lo ocurrido en el país durante los últimos veinticinco años. Están informados –aunque Lula, Fernández y Petro se hagan los desentendidos e, incluso, adulteren la realidad- de lo que ocurre en Venezuela con los derechos humanos: asesinatos, presos políticos, judicialización de partidos e inhabilitaciones, entre muchos otros desafueros. También saben lo que sucede en los dos modelos seguidos por Maduro: Cuba, la tiranía más longeva del continente, y Nicaragua, sometida al despotismo de Daniel Ortega y su esposa Rosario Murillo. De todo eso están conscientes, o deberían estarlo, porque los abusos están ampliamente documentados. Igualmente, saben que quedarse paralizados, no actuar, solo contribuye a la prolongación de la crisis nacional.
Criticar a los gobernantes o considerarlos ingenuos porque propiciaron ese encuentro, me parece incorrecto. También considero desacertado cuestionar a la oposición porque atendió la convocatoria.
Es cierto que la reunión de Bruselas –efectuada en el marco de la Cumbre entre la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac) y la Unión Europea- resulta una más en la larga cadena de intentos frustrados por lograr que el régimen de Maduro admita que existe una gigantesca crisis generalizada en Venezuela, una de cuyas expresiones más lacerantes es el éxodo continuo de venezolanos hacia el exterior. Esa crisis debe solucionarse mediante conversaciones entre el Gobierno y la Oposición, para lo cual resulta indispensable reconocer a la Plataforma Unitaria como un interlocutor válido y fundamental. Los resultados del encuentro en Bruselas podrían encallar frente a la tozudez del régimen. Incluso, ese es el resultado más probable. Sin embargo, ese eventual fracaso no invalida la iniciativa emprendida por los mandatarios que convocaron la cita, ni la asistencia de Gerardo Blyde.
En el documento suscrito se exhorta a las partes a retomar el diálogo en México y mantener «una negociación política que desemboque en la organización de elecciones justas para todos, transparentes e inclusivas, que permitan la participación de todos los que lo deseen conforme a la ley y los tratados internacionales en vigor, con acompañamiento internacional». Que el gobierno de Maduro haya firmado un documento de ese tenor resulta un importante logro. Nos encontramos en un año preelectoral y en la antesala de la Primaria, en la que algunas de sus figuras más descollantes –María Corina Machado, Henrique Capriles y Freddy Superlano– fueron inhabilitados por la arbitrariedad del gobierno. Este obstáculo tan pesado hay que removerlo. El documento de Bruselas constituye un avance.
En contrapartida, en el texto también se señala que el “proceso debe acompañarse de un levantamiento de las sanciones de todo tipo, con vistas a su levantamiento completo». En otros términos, la eliminación progresiva de las sanciones queda subordinada a la materialización de acuerdos que concluyan con una elección transparente en 2024. Los asistentes exhortan a Gobierno y Oposición a «seguir dialogando». Del avance de esas conversaciones se hará un balance en París el próximo 11 de noviembre, en el marco del Foro sobre la Paz.
Los amigos internacionales de la oposición nunca serán enemigos acérrimos de Maduro, ni lo enfrentarán de manera frontal como deben hacerlo los dirigentes políticos nacionales. Siempre actuarán con cierta ambivalencia. Con una sutileza que puede parecer exasperante. Pero, hay que entender que de ese modo se manejan los factores internacionales. Pretender que ellos actúen como si fuesen militantes de la PU constituye un despropósito.
A Maduro hay que ir tejiéndole una red endógena y exógena que vaya envolviéndolo, para que cada día le resulte más difícil y costoso zafarse de los compromisos que contraiga, especialmente con sus propios camaradas.
Trino Márquez
@trinomarquezc