¿Alguien me llamó merienda de negros?
marzo 29, 2013 11:42 am

Hace muuucho tiempo (no tiempo cronológico sino ideológico), mi amigo Ibsen Martínez escribió un artículo llamado «Escoria, ¿alguien me llamó escoria?» (El Universal 06-03-1999) en el que, aparte de ridiculizar a Henrique Salas Römer, comentó que Francis Scott Fitzgerald dijo que si uno no ha nacido rico le resulta casi imposible entender lo que significa serlo y comprender por qué los ricos se portan como lo hacen. El autor de El gran Gatsby resumía la cosa diciendo que los ricos siempre se creen mejores que nosotros, aunque algunos de ellos hasta accedan a arrastrarse de vez en cuando por las calles sucias de nuestro mundo.

 

Bueno, han pasado catorce años de aquel artículo y el amigo Martínez parece haber perdido la fe en el aserto de Fitzgerald. Por una de sus más recientes creaciones periodístico-literarias, todo parece indicar que ha comenzado a entender a los ricos, a pensar como ellos, aunque haya nacido –como lo dice orgullosamente en su pieza de 1999– en el barrio Los Alpes, por los lados de El Cementerio.

 

Ibsen ha pintado las manifestaciones populares que acompañaron las exequias del comandante Hugo Chávez, con la expresión «merienda de negros», que –vaya ironía– le hubiese cuadrado mucho mejor al objeto de sus críticas de entonces, el godo Salas, porque ese sí tiene los ojos azules.

 

Creo que este episodio indica la profundidad del drama que atraviesa nuestra oposición (es nuestra, no pretendan quitárnosla): por un lado, la dirección política y la vocería la llevan unos ricos y unas ricas que –no logran ocultarlo ni con los consejos de diez asesores– se creen mejores que la gente común, aunque últimamente anden en plan de dirigentes sociales; y por el otro lado, el sustento ideológico de ese movimiento de ricachones corre por cuenta de unos intelectuales que nacieron pobres y algunos hasta fueron de izquierda, pero es obvio que se cansaron de ser pueblo.

 

Sobre los ricos y las ricas que han tomado el timón opositor me basta con citar a Fitzgerald, citado a su vez (en 1999, aclaremos) por el autor de la telenovela hiperrealista Por estas calles: «son blandos donde el resto de nosotros somos duros; y cínicos donde somos crédulos». ¿Puede haber una mejor definición de lo que hemos visto en esta última y sui géneris campaña presidencial?

 

Se supone que corresponde a los intelectuales opositores curtidos de pueblo tratar de suplir las carencias de los millonarios metidos a políticos en aspectos clave para llegar al poder democráticamente, como lo son el contacto con el pueblo y la sensibilidad social. Pero –al menos si se juzga por el caso de Ibsen– ha ocurrido un proceso contrario: de tanto colearse en «degustaciones de blanquitos», estos personajes han terminado poniéndose blandos donde antes eran duros y cínicos allí mismo donde lo son los ricos (pero sin la plata).

 

clodoher@yahoo.com

 

Fuente: EU

Por Clodovaldo Hernández