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Una militarización sin fin

Posted on: septiembre 11th, 2014 by Super Confirmado No Comments

Venezuela está bajo el yugo de un indiscutible régimen militar. De eso no sólo no cabe duda, sino que también brotan evidencias descaradas cada nuevo día.

 

Además de la policía, se han militarizado organizaciones que, por sus características especialísimas, deben estar en manos de civiles profesionales en la materia. Y cuando el gobierno bolivariano no logra meter la garra militar, inventa “sistemas de tareas conjuntas” para obligar así a los organismos policiales a participar en arremetidas espasmódicas contra la delincuencia, como si se tratara de un acto teatral y, por ende, un completo fracaso.

 

La superficialidad que el gobierno ha demostrado en el dominio de la materia es evidente, además de vergonzoso. La razón que lo soporta está fundamentada en que se trata de metodologías de trabajos diametralmente opuestos. Para la Fuerza Armada Nacional Bolivariana es prioritario determinar objetivo, intensidad y tiempo de duración de la fuerza que se usará contra el “enemigo”. La versión civil obedece a una política criminal no reactiva, con objetivo a corto, mediano y largo plazo coherente y sostenible en el tiempo. La criminalidad ordinaria nunca representa una amenaza militar, en consecuencia no puede ser abordada con estrategias militares. Desproporcionado. Ridículo. Teatral.

 

Con frecuencia, los militares venezolanos tienden a confundir seguridad ciudadana con seguridad de Estado. Las debilidades por falta de una política criminal es un factor que propicia el caldo de cultivo ideal para el fortalecimiento del crimen organizado. Sin duda es un elemento que los delincuentes en Venezuela han sabido capitalizar, sobre todo dentro de las instituciones creadas para combatirlo.

 

Hay algunos elementos que se esgrimen para justificar la toma militar de la fuerza policial y otras instituciones. Primero, el crecimiento exponencial de la violencia criminal que afecta principalmente áreas urbanas. Segundo, insuficiente personal de policía. Tercero, corrupción e ineficiencia de cuerpos policiales. En nuestro caso la situación empeora por el escaso recurso logístico con que cuentan las organizaciones policiales, bien sea las uniformadas o de investigación criminal.

 

En la práctica el uso masivo de la fuerza militar en tareas policiales disuade -momentáneamente- a la delincuencia, pero en un corto periodo los criminales se dan cuenta de que los militares son totalmente inofensivos en estas tareas.

 

Lo cierto es que los grupos militares asignados a tareas de patrullaje urbano no conocen la zona donde son asignados, la mayoría de los efectivos militares son traídos del interior del país, por lo tanto desconocen la geografía o perímetros urbanos; ustedes ya pueden imaginar la ventaja que esto le trae al delincuente. Aparte, el equipamiento militar (uniformes, armas, comunicaciones, vehículos etc.) es inadecuado para hacer labores policiales o prevención del delito. Podrán imaginar lo poco ágil que será un funcionario ataviado de campaña en una persecución urbana. A todo esto se le suman otros problemas logísticos, alimentación, hidratación y descanso del personal asignado. Un castigo para el funcionario en ejercicio, que lo lleva -en ocasiones- al extremo de su propia resistencia.

 

Sobre todo cuando ya es del conocimiento público el decaimiento del proceso de preparación de estos jóvenes de verde. Por eso es que vemos que esos espasmódicos operativos militares terminan reduciéndose a ridículas alcabalas en las que vemos hasta a 10 (o más) funcionarios jugando entre sí, chateando en sus celulares y, los más preparados, con cara de rabia añeja que suelen drenar en los ciudadanos equivocados. Dicho sea de paso, muchas de estas alcabalas son la situación propicia para la matraca.

 

En la práctica los policías deben salir a trabajar con objetivos preestablecidos. Todos ellos producto del análisis de la información previamente procesada por el Departamento de Análisis Criminal; pero esto, señores, esto es un trabajo de 365 días al año, que en blanco y negro ha sido demostrado no estar en la agenda de prioridades del gobierno.

 

Ahora bien, si las amenazas sobrepasan la capacidad de la policía hay soluciones prácticas. En otros países como Chile, Italia, Francia, las policías se han encargado del patrullaje y control criminal de las áreas urbanas y las áreas rurales, periurbanas y municipios pequeños las fuerzas militares, permanentes y no como operativos. La situación rural en Venezuela es delicada y de darse los acuerdos de paz en Colombia con la guerrilla de las FARC, la situación fronteriza será aun más compleja porque ¿a dónde irán a parar las armas de las FARC? Ya hay antecedentes en Colombia que con otras desmovilizaciones muchos de sus integrantes pasaron de la guerrilla a bandas criminales (Bracrim) en el negocio de armas de fuego y narcotráfico.

 

Finalmente, en mi opinión, la línea de acción de los dos últimos gobiernos a este respecto han dejado claros resultados: dirigir un cuerpo policial es una recompensa para un oficial militar y un castigo para la sociedad. El acento primordial de las políticas de seguridad ciudadana debe focalizarse en el reclutamiento del personal ideal, entrenamiento y equipamiento de las policías, así como la actualización con nuevas tecnologías, pero sobre todo en la formación de carácter cívico para la lucha contra un flagelo que es consecuencia de la misma sociedad y no un parapeto militar que se arma para dar la sensación de poder.

 

La seguridad ha demostrado ser un tema de todos. Pero para el gobierno venezolano solo parece ser importante cuando se toca a alguien de su círculo o cuando es un tema de captación de votos y popularidad.

 

Iván Simonovis

¿Cómo nace un policía?

Posted on: agosto 22nd, 2014 by Super Confirmado No Comments

Poco antes de los 20 años de edad, había conocido a un piloto de helicópteros, y a mí siempre me había gustado la aviación. Me dejé llevar por la emocionante historia que este piloto me contaba acerca de su trabajo. Desde el aire tenía que dar apoyo a las unidades policiales de tierra, trasladar heridos y unidades operativas por todo el país, prestar asistencia y hasta efectuar persecuciones vía aérea. Desde ese día no podía dejar de imaginarme montado en un helicóptero.

 

Así que fui a visitar a mi abuelo Aranguren para que me dijera qué tenía que hacer para convertirme en piloto de la PTJ. Mi abuelo no me respondió al momento, sólo después de varios días me llamó y me dijo que no podía ingresar al curso directamente, que primero tenía que graduarme como detective en PTJ y después estudiar para ser piloto.

 

Esta historia no era del todo verdadera, fue una estratagema de mi abuelo para llevarme al que había considerado mi destino. Él siempre pensó que por mi ímpetu y actitud ante la vida, yo podía ser un buen policía. Le impresionaba la experiencia que tenía en la calle y mi sentido de supervivencia, porque a pesar de haber sido sometido a una infancia y adolescencia solitaria y privada de afecto, no me lamentaba nunca, no me sentía amilanado, ni menos que otros. Siempre iba hacia adelante y no esperaba que nadie me diera nada; al contrario, era consciente que todo lo que desearía, lo conquistaría por mis propios medios. Sabía que el hecho de estar sin ninguno de mis padres, no significaba terminar en la mala vida.

 

Con esta excusa, mi abuelo me convenció para presentar los exámenes de admisión, que pasé sin mayor dificultad, y comencé el curso de detective que duró seis meses. Los alumnos debíamos quedar internados en la Academia, aprendiendo, entre otros temas, las Técnicas del interrogatorio, Criminología, algunas materias de Derecho, Tácticas de tiro, etc.

 

Estaba feliz y me estaba apasionando el mundo policial. Sin embargo, me creaba problemas la disciplina semimilitar que aplicaba la Academia. Este aspecto también lo había calculado mi abuelo. Creciendo solo, no tuve a nadie que me diera órdenes, y aun cuando fui siempre muy respetuoso, no era disciplinado.

 

Estuve tentado a renunciar al curso por este motivo, pero uno de los psicólogos del Instituto me explicó que la formación militar era únicamente para la Academia, con el propósito que aprendiera que en la institución es primordial respetar las jerarquías y la disciplina era un requisito fundamental en un cuerpo subordinado y armado. Decidí completar la formación y me gradué de detective.

 

El día de la graduación, el auditorio estaba repleto de personas, en el estrado se ubicó toda la Directiva de la PTJ y el Ministro de Justicia. Cuando fui nombrado, hubo un salto en la secuencia del protocolo, intervino el jefe nacional de Investigaciones, tercer hombre más importante dentro de la Institución, para expresar unas palabras y presentar a un señor que estaba sentado entre el público de la primera fila: “Se trata de un profesor -explicó el jefe nacional de Investigaciones-, un perseguido político del régimen de Pérez Jiménez, que vivió en la clandestinidad hasta la caída del dictador. Más adelante con el nacimiento de la democracia, pasó a formar parte del equipo fundador de la PTJ, en ese entonces bajo el liderazgo del doctor Rodolfo Plaza Márquez, donde se convirtió en profesor de profesores, fue director de Investigaciones, hasta que alcanzó como el cargo de subdirector de la institución”.

 

Estaban elogiando a un comisario general, profesor de todos los que estaban en el estrado: Honorio Aranguren. ¡Se trataba de mi abuelo! Yo no lo había visto entre el público y fue una grandísima sorpresa.

 

Cuando mi abuelo Aranguren subió al estrado, todos los profesores se pusieron de pie y lo saludaron y abrazaron con admiración y respeto. Fue mi abuelo quien me entregó el diploma que me acreditaba como detective de la República y en ese momento la directiva se puso de pie y la mitad del auditorio también. Acostumbrado a estas ceremonias, me hizo entrega del diploma con el protocolo adecuado, luego me abrazó fuerte y me dijo: “Estoy seguro de que lo harás muy bien. ¡Que Dios te bendiga!”.

 

Fue un día increíble e inolvidable. Sólo recordarlo, se me aguan los ojos y confieso que cuando estoy encerrado en mi calabozo, hasta una lágrima corre si me viene a la mente ese recuerdo. Sorpresas afectuosas como esa, en mi vida había recibido de verdad muy pocas

 

Iván Simonovis

Es con usted, fiscal general de Venezuela

Posted on: abril 5th, 2014 by lina No Comments

¿Sabe usted, doctora Luisa Ortega Díaz, que llevo nueve años y 133 días arbitraria e ilegalmente privado de mi libertad?

 

¿Conoce usted la confesión (declaración jurada y apostillada en Costa Rica) del ex magistrado del Tribunal Supremo de Justicia Eladio Aponte Aponte, del 13 de septiembre de 2012, en la que asegura que ordenó la condena de los policías y ex comisarios de la PM por los hechos del 11 de abril “cumpliendo instrucciones directas” del presidente Hugo Chávez?

 

¿Sabe usted que el 16 de julio de 2011, antes de partir a Cuba para recibir quimioterapia contra el cáncer que padeció, el presidente Hugo Chávez exhortó a las autoridades a otorgar beneficios a los “políticos presos” y demás reclusos que tuvieran alguna dolencia grave para que puedan ir a su casa y recibir todo el tratamiento médico que necesiten?

 

¿Sabe usted que mi salud se encuentra seriamente comprometida, que mi deterioro es progresivo y paulatino y que en ninguna cárcel venezolana existe la posibilidad cierta y real de recibir los tratamientos médicos que requiero?

 

¿Sabe usted que han pasado meses y sigo sin recibir el tratamiento médico que se me indicó para combatir la osteoporosis que padezco y que la gravedad de mi enfermedad es tal que puede ocasionarme la muerte en caso de sufrir una fractura, así sea “amarrándome los zapatos”, como lo certificó el propio médico forense?

 

¿Sabe usted que poder asistir a un hospital y ser tratado por médicos de mi confianza es un derecho humano fundamental contemplado en tratados internacionales suscritos por Venezuela?

 

¿Sabe usted que mi precario estado de salud es responsabilidad del Estado venezolano y que los tratados, pactos y convenios internacionales suscritos por Venezuela, que usted, por ley, está obligada a hacer respetar, establecen que toda persona, así se encuentre presa, tiene derecho a la salud?

 

¿Sabe usted que desde el 31 de julio de 2013 he solicitado una medida humanitaria ante el Juzgado Primero de Primera Instancia en funciones de Ejecución del Circuito Judicial Penal del Estado Aragua y que la juez Adas Armas, al no decidir, está adoptando una conducta dilatoria y denegatoria de justicia que constituye una flagrante violación de disposiciones contenidas en la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela y demás leyes de la República, que garantizan el derecho a la tutela judicial efectiva, al igual que al debido proceso?

 

¿Sabe usted que la omisión de pronunciamiento del Poder Judicial atenta contra otros derechos fundamentales del ser humano, igualmente establecidos en nuestra carta fundamental y en disposiciones consagradas en instrumentos internacionales suscritos por Venezuela en materia de derechos humanos, como lo son el derecho a la salud, a la integridad física y a la vida, además del derecho a obtener una oportuna respuesta?

 

¿Sabe usted que el fiscal general de la República, de acuerdo con la Constitución y a la ley, es el responsable del respeto a los derechos y garantías constitucionales a fin de preservar el Estado, democrático y social de Derecho y de justicia?

 

¿Sabe usted que el fiscal general de la República, por ley, debe procurar siempre la correcta interpretación de la ley con preeminencia de la justicia?

 

¿Sabe usted que los fiscales del Ministerio Público, por ley, están en el deber de actuar con honradez, rectitud e integridad?

 

¿Sabe usted que los fiscales del Ministerio Público, por ley, están obligados a garantizar el debido proceso, la celeridad y la buena marcha de la administración de justicia?

 

¿Sabe usted acaso quién es actualmente el fiscal general de la República Bolivariana de Venezuela?

 

Iván Simonovis

 

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