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¿Qué está haciendo Maduro y qué debería hacer mientras dure la emergencia?

Posted on: marzo 25th, 2020 by Laura Espinoza No Comments

 

 

¿Cuál es el contexto de las medidas?

 

 

Dada la paralización casi total de las actividades económicas (laborales, profesionales, financieras, comerciales y empresariales) asociadas a la cuarentena social decretada por el Ejecutivo Nacional para contener la propagación del covid-19, y conocida la necesidad de los trabajadores venezolanos de disponer puntualmente de sus sueldos, salarios, bonificaciones y otras compensaciones salariales para adquirir los bienes y servicios básicos que necesitan, el sector privado de la economía, desde la pequeña y mediana empresa, hasta la gran industria, debe disponer de la capacidad económica y la disponibilidad de flujo de caja para sostener el pago continuo de sus obligaciones en un contexto en el que la inmensa mayoría de las empresas venezolanas, dada la cuarentena social, se encuentran paralizadas, sin producir, vender, facturar y cobrar.

 

 

Ahora, más allá de mantener la continuidad de las remuneraciones salariales, hay que garantizar que se mantengan operativas las empresas industriales que fabrican productos que ataquen la sintomatología del covid-19 (antigripales, antibióticos, productos de higiene, entre otros) y por supuesto aguas abajo, también, aquellas empresas que forman parte de la cadena de valor del sector, porque la realidad es que la industria manufacturera funciona encadenadamente con total interdependencia entre subsectores.

 

 

Tal como lo ha expresado reiteradamente Conindustria, cualquier plan del gobierno debe considerar, no solo el primer eslabón de la cadena sino todos los demás aguas abajo. Por ejemplo, los subsectores “alimentos”, “productos farmacéuticos y de higiene personal”, dependen de los “envases” recipientes que a su vez requieren “plástico”, “papel», «cartón” y otros como las “artes gráficas”, etc.

 

 

En línea con lo anterior, para pagar las remuneraciones salariales de los trabajadores que estarán activos en las empresas y de aquellos otros que dadas las circunstancias deban permanecer en sus hogares, y al mismo tiempo incurrir en el gasto de comprar las materias primas necesarias para el proceso productivo, el sector privado deberá contar con los recursos económicos mínimos y necesarios para darle viabilidad a la misión de proveer los bienes y servicios que en medio de estas difíciles circunstancias demanda el país.

 

 

De allí que considero que más allá de las medidas coercitivas de contención que ha tomado el gobierno de Nicolás Maduro con la imposición de una cuarentena social garantizada por la Fuerza Armada Nacional y demás cuerpos de seguridad del Estado, medidas que por cierto nadie discute y además todos suscribimos, el gobierno debe decretar un plan de emergencia económica en consenso con el sector privado para garantizar el sueldo de los trabajadores y la producción de alimentos y demás productos que ataquen la sintomatología del covid-19.

 

 

¿Qué necesita el sector privado de la economía para garantizar el pago de sueldos y salarios, la producción de alimentos, medicinas y productos que minimicen los riesgos letales del coronavirus?

 

 

Todo se resume en condiciones económicas mínimas, explicada por la existencia y disponibilidad de flujo de caja, de capital de trabajo para garantizar la operatividad del sector.

 

 

¿Qué propuso Maduro el 22 de marzo?

 

 

Con la retórica populista que describe su gestión de gobierno, Nicolás Maduro decretó:

 

 

Inamovilidad laboral hasta el 31/12/20.

 

Suspensión del pago de alquileres de comercios y viviendas principal por 6 meses, esto en detrimento del sector inmobiliario, empresas y particulares que viven de rentas y alquileres. “No obstante, prometió compensar a las personas que viven del alquiler».

 

Prohibición de suspensión de los servicios de telecomunicaciones.

 

Suspensión de los pagos de capital e intereses a todos los créditos otorgados, así como la moratoria por 6 meses (rubros fármacos, alimentos e higiene).
Igualmente, hizo una serie de promesas a todos aquellos venezolanos adscritos al carnet de la patria:

 

 

Prometió que el Estado asumirá mediante el sistema Patria las nóminas de las pequeñas y medianas empresas durante los próximos seis meses.
Ofreció un plan de atención agroalimentaria para garantizar 7 millones de cajas CLAP y la movilidad de carteras crediticias en los sectores de alimentos, higiene y fármacos, sin considerar modificaciones en el encaje legal.

 

Para llevar esto adelante pretende utilizar el subsistema de banca pública, el cual tiene en los actuales momentos los niveles de intermediación financiera más baja de la banca venezolana.

 

Prometió bonos especiales para los trabajadores de la economía informal y sector privado adscritos al carnet de la patria, que serán complemento de otros como el “bono de la lealtad”.

 

poyo financiero en abril para los trabajadores.

 

Reestructuración para el acceso al crédito a los pequeños y medianos productores, sin garantías; el Estado será el garante.
Si hacemos una revisión seria de los anuncios en materia económica, es fácil notar que el grueso se centra una vez más en propuestas populistas de expansión de gasto público con fines clientelares. Una vez más el carnet de la patria, mecanismo de control político y social, vuelve a ser el epicentro de la estrategia de política económica de Nicolás Maduro.

 

 

Quizás la resolución más relevante y con respecto a la cual existían mayores expectativas pudiera ser ahora la de mayor preocupación para el sector productivo y muy especialmente para la industria bancaria nacional.

 

 

La decisión de suspender los pagos de capital e intereses a todos los créditos otorgados supone un golpe directo al corazón del sistema bancario. La principal fuente de rentabilidad y de solvencia de una institución financiera es la contabilización de ingresos por créditos otorgados, médula del negocio de intermediación financiera. No contabilizar ingresos por créditos durante un semestre en medio de un proceso de hiperinflación que multiplica al alza los gastos administrativos, en un contexto en el que la colocación de créditos está extinguida dado el encaje marginal del 100%, supone casi decretar la inviabilidad e insostenibilidad del sector. Y vale recordar que el sistema financiero es el sistema circulatorio del país.

 

 

Con esta decisión se produce lo peor de ambos mundos: primero, al dejar el encaje legal de la banca en los niveles actuales se elimina la posibilidad de otorgar nuevos créditos que irían al torrente sanguíneo del sector productivo, duro golpe a un flujo de caja que promete estar diezmado por el proceso de paralización casi total que implica la cuarentena social implementada por el propio Ejecutivo. Y por otra parte, se introducen enormes interrogantes acerca de la viabilidad económico financiera de la banca venezolana.

 

 

Entonces, ¿qué debería hacer en realidad Nicolás Maduro?

 

 

Se resume en un conjunto de decisiones orientadas a proveer las disponibilidades de caja y capital de trabajo al sector productivo para garantizar su operatividad, con el bienestar de los venezolanos en el centro de la estrategia.

 

 

Se requiere con urgencia un plan de estímulos monetarios y fiscales (en línea con lo que estamos viendo internacionalmente) que permitan dinamizar una economía que viene de una contracción acumulada de casi 70% en los últimos 24 trimestres. La política monetaria y fiscal deben estar al servicio de este propósito.

 

 

No es momento para una política monetaria restrictiva con un encaje que hace el crédito bancario prohibitivo y por otra parte una política fiscal regresiva basada en mayores alícuotas de impuestos, multas y sanciones que reducen al mínimo el flujo de caja de las empresas y por ende su capacidad de maniobra en la actual coyuntura.

 

 

Entonces, ¿hacia adónde debe apuntar la estrategia?

 

 

1.- Lo primero, ordenar una drástica disminución del encaje legal marginal del 100% que se le mantiene a la banca nacional desde hace casi un año. Hoy el sistema bancario venezolano tiene un poco más de 50 billones de bolívares encajados en el BCV, lo cual constituye un verdadero gravamen al proceso de intermediación financiera en Venezuela. Los niveles de intermediación (créditos colocados por cada 100 bolívares captados) han caído en los últimos 12 meses, de 55% a 11,35% en la primera parte de 2020, cifra sin precedentes en toda la historia reciente de Venezuela.

 

 

Por su parte, la cartera de crédito nacional apenas totaliza 11,5 billones de bolívares, equivalente a 3% de los activos de la industria bancaria del país, cifra que si expresamos en dólares apenas superaría los 150 millones, la cartera más pequeña de América Latina, incluyendo en el ranking bancario a la República de Haití.

 

 

Un relajamiento del encaje legal le permitiría al sistema bancario proveer de flujo de caja y capital de trabajo a bajo costo al sector privado para poder honrar así las obligaciones con los trabajadores y mantener operativas aquellas empresas claves en la producción de los bienes esenciales que requieran los venezolanos. El gobierno y el BCV deben entender que es casi imposible subsistir con un costo del crédito que ronda el 280% anualizado, sobre todo si la empresa, dada las circunstancias actuales, está cerrada, sin producir, sin facturar y sin cobrar.

 

 

Igualmente, la disminución del encaje le devolvería a la banca la liquidez para regresar al financiamiento del crédito al consumo, específicamente la tarjeta de crédito, instrumento de préstamos que llegó a representar hace dos años el 20% de la cartera del sistema y que puede dinamizar de manera muy importante el consumo de los venezolanos. Recordemos que la tarjeta de crédito en algún momento dejó de ser un sustituto del salario para convertirse en un complemento de este.

 

 

Por supuesto, siempre surgirán lo argumentos en contra de reducir el encaje, basado en el temor del Ejecutivo que dado los problemas de confianza que tiene el bolívar, un aumento del crédito bancario promoverá presiones especulativas en el mercado cambiario. Este argumento se destruye a sí mismo cuando revisamos que los créditos comerciales están indexados a la evolución de la tasa oficial Bs/$. Es decir, hoy existen pocos o nulos incentivos para especular financieramente con los créditos comerciales.

 

 

2.- En segundo lugar, en línea de lo que está ocurriendo en todos los rincones del planeta, donde muchos gobiernos del mundo civilizado están diseñando ambiciosos programas de estímulos fiscales para atenuar los impactos colaterales de covid-19, estrategias de políticas fiscal que incluyen en la mayoría de los casos diferimientos de los pagos del ISLR e IVA, otorgamiento de subsidios directos a los estratos de la población de menores recursos; resulta imperativo y necesario que el gobierno de Nicolás Maduro de marcha atrás en su empeño de asfixiar con nuevos y mayores impuestos, multas y sanciones, al frágil sector privado de la economía venezolana.

 

 

Creo necesario, a propósito de la actual emergencia que vive el país y que amenaza peligrosamente la salud y el bienestar de todos los venezolanos sin parcialidades políticas, que el Ejecutivo decrete el diferimiento de la reforma tributaria y más allá produzca con carácter de urgencia un proceso de relajación tributaria, que suponga una extensión del plazo para la declaración y pago del impuesto sobre la renta (ISLR), así como exonerar del pago del ISLR a personas naturales con ingresos perjudicados al estar impedidos de asistir a sus puestos trabajos.

 

 

Igualmente es necesario flexibilizar o diferir los plazos para la declaración y pago del impuesto al valor agregado así como suspender la imposición de sanciones tributarias por el tiempo que dure la emergencia.

 

 

Estas medidas liberarán flujo de caja de tesorería que sumaran recursos al sector privado para atender dos prioridades fundamentales: En medio de la cuarentena y virtual paralización de la actividades laborales y empresariales, pagar oportunamente sueldos y salarios de todos los trabajadores y producir los productos básicos que el país necesita en medio de esta emergencia nacional. 3.- Debe exonerarse del pago de impuesto sobre importaciones, tanto a los rubros necesarios para combatir el virus en Venezuela, como para los del rubro del sector alimentación. 4.- Es crítico garantizar el suministro de combustible a todo el transporte público y de carga. 5.- y por supuesto velar por la seguridad de las cadenas de distribución de bienes y servicios desde los centros de producción hasta los anaqueles en los supermercados.

 

 

Es vital que el gobierno entienda que hay que garantizar durante esta emergencia la capacidad económica y en especial la disponibilidad de flujo de caja y capital de trabajo de la empresa privada venezolana, instrumento clave e imprescindible con que cuenta la nación para enfrentar exitosamente a los efectos directos e indirectos del coronavirus. De no hacer lo propio, COVID-19, va a cobrar muchas vidas en Venezuela y no por Neumonía, sino por el resultado del hambre y la desesperanza. No es momento para equivocarse.

 

 

 Leonardo Buniak

Twitter: @lbuniak

Instagram: @globalmap.lb

Prevén inflación cercana al 100% en el mejor de los escenarios del 2015

Posted on: diciembre 3rd, 2014 by Lina Romero No Comments

El analista y calificador de riesgo bancario visualiza una devaluación en el primer semestre del 2015 que llevaría el tipo de cambio preferencial de Bs. 6,30 por dólar a una banda de Bs. 25 a Bs. 30 el dólar aproximadamente.
“La situación es muy complicada y el Gobierno tendrá que tomar medidas”, dice el analista descartando que el Ejecutivo acuda al FMI por razones técnicas (condiciones que no va a poder cumplir) e ideológicas (“¿cómo explicar a sus seguidores que va a firmar un acuerdo con el diablo?”).

 

Tampoco predice que habrá default con los acreedores internacionales. “El Gobierno va a incumplir con todos los acreedores internos, pero no con los externos”.

 

La tormenta en el mercado petrolero (generada por el crecimiento en la producción de crudos no convencionales en EE UU; el debilitamiento de la demanda y el enfriamiento de la economía mundial con fuerza en Europa y Japón) hace por cada dólar que baja el precio el país deja de percibir 650 millones de dólares anualmente. “Estaríamos dejando de contabilizar ingresos de 13 mil millones de dólares el próximo año, si el precio se estabiliza en una banda cercana de 70 dólares el impacto puede ser unos $ 10 mil millones, el impacto es tremendo”.

 

Con un 2014 con alta inflación, contracción económica, iliquidez en el mercado financiero y crédito bancario técnicamente detenido, este año cierra como uno de los peores en materia económica. Para el 2015, las perspectivas no son alentadoras y las proyecciones del economista y analista de riesgo, Leonardo Buniak, lo confirman.

 

“Si el Gobierno hace las cosas bien el próximo año podríamos tener una inflación cercana al 100%”, asegura, en lo que -dice- es una “buena noticia”.

 

Buniak destacó que el petróleo va a marcar la pauta del 2015, por lo que su caída sostenida incidirá en la convulsa dinámica económica nacional “monoproductora y monodependiente de la actividad petrolera”, considerando que de cada 100 dólares que se contabilizan en balanza de pago 96 dólares provienen de la actividad petrolera.

 

“Para el 2015 esperamos una sensible estabilización a la baja en el precio del petróleo”, que atribuyó a una tormenta en el mercado petrolero que catalogó como una “ciclo génesis explosiva” por el choque de tres ciclones: exceso de oferta de crudo por el desmesurado crecimiento en la producción de crudos no convencionales en Estados Unidos; debilitamiento de la demanda y enfriamiento de la economía mundial con fuerza en Europa y Japón.

 

Esta tormenta, dijo, provocó la caída de los precios, acentuada por la disminución de las tensiones geopolíticas en el mundo. “¿Es esto un complot imperial contra Venezuela? Definitivamente no lo es, y si hay un complot no es de Estados Unidos que se ha dedicado a producir petróleo”.

 

Con la decisión de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) de no recortar la producción para frenar la caída de los precios, Venezuela se encuentra en una encrucijada.

 

“Venezuela y otros halcones de la OPEP -Irán, Nigeria y Libia- requieren un precio muy alto del petróleo para poder funcionar. Venezuela requiere un precio de $ 120 el barril para poder más o menos equilibrar el déficit fiscal que tiene y el precio de 100 dólares por el corto plazo no va a volver”.

 

Por cada dólar que baja el precio del petróleo, precisó, el país deja de percibir $ 650 millones anualmente. “Estaríamos dejando de contabilizar ingresos de $ 13 mil millones el próximo año, si el precio se estabiliza en una banda cercana de 70 dólares el impacto puede ser unos $ 10 mil millones, el impacto es tremendo”.

 

Crisis severa en 2015

 

Con este escenario, dijo, se prevé una severa crisis cambiaria el próximo año, mayor escasez de divisas y mayor caída de las reservas internacionales. “La situación es muy complicada y el Gobierno tendrá que tomar medidas; algunos dicen que el Gobierno acudirá al Fondo Monetario Internacional, no estoy de acuerdo porque le va a imponer condiciones a Venezuela que no va a poder cumplir y ¿cómo el Gobierno le va a explicar a sus seguidores que vamos a firmar un acuerdo con el diablo?”.

 

Manteniendo el control de cambio como avizora, anticipa una devaluación en el primer semestre del 2015 que llevaría el tipo de cambio preferencial de Bs. 6,30 por dólar a una banda de Bs. 25 a Bs. 30 el dólar aproximadamente, lo que significa la “mayor devaluación en la historia de Venezuela con el objetivo de financiar el déficit fiscal”. La historia no termina allí. Buniak asegura que la potencial devaluación debe ir acompañada del aumento de la gasolina para financiar la brecha fiscal “y frenar la dolarización de la economía venezolana”.

 

“Si el ajuste es ordenado, bien estructurado y bien diseñado con una arquitectura que permita atacar el frente monetario, cambiario (…) Si el Gobierno hace las cosas bien podríamos tener una inflación cercana al 100% y eso es una buena noticia. Si hacemos las cosas mal estamos hablando de una inflación de tres dígitos mucho mayor”.

 

Además de la escalada en los precios, el economista señala que en el 2015 Venezuela está en la fase contractiva del ciclo económico y se espera un retroceso del Producto Interno Bruto de entre 5 y 5,5% “con impactos sociales muy importantes”, dijo, en alusión a una previsión de mayor desempleo y caída del poder de compra. “El año que viene será peor y cuando usted suma caída en el empleo más caída en el poder de compra se obtiene mayor pobreza crítica y extrema”, expresó.

 

Pese al panorama, apuntó, no habrá default con los acreedores internacionales. “Va a incumplir con todos los acreedores internos, pero no con los externos”, planteó.

 

Endeudarse para protegerse

 

Con expectativas de mayor inflación y menor poder adquisitivo, son pocas las opciones del ciudadano a modo de protección económica.

 

“Yo le puedo proponer a los venezolanos que hagan algo: endéudense en bolívares, pidan créditos bancarios, acudan a la banca en estos momentos, sean audaces y pidan préstamos bancarios y compren activos y bienes que se remuneren con la inflación porque el próximo año las tasas de interés estarán por debajo de la inflación, así que los 100 bolívares que debas hoy se van a convertir en 20 bolívares a final de 2015. Lo importante es hacer inversión productiva en activos que suban de valor”.

 

Sin embargo, aclaró: “no se endeude para especular ni para ir al mercado paralelo y comprar dólares y especular porque se le pueden quemar las manos”.

 

A tono con el presidente de Datanálisis, Luis Vicente León, recomendó hacer planificación estratégica en la familia y las empresas. “No queda otra alternativa que el aumento de la productividad y la eficiencia para sobrevivir a un escenario macroeconómico muy hostil el próximo año”, puntualizó.

 

Fuente: Correo del Caroní/ El diario de Caracas

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