« Anterior | Siguiente »

¿Qué quieren de la oposición?

Posted on: febrero 19th, 2015 by Laura Espinoza No Comments

Cada vez que vemos las encuestas tenemos una lectura bastante más oscura de la oposición. Por lo mal que queda parada, en cuanto al juicio que de ella tienen los ciudadanos, podríamos calificarla como la malquerida. 80% de venezolanos que opinan que el país va por mal camino, que desea que el modelo económico cambie y que vive atemorizado por la inseguridad, le reclama a la oposición que sea una opción de poder. No lo es, no lo ha sido y por ello se le critica. ¿Qué quieren de la oposición? Simple, que deje de ser oposición y se convierta en gobierno.

 

Es por ello que la oposición recibe un doble castigo. Mitad la adversa por ser oposición, la otra porque no ha logrado ser gobierno. De manera instintiva hasta 20% de la población repite los mismos calificativos e improperios que desde el poder lanzan los jerarcas del régimen en cada una de sus omnipresentes declaraciones. Por su parte, los radicales del otro bando, 20% para simplificar, no entienden por qué esos “buenos para nada” no han desalojado del gobierno desde hace tiempo y de una vez por todas a la camarilla en el poder.

 

La mayoría decepcionada del chavismo, una parte de ellos lanzados a un nuevo tipo de escepticismo y desconfiados de la política, no ve en la oposición, sus organizaciones y líderes, esa fórmula facilona de resolver los problemas que alguna vez creyó ver en forma de venganza verde oliva. Huérfanos de líder y luego de haber perdido la fe en el legado, cuesta volver la mirada a lo que tanto se adversó en el pasado.

 

El asunto se pone más cuesta arriba cuando los espacios para la disidencia han sido reducidos a su mínima expresión, por mucho que se tengan encuentros y debates sobre los problemas del país a fin de trazar planes para resolverlos. Aun cuando se tengan buenos gobiernos locales que mostrar, a pesar del saboteo que se ejerce desde el poder. A pesar de las numerosas iniciativas internacionales para revelar la verdad de lo que ocurre en Venezuela. Aunque muchas organizaciones voluntarias realicen diligencias legales para devolverles la libertad a los presos políticos y cuiden de su integridad. La invisibilidad de la oposición la hace ver inactiva, alejada de los problemas del pueblo e incapaz de proponer soluciones.

 

Por más que los grupos más activos, jóvenes y trabajadores, se movilicen y enfrenten el control social y policial instalado por el gobierno, denuncien los padecimientos del país, o se vayan multiplicando los encuentros cara a cara para explicarles a los ciudadanos por qué los problemas no son producto de ninguna guerra o la mala suerte, sino que se deben a las pésimas convicciones y peores decisiones de los responsables de las políticas del Estado. Aun con todas las acciones realizadas y las que vendrán, la oposición está relegada a un contado número de estaciones de radio, a un número cada vez más reducido de medios impresos y a ninguna planta televisiva, lo que hace que el ciudadano se sienta solo frente a sus dificultades.

 

El cierre comunicacional y los golpes represivos, amén de los momentos de desencuentro interno que parecen superados, son, entre otros, los responsables de que la oposición no tenga, por ahora, cómo congregar todo el descontento que se va acumulando. El lento pero progresivo proceso de conformación de una mayoría va a depender de la reconciliación interna, que sin lugar a dudas se expresará en una plancha única para la Asamblea Nacional, y en un electorado que, como cualquier otro, harto de los problemas, decide cambiar.

 

Ese será el primer paso para el inicio de la transición que, por lo demás, será la única capaz de permitir que la oposición pase a ser gobierno.

 

Luis Pedro España

Apostando por el tiempo

Posted on: febrero 5th, 2015 by Laura Espinoza No Comments

¿Qué necesidad tiene el señor presidente de decirnos con una frecuencia semanal que va a anunciar algo para, llegado el día, no participarnos nada? No puede tratarse solamente de conflictos internos, tendencias que no se encuentran, imposibilidades de consensos dentro de las filas revolucionarias, inconsistencias o simple olvido. Tiene que haber algo más que explique ese ir y venir para no llegar a ningún lado. Esa generación de expectativa. Ese “ahora sí que es verdad”, para luego desinflarse en anécdotas repetidas y anuncios que no llegan.

 

Pareciera que, efectivamente, el gobierno tiene la necesidad de hacer algo. Obviamente, no sabe muy bien qué, pero sí cree que debería hacer algo. Dentro y fuera le reclaman que esto no va para ningún lado. Que hace falta un cambio. Lleva dos años en la misma película. Amaga y simula, pero no actúa. ¿Por qué tanta finta? Solo hay una respuesta, definitivamente le están apostando al tiempo. Infantilmente cree que todo volverá a ser como antes. Es una forma de autoengaño, para no enfrentar lo que lleva a cuestas.

 

La política pública se ha convertido en un entero aguante. El gobierno espera. Aguarda por un milagrito sostenido con un cruzar de dedos. La única política que tiene es esperar que vuelvan a subir los precios del petróleo. No tienen ninguna otra respuesta que pueda alinearse con el discurso mil veces repetido y la tozudez de quienes de verdad no tienen ni una sola idea de qué hacer con este socialismo ahora que se terminó el dinero.

 

Cualquier otra cosa diferente a apostarle al tiempo es traicionar el legado. Venderse a las “ideas neoliberales” de la productividad y la eficiencia. Incluso obligado a ello, como de hecho lo está, no sabrían cómo implementar una cosa distinta de lo que están haciendo. Tendrían que llamar a otros para gobernar. No saben cómo lidiar con la libertad, con la conciliación de intereses, con el principio humano de la empatía, ponerse en el lugar del otro, respetarlo y tratar de complementarse. Solo sabe hablar consigo mismo. Traer a extraños pondría en severos aprietos las simplonas convicciones que no resisten el primer contraargumento.

 

Quien tiene por única estrategia apostarle al tiempo, solo conoce de jugadas tácticas. Jugadas suicidas incluso. En el caso del gobierno sus prácticas dilatorias han consistido en destruir cadenas de distribución, como en el pasado fue destruir a las empresas productivas, amordazar a los medios de comunicación o simplemente reprimir. Estas son sus formas predilectas para ganar tiempo mientras llega el milagro.

 

Pero el milagro simplemente no va a llegar. No porque el precio del petróleo no vaya a subir. Es posible que se recupere y termine el año alrededor de los 70 dólares. Pero ni a ese precio, ni a ningún otro, es sostenible el modelo ridículamente monoproductor en que basó su inviabilidad de destruir sin construir nada.

 

Por no saber qué hacer, al gobierno no le queda sino apostarle al tiempo. Incluso ahora que el tiempo le juega en contra.

 

Luis Pedro España

Superar la pobreza rural

Posted on: enero 26th, 2015 by Laura Espinoza No Comments

“Para las actividades agrícolas: tecnificar el campo y propiciar la agroindustria…”
La semana pasada nos ocupamos de la situación social del campo venezolano. Como se entenderá buena parte de lo descrito tenderá a ser aún peor después de lo que será un nuevo año de ajustes económicos (anunciados o reconocidos, no importa). Las particularidades y formas como los pobladores de las zonas rurales en Venezuela afrontan su situación, se verán agravadas luego de lo que será, con toda seguridad, tres años corridos de crisis socioeconómica.

 

Siendo el campo, donde peor se vive la crisis y donde se cuenta con menos oportunidades para atenuarla, seguir debatiendo sobre las formas de superar la pobreza rural, es una forma de tratar de aportar propuestas para cambiar la realidad y no solo denunciar la forma cruel de los padecimientos.

 

Claves para la superación

 

Comencemos por el futuro. El campo venezolano no mantiene a su población juvenil. Todavía en nuestras zonas rurales la mejor y única forma de tratar de salir de la pobreza es saliendo del campo. La migración a la ciudad sigue siendo la oportunidad más cercana que tienen los jóvenes para no continuar el ciclo de pobreza y las trampas que mantuvo a sus padres y abuelos en la pobreza.

 

Adicionalmente en los asentamientos rurales no se ofrecen servicios sociales. La escuela unitaria, esa donde varios cursos se dictan en una misma aula, la ausencia de maestros que no pueden llegar a sus centros educativos, amén de una oferta de servicios educativos que no distingue ni repara en especificidades, hacen que la educación en el campo sea poca y mala.

 

Lo mismo podríamos decir de los centros de salud. La red ambulatoria es muy precaria y todavía para quien se enferma en el campo llegar a un centro de salud supone trasladarse por largas y maltrechas carreteras hasta llegar a un centro asistencial donde puedan tratar su padecimiento. Todo lo anterior completa un cuadro de precariedad y pobreza caracterizado por problemas de agua, servicios sanitarios, vialidad escasa y en malas condiciones.

 

En suma la ausencia de oportunidades es la causa generaliza de la pobreza rural. En las zonas rurales no hay oportunidades de empleo. Las actividades económicas tienden a ser muy específicas, casi únicas, con las cuales se generan bases materiales para relaciones de poder muy perversas. Especialmente cuando es el sector público o las empresas del Estado la principal o única actividad económica. En esos casos la sumisión política y el control de la población tiende a parecerse a las que existían en la Venezuela colonial o del siglo XIX.

 

Los principios de un plan de reducción de la pobreza rural

 

Estas pocas claves, más la descripción del problema que hicimos en la entrega anterior, reivindica la urgencia de planes de desarrollo local que atiendan las particularidades de cada zona. La pobreza en el campo no se puede superar si no se emprenden planes de desarrollo local donde se integre la prestación de servicios sociales junto a la generación de oportunidades.

 

La administración descentralizada de las políticas públicas, es indispensable por tratarse de planes locales imposibles de administrar desde perspectivas centrales. Es por ello que se deberían generar los insumos e incentivos necesarios para que cada alcaldía y gobernación, donde predomine la población rural, pueda formular planes de desarrollo regional, que sean apoyados por el Gobierno central, pero que partan de las necesidades de cada lugar y aprovechen las oportunidades que puedan existir en cada zona.

 

La diversificación de la actividad económica es un requisito de partido de cualquier plan de desarrollo local. Parte de los problemas económicos de las zonas rurales tienen que ver con el poco grado de diversificación. Los planes de desarrollo deben girar entonces en torno al fortalecimiento de las actividades económicas existentes, pero al entender que ellas son insuficientes, se necesita el desarrollo de otras fuentes de generación de riqueza que complementen las tradicionales.

 

El Plan

 

Aún con el necesario respeto por las particularidades, clave como hemos dicho para atender el problema socioeconómico del campo, es posible definir algunas generalidades que por comunes, podrían ser especificadas en cada plan local.

 

Así las cosas, parece indispensable que se tome en cuenta para cualquier plan, la intervención y estímulo a los siguientes sectores:

 

Para las actividades agrícolas: tecnificar el campo y propiciar la agroindustria en rubros donde se tengan oportunidades de exportación. En otras palabras superar la visión tradicional y su sobrevaloración

 

Las zonas rurales pueden desarrollar actividades turísticas. El desarrollo del potencial turístico que pueda haber en cada localidad, permite la diversificación del comercio y de los servicios sociales en las localidades donde puedan explotarse atractivos naturales y turísticos.

 

Artesanía, comercio y desarrollo de la pequeña y mediana manufactura, sea con fines turísticos (el localismo es apreciado por su exclusividad) o para su colocación en el mercado urbano y global, necesita del apoyo a los pequeños artesanos, artistas populares y multiplicando el comercio local con fines de abastecimiento.

 

Como parte del ordenamiento territorial del país los incentivos para la desconcentración industrial y comercial, debería identificar y propiciar la desconcentración industrial en aquellas zonas que puedan brindar ventajas para el establecimiento de actividades económicas generando empleo a la mano de obra local y diversificar la economía de la zona.

 

Todo ello requiere de condiciones macroeconómicas que aún no están dadas, pero que de haberlas, no serían posibles de llevar adelante sin un Fondo de Desarrollo Rural. Muchas de nuestras gobernaciones y alcaldías de las zonas rurales del país no cuentan con los recursos suficientes (y la fortaleza institucional) para ejecutar un plan de desarrollo regional. El Gobierno central debería disponer de un fondo al que tengan acceso los gobiernos locales, coordinado por el Consejo Federal de Gobierno, para darle viabilidad financiera e institucional a estos planes.

 

Por último, el tema de la contraloría social. Para el desarrollo de los planes de desarrollo local es indispensable el seguimiento de las comunidades organizadas, las cuales deben servir de contraloras para el cumplimiento de las metas y acciones previstas en el plan. Alzar la voz de las comunidades siempre es necesario, pero lo es mucho más allí donde, las asimetrías de poder forman parte de las cadenas que impiden superar la pobreza. En el campo esto último es el principio y el fin de un plan de superación de la pobreza.

 

Luis Pedro España

El dolor del cambio

Posted on: enero 22nd, 2015 by Laura Espinoza No Comments

Al momento de escribir estas líneas no sabemos aún qué fue lo que dijo el presidente en su rendición de cuentas a la Asamblea Nacional. Al momento de usted leerlas sí lo sabremos. Aun así, no hay que ser ningún adivino para saber que cualquiera sea lo que haya sido anunciado, ello será incompleto para la magnitud de los entuertos que habría que corregir, inadecuado para hacerle frente a la situación socioeconómica que tiene por delante el país y, por sobre todas las particularidades, muy contradictorio, tal y como ocurre con una acción de política pública que solo pudo sostener sus inviabilidades gracias al disfrute de gigantescos recursos.

 

El problema con el discurso político que padece de delirio autoritario es que efectivamente cree que lo que ocurre se limita a lo que se anuncia. Suponen que si no “aprueban” devaluaciones, aumentos de precios o ajustes fiscales estos sencillamente no ocurren, o, por el contrario, que si anuncian inamovilidades, logros inconmensurables y tránsitos hacia victorias contundentes, pues, efectivamente así ocurrirá.

 

Pues no es así. Lo que el gobierno nacional no haya ajustado, luego de dos años de evasión de lo que ha debido ser su responsabilidad, será la realidad la encargada de hacerlo de la peor manera posible, tanto por su brutal aparición, como por su injusta distribución entre los distintos sectores sociales.

 

Puede que, como ocurrió, el gobierno a lo largo de todo este tiempo no oficializado las devaluaciones que acompañan todo sueño populista convertido en pesadilla. Aun así, el tipo de cambio en la calle es 200 veces mayor al menor de todos los oficiales, los venezolanos se quedan sin trabajo o ven cómo su sustento se precariza a la misma velocidad que avanza la pobreza, independientemente de lo que digan o dejen de decir las cifras oficiales.

 

Por estudios que están próximos a darse a conocer sabemos que la situación social de nuestro país se asemeja a las peores que hayamos vivido. Panorama que será mucho más duro este 2015 el cual, con sus proyecciones de inflación de más de 100%, hará palidecer lo que pasó con nuestros indicadores sociales tras los traumáticos ajustes económicos de finales de los ochenta, la crisis financiera de los años noventa o las conmociones sociopolíticas que nos hizo pasar la revolución bolivariana en lo que va de nuevo milenio.

 

Lo que hoy son colas y estupor frente al crecimiento de los precios, en términos objetivos y formales será consumo ínfimo de proteínas y calorías, abandono prematuro de la escuela, aumento de las muertes que no debieron ocurrir, así como el deterioro continuado de todo aquello que haya podido ser mejorado tras el boom petrolero claramente despilfarrado.

 

Pero lo peor de todo es que este inmenso ajuste, anunciado o no, será padecido por todos los venezolanos. Asistiremos a uno de los eventos de empobrecimiento masivo más espectacular del continente sin un solo mecanismo de atenuación social que permita una distribución más justa de las cargas. Todo esto habrá de soportarse sin sistemas de protección para aquellos que, por tener que vivir desde sus propios atributos la crisis social actual y futura, padecerán sus consecuencias de forma irreversible.

 

Frente a lo que se nos viene encima, la única forma de ser optimista, tras este mar de desaciertos u omisiones, es convencernos de que no podía ser sino así, con este nivel de dolor, la forma de parir una nueva realidad.

 

Luis Pedro España

El olvidado mundo rural

Posted on: enero 16th, 2015 by Lina Romero No Comments

“Más de 1 millón 300 mil habitantes rurales del país no van a la escuela”
Las noticias de la crisis que aquejan y agobian al venezolano tienen que ver con relatos urbanos. Colas, desabastecimiento, conflictividad y recesión suelen enmarcarse en dinámicas urbanas, cuando no caraqueñas, las cuales por ser mayoritarias, dejan de lado el rostro más severo de la crisis social, esa que tiene lugar en el campo.

 

Lo primero que hay que decir sobre el mundo rural en nuestro país, es que allí se concentra pobreza extrema. En el campo, en los desolados y olvidados campos deberíamos decir, lo normal es la falta de oportunidades para el estudio o para el trabajo, únicas llaves para salir de la pobreza. En las comunidades rurales también es común la precariedad de los servicios públicos (electricidad, agua y servicios sanitarios), los problemas por la falta de viviendas, las limitaciones para el acceso a la información, a los servicios financieros, a las tecnologías de la comunicación y un sin fin de problemas que no sólo abarcan los de tipo material, sino también políticos y culturales.

 

En los poblados rurales (menos de 10.000 habitantes) viven el 8,5% de los venezolanos y en las ciudades pequeñas, que tienen una dinámica semi-rural por ser poblaciones de menos de 50.000 habitantes, cerca del 27%. Esto quiere decir que 12 millones de venezolanos viven en zonas rurales y, por lo menos, el 60% de ellos viven en pobreza general y la mitad de esa pobreza es extrema.

 

La pobreza en el campo es mucho mas severa que en la ciudad. Aunque la mirada bucólica del campo pareciera indicar lo contrario, a diferencia de la agresividad y la rudeza que muestran las barriadas populares urbanas, detrás del apacible paisaje de la naturaleza, se esconde la indefensión de niños, mujeres, hombres y ancianos que están desprovistos de seguridades materiales para procurarse de los bienes y servicios con los cuales satisfacer las necesidades básicas.

 

El combate a la pobreza extrema, a la pobreza en las zonas rurales, requiere políticas de desarrollo integral. Necesita de una visión global que vaya de lo asistencial a la transformación profunda de las estructuras económicas inequitativas, las relaciones de poder abusivas y los modelos culturales que anclan a los pueblos y comunidades apartadas del país en el atraso y la pobreza.

 

En las zonas rurales la informalidad es del 53% y el desempleo supera el promedio nacional de dos a tres puntos. La vida está llena de dificultades. Mientras que en el país el 7,3% de las viviendas son consideradas ranchos, en las zonas rurales es más del doble (16,7%). Más de 400 mil venezolanos de nuestros campos viven en casas precarias y con condiciones inaceptables. Más del 35% de las viviendas no tienen acceso al agua potable, 30% no tienen cloacas y, además de los apagones permanentes, 5% viven en la más absoluta oscuridad.

 

Terminar los estudios es un privilegios de pocos en los campos venezolanos. En los centros poblados de menos de 10.000 habitantes 18% de los niños menores de 14 años no asisten a ningún centro educativo y esa cifra alcanza hasta un 45% entre los menores de 21 años. Eso quiere decir que en la Venezuela rural son más de un millón trescientos mil jóvenes que no van a la escuela.

 

El analfabetismo, más allá de la propaganda oficial, sigue siendo una realidad. Según los propios datos del INE, todavía el 5% de los venezolanos mayores de 10 años son analfabetos. Esta rémora que aún se padece en el país, se concentra en las zonas rurales. Mientras que en Caracas el analfabetismo es de poco más del 1% de sus habitantes, en el campo sobrepasa el 11% de sus pobladores. En Venezuela todavía hay 980 mil compatriotas que no saben leer y escribir y de ellos más de la mitad viven en las zonas rurales.

 

La pobreza rural, a diferencia de la urbana, tiene lugar en condiciones muy específicas. Los obstáculos para su superación se concentran en elementos particulares. Piénsese en un poblado llanero y como la economía del conuco, cuando no hay actividad agroindustrial o ganadera eficiente y productiva, pasa a ser una práctica de subsistencia que reproduce el círculo de la pobreza. Familias sin oportunidades producen descendencia sin atributos desde los cuales cambiar el medio que les toco nacer. De forma similar un pueblo pesquero puede estar sometido a relaciones de poder inequitativas para sacar su producción al mercado o limitado en sus niveles de productividad por el poco acceso a la tecnología, bienes de capital y formación de su fuerza de trabajo.

 

Los dos ejemplos anteriores dan cuenta de situaciones reproductivas de un mal social que sólo con una intervención precisa (en forma de inversión, formación y asimilación local de nuevas tecnologías), puede comenzar a solucionarse. En las zonas rurales, a diferencia de las ciudades donde existe mucho más acceso y oportunidades, se carece de espacios productivos para generar riqueza. En las ciudades, la pobreza requiere de intervenciones sociales, de acciones para incrementar el capital humano de la población en pobreza, de forma tal de que puedan acceder a las oportunidades que, en mayor escala, suelen brindar los centros con mayor concentración poblacional.

 

Pero en el campo se requiere más especificad. Se necesitan políticas de desarrollo local. En el mundo rural, el combate a la pobreza se convierte en un problema de desarrollo local. No sólo consiste en generar servicios sociales (educación, salud y seguridad) que puedan ser acumulados por sus habitantes. Ellos también requieren de las oportunidades económicas para ganarse la vida y generar riqueza.

 

Las políticas de desarrollo local sólo son posibles desde la descentralización política y administrativa. Si superación de la pobreza en el campo necesita de políticas de desarrollo local, entonces los servicios que puedan prestar la escuela, el ambulatorio y una que otra ayuda focalizada, serán necesarias pero insuficientes. Hace falta dinamizar la actividad económica, propiciar inversiones y desarrollar los servicios públicos que familias y empresas necesitan, los primeros para elevar su calidad de vida y los segundos para ser productivos.

 

En definitiva, se trata de confeccionar planes de desarrollo local que sólo es posible de concebir y llevar a delante si se realizan de forma descentralizada, acercando el poder político y las inversiones económicas a la especificidad de nuestros pueblos, y no como erróneamente se ha pretendido hacer en la Venezuela de estos años, desde una planificación central que tiene por limite la falta de conocimiento y la imposibilidad de dar seguimiento y adecuar las políticas a las especificidades del campo.

 
Luis Pedro España

Del dólar imperial a la dinastía del yuan

Posted on: enero 9th, 2015 by Lina Romero No Comments

Otra vez se aplazó el anuncio sobre el nuevo sistema cambiario. El viaje a China, en busca de recursos de emergencia con los cuales enfrentar la drástica caída de los precios del petróleo, parece ser determinante para terminar de definir qué tan duro será el control de divisas
Otra vez se aplazó el anuncio sobre el nuevo sistema cambiario. El viaje a China, en busca de recursos de emergencia con los cuales enfrentar la drástica caída de los precios del petróleo, parece ser determinante para terminar de definir qué tan duro será el control de divisas. Una semana más para saber qué tipo de ajuste económico emprenderá el Gobierno. Por lo pronto, lo que quedan son simples apuestas de lo que pueda ocurrir. Aunque todas convergen en una sola tendencia, vamos camino a una de las recesiones más profundas que haya tenido lugar desde, por lo menos, el Viernes Negro de 1983, primera de una larga lista de devaluaciones que han acompañado la historia económica del país de los últimos 30 años.

 

I

 

Como en una novela de espionaje podemos repasar las pistas que nos han dado para tratar de adelantarnos a lo que serán los anuncios sobre el nuevo tipo de cambio. En primer término, se anunció un sistema cambiario que respondería a un cronograma a largo plazo de desmontaje del sistema de control. De lo poco que han dicho, se asomó la posibilidad de pasar por una transición en tres etapas. Una primera de seis meses, luego otra de dos años, para luego entonces aplicar la definitiva que, como en todo país de economía estabilizada y en crecimiento, sería un tipo de cambio único y flexible.

 

Planteado de esta manera podríamos pensar que el sistema de control cambiario, ese que ha estado vigente por más de 10 años, vuelve a ser reconocido como algo que siempre debió ser temporal y no permanente. Como se sabe, el control de cambio en Venezuela no era una medida económica, sino política. Cuando el ingreso por exportaciones petroleras fue lo suficientemente alto como para que no se tuviera una regla cambiaria diferente a la única y flexible, todo el protocolo para la obtención de divisas, los cupos por tipo de uso y demás cortapisas, sólo respondieron a la idea de dejarle en claro al sector productivo privado quién era el que mandaba en el país. La medida, heredada de la extrema desconfianza que existe en Venezuela desde del golpe de Estado de 2002, respondía entonces a la necesidad de mantener a raya a los agentes económicos politizados. El resultado fue una economía de puertos que a los pocos años resultó inviable y en el presente reclama un cambio de reglas, que si bien trascienden el mecanismo de acceso a las divisas, lo que ocurra con este será una señal de lo que podría ser ese reacomodo.

 

Tres etapas para el desmontaje del actual sistema permite inferir que sólo la primera de ella es clara: restricción extrema de las divisas. Las otras dos etapas serán una promesa que nadie sabe si efectivamente se cumplirá.

 

II

 

La segunda pista ha sido tan mal interpretada que es mejor citarla textualmente. “Haré unos anuncios muy importantes sobre el programa económico de recuperación 2015 para Venezuela, y todos los aspectos de la estabilidad financiera nacional, en moneda venezolana y en moneda libremente convertible”. Dijo el presidente el 30 de diciembre pasado en un acto con productores del campo.

 

El uso del término “moneda convertible” levantó un revuelo opinático de importancia. La población entiende las palabras por lo que le suenan y en Venezuela, y puede que en toda América Latina, la moneda convertible no es un término económico usado para diferenciar los diferentes tipos de monedas, aquellas que circulan en sus países de emisión, pero que no son de libre cambio en otras economías. De hecho de las 140 monedas que aproximadamente existen, poco más de una docena de ellas goza de aceptación en casi todos los países y de allí el término de libre convertibilidad.

 

Sin duda, haber utilizado el término en nuestro contexto fue un error comunicacional que le introduce más ruido al ya confuso panorama económico nacional. Con toda seguridad no vamos a un esquema monetario como el que está por terminar en Cuba, pero sí es probable que, por condiciones que vendrán de los nuevos empréstitos con China, una parte de las reservas internaciones sea en una de esas monedas de libre convertibilidad como, por ejemplo, el yuan chino.

 

III

 

Como cualquiera de los fallidos gobiernos del pasado venezolano, el actual se da cuenta de que gasta más de lo que gana, importa más de lo que exporta y, definitivamente, no produce sino muy poco de lo que consume, cuando la crisis de precios del petróleo le estalla en la cara. En el pasado cuando estos shocks externos ocurrían, pues la producción nacional era el remedio. Planes de relanzamiento productivo eran la solución para hacerle frente a la imposibilidad de seguir con el esquema de importaciones del pasado.

 

Con la actual administración la situación es enteramente diferente. El gobierno lleva años declarando como enemigo a quien puede sacarlo de la crisis de abastecimiento y de producción en general. El gobierno no puede sin comprometer sus bases de apoyo más activas, así como sus prejuicios más profundos, al sector privado. Dar muestras de reconciliación y señales de confianza para la inversión privada en Venezuela es una materia que seguirá pospuesta hasta que las condiciones políticas no cambien. Por ello, el anuncio de pasar de ser una economía rentista a otra productiva no será para los capitales venezolanos, sino los extranjeros.

 

Luis Pedro España

Código cínico

Posted on: noviembre 27th, 2014 by Lina Romero No Comments

Estamos bajo las peores condiciones para celebrar lo que en Venezuela entendemos por la Navidad, y el gobierno no escoge otro eslogan que “Navidades felices”. Las elecciones del partido de gobierno muestran uno de los niveles más bajos de participación, pero sus jefes no han terminado de digerir lo que les pasó, y ya se declaran nuevos y futuros triunfos electorales. Se la pasan de acto en acto, celebrando logros sociales, mientras el pueblo va para dos años de masivo empobrecimiento. Esto solo es parte de su código del cinismo.

 

La lista puede ser interminable. Nunca fue tan cierto lo de dime de qué presumes y te diré de qué adoleces. La distancia entre lo que pasa y lo que declaran, o de lo que se jactan, es tan abismal que da vértigo. Pero allí siguen, no hay semana en que no tengamos cadena, que no se aplauda una de las peores gestiones de política pública, como para dejarnos en claro que nos falta mucho por sufrir antes de que surja alguna enmienda.

 

¿De qué se trata todo esto? ¿Simple cinismo, táctica publicitaria o un defensivo acto reflejo? Era entendible el sarcasmo y la soberbia cuando había mucho ingreso petrolero y se pensaba, como tantas otras veces, que nunca iba a dejar de crecer. Pero, cómo se sostiene la arrogancia cuando son tantos los pasivos que se llevan en cuenta. ¿Será que efectivamente creen que todo esto es pasajero y solo es cuestión de tiempo para que el petróleo retome su rumbo y con ello continúe la transición al socialismo?

 

Dejando a un lado las motivaciones de la campaña comunicacional, los responsables de esta práctica deberían pasearse por las consecuencias que tiene en la vida concreta, en las decisiones de los agentes económicos, en las percepciones de los ciudadanos y en la evaluación que todos tenemos sobre el desempeño de las autoridades el uso desmedido del cinismo.

 

Al menos para el grueso de los que toman decisiones, este proceder oficial lo menos que produce es desconfianza. En política las palabras operan como hechos. No es inocuo el impacto de la mentira, subestimar las preocupaciones ciudadanas u obviar los escándalos públicos. Un mínimo de sinceridad necesita la acción pública para que sea creíble y cuente con la colaboración de los ciudadanos, más allá del miedo o la sanción.

 

El gobierno, como si no hubieran cambiado en nada las condiciones materiales, sigue utilizando el verbo socarrón y la doblez como forma de dirigirse al país y de conducirlo. Pero la realidad sigue su curso. Cifras extraoficiales dan cuenta de una caída del producto más allá de -4%, en ningún caso la inflación bajará de 70% al cierre del año y el desabastecimiento seguramente terminará por encima de 30%.

 

La pobreza, ese manoseado problema que agobia a nuestro país, seguirá su rumbo ascendente y se aproximará a 40%, que el verbo electoral de Chávez convirtió en 80% por el ya le lejano año de 1998, sin que las noticias sean mejores para 2015.

 

Seguimos con un país dividido, ya no en ese 50-50 de la polarización, sino entre un gobierno cínico que niega la realidad y una sociedad en vías de otro nuevo y gigantesco proceso de empobrecimiento que aguarda por respuestas y políticas que trasciendan al discurso, la maroma o el cinismo con el que se pretende ocultar la realidad.

 

Luis Pedro España

La mentira como método

Posted on: noviembre 13th, 2014 by Lina Romero No Comments

A poco más de dos meses del llamado “sacudón” el gobierno solo tiene dos formas de asumir sus primeros resultados. Callar o mentir.

 

No puede ser de otra forma. De lo contrario tendrían que asumir sus errores, dar una vuelta en “U”, y enmendar la plana económica con algún tipo, ojalá, de compensación social. Pero no, en el marco de la opacidad que caracteriza a una administración cargada de desaciertos y equivocaciones, resulta más conveniente, para los fines políticos que privilegian, optar por la mentira.

 

Con algunos rictus previos, esos que anticipan una inmensa coba, la última cadena presidencial se inició afirmando que había buenas noticias, que la pobreza estaba bajando. Nos esperábamos algún malabarismo, alguna nueva retorcida manera de jugar con los números para probarnos que en este 2014, este tortuoso año de recesión e inflación, eran más las felices familias que habían abandonado las penurias económicas.

 

No fue así. La mentira esta vez solo fue nominal. No se acompañó por alguna repetida cifra de esas que por un ya lejano 2008 pudo haber tenido algún tipo de relación con la verdad. Se detuvo en la afirmación, suponemos que esperando la “cocina de algunos datos” que parecen aún no estar listos para ofender la realidad.

En otra ocasión, esta vez más reciente, se afirmó que el salario mínimo en Venezuela alcanzaba los 1.000 dólares al mes. Nada más falaz. La compra al tipo de cambio referido es inexistente o mediada por inmensas colas, de resto son devaluados bolívares lo que reciben los trabajadores como remuneración a su esfuerzo. Ellos lo saben, por ello el papel de “Tartufo” es lo que les va quedando.

 

Por esos caminos la mentira se convierte en burla y parece no tener límite. La información social no existe. Las encuestas dejan de hacerse, los indicadores económicos se retrasan o no son oficiales. La auditoría de gestión o financiera se sustituye en buena parte por relatos y declaración de principios. En público, en entrevistas o declaraciones a los medios, cuando se tiene la oportunidad de increpar a algún representante oficial respecto a la situación social, estos sermonean con declaraciones de lisonjeros voceros internacionales que alguna vez avalaron, con más simpatías que pruebas, los supuestos éxitos de la revolución.

 

Cada cierto tiempo los funcionarios ilustran un supuesto aumento del abastecimiento, encubriendo la evidencia cotidiana de lo contrario con citas de millones de bolívares, miles de toneladas, cientos de containers o incontables gandolas que deliberadamente no se relacionan con la demanda, el número de habitantes o con la serie de tiempo. De esta forma convierten el número en propaganda, fetiche para esconder la verdad, simple recurso retórico en el cual da lo mismo el orden de magnitud o el indicador que se utilice.

 

Estamos en presencia de cómo las utopías se vuelven cínicas. A eso se ha reducido la revolución bolivariana. A un cúmulo de declaraciones, tipo acciones evasivas, en las que la desfachatez parece ser la marca de clase. Fueron inauditables en la bonanza, lo son más en la recesión. Los resultados se disfrazan o, cuando resulta imposible seguir engañando, se posponen en el tiempo. Es muy pronto para ver los logros. Finalmente se trata de cambios históricos, que no parecen tener plazo, más que largos son infinitos, el tiempo no es más que su última excusa.

 

 

Luis Pedro España

Cambio sin estallido

Posted on: octubre 30th, 2014 by Laura Espinoza No Comments

La pregunta sobre el estallido social da cuenta de dos situaciones. Ninguno de los que pregunta cree que él o algún miembro de su familia van a estallar socialmente. Siempre se trata de otros, seguramente los pobres, los violentos o, en el peor de los casos, el vecino no muy agradable que todos tenemos. La otra acepción esconde el deseo oculto de que algo pase para que esto cambie. La primera, obviamente, es clasista, o al menos familista, la segunda es propia del pensamiento mágico que acompaña mucha de nuestra conciencia política.

 

El fantasma del estallido social acompaña tanto a los que adversan al gobierno como a los que lo defienden. Los miedos y cuidados del gobierno, previniendo un Caracazo o cosa similar, toma la forma de precios absurdos de la gasolina, tratamiento privilegiado de la capital en asuntos como el racionamiento eléctrico o, más recientemente, la delicadeza y tolerancia frente a los colectivos.

 

En Caracas los colectivos de autodefensa, esos mismos que claramente se comportan como bandas delincuenciales que el gobierno no quiere o no puede enfrentar, se han dado el tupé de desarticular recientemente a toda la gerencia de seguridad y defensa, por pretenderse un muro de contención de lo que pudieran ser gérmenes de protestas violenta. Estos colectivos, creados bajo el argumento de ser defensores contra la oposición extrema, en verdad operan como controladores de la disidencia en los barrios.

 

Suerte de comités de defensa, los colectivos chantajean al gobierno con el argumento de que lo defienden de sus propios vecinos. Protegen al gobierno para que no ocurran protestas o evitar que el barrio se queje o se organice. Ellos son los guardianes de posibles gérmenes de un estallido. Ellos, los violentos que podrían en algún momento protagonizar la chispa de un estallido, son los encargados de detener cualquier posibilidad de que ocurra. La delincuencia, que durante el propio Caracazo de 1989 tuvo un protagonismo sociopolítico que solo logramos dimensionar a posteriori, es la que hoy protege al gobierno de un estallido social que los desestabilizaría mortalmente.

 

Pero este cinturón de seguridad, claramente estereotipado, puede no ser suficiente para evitar que el descontento se desborde, ya no en forma de revueltas callejeras, sino en cascadas de votos o, en el peor de los casos, aluvión de indiferencia ante un régimen que hasta ahora, y el futuro no será la excepción, ha necesitado el respaldo explícito de las urnas electorales.

 

Caracas no es Venezuela y menos es la mayor parte de la “Venezuela popular”, esa que sufre en silencio y que por ahora carece de articulación política, pero que no por ello dejará de expresarse.

 

El escenario de menos ingresos seguirá dejando en evidencia las inviabilidades del “plan de la patria”, y con ello, la protesta concreta, puede que hasta con sordina, se multiplique y el descontento hará que se abran los oídos del país popular y puede que comiencen a prestarles más atención a otras alternativas políticas.

 

En resumen, no habrá un estallido, no habrá un cambio brusco. Los miedos del gobierno, esos a los que tanto le temen, no será su verdugo. Lo será la crisis sin precedente que aún nos aguarda y de la que son responsables. Ella, junto con un gobierno cuyas repetitivas recetas no hacen sino evidenciar sus limitaciones, son los ingredientes que aguardan por una correcta conducción política que viabilice el cambio.

 

 

Luis Pedro España

El manejo del shock petrolero

Posted on: octubre 25th, 2014 by Lina Romero No Comments

“Una caída del ingreso del orden de 10% o 12% no podría sino ser una verdadera hecatombe”
¿Por qué razón cada vez que estamos a las puertas, o en la antesala de un shock negativo de precios petroleros, desde distintos sectores surge la inquietud sobre una posible explosión social? Esta interrogante, por lo demás, parece bastante pluralista. No sólo se la hace la oposición, también le surge al Gobierno.

 

Quien se lo pregunta no cree que él, o alguien de su familia, va a “estallar socialmente”. Cree que son los otros, los barrios, los pobres, o como muy próximos, los vecinos, los que van a salir a saquear, romper santamarías y ejercer violencia callejera. Pero jamás él o los suyos.

 

Siendo así, la idea del estallido social es en primera instancia una evaluación, un prejuicio y hasta un temor de tipo clasista, o al menos familista, antes que una prospectiva de comportamiento social con algún fundamento.

 

Otra posible respuesta, del porqué la insistencia en preguntarnos si esto estalla, es ver al estallido social como un “deseo oculto”. Aquellos que con toda razón quieren que la situación de crisis cambie, pero no saben cómo, pueden abrigar la esperanza de que sencillamente “explote”. Por acumulación de malestar, descontento o hastío, la gente (otra vez los otros), pues se harta y arman “un estallido” que hace que esto cambie. Suponiendo además, y todavía con menos fundamento, que cambie para bien porque, se cree que en el peor de los casos, ya no podemos estar peor. ¡Mentira! Siempre hay espacio para empeorar.

 

Ante la eventual posibilidad de que se sostenga la caída de los precios del petróleo, el Gobierno, tal y como lo ha demostrado en otras ocasiones, es especialista en atenuar los posibles efectos políticos de las crisis económicas y sociales que ha confrontado.

 

Las herramientas que tienen para hacerle frente a una caída prolongada de los precios del barril de petróleo son, en primera instancia, de tipo sociopolíticas, en otras palabras, aquellas que irían dirigidas a impedir que se les convierta en deslave de popularidad las dificultades que estamos atravesando.

 

No se trata de que los ciudadanos no estén molestos. No supone que los venezolanos no crean que vayamos por mal camino. El asunto es cómo nos explicamos como colectivo el origen de lo mal que la estamos pasando. El concepto de la guerra económica, la criminalización de la oposición, el lacónico argumento que varias veces esgrime el Presidente excusándose porque “en la vida siempre hay dificultades”, ha sido la forma como el Gobierno ha logrado dos cosas: Primero, que la popularidad no baje de 35% y, en segundo lugar, que la oposición no tenga un incremento de respaldo similar a lo que ellos han perdido.

 

El Gobierno ha dicho recientemente, ojalá así sea, que tiene un plan para enfrentar una posible caída de los precios del petróleo. Lógicamente lo primero que dice es que dicha caída o bien no ocurrirá o, de hacerlo, no será severa y por lo tanto no nos afectará. Asegura que incluso a 80 dólares por barril no tendríamos problema (al cierre de la semana ya va por $77).

 

Evidentemente, de mantenerse un precio como el actual para el próximo ejercicio fiscal, el Gobierno dejaría de percibir más de 10.000 millones de dólares en el año, lo cual obviamente nos coloca frente a una situación de escases de dividas mayor a la que hemos tenido en este 2014, año donde hasta el mes de septiembre el precio promedio fue de 96$.

 

El país informado sabe cuál es la dureza de los blindajes que exhibe el gobierno. Nuestra crisis de escasez no es más que la de un país que lleva años convertido en una economía importadora y dependiente al extremo de su único producto de exportación. Así que una caída del ingreso del orden de 10% o 12% no podría sino ser una verdadera hecatombe.

 

¿Cómo la administrará el Gobierno? Su performance reciente nos da pistas más que suficientes para anticiparnos a sus acciones futuras. Desde el punto de vista económico el ajuste de balanza de pagos será del lado de las importaciones. Sencillamente se pondrá un torniquete aún mayor, más controles, cuando no incluso prohibiciones expresas para la importación de rubros no esenciales. Puede que hasta sean declarados lujosos cierto tipo de bienes de consumo de status, tales como equipos electrónicos, prendas de vestir, pasando por insumos para la elaboración de productos “no autóctonos”. Aquí la imaginación daría para todo.

 

Bajo un escenario de mayor control y recorte de importaciones el criterio de asignación de las (pocas) divisas será en atención a la clientela política. Esa va a ser la forma de atenuar la posibilidad cierta de que la crisis económica siga mellando sus apoyos y que estas pérdidas puedan transvasarse a la oposición y, adicionalmente, también es una manera de evitar acciones de protesta que puedan escapárseles de las manos y derivar en manifestaciones generalizadas o algo próximo a lo que se interpretaría como un estallido social.

 

El saldo final de este performance sociopolítico es difícil de predecir. En el mejor de los casos es posible que le vaya relativamente bien al Gobierno, aunque seguramente muy mal al país. En todo caso ese balance será de corto plazo, a la larga lo más probable es que a todos nos vaya mal. Al final del camino es casi imposible que con esos trucos la administración se salve del costo político que está pagando por una cuotas, cuyo monto es proporcional a como se va deteriorando la calidad de vida de los venezolanos.

 

Urge una rectificación, un llamado a la autocrítica o cualquier otra vía de enmienda. No importa si viene de adentro, de las voces críticas que tímidamente están apareciendo, o si termina siendo una reacción a la presión de afuera, de los sectores económicos y sociales no gubernamentales. De lo contrario, si en algún momento no se cae en la cuenta que no se puede seguir apostando a la suerte, a que los precios del barril suban, o a que por alguna razón lo que antes ha fallado ahora comience a funcionar, entonces este desastroso año económico será recordado con nostalgia frente a la severidad del que nos espera.

 

Luis Pedro España

 

« Anterior | Siguiente »