La dificultad de comprender
julio 17, 2018 4:58 am

 

Comprender no es solo entender algo, comprender implica penetrar. Entender no va más allá de lograr establecer todas las relaciones de circunstancias que configuran una realidad. Comprender va mucho más allá; es hundir hasta el fondo de esa realidad los recursos de los que dispone nuestra intelecto hasta que salga a la luz y al brillo del conocimiento lo que en ella está oculto y que, sin embargo, da de ella razón.

 

 

 

Llevamos demasiado tiempo devanándonos los sesos por comprender lo que nos está pasando y cómo hemos llegado a encontrarnos en esta situación y quizás nos hemos quedado en el intento de entender, de buscar a qué situación se parece todo esto, qué modelo de país o de sociedad pretende reproducir, cómo y con qué otros mundos se relaciona, pero si nos dedicamos a penetrar en el fondo, el sentido, la profunda sustancia de lo que estamos viviendo y sufriendo todos los días, quizás no vamos a encontrar sino el vacío, la desorientación, la inanidad en las mentes de los que aparentan dirigir y generar todo esto, el puro como vaya viniendo vamos viendo. ¿Será así? ¿De verdad no hay fondo, no hay sentido, no hay fines, todo es un azar, un trágico juego con las ideas, con las circunstancias, con las personas, una pura venganza como ha dicho una de sus voceras? Saber que esta razia no produce sino muerte y persistir en ella por la pura voluntad de destruir todo lo que hay de humano en nuestra vida, es una posibilidad. Entonces, el sentido de todo esto sería solo el querer, la búsqueda del triunfo total de la voluntad y por tanto del poder, sin razón ni racionalidad ninguna. Estaríamos, pues, sumergidos en el reino del mal, un reino que no solo es malo, sino maligno, como ha dicho Ovidio Pérez Morales en estas mismas páginas.

 

 

 

A los políticos bien intencionados, a los que ejercen de guías en la sociedad, a los que quieren promover la moralidad, la libertad, el bien del pueblo, les pediremos que no excluyan sin más esta hipótesis: la malignidad como objetivo, como práctica constante, buscada, y querida, incluso desconocida como tal, bajo capa de lo contrario. Es muy difícil pensar en la sola voluntad sin objeto, sin fines fuera de ella misma, independiente de lo que se le ocurre al querer.

 

 

 

En la historia tenemos ejemplos del querer puro desorganizado, pero también de ese querer, y no otra cosa, muy organizado, a la manera del racionalmente perseguido.

 

 

 

¿No será eso la verdadera revolución: acabar con todo lo que existe por su naturaleza e instalar ahí la pura arbitrariedad, y llamarla novedad, creación?

 

 

 

 

Alejandro Moreno

ciporama@gmail.com