El gobierno demostró la semana pasada que no le interesa el diálogo como mecanismo para escuchar propuestas y plantear soluciones a la crisis de abastecimiento y al deterioro de la calidad de vida que se vive en el país. Lo que le interesa es el diálogo como espectáculo y propaganda.
Para montarlo convocó a cientos de empresarios para participar en eventosde bulto que nada se diferencian de lo que ha denominado gobierno o parlamentarismo de calle cuyo objetivo es impartir instrucciones a sus partidarios y llenarles la cabeza con promesas imposible de cumplir.
Si hubieran querido dialogar lo que debieron haber hecho era convocar a los gremios empresariales que agrupan a todas esas empresas;Fedecámaras, Conindustria, Consecomercio, Fedeagro y Fedenagapor citar algunos de los que saben perfectamente lo que se necesita para producir más y abastecer mejor: respetar la propiedad privada y el marco jurídico,revisar las leyes que ahogan a empresarios y obreros, levantar gradualmente el control de cambio y la regulación de precios, eliminar la inamovilidad laboral, ofrecer incentivos crediticios a productores y acabar con los negociados para importar alimentos y otros bienes.
Pero como el gobierno no desea realmente encontrar soluciones a la crisis ni darle protagonismo a las instituciones y organismos privados que no controla prefiereseguir con el típico libreto novelado de hace catorce años;crear expectativas para ganar tiempo.
La hipocresía no tiene límites. Lanza acusaciones al voleo sobre guerra y saboteo económico y supuestos pillos con empresas de maletín para recibir dólares de Cadivimediante lo cual levantan sospechas sobre el sector privado,sabiendo quelos culpables están apadrinados por funcionarios que reciben jugosas comisiones.
Por Juan Antonio Muller
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