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2024: Un año turbulento y crucial, por Pedro Carmona Estanga

Posted on: enero 16th, 2024 by Super Confirmado No Comments

 

 

En los albores del 2024, retomo mis habituales reflexiones sobre el mundo en que vivimos, tras unos meses de pausa dedicados a organizar una nueva etapa de la vida más allá de la hospitalaria Colombia, que junto a mi esposa nos acogió generosamente durante 21 años. Razones preventivas de salud, y la culminación de un productivo ciclo de dedicación académica determinaron un cambio de residencia, dejando hacia Colombia sentimientos de gratitud a lo largo de un tercio de mi vida útil, con un balance enriquecedor y de entrañables amistades, a quienes extraño vivamente.

 

 

Cada inicio de año es propicio para hacer un balance del año precedente, y tratar de avizorar el futuro. El 2024 en particular se perfila como uno de los más complejos de los últimos lustros, en un entorno geopolítico mundial difícil e impredecible, al cual se suman importantes cambios políticos en los meses venideros. De una parte, dos conflictos bélicos internacionales de gran dimensión marcan la agenda planetaria, a saber: la prosecución de la confrontación Rusia-Ucrania, próxima a cumplir dos años, con un doloroso balance de pérdidas materiales y humanas sin que se vea aún cercano su final, y de otro lado, la trágica evolución de la guerra Israel-Hamas, con un resultado de destrucción y decenas de miles de muertos, que amenazan con complicar más la inestabilidad en el convulsionado Medio Oriente.

 

 

La temeridad del grupo terrorista Hamás al atacar con sevicia a Israel y capturar a numerosos rehenes, ha terminado por generar sufrimientos inenarrables al propio pueblo de Gaza, dada la reacción virulenta de Israel, con un resultado de unas 23.000 muertes del lado palestino, y más de un millar en Israel. El involucramiento de Irán tanto en el ataque de Hamás contra Israel, como en el apoyo al movimiento terrorista Hezbollah en el sur del Líbano, y a la secta de los Huthíes en Yemen, que ataca buques y afecta el transporte marítimo por el Mar Rojo y el Canal de Suez, configuran riesgos latentes de una extensión del conflicto en la región. Los esfuerzos de Estados Unidos a través de las visitas de Biden y del Secretario de Estado Blinken a Israel, a la Autoridad Palestina, a Qatar y Arabia Saudita, entre otros, no ha logrado amainar el conflicto, ni mucho menos que se logre un alto al fuego. Aflora de nuevo la conclusión, latente desde 1948, de que la solución del problema dependerá de la creación futura de un Estado Palestino y de un acuerdo de paz con Israel, pero cuando en el pasado se estuvo cerca de un entendimiento, como ocurrió en Oslo en 1993, los grupos radicales de lado y lado impiden que se materialice. En la actualidad, la coalición ultraconservadora que preside Benjamín Netanyahu aunque desgastada en su popularidad, pretendería el control militar de Gaza, haciendo más difícil un pronto desenlace del conflicto.

 

 

En otro ámbito, la implacable invasión rusa a Ucrania, y la reacción internacional a la obsesión imperial de Putin siguen sin alteración, y hacen aún incierta la situación para Ucrania, dada la contumaz arremetida rusa, el limitado resultado de la contraofensiva emprendida por ese país en 2023, y ahora, por las diferencias en Estados Unidos entre republicanos y demócratas sobre el apoyo brindado a Ucrania, y la resistencia republicana a aprobar nuevos recursos, como también hay que decir, han surgido algunas fisuras en el ámbito de la Unión Europea respecto a la ayuda a Ucrania.

 

 

En el Lejano Oriente, surgen nuevas tensiones en torno al caso China-Taiwán y los renovados anuncios de Xi Jinping de que la unidad de China constituye un objetivo insoslayable. Entre tanto, en las elecciones presidenciales en Taiwán del presente mes de enero, triunfó el candidato prooccidental, William Lai, quien asumirá el timón en tiempos turbulentos contando con la desconfianza de China Popular. Y de otro lado, el desequilibrado gobernante de Corea del Norte Kim Jong-Un, amenaza a Occidente, y continúa su ofensiva de lanzamiento de misiles de corto y mediano alcance y de avances en su programa nuclear, en un país pobre, que dedica todos sus limitados recursos a un incomprensible programa militar.

 

 

Por su parte, Estados Unidos celebrará elecciones este año, teniendo como protagonistas al presidente Biden por el lado demócrata y a Donald Trump por el bando republicano. Nunca esa gran nación ha estado tan polarizada, mostrando indicios de decadencia. Trump está amenazado por las decenas de procesos judiciales abiertos en su contra, en tanto que Biden tiene como “hándicap” su avanzada edad y condiciones físicas. No es descabellado especular en el panorama electoral de esa gran nación, que no cuaje la candidatura de ninguno de ellos, y que surgiera una nueva baraja de candidatos. En todo caso, lo que allí ocurra tendrá innegables efectos sobre la geopolítica mundial. En Europa, preocupan los compromisos asumidos en España por Pedro Sánchez con los grupos independentistas vasco y catalán, en medio de una acalorada agenda legislativa que genera también una polarización política de dimensiones nunca vistas desde la transición del franquismo a la democracia, y de la vigencia de la Constitución de 1978. Es de notar además el avance en Europa de corrientes políticas catalogadas como nacionalistas de ultraderecha, como ha sido el caso de Hungría, Polonia, Chequia, Holanda, los países escandinavos, Alemania, Francia, y guardando las distancias Italia, en buena parte alentadas por las dimensiones colosales que ha cobrado el tema migratorio en Europa.

 

 

Otros procesos electorales tendrán lugar en el mundo en 2024. En América Latina, tras los virajes a la derecha en Argentina, Ecuador y Paraguay, y el panorama electoral incierto en Guatemala, se prevén elecciones en México, Venezuela, República Dominicana, El Salvador y Uruguay, y más allá del hemisferio americano, en India, y como se dijo, en Taiwán. Particular atención merece el caso de Venezuela, dado el aplastante resultado de las elecciones primarias opositoras que favorecieron a María Corina Machado, ilegalmente inhabilitada por el régimen, ante lo cual Machado ha presentado ante el Tribunal Supremo de Justicia, que no es más que un apéndice del gobierno, un recuso de revisión. Esta vía, abierta a raíz de los acuerdos alcanzados con mediación internacional, puede resultar en una espada de Damocles. Si el TSJ confirma la inhabilitación, abriría una crisis política de grandes dimensiones. En tanto que, de levantarse, cosa en mi opinión poco probable, dado el afán de perpetuación del régimen a cualquier costo, se abriría una salida constitucional y pacífica hacia el rescate de la libertad y la democracia, como es el anhelo de la mayoría de los venezolanos. No es tampoco ajena la crisis política y de polarización que prevalece en Colombia bajo la presidencia de Gustavo Petro y sus polémicas reformas, como es también relevante, en otro ámbito, el resultado del audaz plan de liberalización de la economía que impulsa el nuevo mandatario argentino Javier Milei, pues encontrará resistencias en el sindicalismo y en el radicalismo peronista. Tampoco la tiene fácil el presidente Noboa en Ecuador, ante la arremetida feroz del crimen organizado, empeñado en convertir a ese otrora pacífico país, en un narcoestado. Es así casi obvia la conclusión en que el panorama mundial del 2024 será en extremo difícil, en un entorno además de desaceleración de la economía global, incluyendo a China y al mundo desarrollado, mientras que según estimaciones del FMI, América Latina registrará un mediocre crecimiento del PIB del 1,9%, que no ayudará a aliviar sus acuciantes problemas sociales. Que Dios nos tenga de su mano, y que al final del año que apenas se inicia, podamos presentar un panorama más alentador que el del momento presente. Reciban mis mejores votos por un feliz 2024

 

 

Pedro Carmona Estanga 

2022: mirada a un año difícil

Posted on: diciembre 30th, 2022 by Super Confirmado No Comments

Concluye el año 2022 bajo un entorno latinoamericano y mundial difícil. En lo internacional, el inicio en febrero pasado de la invasión rusa a Ucrania marcó uno de los hitos de mayor trascendencia geopolítica global. Los afanes imperiales de Putin no han tenido contemplaciones con el sufrido pueblo ucraniano, víctima de una implacable destrucción, crímenes de guerra y privaciones en servicios básicos como la electricidad y el agua. Putin está decidido, rayando en la obsesión, a masacrar a un pueblo valiente, y matarlo de hambre y frío, al mejor estilo estaliniano.

 

 

Son inmensas las secuelas geopolíticas de la invasión. La primera, sobre la política energética de la Unión Europea. La dependencia del gas ruso, grave en el caso de Alemania, la no activación del gasoducto Nord Stream II entre Rusia y Alemania, amén de los cambios ocurridos en la doctrina de varios países europeos como han sido la próxima adhesión de Suecia y Finlandia a la OTAN, el envío de armas de Alemania a Ucrania, un hito desde la Segunda Guerra Mundial, amén de la calificación otorgada a Ucrania, Moldavia y Georgia como países candidatos a adherir a la Unión Europea. El compromiso de Estados Unidos con Ucrania ha sido firme, confirmado en la reciente visita del presidente Zelensky a Washington, primer viaje fuera de su territorio durante el conflicto.

 

 

Europa impuso restricciones a las importaciones de petróleo ruso y tomó medidas de emergencia para reducir la dependencia del gas procedente de ese país. Ello ha supuesto un alto temporal en la ambiciosa política energética de la Unión Europea para llegar en 2050 a cero emisiones de gases de efecto invernadero, sin dejar de impulsar la transición energética hacia energías limpias, con altas inversiones en eficiencia energética para racionalizar el consumo, colocando además la mira en el desarrollo del hidrógeno verde. De allí el reciente acuerdo entre España, Francia y Alemania para construir un gasoducto desde España a Marsella, Francia, en cuyo uso tendrá prioridad el hidrógeno. Sabemos que la tecnología del hidrógeno está aún en evolución, pero no es menos cierto que los ciclos tecnológicos van acortándose, más aún cuando obedecen a necesidades estratégicas vitales. Recientemente asistí a una conferencia en Puerto Llano, Castilla La Mancha, en la cual se expuso el avance en la construcción de una primera planta de hidrógeno verde, con miras a construir antes de 2030, dos plantas más de escalas mayores en el cluster de renovables que allí se desarrolla.

 

En lo que respecta a la política, en España es visible la polarización, dada la decisión del gobierno de Pedro Sánchez de aprobar, de la mano de sus socios de izquierda, importantes reformas legales para aliviar las penas aplicadas a grupos separatistas, en temas como la malversación o la sedición. La polarización está también presente en forma exacerbada en Estados Unidos. En las elecciones de medio término el Partido Demócrata retuvo la mayoría en el Senado, cambiando sí el control de la Cámara de Representantes, pero la popularidad de Trump quedó lesionada, pues no logró imponer a muchos de sus candidatos al Congreso, mientras en las bases republicanas baja la convicción sobre la conveniencia de su candidatura en 2024. En adición, han surgido dos hechos que afectan a Trump: uno, la investigación de la Fundación Trump por prácticas irregulares para evadir impuestos y dos, el informe de la comisión que investigó los hechos ocurridos en el Capitolio en enero de 2021, el cual recomienda al fiscal imputar a Trump por auspiciar los actos de violencia y vandalismo de esos días. Falta aún ver cuál será la decisión futura en el seno del Partido Demócrata, dada la avanzada edad de Joe Biden, circunstancia que influye sobre sus aspiraciones a la reelección.

 

 

En cuanto a América Latina, el año 2022 fue particularmente complejo. De una parte, la derrota en las urnas en Chile al intento de aprobar un nuevo texto constitucional, que habría sido grave para el país, pese a lo cual hay aproximaciones entre gobierno y oposición para transitar hacia otro proceso constituyente, bajo reglas bien diferentes. Fue también importante la condena a Cristina Fernández de Kirchner a 6 años en Argentina y la inhabilitación para ejercer cargos públicos, con lo cual ganó el Estado de Derecho, y se sentó un precedente clave en la lucha contra la corrupción en ese país.

 

 

En Perú, la destitución de Pedro Castillo sentó otro precedente ante el intento de asumir poderes absolutos y recurrir al camino constituyente que le había sido negado por el Congreso. Ha sorprendido el abierto apoyo brindado a Castillo por los gobernantes de Venezuela, Colombia, Argentina, México, Bolivia y Nicaragua, evidenciando que lo ideológico prevalece sobre la legalidad.

 

 

En Venezuela, la economía sigue devastada, con una inflación en dólares de tres dígitos, un sector productivo postrado, pese a señales de mejoría en el PIB este año, asociadas al aumento de los precios del petróleo. La propaganda de que Venezuela se arregló no tiene asidero. Así lo muestra la devaluación acelerada del bolívar, la pérdida del poder adquisitivo del salario para quienes derivan sus ingresos en moneda nacional, evidenciando la existencia de burbujas que solo favorecen a poseedores de divisas, o a los nuevos ricos que prosperan a la sombra del gobierno.

 

 

El reinicio del diálogo oposición-gobierno en México produjo resultados parciales que favorecen principalmente al gobierno: la liberación de 3.000 millones de dólares congelados en el exterior, y la licencia para operación de la empresa Chevron en Venezuela, cuya orientación permitirá el pago de la deuda del Estado venezolano con dicha empresa. La prosecución de las reuniones para abordar la agenda política está siendo eludida de nuevo por el régimen, evidenciando que el levantamiento de las sanciones internacionales no debe ser una condición, sino la resultante de la definición de una hoja de ruta hacia elecciones justas y con garantías en Venezuela, para así superar la grave crisis que afecta al país por medios pacíficos. Ahora, el debate gira en torno a la decisión de varios partidos de la oposición de terminar el interinato de Juan Guaidó, lo cual divide a la opinión política pues fortalecería al régimen de Maduro. La oposición venezolana sigue, pues, fragmentada y desorientada.

 

 

En cuanto a Colombia, los primeros 100 días de Gustavo Petro en el poder muestran la rendición de los partidos políticos tradicionales al gobierno, a cambio de poder y prebendas. La preocupación es creciente sobre la agenda legislativa que se adelanta en desarrollo de la oferta electoral de Petro. En Brasil, el 1° de enero asume Lula la presidencia, consolidando el mapa de las fuerzas de izquierda en la región. Algunos analistas creen que, tras la experiencia vivida y sin el control del Congreso, Lula podría moderarse e influir sobre la izquierda latinoamericana, pero la designación de algunos ministros radicales no lo confirma. Quizás el expresidente Fernando Henrique Cardoso, reconocido político e intelectual, pueda ayudar a la moderación del gabinete de Lula. Ese es el deseo de muchos.

 

 

En suma, la región sigue enfrascada en una senda de erraticidad, causante de desaceleración económica, con previsiones mediocres para 2023. Puede que el fracaso de gobiernos radicales o populistas ofrezca mejores perspectivas futuras a gobiernos de centro, capaces de generar condiciones para el desarrollo con participación de la economía privada y voluntad para poner orden en las economías, con responsabilidad social. Un Feliz Año Nuevo a mis pacientes lectores.

 

 

 Pedro Carmona Estanga

 

La ola migratoria mundial

Posted on: octubre 21st, 2022 by Maria Andrea No Comments

 

 

El mundo vive la mayor ola migratoria tras la Segunda Guerra Mundial, exacerbada por los conflictos bélicos prevalecientes, el hambre, las sequías, y la plaga representada por los regímenes autoritarios en diversos países, caracterizados por la intolerancia y la persecución política, étnica o religiosa.

 

 

Según el informe 2022 de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) de las Naciones Unidas, para el año 2020 había 281 millones de migrantes internacionales en el mundo, equivalente a un 3,6% de la población total, ello con anterioridad a la invasión rusa a Ucrania. El porcentaje no espanta, pero es que no considera los desplazamientos internos que ocurren en diferentes regiones del globo, en algo atenuados por la pandemia, ni la exacerbación reciente de la migración mundial.

 

 

Los principales movimientos migratorios y de desplazamientos son atribuidos a los conflictos en Siria, Yemen, la República Centroafricana, la República Democrática del Congo y Sudán del Sur, o a la grave inestabilidad económica y política que afecta a millones de venezolanos y afganos. Ello, amén de los desplazamientos originados en desastres naturales ocurridos principalmente en China, Filipinas, Bangladesh, India y Haití.

 

 

En relación con el destino de los flujos migratorios, según la OIM, Europa recibió el 30,9% del total, (87 millones), seguida por Asia con el 30,5% (86 millones), América del Norte con el 20,9% (59 millones), y África con un 9% (25 millones). En América Latina y el Caribe, el número de migrantes se duplicó en los últimos 15 años, al pasar de 7 a 15 millones, el 5,3% del total mundial. Y en cuanto a países receptores, EE.UU. recibió 51 millones de migrantes, Alemania 16 millones, Arabia Saudita 13 millones, Rusia 12 millones y el Reino Unido 9 millones, solo por citar algunos.

 

 

El corredor migratorio México-Estados Unidos se configuró como el mayor del mundo, con unos 11 millones de personas, seguido del de Siria-Turquía, asociado al conflicto que ha vivido Siria por más de diez años. El tercero es el de India-Emiratos Árabes Unidos, con más de 3 millones, y ahora se agrega la ola migratoria de Ucrania a numerosos países, que supera ya los 6 millones de personas.

 

 

En cuanto a la nacionalidad de los migrantes, el puesto número uno es ocupado por India, con 18 millones, México 11 millones, Rusia 10,8 millones, China 10 millones, Siria 8 millones, y Venezuela con más de 7 millones en el lugar No. 10 en el mundo, aunque en términos proporcionales a su población es el más elevado, pues más del 20% de los venezolanos ha emigrado, sin que pueda compararse con países como India, China, o México, de muy alta población.

 

 

Pese a la pandemia, las remesas internacionales alcanzaron en 2020 la astronómica cifra de US$ 720.000 millones, de lo cuales US$ 540.000 millones se dirigieron a países de ingresos medianos y bajos. Por su parte, el número de desplazados al final de 2020 alcanzó 89,4 millones, aunados a 26,4 millones de refugiados y 4,1 millones solicitantes de asilo. Solo en 2020 los nuevos desplazamientos internos ocasionados por conflictos, violencia y desastres alcanzaron a 55 millones de personas.

 

 

Es de destacar el creciente papel del corredor centroamericano, que incluye el paso por el peligroso “tapón” del Darién, con un escalofriante saldo de muertes, explotación sexual, y proliferación, hasta la frontera de México con EE.UU. de redes mafiosas o “coyotes” que expolian a gente sin recursos ofreciendo llevarlos a su destino. Es frecuente el caso de contenedores con gente hacinada, que suelen terminar asfixiados, o en otro escenario, botes sobrecargados de africanos en el Mediterráneo, que con inusitada irresponsabilidad naufragan y provocan numerosas víctimas.

 

 

Es por ello evidente que, más allá de las buenas intenciones y declaraciones de gobiernos e instituciones, la comunidad internacional debe abordar con mayor contundencia el grave problema de la trata de personas en las rutas migratorias, mientras el número de migrantes en el mundo no ha parado de aumentar en el curso de los últimos 50 años, como lo evidencia la cifra señalada de migrantes internacionales en 2020 de 281 millones de personas, contra 84,4 millones en 1970.

 

 

Un problema de la dimensión analizada no puede ser visto en forma ligera. Se trata de los flujos migratorios mayores de la historia, en medio de duras condiciones como los que existen en campamentos en Turquía para contener migración hacia Europa, con el apoyo de la Unión Europea. El hecho es que, además, los efectos geopolíticos asociados a la migración están cambiando el mapa político en Europa en favor de gobiernos conservadores, los cuales por definición son más nacionalistas o antiinmigración, como es el caso de Hungría, Polonia y otros países del este, como también los recientes cambios políticos en Suecia e Italia, los efectos que el tema migratorio tuvo sobre la decisión del Brexit en el Reino Unido, y el visible crecimiento de la derecha en Francia y España. A ello hay que agregar la aguda polarización existente entre los partidos Demócrata y Republicano en EE.UU., entre otros por la polémica asociada a las políticas migratorias aplicadas durante sus respectivos gobiernos, que incluyen la reciente decisión de deportar a migrantes venezolanos llegados a través de México, aún antes de la promulgación de las nuevas medidas.

 

 

En un sentido positivo, hay que destacar las buenas prácticas aplicadas en Colombia por la administración Duque en favor de los migrantes venezolanos, otorgándoles permisos temporales para trabajar y beneficiarse de la salud y la educación pública, así como el reconocimiento de los hijos nacidos en su territorio, todo lo cual ha merecido reconocimientos internacionales.

 

 

Lo anterior debe mover a considerar que en las raíces del problema migratorio subyacen la pobreza, la falta de empleo en los países de escasos recursos, la mala calidad de los servicios públicos, o la violación de derechos humanos en países oprimidos por regímenes dictatoriales. Están también presentes las secuelas de regímenes coloniales, sobre todo en África, que no fueron capaces de generar fuentes de empleo y riqueza, o la profunda asimetría existente entre los países del llamado Triángulo Norte de Centroamérica (Guatemala, Honduras y El Salvador), o el vecino Haití, y EE.UU., sin que hasta ahora se hayan definido políticas orientadas a estimular el desarrollo en esos países, como forma de mejorar su calidad de vida, y de atenuar las presiones migratorias.

 

 

Por su parte, la situación de Venezuela, protagonista del mayor fenómeno migratorio registrado en la historia del Continente, aparte del de México a EE.UU., no cambiará a raíz de la decisión del gobierno de Colombia de restablecer las relaciones con el país vecino y de reabrir las fronteras, lo cual es en general de buen recibo. La presión migratoria hacia Colombia y el mundo continuará mientras Venezuela esté sumida en la grave crisis múltiple que la afecta, que es política, económica, social y moral. Solo un cambio de sistema económico y político en Venezuela permitirá detener el éxodo de venezolanos al exterior, el cual se proyecta a todo el mundo. Hoy la migración venezolana afecta especialmente a Colombia, con más de 2 millones de personas, aunque en décadas pasadas fue a la inversa, cuando Venezuela recibió a unos 4 millones de colombianos, con la particularidad de que llegaron en forma gradual y cuando Venezuela representaba un país de oportunidades.

 

 
Pedro Carmona Estanga

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