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Invisibilizando a los pobres

Posted on: junio 12th, 2014 by lina No Comments

Menos de una semana después de que los medios no oficialistas estuvieran dándole la lata al gobierno con el asunto de que la pobreza había aumentado en 2013 según las propias cifras del INE, ocurrió uno de esos enredos comunicacionales en los que suelen entrar cuando algo se les sale del guion.

 

Primero se dijo que la cifra no era oficial. Después, que se necesitaba una medición más integral a la de considerar solamente el ingreso para medir la pobreza. Paso siguiente, el link de pobreza de ingreso no abría en la página del INE, ni ninguno de los indicadores que antes presentaban cada mes en rueda de prensa. Por último, el pasado sábado 5 de junio se reconoce el aumento de la pobreza el año pasado, pero rápidamente se deja caer o se sugiere la peregrina idea de que estos pobres son distintos a los del pasado, que en 2018 la pobreza sería cero y las misiones sociales contribuirán con ello, todo lo anterior seguido de un largo bla, bla, bla. ¡Sobran las palabras!

 

Alguien allá dentro, puede que con una sensibilidad mayor al mero interés político de mantenerse en el poder a cualquier precio, debe estar diciendo que el caos social por el que estamos transitando debe ser atendido por un gobierno que se dice socialista, aunque ello signifique el reconocimiento tácito de ser los responsables de la crisis que venían encubando desde hace años y, lo más importante, de la ausencia de una política social para enfrentarla.

 

Las misiones sociales son un fraude. Eso lo grita una realidad inocultable. Su relanzamiento, como muchos de los distintos reinicios del gobierno (sean planes económicos o de seguridad), padecen los mismos vicios y contienen las mismas incoherencias que hicieron que los programas anteriores fueran un fracaso.

 

En primer lugar siguen privilegiando los objetivos políticos antes que los sociales. Lo que tratan es de crear la sensación de atención, de movilizar a la gente, de darles trabajo y discurso a los enclaves de militantes en las zonas populares, de tener un mensaje con el cual responder al descontento, así como fabricar un paquete de promesas que calmen las demandas.

 

En segundo lugar, son planes que, tal y como nacieron las misiones de Chávez, aparecen como consecuencia de la impopularidad. La economía va por delante, ajustando y dejando víctimas por efecto de la inflación y el desabastecimiento, pero no es sino cuando la popularidad va directo contra el piso cuando se acuerdan de la necesidad de compensar socialmente, y entonces allí sí comienzan a inventar planes.

 

Tercero, vuelven invisible la realidad que no les gusta. Incluso tuercen la interpretación de los datos cuando no les favorece. Nadie creería o diera valor a eso de que “los pobres de hoy están mejor que los de ayer”. Pobres son pobres y el hambre tiene la misma cara de perro. Aquí o allá, en el pasado o en el presente. Lo único cierto es que la política social de este gobierno no fue la causa de que la pobreza descendiera hasta el año 2008, aunque se utilizó como placebo del verdadero responsable el aumento del precio del petróleo.

 

No hay una sola evidencia de causalidad entre descenso de pobreza y misiones sociales. Si hubiesen tenido algún efecto, más allá de distribuir privilegios a sus partidarios en el barrio, ¿por qué razón no siguió reduciéndose después de 2008 o, más aún, por qué creció siete puntos porcentuales en un solo año?

 

Por la hipocresía de privilegiar lo social cuando la prioridad es el poder, por mantener la lógica de castigar económicamente y pensar en compensar solo cuando el malestar se transforma en impopularidad, y por el engaño de atribuirles a sus políticas mejoras estructurales cuando fueron simple consecuencia de una burbuja de ingreso petrolero, es que las misiones son el fraude mejor vendido de la historia política del continente.

 

Este año y el próximo serán de aumento de la pobreza. Seguramente terminemos 2014 con niveles de pobreza similares a los de 2006 y, tras la recesión continuada en 2015, habremos retrocedido hasta 2004. En poco menos de tres años el gobierno lanzará por la borda el supuesto avance de más de una década. Pero antes de eso la propaganda oficial se encargará de invisibilizar a los pobres, como trató de hacerlo hace unos pocos días. Solo así podrán llegar a la meta de “pobreza extrema cero” incluso antes de 2018. Claro, con estas prácticas, con esas políticas comunicacionales, porque no hay otro modo de que puedan hacerlo.}

 

Luis Pedro España

Cambio y transición ¿vanguardias o masas?

Posted on: abril 25th, 2014 by lina No Comments

Dejamos para esta semana la respuesta a la pregunta de si es posible que una elite o vanguardia puede producir un cambio social.

 

Comencemos por el simple hecho de que los cambios siempre los encabezan minorías, pero ellas por sí mismas no son suficientes, aunque en todos los casos son necesarias. Sin elites propugnadoras no hay cambio. Pero sin apoyo popular tampoco. Incluso los que recurren a la fuerza tarde o temprano requieren del respaldo de la comunidad política a la que pertenecen.

 

El respaldo más o menos masivo, e incluso más o menos explícito, es el resultado final de un conjunto de condicionantes y acciones que son las que hacen populares a los movimientos de transformación y, es muy probable que, no sólo desde las ideas sino también por los métodos de lucha, los movimientos de transformación logran su éxito. Esta es una de las razones por la cual los movimientos pacíficos y la resistencia civil logra más éxitos que los violentos, subversivos e incluso terroristas. No sólo se predica con la palabra, sino también con la acciones. Esa es la correlación que finalmente encuentra el citado trabajo de Erica Chonoweth y María Stephan y que comentábamos en el artículo anterior y que los amigos del simplismo han querido utilizar como la constatación científica de que basta un grupo de concienzudos ciudadanos para que los cambios políticos ocurran.

 

¿Por qué el cambio es de vanguardias?

 

En un ensayo sobre el manoseado tema de la Democracia Participativa, Giovanny Sartori (autor famoso en nuestras escuelas de estudios políticos de los no tan lejanos años noventa), no sin cierto sarcasmo dejaba en claro que había tres tipos de participantes.

 

Un primer grupo eran los que no sólo participan, sino que además lo hacen con criterio y desde plataformas de conocimiento e ideas que pueden llegar a inspirar a muchos. Estos son, obviamente, una minoría. Grupos de ciudadanos articulados en función de los problemas públicos y que hacen de ellos no sólo parte de sus desvelos, sino de su estudio, reflexión y debate. Para simplificar llamemos a estos “los participantes buenos”.

 

Un segundo grupo, que son la grandísima mayoría, son los ciudadanos, son los que sencillamente no participan. No se trata de indiferentes o inconscientes que no aman a su país (como cierto reclamo pseudo-moralista le hacen los partidarios de las protestas actuales, a los que no participa bajo sus métodos), sino de simples ciudadanos que están embutidos en sus problemas cotidianos. No se trata de sobrevivientes, ni de personas muy pobres, simplemente lo constituyen quienes no calculan de qué manera pueden, con su participación, descontar el costo de la acción social. Asistir a reuniones, lidiar con necios o simplemente con personas que no ven las cosas como ellos, aportar trabajo comunitario y organizativo resulta una inversión donde, al no estar claro “el para qué”, no soporta un cálculo racional cuyo beneficio sea mayor.

 

Este es el grupo que debe ser seducido por la vanguardia participativa. En la medida en que los primeros le hagan ver los “beneficios de la participación”, la rentabilidad de cambio social y, lo más importante, su posibilidad, estos se irán sumando, desde el que simpatiza hasta el que se anima a participar, con lo cual se va nutriendo el movimiento e incrementando las probabilidades de cambio.

 

El problema que tienen los “participantes buenos” es que existe un tercer grupo de participantes. También minoritario, pero con la extraña habilidad de estar permanentemente equivocados. Incluso desde sus nobles y puras intenciones, cuando las hay, no dejan de propiciar acciones desacertadas o alcanzar consecuencias no esperadas o contrarias a la propia iniciativa de cambio. Estos participantes son “los eternos equivocados”. En nuestra propia cotidianidad tenemos ejemplos de estos curiosos personajes, a los que probablemente no hacemos sino tratar de evitar de que participen, en cualquiera de nuestras iniciativas, para que no las inviabilicen.

 

¿Cuál de los grupos vanguardistas en un momento histórico son “los buenos” y cuáles “los equivocados”? No sólo la historia, no sólo el juicio a la distancia son los que deciden, también son las simpatías de las masas las que determinan el curso.

 

El cambio en Venezuela ¿de masas o de vanguardias?

 

En la Venezuela de hoy no existe la más mínima posibilidad de tratar de hacer gobierno, de alcanzar el cambio político, desde la iniciativa de una vanguardia iluminada. No importa que tan preclara sea, o se crea, el foquismo, el ejemplo con tinte moralizante, la acción de quijotes o cualquier otra iniciativa propia de una estructura de organización política de cuadros, necesita de las masas. Bajo un sistema político, que pese a todas las objeciones y entrecomillados, sigue pareciéndole a las mayorías y a sus factores claves de poder, un régimen que requiere del respaldo popular explícito de las urnas, la acción vanguardista no es suficiente para que tenga lugar el cambio social en el país.

 

Por más que cualquiera que analice la situación del país no pueda sino constatar que entramos desde hace algún tiempo en una fase de transición política, la cual en términos económicos no es sino el fin de un ciclo populista, esa transición no es desde un sistema autoritario convencional (para la cual la lógica de cuadros y la acción de la vanguardia sustituye a la necesidad de las masas), sino desde uno donde la expresión política de la masa es una condición más que necesaria.

 

En la Venezuela de hoy el cambio es de masas. El reto de las vanguardias, o de las elites propugnadoras, es la de seducirlas y hacerlas partícipes de un futuro mejor, el cual, por como vamos, cualquiera puede que sea mucho más atractivo al que tenemos en el presente.

 

Ignorar a las masas, prescindir de sus simpatías, suponer que se adherirán luego de que se alcance el poder, es casi tan ingenuo como pensar que desde la participación de una parte de la clase media urbana se puede construir la fisonomía de la transición política en la Venezuela empoderada de hoy, que está subsumida o complementada con la democrática de ayer.

 

Luis Pedro España

El costo social del desajuste

Posted on: febrero 8th, 2014 by lina No Comments

 

Con una inflación que puede ser mayor al 70% este año, más la acumulada del año pasado de 56%, una estructura del mercado laboral sumamente precaria y un escenario de crecimiento económico claramente recesivo, lo que nos espera para este 2014 es la continuidad y profundización del sufrimiento social.

 

Los pesados desequilibrios y su agravamiento por las posposiciones electorales, nos están llevando a un verdadero shock social de magnitudes similares a lo que fueron los costosos ajustes macroeconómicos de 1989, “El Gran Viraje”, o el de 1996 con el programa de “La Agenda Venezuela”.

 

Como hemos dicho en otras oportunidades, la diferencia entre este desajuste y los programas de ajuste anteriores estriba en que aquellos implicaron un reajuste que permitió, a la vuelta de unos meses, pasar a un ciclo de crecimiento económico y mejora de los ingresos de los hogares; mientras que el actual, por ahora, sólo promete recesión y sufrimiento social, teniendo como único beneficio de este sacrificio que el Gobierno siga haciendo las mismas cosas que nos trajeron hasta aquí.

 

¿Alguien sabe cual será la política para prevenir nuevas devaluaciones? Más allá de los llamados a la producción ¿cuáles son las medidas de incentivos a la manufactura, la agricultura o para favorecer el crecimiento del comercio y los servicios? Además de los ineficientes controles y leyes punitivas ¿nuestra economía algún día dejará de ser inflacionaria y defenderá la capacidad de consumo de la población más allá del expediente de las importaciones petroleras?

 

Pero, puede que aún más grave ¿se tiene algún plan o algún conjunto de medidas para amortiguar el impacto que semejante situación económica va a tener sobre los hogares de los venezolanos?

 

Es probable que años atrás el Gobierno nunca hubiera pensado que, como producto de su conducción económica, el país volviera a vivir situaciones donde la pobreza de ingreso, esa misma de la que se ufanaron por años de su reducción, creciera en un solo año entre cuatro o cinco puntos porcentuales y se colocara peligrosamente por encima de 40% de los hogares del país. Pues bien, y sin contar con estadísticas oficiales dado que estas fueron silenciadas por el INE desde el año 2012, los shocks inflacionarios de estos últimos dos años deben de haber catapultado las cifras de pobreza más allá de los 12 millones de venezolanos, y de ellos puede que ya sean cerca de 5 millones los que están pasando hambre.

 

¿Qué se hicieron las metas del Milenio? ¿Cuál es el saldo actual del compromiso de reducción a la mitad de la pobreza extrema? ¿Por cuanto tiempo más se ha de posponer aquellas promesas sociales que entusiasmaron a los partidarios del Gobierno?

 

Hasta ahora, la receta que está imponiendo el Gobierno para afrontar las dificultades sociales que están padeciendo los venezolanos, es desconocer que ellas existen. Se siguen refiriendo a situaciones pretéritas ya tan lejanas como el año 1999 o fechas de caos sociopolítico como 2003, para comparar que hoy se está mejor que ayer, cuando es probable que después de esta crisis de desajuste económico terminemos parados en un lugar similar a aquel que nos llevó a las agitaciones sociales de los años noventa o a los cambios políticos de principios de este milenio.

 

Aún cuando se pretenda vendar los ojos de los venezolanos, no se publiquen las cifras, se trate de acallar la critica o se descalifique todo intento de pedirle al Gobierno que rectifique en sus políticas, es menester hacerlo de quienes opinamos que vamos por el camino equivocado, retar al Gobierno proponiendo que, al menos en materia social, se desarrollen políticas nuevas que traten de frenar los efectos nocivos de lo que está pasando en la economía.

 

Cualquiera que sea la fuente, se está previendo una reducción del consumo de 5% y una desaceleración económica que en el mejor de los casos será de -1.5%. Este golpe económico será transferido completo a los hogares si no se monta con urgencia un nuevo conjunto de programas sociales.

 

Por ello es inaplazable, independientemente de la inconveniencia política de reconocer la recesión, que el Gobierno instaure un plan de subsidios a los sectores vulnerables que van a ver reducido su consumo de manera peligrosa, especialmente en materia alimentaria. Al problema del desabastecimiento general del país y particular de los sectores populares, se añade ahora la imposibilidad de adquirirlos, lo cual obliga que se desarrollen programas de abastecimiento y subsidios focalizados que atiendan a criterios de necesidad y no de visibilidad o recompensa política.

 

Así como la defensa del consumo de alimentos en las zonas populares es la forma de atender el problema social que esta provocando la crisis económica, otros asuntos que venían mal, al menos desde 2010 al presente, como lo es el fracaso escolar, la ausencia de escuelas para la educación profesional, la precariedad del empleo, así como el empeoramiento en la prestación de servicios sociales básicos de salud y seguridad social, todo ello obliga al lanzamiento de un verdadero programa de protección social, que supere y de al traste con las vencidas y sólo propagandísticas Misiones Sociales, para atender las necesidades esenciales y de corto plazo que esta imponiendo la crisis económica.

 

El proceso de desajuste económico que estamos viviendo obliga a que se le de prioridad a una agenda social de corto plazo, de emergencia, que trate de compensar los daños del presente y que sirva de base para acompañar la posibilidad, hoy negada, de crecimiento y bienestar. Si no hacen la tarea económica, al menos, que se comprometan a hacerlo bien en materia social.

 

No sabemos que tanto de autocrítica y recapacitación haya en el equipo de Gobierno para cuando a mitad o final de año las causas de los padecimientos de hoy sigan presentes y las represivas medidas económicas hayan demostrado, una vez más, su ineficiencia.

 

Tampoco sabemos qué nuevo velo de ignorancia tendrán que colocar delante de nuestros ojos para ocultar el padecimiento social de la gente. Lo que sí es cierto es que sin un programa social de emergencia y sin una nueva política económica que atienda las bases del desajuste, el padecimiento de la crisis continuará, quién sabe por cuantos años más.

 

Luis Pedro España N

Fuente: Emen

 

La felicidad ajena

Posted on: octubre 31st, 2013 by Super Confirmado No Comments

Los preparativos para el zarpazo económico siguen su tramoyérica marcha. Caminando por este ajuste, menos reconocido que anunciado, el gobierno dice estar preparando un golpe de timón. No importa qué tanto se esconda la devaluación y la inflación que nos aguarda el próximo año, será tan grande que harán palidecer el ya catastrófico año que está por terminar. Debe ser por ello que alguien, por allá dentro, como que advirtió sobre la necesidad de tirarle algo a lo social.

 

La primera medida lleva la marca de clase de quienes gobiernan. Crean una nueva dependencia cuyo ridículo nombre sólo tiene por objeto propiciar la burla de la oposición, tratando con ello de polarizar la opinión pública y tildar de insensibles o egoístas a quienes critiquen los magnos planes sociales.

 

Pero lo cierto es que la Vicepresidencia Social luce más que vacía. Casi treinta presupuestos de inexistentes programas sociales, que son los que dicen ser su contenido, más que insuficientes, son ineficientes para compensar en algo el trancazo económico que este impreciso e indeciso programa de ajuste le está propinando al pueblo. Tendrán que invocar otros. Los que sirvieron de propaganda, mientras el boom petrolero creó la ilusión de desarrollo consumista, no podrán paliar las consecuencias negativas de la presente crisis.

 

Como no hay forma de dar una sola buena noticia, el Instituto Nacional de Estadística tenía rato sin informar sobre lo que hasta hace poco había sido su indicador estrella: la pobreza de ingreso. A lo más, una fugaz declaración que hace alusión al año 2011. Ahora es la incorporación al mercado laboral de jóvenes y personas que antes se encontraban en situación de inactividad, y dejaron de estarlo obligados por la presión de un ingreso familiar que no alcanza, lo que presentan como la buena noticia de estos meses. ¿Qué paso con la pobreza de ingreso de 2013? ¿Ahora es el descenso del desempleo abierto la prueba de nuestra suprema felicidad?

 

El país y sus sectores de menores recursos necesita que el gobierno deje el disimulo y asuma la responsabilidad de la catástrofe socioeconómica que tenemos encima. Un mínimo de sensibilidad social debería obligarlos a implementar un despolitizado programa de auxilio social, que compense la caída del consumo, y que deje de lado esa fanfarronería nutricional de carbohidrato con gaseosa.

 

Con 50% de inflación, hasta 52% para los estratos más bajos, y un escenario aún peor para cuando terminen de aplicar lo que el ciclo electoral ha hecho que demore tanto, solo la testarudez de no parecer neoliberal es lo que explica que el gasto social, al menos en una parte, no se destine focalizadamente a compensar la situación de los más pobres.

 

Solo unos gobernantes que hacen política de cualquier cosa, y que parecen ser especialistas en hacerla con las miserias, han creado una dependencia para ocuparse del costo social de su ajuste pensando más en el impacto opinático que en la necesidad de contar con un órgano rector de algún plan social que trascienda la tradicional forma de hacer proselitismo con las necesidades de la población.

 

Dejen que los venezolanos se ocupen de su propia felicidad y ustedes de cosas más simples, como ordenar la económica, compensar sus consecuencias y responsabilizarse por lo que han hecho.

 

Por Luis Pedro España

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