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Maduro decidió apretar aún más el puño en contra de sus adversarios

Posted on: enero 8th, 2017 by Laura Espinoza No Comments

Elie Wiesel, sobreviviente de los campos de concentración y Premio Nobel de la Paz, quien falleció hace unos meses, dijo que “dondequiera que hombres y mujeres sean perseguidos por su raza, religión u opiniones políticas, ese lugar debe convertirse –en el momento– en el centro del universo”.

 

 

Lamentablemente, el universo a fines del año 2016 tiene muchos “centros”. Resulta difícil enfocar nuestros esfuerzos en una única dirección, frente al drama ignominioso de la muerte de cientos de miles de civiles en Siria, los cobardes ataques terroristas en distintas ciudades de Europa, África y el Medio Oriente, la persecución de minorías en Myanmar, la pseudo limpieza anti-drogas en Filipinas, el recrudecimiento de crímenes de odio en varios países de Occidente, y un largo etcétera. Los noticieros nos inundan de imágenes que nos llenan de horror pero que, a fuerza de saturación, también nos desensibilizan y nos impulsan a asumir los espantos del siglo XXI como la nueva realidad que nos toca vivir.

 

 

Es precisamente en estos momentos en que se pone a prueba nuestro compromiso y se evalúa nuestra capacidad de ser centinelas de la paz, la democracia y la libertad de los pueblos. No podemos costearnos la fatiga en la lucha por los derechos humanos.

 

 

Veo signos preocupantes de esa fatiga en nuestra propia América Latina. Cuando hace un año la oposición derrotó al chavismo en las elecciones parlamentarias de Venezuela, muchos esperaban que ese fuera el inicio de una transición democrática. El régimen de Nicolás Maduro tuvo en sus manos la oportunidad de establecer un proceso de apertura y diálogo que empezara con la liberación de los presos políticos, y le permitiera convertir al chavismo en una fuerza política que perdurara aún después de una consulta revocatoria o una derrota electoral en las elecciones presidenciales. En cambio, Maduro decidió incendiar los puentes y los barcos, atrincherarse en el poder y apretar aún más el puño en contra de sus adversarios.

 

 

Cualquier sombra de justicia que quedara aún en el régimen chavista se disipó en el año 2016. Las violaciones a los derechos humanos no solo continuaron sino que se profundizaron. Antes que nada, está la terrible afrenta de un régimen que se aferra a sus delirios políticos y a sus teorías de la conspiración frente a un pueblo que padece hambre. A eso se suma la situación de los presos políticos, que no solo sufren prisión por el hecho de pensar distinto sino que además padecen enfermedad y condiciones infrahumanas frente a la total pasividad de las autoridades venezolanas.

 

 

La historia juzgará a quienes, sabiendo lo que ocurría en Venezuela, decidieron mirar en otra dirección. Yo me rehúso a bajar los brazos. Nuevamente pido a la comunidad internacional que vuelque la atención sobre nuestros hermanos venezolanos y que ejerza presión sobre el gobierno de Nicolás Maduro para que libere a todos los presos políticos. La defensa de los derechos humanos no debería tener tinte ideológico o partidario. No hay que ser de derecha o de izquierda para alarmarse ante la crisis humanitaria que actualmente atraviesa Venezuela. Simplemente hay que ser demócrata y creer en la dignidad de todos los seres humanos.

 

 

Oscar Arias

Expresidente de Costa Rica y Premio Nobel de la Paz

No me postularé a la presidencia de Costa Rica

Posted on: septiembre 20th, 2016 by Laura Espinoza No Comments

Nadie es indispensable en una democracia

 

 

 

He pensado mucho si debo regresar a la política. Grupos de distintos partidos políticos, y sin afiliación partidaria, me han expresado su preocupación por la situación actual del país y me han ofrecido su apoyo, y las encuestas que se han publicado hasta la fecha indican que tengo la oportunidad de alcanzar un tercer mandato presidencial.

 

 

 

El respaldo de tanta gente me llena de gratitud. Ninguna recompensa es para mí más importante que la confianza del pueblo costarricense, porque es una confianza que emana de los hechos, de conocerme desde hace más de 45 años, y de saber que, con todos mis defectos, siempre digo lo que pienso y siempre hago lo que digo. La aprobación de mis dos administraciones es reflejo de lo que juntos fuimos capaces de hacer. En los ochentas, trajimos la paz a una región abatida por la guerra y pusimos así a Costa Rica en el mapa mundial. Hace diez años, insertamos a nuestro pequeño país en la economía internacional, y lo colocamos nuevamente en el mapa cuando se logró la aprobación en las Naciones Unidas del Tratado sobre el Comercio de Armas, el mayor aporte de Costa Rica a la humanidad en toda su historia.

 

 

 

Durante muchos meses he sopesado la contribución que aún puedo hacer para servirle de nuevo a Costa Rica, frente a la necesidad de impulsar el surgimiento de una nueva generación de líderes costarricenses. Y es que no estoy pensando en los próximos cuatro años. Estoy pensando en los próximos cuarenta. Tengo suficientes fuerzas y suficientes ideas para servirles nuevamente. Pero también sé que no soy indispensable. Nadie lo es en una democracia.

 

 

 

Esto es algo que he dicho muchas veces: una de las principales obligaciones de un líder político es propiciar nuevos liderazgos. El futuro de un país depende de que haya siempre nuevos cuadros dispuestos a tomar la estafeta. Sólo los tiranos se aferran al poder. Los demócratas, y yo soy uno de ellos, entienden la importancia de hacerse a un lado. Creo que hay que darle espacio a los que vienen y ésta es la principal razón para no presentar mi nombre a una nueva candidatura presidencial.

 

 

 

La segunda razón emana de la ingobernabilidad política de Costa Rica. No me atormenta la oposición, por el contrario, siempre he creído que en una democracia si no existe oposición hay que crearla. Creo que un buen gobierno necesita que haya alguien, del otro lado de la acera, recordándole sus compromisos y llamándolo a cuenta. Lamentablemente, hay un segmento de la oposición en nuestro país que, en lugar de exigirle al gobierno de turno que cumpla con sus promesas, usa cualquier herramienta para impedírselo. En lugar de dejar que ejecute el plan de gobierno que los ciudadanos respaldaron en las urnas, libran cuatro años seguidos de campaña electoral, paralizando el avance en la dirección que el pueblo señaló.

 

 

 

Seguiré insistiendo en la necesidad de que Costa Rica modernice su economía, invierta en infraestructura, se inserte aún más en los mercados globales, eleve significativamente su competitividad

 

 
El 8 de mayo del 2006 en la Toma de Posesión de mi segundo gobierno, hice el siguiente ruego a los costarricenses que sigue vigente hasta el día de hoy: “ruego para que aprendamos que ningún partido y ningún grupo social tiene el monopolio de la honestidad, del patriotismo, de la buena intención y del amor a Costa Rica. Un ruego para que entendamos que el ejercicio responsable del poder político es mucho más que señalar, denunciar y obstruir, y consiste, ante todo, en dialogar, colaborar y construir. Un ruego para que sepamos distinguir entre adversarios y enemigos; para que comprendamos que no es un signo de debilidad la voluntad para transigir, como no es un signo de fortaleza la intransigencia. Un ruego para que desterremos la mezquindad de nuestro debate político; para que levantemos la cabeza, miremos hacia delante y pensemos en grande.”

 

 

 

La tercera y última razón que me impulsa a tomar esta decisión es que creo que hay muchas formas de trabajar por el pueblo de Costa Rica. Dicen que el que sólo sirve para Presidente, ni siquiera para Presidente sirve. Es decir, que si uno sólo puede influir desde la silla presidencial, ha de ser poca su influencia. No planeo retirarme. Seguiré opinando sobre la realidad del país y seguiré impulsando las causas en las que creo: siempre defendí lo que considero es lo mejor para nuestro pueblo y, sobre todo, para los más humildes. Seguiré promoviendo sin descanso la necesidad de que Costa Rica apruebe reformas educativas que permitan elevar la calidad de la enseñanza en nuestras escuelas, colegios y universidades, como la educación dual, evaluando a los educadores y asegurándonos de que nuestros jóvenes reciban las destrezas que les permitan competir en el mundo actual. Seguiré insistiendo en la necesidad de que Costa Rica modernice su economía, invierta en infraestructura, se inserte aún más en los mercados globales, eleve significativamente su competitividad y acelere los motores de su productividad, el mejor instrumento para reducir las desigualdades. Y seguiré defendiendo la democracia, la paz y el desarme, porque el pequeño tamaño de nuestro país nunca debe ser la medida de su autoridad moral.

 

 

 

He tomado la decisión de no postular mi nombre para un tercer período presidencial porque creo que el problema principal que enfrentamos es de mediano y largo plazo. Si no logramos elevar la calidad de la política y el interés por el servicio público; si no logramos que los más capaces, los más preparados, los más honestos participen en la vida política, está en juego la sostenibilidad misma de nuestro sistema democrático.

 

 

 

Para preservar este sistema de vida que hemos disfrutado por años debemos animar a los jóvenes a que pongan sus manos en el timón de la historia. Este es un país de gente joven. Son las nuevas generaciones las que deben luchar por el poder y ejercerlo. Si no les gusta el rumbo del país, deben transformarlo. Uno puede hacer mucho bien al margen de la política, pero un país en donde todos están al margen es un país a la deriva. Decía Arnold Toynbee, el gran historiador británico, que “el mayor castigo para quienes no se interesan por la política es que serán gobernados por personas que sí se interesan”.

 

 

 

Los jóvenes deben ocupar el lugar que les corresponde en la toma de decisiones. Deben ponerse al timón porque este barco, que llamamos Patria, va en la dirección de su compromiso, o de su indiferencia. ¡Que la Costa Rica del futuro no sea fruto de la omisión, sino de la más decidida acción transformadora!

 

 

Mi profundo agradecimiento a todos los que me han apoyado. Muchísimas gracias por su cariño y por su confianza. Muchísimas gracias al pueblo de Costa Rica que no deja de conmoverme, que no deja de inspirarme, y que no deja de darme razones para creer que la política es un instrumento para el bien, para la paz, para la justicia; que la política es el taller de los sueños donde quizás se hacen más realistas, más precisos, más concretos, pero también el lugar en el que los sueños se vuelven verdaderos.

 

 

 

Óscar Arias Sánchez fue presidente de Costa Rica de 1986 a 1990 y de 2006 a 2010 y fue galardonado en 1987 con el Premio Nobel de la Paz.

 

 

 

Solo los déspotas prefieren la victoria a la democracia

Posted on: julio 19th, 2015 by Laura Espinoza No Comments

Sospechas legítimas ante los comicios de diciembre en Venezuela

 

 
Decía Przeworski que la democracia es un sistema en donde los partidos políticos pierden elecciones. Esto es, que solo en una democracia las agrupaciones políticas se encuentran genuinamente al amparo de la voluntad popular: pueden ser aplaudidas, pueden ser aclamadas, pero nunca podrán asegurar su permanencia en el mando. La verdadera medida de un sistema democrático no es el respaldo popular que reciba un líder o un régimen, sino la posibilidad de que ese mismo líder y ese mismo régimen pierdan el poder si una mayoría de ciudadanos desaprueba su desempeño.

 

 

Quien tenga un compromiso real con la democracia debe entonces someterse a un juego de resultados inciertos, a un juego en que el futuro es desconocido para todos los actores políticos. No hay forma de asegurar esa incertidumbre que no sea otorgándole independencia al árbitro: un pueblo sabe que su voluntad será respetada únicamente si las instancias de control y las autoridades electorales tienen autonomía para hacer valer el mandato popular.

 

 

La verdadera medida de un sistema democrático no es el respaldo popular que reciba un líder o un régimen
El Partido Socialista Unido de Venezuela enfrentará el 6 de diciembre su mayor desafío electoral desde el ascenso al poder de Hugo Chávez. Los niveles de apoyo del gobierno de Nicolás Maduro se encuentran en números rojos. El desabastecimiento se ha convertido en el viacrucis cotidiano de los venezolanos. La economía colapsa bajo el peso de la irresponsabilidad, el populismo y la corrupción. Los presos políticos constituyen un signo innegable de autoritarismo en un gobierno al que no le alcanzan las teorías conspirativas para explicar la extensión de sus calamidades.

 

 

Si Venezuela fuera una democracia como cualquier otra en el mundo, el oficialismo no tendría más recurso que preparar una estrategia para amortizar el golpe electoral. Se enfocaría en las circunscripciones más leales y se abocaría a atraer el voto indeciso. El PSUV está haciendo todo esto, pero dispone además de herramientas que resultan incompatibles con un proceso electoral democrático: el despliegue de un masivo aparato de comunicación estatal, frente a una prensa censurada y sistemáticamente debilitada; el encarcelamiento de líderes de la oposición, que sin duda serían protagonistas de una elección equitativa; la manipulación cumulativa de las normas electorales; el control de los tribunales de justicia y de las instancias contraloras; y la complicidad del Consejo Nacional Electoral.

 

 

Un pueblo sabe que su voluntad será respetada únicamente si las instancias de control y las autoridades electorales tienen autonomía
Difícilmente existe alguien que crea que las autoridades electorales venezolanas actúan de manera imparcial frente al poder político. Y esto es riesgoso en un escenario tan polarizado. Cuando existen elecciones en contextos de crisis –como es el caso de Venezuela en la actualidad– la estabilidad se preserva a través de la confianza en la institucionalidad. Tirios y troyanos deben sentir que el juego es limpio y que todos participan en igualdad de condiciones.

 

 

Me preocupa que el resultado electoral no sea reconocido por el grupo perdedor, sin importar cuál sea. Me preocupa que el descontento popular no logre canalizarse por las vías institucionales y se exprese, en cambio, por vías violentas e inconstitucionales. Me preocupa que Venezuela no encuentre la forma de realizar una transición política pacífica y profundice aún más su crisis institucional, económica y social.

 

 

Difícilmente existe alguien que crea que las autoridades electorales venezolanas actúan de manera imparcial frente al poder político
Aún hay tiempo para asegurar que las elecciones legislativas sean un mecanismo de reconciliación y transición, y no uno de enfrentamiento y sujeción al poder. Aún hay tiempo para generar confianza en el proceso electoral. Si el gobierno de Nicolás Madurotuviera perspectiva de largo alcance; si el PSUV comprendiera que todo poder democrático es, por naturaleza, transitorio, entonces permitiría la visita de observadores internacionales de carácter imparcial, como la Organización de los Estados Americanos (OEA) y la Unión Europea, y nombraría en el Consejo Nacional Electoral a personas sin preferencia partidaria, personas que cuenten con el respaldo de las distintas tendencias políticas.

 

 

Por supuesto que esto requiere madurez política, pues uno siempre quisiera que el árbitro pite a su favor. Pero un demócrata sabe que su triunfo solo es válido si es justo. Un demócrata sabe que el éxito de un gobierno depende de su legitimidad. Esto lo creemos profundamente en mi país. Luego de la guerra civil de 1948, Costa Rica creó una autoridad electoral cuyo rasgo distintivo es la autonomía. Los magistrados y magistradas del Tribunal Supremo de Elecciones son electos en virtud de su imparcialidad, con el apoyo de las distintas tendencias políticas y bajo el entendido de que servirán a un único amo: el pueblo de Costa Rica. Es por eso por lo que el TSE se ubica siempre en los primeros lugares de confiabilidad en América Latina. Por esa razón en Costa Rica los resultados electorales son recibidos por todos, ganadores y perdedores, como la expresión indiscutible de la voluntad popular.

 

 

Si el gobierno de Nicolás Maduro tuviera perspectiva de largo alcance; si el PSUV comprendiera que todo poder democrático es, por naturaleza, transitorio

 
Ojalá Venezuela comprenda la lección que encierra el ejemplo de Costa Rica. Ojalá comprenda que su negativa a recibir misiones de observación internacional incita sospechas legítimas. Ojalá comprenda que la parcialidad del CNE confirma todas las acusaciones de la oposición y de la comunidad internacional. Ojalá comprenda que hay cosas más sagradas que cualquier proyecto político y cosas más funestas que cualquier resultado electoral. Todos quisiéramos ganar, pero solo los déspotas prefieren la victoria a la democracia.

 

 

Óscar Arias Sánchez es expresidente de Costa Rica y Premio Nobel de la Paz 1987.

Una vigilia por Venezuela

Posted on: febrero 27th, 2015 by Laura Espinoza No Comments

Maduro prefiere que arda Troya antes que buscar un diálogo democrático

La situación en Venezuela se está precipitando. El arresto del alcalde de Caracas, Antonio Ledezma, a manos de agentes de inteligencia –aparentemente sin orden de arresto y con la delirante justificación de un supuesto intento golpista- confirma lo que muchos hemos temido durante los últimos meses: el gobierno de Nicolás Maduro está dispuesto a dejar que arda Troya antes de procurar un diálogo democrático.

 

Arrinconado contra la pared, ha incrementado sus niveles de violencia, represión e intimidación. El irrespeto a los derechos humanos es patente. La comunidad internacional debe exhibir más que un apoyo pasajero al pueblo venezolano. Este debe ser el inicio de una vigilia por Venezuela, una vigilia incesante y contundente: es necesario que todos, líderes mundiales, activistas, profesores, periodistas, ejerzan presión para que el gobierno de Maduro libere a los presos políticos y respete el Estado de Derecho.

 

No podemos ser libres, en ningún lugar, si permanecemos impasibles ante la opresión, en cualquier lugar.

 

Hago también un llamado a la comunidad internacional para que vuelque sus ojos sobre Venezuela. Conozco bien la dinámica de las relaciones internacionales. Sé que existe una competencia por la atención a nivel global, y que Venezuela comparte el escenario con regímenes que presentan un riesgo más cercano para las potencias mundiales.

 

No es la división ni la venganza lo que llevará a Venezuela a un mejor futuro
Sin embargo, quiero subrayar que estamos en un punto de inflexión: en una Venezuela postrada económicamente, y aislada políticamente, la presión internacional puede generar resultados positivos. La primera condición debe ser, como lo he dicho muchas veces, la liberación de todos los presos políticos. Cada día que se arrestan oficiales electos o estudiantes es una violación a los derechos humanos, a la Carta de las Naciones Unidas y a la Carta Democrática de la Organización de Estados Americanos.

 

La liberación de los presos políticos debe ser el primer paso de una estrategia que lleve a un pleno restablecimiento de la democracia en Venezuela.

 

Es innegable que dos piedras angulares de la supervivencia del régimen chavista han sido el desempeño económico, sustentado sobre el comercio del petróleo, y la popularidad de su líder (en su momento Hugo Chávez y después, en menor medida, Nicolás Maduro). Creo que todos podemos coincidir en que estas dos fuerzas se encuentran hoy en el peor estado registrado desde 1999.

 

No es la división ni la venganza lo que llevará a Venezuela a un mejor futuro, sino la inclusión pacífica e inteligente. Yo confío en que ha llegado la hora. Confío en que los venezolanos sabrán reconocer que el régimen chavista pudo haber tenido, en sus inicios, intenciones nobles, pero su fracaso es indiscutible. Una democracia canaliza el descontento popular con eficacia. Una democracia rectifica errores con prontitud. Chávez y Maduro se encargaron de ahogar esa capacidad de respuesta.

 

Óscar Arias Sánchez fue presidente de Costa Rica de 1986 a 1990 y de 2006 a 2010 y obtuvo el Premio Nobel de la Paz en 1987 por sus gestiones para la pacificación de Centroamérica

 

Óscar Arias Sánchez

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