¿Qué necesidad tiene el señor presidente de decirnos con una frecuencia semanal que va a anunciar algo para, llegado el día, no participarnos nada? No puede tratarse solamente de conflictos internos, tendencias que no se encuentran, imposibilidades de consensos dentro de las filas revolucionarias, inconsistencias o simple olvido. Tiene que haber algo más que explique ese ir y venir para no llegar a ningún lado. Esa generación de expectativa. Ese “ahora sí que es verdad”, para luego desinflarse en anécdotas repetidas y anuncios que no llegan.
Pareciera que, efectivamente, el gobierno tiene la necesidad de hacer algo. Obviamente, no sabe muy bien qué, pero sí cree que debería hacer algo. Dentro y fuera le reclaman que esto no va para ningún lado. Que hace falta un cambio. Lleva dos años en la misma película. Amaga y simula, pero no actúa. ¿Por qué tanta finta? Solo hay una respuesta, definitivamente le están apostando al tiempo. Infantilmente cree que todo volverá a ser como antes. Es una forma de autoengaño, para no enfrentar lo que lleva a cuestas.
La política pública se ha convertido en un entero aguante. El gobierno espera. Aguarda por un milagrito sostenido con un cruzar de dedos. La única política que tiene es esperar que vuelvan a subir los precios del petróleo. No tienen ninguna otra respuesta que pueda alinearse con el discurso mil veces repetido y la tozudez de quienes de verdad no tienen ni una sola idea de qué hacer con este socialismo ahora que se terminó el dinero.
Cualquier otra cosa diferente a apostarle al tiempo es traicionar el legado. Venderse a las “ideas neoliberales” de la productividad y la eficiencia. Incluso obligado a ello, como de hecho lo está, no sabrían cómo implementar una cosa distinta de lo que están haciendo. Tendrían que llamar a otros para gobernar. No saben cómo lidiar con la libertad, con la conciliación de intereses, con el principio humano de la empatía, ponerse en el lugar del otro, respetarlo y tratar de complementarse. Solo sabe hablar consigo mismo. Traer a extraños pondría en severos aprietos las simplonas convicciones que no resisten el primer contraargumento.
Quien tiene por única estrategia apostarle al tiempo, solo conoce de jugadas tácticas. Jugadas suicidas incluso. En el caso del gobierno sus prácticas dilatorias han consistido en destruir cadenas de distribución, como en el pasado fue destruir a las empresas productivas, amordazar a los medios de comunicación o simplemente reprimir. Estas son sus formas predilectas para ganar tiempo mientras llega el milagro.
Pero el milagro simplemente no va a llegar. No porque el precio del petróleo no vaya a subir. Es posible que se recupere y termine el año alrededor de los 70 dólares. Pero ni a ese precio, ni a ningún otro, es sostenible el modelo ridículamente monoproductor en que basó su inviabilidad de destruir sin construir nada.
Por no saber qué hacer, al gobierno no le queda sino apostarle al tiempo. Incluso ahora que el tiempo le juega en contra.
Luis Pedro España