El país se nos va llenando de tragedias. Además de las vinculadas con la delincuencia y la violencia, otras menos visibles tienen lugar todos los días sin que sus víctimas se percaten de que lo son, o los responsables de ellas sientan que el asunto es con ellos.
Igual que la mayoría de los muertos por la delincuencia son jóvenes, estas otras víctimas también lo son. No podía ser de otro modo. Venezuela es un país de jóvenes, la edad promedio de la población ronda los 22 años, y padecemos todos los problemas de individuos que carecen de oportunidades y capacidades desde las cuales integrarse en la vida adulta.
Unas pocas cifras sacadas de la Encuesta Nacional de Juventud realizada por la Universidad Católica Andrés Bello nos permitirán ilustrar esta situación. Uno de cada tres jóvenes en edad de cursar educación media no lo hace. En promedio, los jóvenes del país dejan de estudiar a los 17 años de edad. Lo anterior convierte a más de 900.000 de nuestros muchachos en muletas para sus hogares de origen o personas que no hacen nada ni estudian ni trabajan y aun cuando a más de la mitad le gustaría volver a estudiar, cuando pasan los veinte años una mezcla de realidad con falta de ganas termina lanzándolos al empleo precario.
La opción de vida que les queda a hombres o mujeres es convertirse en padres y madres de manera prematura. En promedio, antes de los 22 años ya están formando un nuevo hogar y, como se entenderá, estarán en condiciones socioeconómicas mucho peores que las de sus padres, los que a su vez, ya estaban bastante comprometidos económicamente.
La parte de nuestros jóvenes que, producto del nivel económico y educativo del hogar de origen, si lograron continuar estudios superiores o se encuentra realizando algún tipo de preparación profesional, en su mayoría lo que quieren es marcharse del país. Un alarmante 23% del total de los jóvenes venezolanos le gustaría emigrar a otra nación. La inmensa mayoría de ellos motivados por la ilusión de que fuera de su país podrán encontrar las oportunidades económicas que aquí se les niega.
Podríamos seguir describiendo el drama de nuestros muchachos. Si el lector lo desea puede consultar la página www.proyectojuventud.ucab.edu.ve en la que verá una descripción completa de nuestro problema juvenil a partir de la encuesta mencionada. Basta con lo visto. Ahora hay que preguntarse ¿qué hace el gobierno?
También podría bastar un simple “nada” como respuesta. Pero no, tienen aún más culpa. Tienen la carga de la omisión y con conocimiento de ello. El gobierno conoce el drama descrito y no han parado de hacerse los locos.
Así pues, no se trata de desconocimiento. Las propias cifras oficiales ya nos daban indicios de lo que dejó a luz pública la encuesta de la UCAB. Incluso sabemos que hicieron una encuesta de juventud, como en su momento hicieron una sobre las misiones o sobre inseguridad y violencia, así como otras tantas que les permitieron conocer los problemas sociales. ¿Qué hicieron?: esconderlas, no publicarlas. Seguramente así lo decidieron para que la oposición no se entere, no sea que se ponga a hacer “politiquería” con esas cifras. Recuerden: la primera responsabilidad es mantenerse en el poder, no resolver los problemas.
Bajo ese desiderátum prefieren meter las tragedias cotidianas, que ellos mismos han creado, debajo de la alfombra y pasar al disimulo mediático. Todas las políticas gubernamentales que han tenido a los jóvenes como objetivo lo único que han hecho es castings de muchachos con guiones propagandísticos que expresan lo felices y alegres que supuestamente son. Se trata de verdaderas piezas o monumentos a la mentira, son la compilación de hazañas deportivas, inclusiones educativas o creaciones artísticas donde la excepción es la regla.
Por cada medalla olímpica ¿cuántos jóvenes fuera de la escuela? Por cada función del sistema de orquestas ¿cuántos jóvenes víctimas o victimarios de un país sin inclusión? Por cada jovencito en acto gubernamental ¿cuántas madres adolescentes o pareja de muchachos criando a los futuros pobres de este país?
Este es el drama de la juventud venezolana, no lo que dice la propaganda oficial. El asunto no se resuelve bajo la lógica misionera que a cada problema una propaganda y un supuesto programa social que, por lo que dicen los datos, carecen de un impacto mayor a los sueldos y honorarios que de ellos devenga la clientela gubernamental.
Solo comenzaremos a resolver el problema de juventud, el principal de la larga ristra de problemas sociales, cuando se acepte el diagnóstico y se actúe sobre las causas y no, como hasta ahora, maquillando la realidad por las prioridades políticas que tanto los agobia.
Luis Pedro España