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Privatizar la violencia

Posted on: octubre 16th, 2014 by Lina Romero No Comments

Privatizar la violencia es el principio del fin. Del fin de la democracia y de la gobernabilidad. Un fin que de ninguna manera tiene que ser repentino. No necesariamente consiste de un corte o discontinuidad. Se trata del fin de la posibilidad de pacificar el país. Consiste en haber creado las condiciones para que sea imposible revertir los problemas o detener los males.

 

Más que una fatalidad, es un empeoramiento máximo del problema. Que no se soluciona hasta que el Estado se embragueta, corta con los violentos y no los tolera. Es por ello que de la privatización de la violencia solo se sale con un gobierno fuerte, no necesariamente de fuerza, pero sí uno que le arrebate la violencia a quienes en mala hora se las entregó.

 

La prueba de lo anterior es cómo otros países de la región, que vivieron por años con las consecuencias de la violencia privatizada, lograron salir de ella. Colombia, tras su historia de guerrilla, zonas de distensión, paramilitarismo y mafias de narcotráfico, probablemente es el referente más emblemático. Pero otros países con Estados débiles que fueron haciendo concesiones a los violentos, fuere por diseño o por imposibilidad de detenerlos, vivieron décadas de inseguridad con el corolario de ausencia de condiciones para el progreso y el bienestar social. No fue sino hasta que recuperaron el monopolio de la violencia, que nunca debieron haber perdido, que comenzaron a ver la luz al final del túnel.

 

Nuestra historia a este respecto es realmente trágica. Es una mezcla de ingenuidad revolucionaria con ignorancia sociopolítica, cuando no la consecuencia del simple corrillo de intereses particulares. Adentrase en los detalles, además de correr el riesgo de ser uno más de los perseguidos de consciencia, debería ser el oficio de los cuerpos de inteligencia del Estado. Frente al desconocimiento de saber qué diablos hacen estos últimos, los ciudadanos comunes tenemos los pocos medios de comunicación y sus corajudos periodistas que se adentran en ese mundo de los colectivos semiviolentos, grupos de defensores de quién sabe qué, o simples bandas delincuenciales, en las que las consignas revolucionarias dieron sentido moral a sus actividades y a sus temerosos vecinos-víctimas, el confundirlos como sus vengadores.

 

Varios testimonios de quienes en alguna oportunidad discutieron con el presidente Chávez el tema de la inseguridad en Venezuela suelen relatar que para el gobierno la represión de la violencia privatizada no era un argumento de convicción. La suposición de que era posible, desde la informalidad del barrio, hallar la pacificación urbana es, en el mejor de los casos, una perversa ingenuidad, cuando no una lógica de autodefensa incompatible con lo que es un Estado moderno. Pero en esa idea ha militado el gobierno por años. Los cándidos llamados al desarme son una prueba.

 

Más allá de lo que pudo haber originado la tolerancia del Estado venezolano contra lo que nunca debió serlo, el problema actual es cómo se desmonta el andamiaje sobre el cual descansa lo que llegó a ser una cuasi política pública de privatización de la violencia de carácter nacional, con focalización en Caracas.

 

Es todo un reto para los gobernantes actuales dar al traste con semejante legado. Más aún cuando no hay que ser adivino para imaginar los medios de subsistencia y de poder que ello significa para algunos de sus compañeros. Somos del parecer que no existe la menor posibilidad de que quien privatizó la violencia en Venezuela la haga retroceder. Estamos condenados a padecerla hasta que cambiemos de gobierno. Aunque, para ahorrarnos tantos muertos, lutos y llantos, ojalá nos equivoquemos.

 

Luis Pedro España

Los chulos de la renta

Posted on: octubre 10th, 2014 by Laura Espinoza No Comments

“No hay nada que pueda mostrarse como posible contenedor del deslave social en que estamos”

 

Disculpen el título, pero en eso nos hemos convertido. Puede que involuntariamente. Es probable que si hubiésemos podido escoger, habríamos preferido ser unos ciudadanos que consumen hasta lo que producen y que tienen el Estado del tamaño que pueden financiar. Finalmente eso nos habría permitido ser más libres y más independientes de los poderosos de turno. Pero no, nos tocó ser rentistas y peor aún, después de 100 años de historia petro-rentistica, no haber encontrado la forma de zafarnos de ella.

 

El calificativo ciertamente aplica para todos. Nuestra condición de dependientes del Estado parece ser el atributo más democrático que tenemos. Obviamente los mecanismos de distribución no son igualitarios y esa es nuestra verdadera fuente de desigualdad, no las majaderías marxistas de la explotación o la plusvalía. Acá la cosa es más simple. Se limita a un tema de contactos y puntos de partida que nos sitúan cerca o lejos del Estado distribuidor.

 

A pesar de las diferencias de acceso, desde los grupos económicos tradicionales, hasta los de nuevo cuño, pasando por los que venden Pantene en la autopista o blisters de Atamel en la boca del Metro, todo consiste en captar un pedazo de renta, para después revenderlo entre aquellos que no tuvieron dicho acceso.

 

Si fuéramos sinceros, o los mecanismos de acceso a la renta se resumieran en visibles colas tras una taquilla, pues nuestra economía real no sería más una larga disposición de ventanitas de repartos según el presupuesto (o el ramo de pertenencia) de cada uno. Tendríamos entonces unas ventanas para los dólares baratos (la de los mas privilegiados), otra para los afortunados que son proveedores del Estado, otra (puede que la más masiva) para los productos subsidiados, otra donde entregan los permisos para vender con permiso, otra para las credenciales que nos adjudican con algún privilegio que dan el chance de apertura de nuevas taquillas. Esta última sería distinta a aquella donde otorgan credenciales para controlar o sancionar a otros que capturaron renta en el pasado y, por último, pero no por ello menos lucrativa, habría una taquilla para gozar de impunidad tributaria por las rentas adquiridas.

 

Claro esta, en una economía de riqueza concentrada y sin criterios de distribución económicos sino políticos (o planificados que es lo mismo) como la nuestra, podríamos seguir listando las distintas modalidades de acceder a la renta, de hacernos con una tajada de poder de compra en el exterior, de tomar un pedacito (lícita o ilícitamente) del único vínculo que nos queda con la modernidad, o lo que es lo mismo, podrían ser casi infinitas las modalidades para hacernos con un pedazo de renta, pero todas con un denominador común: ninguna necesita ser productiva.

 

Los justificadores de siempre dirán que los mecanismos de distribución de la renta han existido desde que el país se insertó en la economía mundial por medio de su expediente rentístico, o lo que es igual, desde que el nivel de vida de los venezolanos dependió del impuesto que pagaban las compañías petroleras (ayer extranjeras hoy Pdvsa) al Estado propietario del recurso petrolero. Ciertamente los mecanismos de asignación de renta del pasado (gasto público, subsidio al tipo de cambio y subsidio al tributo interno) eran eso, medios de asignación no económicos, vehículos discrecionales de asignación de recursos según algún criterio o proyecto.

 

El del pasado, fallido o no, se suponía productivo, basado en el intentode superación del recurso asignado desde el Estado. Consistía en distribuir la renta para, algún día (o peor) cuando esta faltase, los agentes económicos de la Venezuela rentista pudieran dar el paso a vivir de lo que producían. Dicho en términos de nuestro provocativo título: dejar de ser chulos de la renta.

 

Es cierto que la transformación en un país productivo no se logró, pero luce bastante claro que en el presente la meta luce aún más lejana. En 1999 los más de 20 millones de venezolanos vivían con 19 mil millones de dólares en importaciones. Tres lustros después los 30 millones de hoy no pueden vivir con 80 mil millones de exportaciones por petróleo.

 

Para quitarnos de encima a los defensores de lo imposible, dejemos en claro que no es cierto que el venezolano de hoy se diferencia del de ayer, porque aquel vivía en la indigencia y el actual navega en el mar de la felicidad. No hay como sostener semejante afirmación a no ser que sea con letanías repetitivas o histericismos ideológicos. La Venezuela de hoy se aproxima a los niveles de pobreza de 1999 y, lo más dramático, no hay nada en el horizonte que pueda mostrarse como posible contenedor del deslave social en el que estamos. La Venezuela productiva, la que sustituyó parte de nuestras importaciones, la que exportaba unos 4.000 o 5.000 millones de dólares al año en actividades no tradicionales, hoy se resume a cero, a un gigantesco cementerio de industrias cerradas o abandonadas, a profesionales que buscan horizontes fuera del país o a la de trabajadores que arrastran los pies a su improductivo y peor remunerado centro de trabajo o cola de mercado.

 

El trágico afianzamiento de los venezolanos como ciudadanos dependientes de un recurso que no controlan, no sólo se expresa en las practicas revendedoras (de arbitraje dirían los expertos) en la que parece resumirse nuestra actividad económica, sino que es muy posible que asistamos al final de nuestro destino, que presenciemos lo que parece ser ya el umbral de un nuevo crack en los precios del petróleo. Por los cambios en el mercado petrolero, que además siempre tiene lugar después de un alza o boom de precios, el barril comienza a precipitarse. Las cuatro semanas continuas de caída de los precios auguran la posibilidad de un nuevo techo del precio que baje de los 100 dólares, en los que se mantuvo en los últimos 4 años, a un perfil cercano a los 75 dólares por barril.

 

Estamos a las puertas de nuestra más temida pesadilla hecha realidad, parece haber llegado el día, otro nuevo día, en que al chulo no le quedará más remedio que salir a trabajar.

 

Luis Pedro España

 

 

La nueva represión

Posted on: septiembre 18th, 2014 by Super Confirmado 1 Comment

A gobiernos autoritarios como el nuestro. A regímenes políticos que creen que los asiste una verdad superior a los principios o preferencias de los demás, especialmente el de las minorías, ya no les hace falta reprimir con la violencia para imponerse o perpetuarse.

 

Solo si los sistemas fallan, si alguien se pone bruto, o si es el otro el que acciona algo que pueda interpretarse como violencia, es que entonces aparece la represión en su forma clásica, inhumana y desproporcionada. De lo contrario, a regímenes como el nuestro solo les hace falta aplicar la nueva represión: la propaganda.

 

La mentira, aunque sea tan antigua como la comunicación, es uno de los artilugios mejor utilizados por esta nueva forma de someter a las masas y sustituir la realidad. Cambiarles el nombre a las cosas, presentar las informaciones de forma falaz, descalificar cualquier evento por su procedencia, etiquetar para demonizar cualquier crítica, observación o disenso frente a lo que es la opinión, acción u orientación del sector oficial. Todas estas son formas por medio de las cuales se justifica, cambia y voltea a su favor todo aquello que pueda perjudicar al régimen, sus personeros o la posibilidad de seguir usufructuando el poder.

 

La expansión de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación solo han servido para apuntalar esta nueva forma de represión. La hegemonía comunicacional es solo la punta de un inmenso iceberg. Desde el control de los medios masivos se pueden simular, exagerar y hasta inventar historias, para ocultar, tergiversar y destruir cualquier evidencia sobre los efectos negativos que cualquier política pública, omisión o error gubernamental pudiera tener en el colectivo.

 

La noción de contraloría social es sustituida por militantes del partido oficial, quienes convenientemente convertidos en actores de televisión, relatan y actúan sus líneas frente a cientos de miles de espectadores que no tienen cómo corroborar si el asunto es cierto. Ejemplos hay miles. Desde los intentos reiterados por convertir en terrorismo cualquier protesta ciudadana, hasta la demonización de cualquiera que asome la cabeza como líder alternativo, hasta el montaje casi instantáneo de ruedas de prensa, movilizaciones de respaldo y hasta campañas publicitarias desde las cuales contra-informar a la ciudadanía, poniendo en riesgo el interés o incluso la vida de grandes colectivos, con tal de preservar el buen nombre de la revolución.

Lo sucedido con las denuncias sobre las enfermedades y muertes ocurridas en el Hospital Central de Maracay, la forma policial y represiva con que el régimen tramita una epidemia de dengue y chicungunya, demuestra al menos dos cosas. Primero, deja en claro cómo la desinformación o su manipulación es el arma que se activa instintivamente cuando algo sale mal dentro del gobierno, y, en segundo lugar, cómo los dientes filosos de la represión tradicional aparecen cuando la nueva forma de control social y ciudadano no funciona o tiene fallas.

 

Lógicamente, la nueva represión no es atributo exclusivo de nuestro gobierno. Muchos otros, aliados por cierto, le sirven de modelo y puede que hasta de asesores para el perfeccionamiento de este nuevo método de autoritarismo del cual, probablemente, solo estemos presenciando su inicio y primeros síntomas. Frente a esto no nos queda sino una sola estrategia. Entender que, como cualquier cáncer, desmontar esta nueva represión solo será posible si la atacamos a tiempo. Reconocerla es el primer paso.

 

Luis Pedro España

La crisis que aún nos falta

Posted on: septiembre 4th, 2014 by Super Confirmado No Comments

Después de la alocución de hace dos días está bastante claro que lo que ocurrió fue más un reajuste en el mapa de poder del gobierno que lo que el país en verdad necesita, un verdadero viraje en la conducción económica y social de los asuntos públicos.

 

Como ya es tradición en el egoísmo gubernamental, primero están los intereses puertas adentro y después todo lo demás. Las indefiniciones que persisten solo prolongan la agonía de un pueblo sin productos esenciales en los anaqueles o con precios desorbitados de lo poco que se va encontrando. La tozudez de quienes llevan equivocados el mismo tiempo que lleva menguando la renta petrolera nos mantiene en este atolladero de crisis recesiva que cobra sus víctimas en forma de pacientes sin tratamiento, empresas sin insumos, equipos sin repuestos y familias sin bienes con los cuales satisfacer las necesidades más básicas.

 

Todo lo anterior justificado y bendecido con tres o cuatro numeritos que para la desgracia de las ciencias sociales de este país se exponen sin la vergüenza de quien debería saber que tras esas cifras de desempleo abierto no se puede esconder toda una realidad social que no se corresponde con el supuesto éxito del gobierno.

 

Ya suena a letanía vacía el discurso falaz de sus cifras de pobreza, concentración del ingreso o cualquiera de las tablas que ayer, mal explicado y peor entendido, trataron de justificar porque todo lo que opinan los agentes económicos y sociales está equivocado y que solo son ciertas las interesadas fantasías de un gobierno que se resiste empecinadamente a comportarse de manera responsable y asumir de una buena vez las consecuencias de sus errores.

 

Hace dos días asistimos a la recaptura del poder por parte del conservadurismo y la tradición dentro del gobierno. Los mínimos intentos de reacomodo frente a la nueva realidad de caída de la renta y límite de tolerancia del intervencionismo estatal fueron castrados por la definición de una lucha en el poder donde privó aferrarse al pasado que hacerle frente al presente y los retos del futuro.

 

El resultado de todo este episodio del sacudón será la necesidad de tener que anunciar la necesidad de otro nuevo sacudón. Esta vez en condiciones económicas más difíciles, con menos credibilidad y con un saldo social negativo que no solo se pudo haber evitado, sino que para entonces será parte de la ingobernabilidad con la que tendrán que lidiar los artífices de la inacción que muestra el gobierno.

 

Los próximos días serán tiempos para evidenciar cómo empeorarán los verdaderos indicadores de la crisis del país. Desabastecimiento e inflación, ese monstruo de dos cabezas que el gobierno minimiza, ignora o convierte en ilusas batallas contra sus consecuencias, seguirá avanzando y creciendo para el sufrimiento del pueblo. Contra él no funcionan los remedios ideológicos, ni las declaraciones políticas; son medidas sensatas, esas que el gobierno se empecina en desechar, las únicas que pueden contra estos problemas que nos conducen al atraso y el sufrimiento social.

 

Siguen los días negros para el país. Siguen las posposiciones y omisiones que nos siguen lanzando al último lugar de todos los rankings internacionales del desarrollo y el bienestar. Siguen las causas de nuestros males.

 

Debe ser que aún nos falta mucha crisis por recorrer.

 

Luis Pedro España

El contrabandazo

Posted on: agosto 22nd, 2014 by Super Confirmado No Comments

Aunque el debate nacional se ha centrado en lo errático que luce el gobierno en materia económica, lo verdaderamente sorprendente y prueba irrefutable de que a este gobierno le falta pegada social, y que a la fecha pareciera vivir de las rentas del pasado, es que no ha logrado atinar con un refrescamiento de su política (o propaganda) social.

 

Hace poco anunciaron otra iniciativa de misiones. Las “bases de misiones sociales”. El leguaje militar y la marca comercial se mantienen, pero falta el entusiasmo y la autenticidad del pasado.

 

Cierto es que el presidente Chávez también hizo anuncios referidos a las misiones que no tuvieron pegada. De todas las que sirvieron de preparación a la campaña electoral de 2012, solo una, la Gran Misión Vivienda, levantó el entusiasmo que necesitaba que se reflejara en las urnas. Pero en lo que va de este gobierno, no han pegado ni una. Revisemos.

 

Misión Eficiencia o Nada, Barrio Nuevo, Eléctrica Venezuela, Negro Primero, Jóvenes de la Patria, Nevado y Transporte. Ninguna despertó el menor interés y, puede que por ello, ninguna forman parte de esta nueva: base de misiones.

 

Anunciada el 7 de junio y recientemente recordada por algún ministro, este nuevo instrumento de política social ni siquiera forma parte de la campaña comunicacional de los últimos días. Es tan insípida que parece un anuncio de técnicos del Banco Mundial en programas de compensación social.

 

Las Bases de Misiones presentadas como un programa de erradicación de la pobreza extrema, que claramente no lo es porque no atiende sus causas, al menos podían ser un alivio frente a la inflación y el desabastecimiento. Pero no, medido por lo único que les importa, la propaganda, estas no tienen el centimetraje que, por ejemplo, ha adquirido el tema de la guerra al contrabando o a las colas (sic). De alguna forma volvieron fue a un refrescamiento del “dakazo”.

 

Ello demuestra que como que el gobierno ha dado la vuelta completa una vez más. De delinear conjunto de medidas económicas con su correspondiente plan de compensación social (¿Bases de Misiones?), a nuevamente centrase en los síntomas de los problema. Eso es lo que se puede concluir cuando se pretende hacer creer que es el contrabando el responsable del desabastecimiento, o que ciertas imperfecciones en los centros de abastecimiento o locales comerciales son los causantes de las colas. Cambiaron la atención del pueblo, aunque fuera de utilería, por enfrentar enemigos que den sensación de que algo están haciendo.

 

Seguimos bajo el signo de la mentira. Allí siguen y allí seguirán mientras los criterios de implementación de políticas sea mediado por el termómetro de la popularidad o por las trazas ideológicas que cada cierto tiempo los adornan.

 

Vamos a ver cuanto tiempo dura el fantasma del nuevo enemigo: el contrabandazo.

 

Luis Pedro España

Agosto negro

Posted on: agosto 7th, 2014 by Super Confirmado No Comments

La situación financiera del Estado venezolano es realmente trágica. Conversar con cualquier economista y pasearse por las cuentas del país, tanto en dólares como en bolívares, reflejan una situación donde las medidas cosméticas, heterodoxas o incluso graduales ya no parecen ser suficientes. Conforme se ha pospuesto la aplicación de correctivos y ajustes, no importa cual haya sido la excusa a lo largo de los últimos 15 meses que lleva el gobierno, el problema no ha hecho sino crecer.

 

Luce ineludible entonces que alguna cosa anuncien y apliquen en este soleado, adormecido y vacacional mes de Agosto. Además ya los permisos de utilería o la fachada de respaldo político se obtuvieron tras el complaciente y acrítico congreso del partido de gobierno. A los delegados electos les taparon la boca y consiguieron sus aplausos tras la recepción de unas 24 mil peticiones que convenientemente fueron presentadas como si se tratara de auténticaspropuestas políticas o programáticas.

 

La prueba de que no hubo ningún congreso político, sino un nuevo episodio de manipulación clientelar, fue que quienes quisieron debatir de temas socialistas debieron recurrir a los pocos medios de comunicación que aún no controla el gobierno.Por su parte, la oposición, al menos la radical, la cada vez más especializada en hacer el papelito de tonta útil, se encargó de seguir desviando el debate y la atención de los venezolanos. Torcieron la temática de los verdaderos problemas del país a lo que son sus ilimitadas ambiciones de poder y sus egos personalistas. Ya no hay vocería opositora. No hay secretaria ejecutiva. Dinamitaron la poca institucionalidad que tenía la oposición para crear un andamiaje de cartulina sobre el cual treparse.

 

En fin, inmovilizada la oposición, ya los decisores en el poder podrán apretarle el cinturón al pueblo. Sin que exista nadie que explique el porqué de su nuevo sufrimiento.Si como decían los analistas, el gobierno aguardaba por las condiciones políticas para dar el zarpazo, pues las condiciones no sólo están dadas, sino que realmente son óptimas. Con el panorama político despejado, ya no importa lo que terminen anunciando, cual sea el plan (si es que lo hay), que tanto aumenten la gasolina, de qué tamaño sea la devaluación, por cuanto vendan Citgo o cualquier otra cosa que tenga valor en los libros contable del Estado y que sea vendible con tal de pagar las cuentas de la borrachera. En definitiva, nada de lo anterior será discutido previamente, será un cogollo quien decida las medidas económicas. Ya tienen las manos libres para hacer lo que les plazca, gracias, como siempre, a las acciones de unos y a las omisiones de otros.

 

Pero aun así, con toda seguridad, nuestro Agosto Negro será incompleto, poco sincero y, lo más importante, muy recesivo. No tienen como entrarle al problema de fondo, porque las causas son ellos mismos, y mientras esto sea así estaremos condenados a soluciones a medias, que serán las responsables de un sufrimiento prolongado.Esperaremos por los anuncios. Los últimos meses del año serán para coger palco, junto a unos buenos trancazos. Ojala alguna vez descubramos a quien se los debimos.

 

Luis Pedro España

Jóvenes en crisis

Posted on: julio 24th, 2014 by Super Confirmado No Comments

El país se nos va llenando de tragedias. Además de las vinculadas con la delincuencia y la violencia, otras menos visibles tienen lugar todos los días sin que sus víctimas se percaten de que lo son, o los responsables de ellas sientan que el asunto es con ellos.

 

Igual que la mayoría de los muertos por la delincuencia son jóvenes, estas otras víctimas también lo son. No podía ser de otro modo. Venezuela es un país de jóvenes, la edad promedio de la población ronda los 22 años, y padecemos todos los problemas de individuos que carecen de oportunidades y capacidades desde las cuales integrarse en la vida adulta.

 

Unas pocas cifras sacadas de la Encuesta Nacional de Juventud realizada por la Universidad Católica Andrés Bello nos permitirán ilustrar esta situación. Uno de cada tres jóvenes en edad de cursar educación media no lo hace. En promedio, los jóvenes del país dejan de estudiar a los 17 años de edad. Lo anterior convierte a más de 900.000 de nuestros muchachos en muletas para sus hogares de origen o personas que no hacen nada ni estudian ni trabajan y aun cuando a más de la mitad le gustaría volver a estudiar, cuando pasan los veinte años una mezcla de realidad con falta de ganas termina lanzándolos al empleo precario.

 

La opción de vida que les queda a hombres o mujeres es convertirse en padres y madres de manera prematura. En promedio, antes de los 22 años ya están formando un nuevo hogar y, como se entenderá, estarán en condiciones socioeconómicas mucho peores que las de sus padres, los que a su vez, ya estaban bastante comprometidos económicamente.

 

La parte de nuestros jóvenes que, producto del nivel económico y educativo del hogar de origen, si lograron continuar estudios superiores o se encuentra realizando algún tipo de preparación profesional, en su mayoría lo que quieren es marcharse del país. Un alarmante 23% del total de los jóvenes venezolanos le gustaría emigrar a otra nación. La inmensa mayoría de ellos motivados por la ilusión de que fuera de su país podrán encontrar las oportunidades económicas que aquí se les niega.

 

Podríamos seguir describiendo el drama de nuestros muchachos. Si el lector lo desea puede consultar la página www.proyectojuventud.ucab.edu.ve en la que verá una descripción completa de nuestro problema juvenil a partir de la encuesta mencionada. Basta con lo visto. Ahora hay que preguntarse ¿qué hace el gobierno?

 

También podría bastar un simple “nada” como respuesta. Pero no, tienen aún más culpa. Tienen la carga de la omisión y con conocimiento de ello. El gobierno conoce el drama descrito y no han parado de hacerse los locos.

 

Así pues, no se trata de desconocimiento. Las propias cifras oficiales ya nos daban indicios de lo que dejó a luz pública la encuesta de la UCAB. Incluso sabemos que hicieron una encuesta de juventud, como en su momento hicieron una sobre las misiones o sobre inseguridad y violencia, así como otras tantas que les permitieron conocer los problemas sociales. ¿Qué hicieron?: esconderlas, no publicarlas. Seguramente así lo decidieron para que la oposición no se entere, no sea que se ponga a hacer “politiquería” con esas cifras. Recuerden: la primera responsabilidad es mantenerse en el poder, no resolver los problemas.

 

Bajo ese desiderátum prefieren meter las tragedias cotidianas, que ellos mismos han creado, debajo de la alfombra y pasar al disimulo mediático. Todas las políticas gubernamentales que han tenido a los jóvenes como objetivo lo único que han hecho es castings de muchachos con guiones propagandísticos que expresan lo felices y alegres que supuestamente son. Se trata de verdaderas piezas o monumentos a la mentira, son la compilación de hazañas deportivas, inclusiones educativas o creaciones artísticas donde la excepción es la regla.

 

Por cada medalla olímpica ¿cuántos jóvenes fuera de la escuela? Por cada función del sistema de orquestas ¿cuántos jóvenes víctimas o victimarios de un país sin inclusión? Por cada jovencito en acto gubernamental ¿cuántas madres adolescentes o pareja de muchachos criando a los futuros pobres de este país?

 

Este es el drama de la juventud venezolana, no lo que dice la propaganda oficial. El asunto no se resuelve bajo la lógica misionera que a cada problema una propaganda y un supuesto programa social que, por lo que dicen los datos, carecen de un impacto mayor a los sueldos y honorarios que de ellos devenga la clientela gubernamental.

 

Solo comenzaremos a resolver el problema de juventud, el principal de la larga ristra de problemas sociales, cuando se acepte el diagnóstico y se actúe sobre las causas y no, como hasta ahora, maquillando la realidad por las prioridades políticas que tanto los agobia.

 

Luis Pedro España

La generación perdida

Posted on: julio 18th, 2014 by Super Confirmado No Comments

“Hijo de profesional, será profesional; hijo de obrero está condenado a abandonar los estudios”

 

La semana pasada la directora del Instituto de Investigaciones Económicas y Sociales, Anitza Freitez, junto a sus colaboradores, le entregó al país los resultados de la Encuesta Nacional de Juventud. Los datos que reporta son más que demoledores. Desmitifican la ficción que se construyó en medio de lo que fue el boom de ingresos 2004-2008. Una vez pasada la rasca petrolera y escudriñado su verdadero impacto, llegamos a la conclusión de que esta generación, puede que la última que haya experimentado una bonanza rentística, fue una generación perdida.

 

El lector puede encontrar más datos y análisis sobre los resultados del estudio en www.proyectojuventud.ucab.edu.ve, yo me limitaré a resaltar algunas de los hallazgos que me parecen de crucial importancia.

 

1 La exclusión educativa

 

El estudio de la Ucab está concentrado en la población de edades comprendidas entre 15 y 29 años. Para ese segmento etario, especialmente para los que tienen entre 15 y 19 años, lo más importante no es otra cosa que estudiar. Pues bien uno de cada tres adolescentes no va a la escuela. Se trata de 900 mil jóvenes fuera del bachillerato. La cifra en sí misma es un escándalo, pero lo es más cuando vemos las causas.

 

La mitad de nuestros muchachos deja de estudiar a los 17 años, pero cuando se trata de hogares donde el promedio educativo de los adultos es bajo, la escuela se abandona más tempranamente, es decir a los 15 años. La historia de la pobreza se repite. Hijo de casa sin estudios se convierte en un muchacho con baja escolaridad, pocas oportunidades y menores ingresos.

 

Este factor, denominado clima educativo del hogar, explica la expulsión de los jóvenes de la escuela mucho más que las diferencias económicas o las de género. Aunque lógicamente tener una condición económica alta o incluso ser mujer eleva las probabilidades de terminar el bachillerato, es el nivel educativo de los adultos que rodean al joven, la variable que más incide para que este termine o no los estudios medios.

 

Esta es una pésima noticia. No es más que la constatación de que la escuela no está haciendo la diferencia. Hijo de profesional, será profesional; hijo de obrero estará condenado a abandonar los estudios. Mientras que en los hogares con bajo nivel educativo los muchachos interrumpen los estudios en promedio a los 15 años, los de hogares con alto nivel educativo, no ocurre sino después de los 22 años.

 

2 Sin estudio no hay (buen) trabajo

 

La desescolarización temprana, o los pocos años de estudio, suponen una inserción laboral precaria o incluso permanecer en una condición que eufemísticamente se califica como “en otra situación”. Hasta 23% de los jóvenes encuestados ni estudian, ni trabajan. Esta es una de las causas sociales de dos de los grandes dramas de la juventud venezolana: la violencia y el embarazo de adolescentes. La situación de vulnerabilidad y riesgo es mucho mayor entre 20% más pobre, donde casi cuatro de cada 10 “no hace nada”, mientras que en 20% de hogares más ricos, sólo 11% está en esa situación.

 

Por su parte, los que ingresan al mercado laboral lo hacen con desventajas. Los años de escolaridad de los jóvenes que trabajan es menor a los 12 años y de ellos, poco menos de 620 mil (12%) tienen una escolaridad menor a la educación primaria.

 

Mientras el Estado fiestea con las cifras de desempleo general, los jóvenes padecen el problema social de su participación en la vida adulta a consecuencia de su baja capacitación, su inserción temprana o incluso se no participación en la actividad productiva, la realidad de estudio y trabajo de nuestros jóvenes no depara ningún buen futuro.

 

3 Formando nuevos hogares, pero de pobres

 

A diferencia de los países desarrollados y otros del propio continente latinoamericano, nuestros jóvenes tienen una iniciación temprana en la conformación de hogares. Más allá de su iniciación sexual, también prematura (15 años para los hombres y 17,8 para las mujeres), los jóvenes forman uniones independientes, en promedio, antes de los 20 años. Esto ocurre generalmente por el nacimiento del primer hijo, la consecuente necesidad de formar un hogar y tener que trabajar.

 

Todas estas premuras de causas sociales más que individuales, marcarán el futuro socioeconómico de la nueva familia, creando condiciones desfavorables, no solo por la baja escolaridad y la consecuente precariedad laboral, sino por su prematura independencia. Cuando los jóvenes respondieron a la pregunta sobre la razón por la cual dejaron el hogar de origen (de los padres), menos de 4% dijo que fue por haber alcanzado autonomía económica.

 

4 La política y los jóvenes

 

Es mucha la información disponible en la encuesta sobre la participación política de los jóvenes. Su situación social llena de dificultades, lejos de haberlos encerrado en su precariedad cotidiana, más bien los activa y se muestran muy interesados en la política, 80% de ellos dice tener algún interés por la política, y si bien sus preferencias ideológicas están distribuidas lejos de las polarizaciones (31% se dice de izquierda, 30% de derecha y 39% de centro), es claro que se aspira por los cambios políticos.

 

Los jóvenes están de acuerdo en su preferencia por la democracia y su gusto por las elecciones. Hasta 77% considera que las elecciones de cualquier tipo son un evento importante y 78% cree que la democracia es el mejor sistema político.

 

Pero este fervor por la democracia no parece ser un hecho utilitario. 69% se encuentra nada satisfecho con el funcionamiento de la democracia en el país y más de 60% cree que el Gobierno hace poco o nada para solucionar problemas de tipo económico (68%); combate a la corrupción (64%) o mejoras en la seguridad ciudadana (60%).

 

5 ¿Cuál es la esperanza?

 

Aunque la cifra no es tan alta, cierto sentido de realidad, y puede que compromiso con el origen y sus apegos, hace que 73% de los jóvenes no tenga intenciones de irse del país. Un resto y dramático 23% sí lo tiene, y como se entenderá, esto es mayor entre los jóvenes de mayor nivel económico y de menor edad. Nuestros jóvenes están conscientes de la difícil situación social generacional que les tocó vivir, pero no por ello están dispuestos a renunciar. Un extraordinario 43% cree que la situación del país va a mejorar, mientras que 38% piensa lo contrario.

 

La diferencia entre uno o la posibilidad de que los optimistas sean cada vez más, dependerá si de una vez por todas se formula una política de juventud que deje de hacer énfasis en lo mediático y estético y se centre en los problemas que tiene esta generación, que por su situación social, ya parece perdida.

 

Luis Pedro España

 

 

Qué debe hacer la oposición?

Posted on: julio 10th, 2014 by Super Confirmado No Comments

Recordemos algo que podría resultar pedagógico en este momento. La Unión Soviética no se derrumbó gracias a la política exterior de la ultraconservadora administración de Ronald Reagan.

 

La reforma y posterior caída de todos los sistemas políticos y económicos de la Europa del Este fue producto de procesos internos, de inviabilidades acumuladas y la necesidad de reacomodos, que al principio trataban de ser cambios para que todo siguiera igual (como siempre tratan de hacer quienes ocupan el establishment), pero que terminaron en verdaderas debacles que transformaron sus realidades hasta modificarlas por completo.

 

El ejemplo puede que no sea del agrado de mucho compatriota que supone que su simple hastío, su presumida superior consciencia o el desespero por ver que el tiempo pasa y no termina de ocurrir el “final feliz” a que aspira, debería propiciar un estado de cosas que, sin saber muy bien cómo se desencadena, o creyendo tontamente que sí lo sabe, no entiende por qué la oposición “no-hace-algo” para que termine esta situación.

 

Los creyentes en las salidas, que se califican de mágicas porque en ellas no existe la adecuación de medios a fines, o de existir es poco menos que voluntarista, ven con desespero que el cambio en Venezuela no puede venir sino de dentro hacia fuera o de abajo hacia arriba. Suponen, creen o aspiran, que una acción decidida, valerosa probablemente, de alguien que hable claro, que se parezca a ellos mismos para estar seguros de que es de su bando, culpabilice como es debido, se desgarre en verbo encendido, y sea quien se convierta en el agente de cambio del país. No, las cosas no funcionan así.

 

La oposición, no importa a cuál de ellas nos refiramos, no puede por sí sola (subrayo esto último) superar este estado de cosas. Ni unida, ni con posición adelantada, ni desde los liderazgos emergentes, ni creando sus propios mártires. El país necesita algo más que líderes o gente con guáramo para alcanzar los cambios. El país necesita aprendizaje colectivo y ese es el que estamos viviendo por estos días.

 

La mala noticia es que los aprendizajes sociales son muy dolorosos, la buena es que necesariamente no son tan lentos. Su acorte depende de lo que haga la oposición. Los líderes pueden acortar ese sufrimiento por medio de su capacidad de persuasión y convencimiento.

 

Mi admiración para esos líderes de la oposición venezolana que lograron que 49% de los compatriotas creyeran en la necesidad del cambio a pesar de tanto gasto populista y medidas irresponsablemente electoreras que, reveladas recientemente con el desparpajo de la carta de un exministro, trataron de hacer ficción de la verdadera situación del país, engañando por lo tanto, al 51% restante.

 

Lamentablemente, este cambio de preferencias, este deseo de transformación política, no fue suficiente. Tendrá que ser la realidad, aunque no solamente ella, la que ayude y termine por convencer a la fracción de aquellos que empecinadamente, por miedo, desconocimiento o simple utilitarismo, no cambiaron en el pasado y hoy, ante las evidencias prácticas de lo inviable, deberán ser convocados nuevamente por líderes que canalicen y aceleren el aprendizaje colectivo que estamos viviendo en forma de inflación, desabastecimiento, ineficiencia generalizada, injusticia e inseguridad.

 

Para lograr eso la oposición debe denunciar y proponer a la vez. Debe estar cerca y al lado del venezolano que sufre, pero que no sabe muy bien cuál es la causa de su sufrimiento. Tiene por deber explicárselo. Las posturas mesiánicas más bien la alejan del segmento que debe convencer.

 

El “yo te lo dije” o “admite que te equivocaste” es una innecesaria humillación de quien desea más venganza que futuro. Atentar contra sus seguridades y consensos, pueden que aún vivos, solo apartará a una parte del pueblo a entender por qué las buenas intenciones de sus antiguos líderes no solo no eran tales, sino que además son las responsables de todas las calamidades actuales.

 

Tan inadecuado es suponer que solo en 2019 pueden producirse los cambios, como sentenciar que necesariamente debe ser antes. La oposición debe estar preparada para todos los escenarios, sin aferrarse a uno solo.

 

Lo anterior no es contradictorio. Porque no hay forma de saber hasta dónde puede llegar la insensatez gubernamental o los cambios que vienen por dentro, es que debe estar lista para responder a lo que será la evolución de este sexenio y, a la vez, propugnar por una nueva gobernabilidad democrática, escogiendo el medio que lo garantice.

 

Si cada quien desde su trinchera, partido o responsabilidad de gobierno local, opta por la pedagogía y la aproximación al pueblo víctima de la crisis social, bien en el tiempo establecido, o en aquel que adelanten los acontecimientos, ocurrirá el cambio que el país tanto necesita.

 

Luis Pedro España

Un país para mafiosos

Posted on: junio 26th, 2014 by Laura Espinoza No Comments

No sé cuántas veces he tenido que escuchar a indiscretos enchufados del gobierno berrear por celular a causa de sus negocios. Sean ellos dólares, cupos o compra y venta de productos importados, esos mismos que el “dakazo” mandó para la historia y que en cualquier cafetería o aeropuerto se subastan por teléfono.

 

No se trata de ningunos altos personeros, de tipos con guardaespaldas y chicas de protocolo. Son simples detallistas del negocio del mercado paralelo o tramitadores de cualquiera de los privilegios que se crearon tras la estela de controles y torniquetes que ha puesto el gobierno sobre la economía.

 

Quienes en lugar público vociferan sus transacciones, tampoco son precisamente esforzados emprendedores que tratan de hacer realidad sus sueños pensando que con ellos son muchos los que se benefician, por los productos que fabrican, o los empleos que generan.

 

La cosa es mucho más burda. Se trata de simples intermediarios, prototipos de rematadores de caballos, que gracias a la guayabera roja que alguna vez usaron, ahora operan como vasos comunicantes entre una demanda insatisfecha (de lo que sea) y un público que trata de colocar las barajitas que llamamos bolívares en algún bien que satisfaga veleidades o nos defienda de la inflación.

 

Más allá de moralismos o de juicios de valor, los intermediarios de las instituciones especializadas en controlarlo todo

solo están aprovechando una oportunidad para la cual la inmensa mayoría de los venezolanos no fuimos formados. Disponen de los antecedentes para acceder a las plazas reservadas para los negociantes de la política y son especialistas en relaciones públicas, habilidad que por los avatares de la vida, les permitió entrar en el perímetro de los negocios con el gobierno. Conocimiento, destrezas, esfuerzo no son precisamente los fuertes de estos mercaderes.

 

Hoy son muy visibles, pero siempre estuvieron allí. Los 25.000 millones de los que hablan exministros no fueron una casualidad o un hecho aislado de 2012 o de 2013. En el peor de los casos esos años fueron solo un récord en la lógica de la corrupción administrativa. El contexto de crisis y escasez los hace notables, aceleran el ritmo y aprovechan la inviabilidad del sistema. Debe ser por ello que la corrupción es tan visible en las crisis.

 

Es harto conocido el destino de toda la maraña de controles. No importa qué tanta conciencia revolucionaria se le imprima.

Cuanta más, peor, ella solo servirá para justificar mejor lo que no es sino pura y simple consecuencia de políticas erradas. El robo casi siempre tiene explicaciones trascendentales que sirven para limpiar la conciencia de quienes así obran, y en las fases terminales toda sustracción del erario puede ser entendido como un acto de defensa última de la revolución.

 

Pero como decía algún expresidente, uno de los bien ocurrentes que tuvimos, la corrupción (decía) es como el pájaro arrocero, no es tanto lo que come, sino qué destruye para hacerlo.

 

El costo institucional de la corrupción está pesando sobre el gobierno revolucionario, mucho más de lo que ella le cobró a la democracia que destruyó. Pero lo peor es que no saben cómo salir de ella. No saben que la génesis de lo que pretende combatir se encuentra en los procedimientos y las prácticas desde las cuales administran los recursos públicos y la renta petrolera.

 

Mientras sigan los controles y se pretenda administrar con discreción los recursos de todos, la corrupción vivirá entre nosotros y este país será para intermediarios y conectados, no para productores o esforzados. Será solo un país que premia y recompensa a los mafiosos.

 

Luis Pedro España

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