¿Habrá un modo particular de impedir que las contingencias que a diario pululan el acontecer de la política, indistintamente del lugar o tiempo en que acontezcan, sean consecuencias del mero devenir? ¿Sin un cálculo que pueda determinar las causas exactas que producen su realidad?
Tal vez no. Aunque, las nuevas realidades contienen lelementos capaces de advertir algunos escenarios que podrían fungir de contextos que “simulen” posibles procesos preparados para superar los desafíos que provocan los conflictos que solamente la incertidumbre es capaz de inducir.
Lo interno de un grueso embrollo
Justo en el plano en que esta situación imaginada adquiere forma, habrán de continuar ocultándose y disfrazándose viejos vicios del sectarismo, de la exclusión o del autoritarismo. Problemas estos inducidos desde que el mundo político conoció el alcance del poder en cuanto a las manipulaciones que su manejo permite. Además, el aporte que una situación así puede recibir del vulgar desbocamiento de políticos indecentes o afrentosos.
Estas razones, dan ideas para escribir sobre lo que devendría de una “perfecta política equivocada”. No sólo equivocada por causa de problemas que generan ideologías elaboradas a la suerte de susceptibilidades personales. Sino también, problemas provocados por cacofonías doctrinales reincidentes, debates desprovistos de la información que deben soportar los argumentos confrontados, focos de estallidos sociales o de intervenciones remotamente dirigidas o foráneamente inspiradas, etc.
Construcción de una propuesta política
Una propuesta política, por más detalle que contengan los procesos y procedimientos expuestos bajo cualquier compromiso deontológico que exalte banderas, lemas y conceptos revolucionarios, no necesariamente es garantía de éxito. Mucho menos, de concienciación y motivación que apunte al triunfo.
Por eso, esta disertación pretende tocar el tema de política desde el enfoque de la organización y planificación política, rozando el problema que pudiera esconderse bajo el disfraz de una política tildada de “magnífica”, “perfecta”, “excelente” o “magnánima”. Habida cuenta que las realidades sabrán descubrir o revelar en ella, las deficiencias que la harán palidecer o avergonzarse ante la opinión pública de presunciones que no llegan ni siquiera “a la esquina”. Dicho así, por parodiar el lenguaje popular.
Lo referido busca indicar la equivalencia entre el caso apuntado, y la falta de fuerza en alguien que quiso venderse como el hombre “perfecto” exhibiéndose a partir de supuestas capacidades calificadas por encima de lo normal. Aunque el ejercicio de la política, de cara al desespero que por tiempos padece, cae en los mismos vicios, crisis y carencias que exhiben quienes pecan de presuntuosos, soberbios y engreídos.
La política bajo inminentes crisis
Lo arriba aludido, refiere el mismo problema que afecta y corrompe el ejercicio de la política. Sólo que, en lo particular de la política, la alharaca que acostumbra armar en nombre de descubrimientos aludidos con la excusa de encontrar algo nuevo para cambiar el mundo, se queda en vacías proposiciones o en huecos discursos.
A pesar del esfuerzo de tantos teóricos de la política, además de reconocidos científicos sociales, la política no cambia el mundo sólo contemplando sus deficiencias o manifestando compromisos al voleo. Y al mismo tiempo, vociferándolos a los cuatro vientos prometiendo con ello soluciones muchas de las cuales, son vulgares plagios elaborados para latitudes completamente diferentes y divergentes desde múltiples consideraciones.
La política no es cuestión de una única perspectiva. Ya que envuelve la diversidad humana y sus distintas implicaciones.
Primeras inferencias
La política sólo podría coadyuvar a hacer del mundo una realidad acorde con la dignidad, la honestidad, la solidaridad, la tolerancia, las libertades y los derechos que amparan la vida humana. Si acaso se acoge a procesos y procedimientos concebidos por la forma que se elige para compartir con dicha realidad. Y por ella.
Mientras el ejercicio de la política actúe testarudamente en cuanto al modo de interpretar las realidades más próximas a sus centros de operaciones, cualquier situación que muestre alguna inconformidad ante los conflictos que acontecen en el núcleo de sus ámbitos funcionales, será objeto de cuantos cuestionamientos sean necesarios, pertinentes y sólidos.
Y aunque “una sociedad sin conflictos no sería una sociedad humana, sino un cementerio o un museo de cera” tal como lo afirma el filósofo español, Fernando Savater cuando explicaba a su hijo Amador las implicaciones de la política, igualmente puede asentirse que una sociedad sin política, sería algo crudamente parecido.
En principio, podría asegurarse que no sería ni siquiera una sociedad dispuesta a aceptar que sus integrantes compartan lo necesario. Incluso, la palabra y costumbres que validan imperiosas relaciones de vida. Deplorablemente, sería un espacio totalmente abandonado. Además, indiferente para cualquier interés, movimiento o propósito.
Inferencias de cierre
Por razones propias de calificaciones que ponen al descubierto las contradicciones que vive el ejercicio de la política, hay quienes han manifestado crudas opiniones a dicho respecto. Por ejemplo, “el ejercicio de la política puede definirse con una sola palabra: disimulo” (Benjamín Disraeli, o Lord Beaconsfield. Ejerció dos veces como Primer Ministro del Reino Unido).
Justo en el plano de las contradicciones que desdicen del ejercicio de la política, entra el motivo que lleva a intitular esta disertación: “Una perfecta política equivocada”.
Antonio José Monagas