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Colette Capriles: “El chavismo ha jugado al todo o nada”

Posted on: diciembre 1st, 2015 by Laura Espinoza No Comments

 

La filósofa y escritora, una de las comentaristas de moda en Venezuela, reflexiona sobre las elecciones del 6 de diciembre

 

 

 

Colette Capriles es una de las comentaristas políticas de moda en Venezuela, pero lleva años pensando y escribiendo sobre el poder y la política nacional. Sus columnas de opinión se convirtieron en uno de los libros referente de comentario crítico, La máquina de impedir, y sus apuntes y observaciones, como filósofa y psicóloga social, han influenciado a cientos de estudiantes en la escuela de Ciencias Sociales de la Universidad Simón Bolívar.

 

 

Pregunta. Las encuestas señalan que hay un hastío y un anhelo de cambio en la sociedad venezolana, y que esa legitimidad popular con la que contaba el chavismo se ha erosionado. ¿Qué cambiaría en el país con un posible triunfo de la oposición?

 

 

Respuesta. El desafío es que el 6 de diciembre viene una situación totalmente nueva para el país. Y la duda es si se va a construir algo distinto o se va a caer en la inercia de lo viejo, que es lo que le conviene al chavismo para mantener el control del Estado. Ellos impusieron unas reglas del juego y pueden decir: “Ya que no somos mayoría, juguemos a que sí somos”.

 

 

P. ¿Cuales son esas reglas del juego que intentarían mantener?

 

 

R. El chavismo ha jugado al todo o nada.

 

 

P. ¿Se refiere al discurso de «somos nosotros o son ellos» y la consigna del “no volverán”?

 

 

R. No es solo discurso, eso tuvo una expresión institucional. Crearon una Constitución que los favorecía y unas reglas hegemónicas. La Constitución del 99 conserva la forma del Estado liberal pero deja muchísimas puertas abiertas para que no se realice. Chávez siempre trató de construir un aparato legal que lo blindara, es muy importante no olvidar eso.

 

 

P. ¿De ahí la importancia de controlar la Asamblea Nacional?

 

 

R. Él fue más inteligente. Tomó primero el Consejo Nacional Electoral. Controlando ese poder podía construir el espacio de legitimidad popular en el que se apoya. Las elecciones son fundamentales para entender lo que ha pasado con el chavismo.

 

 

P. Se supone que en una democracia debe haber garantías y total certidumbre sobre los procesos electorales e incertidumbre sobre los resultados. Pero eso no ha sucedido en Venezuela.

 

 

R. Justamente, esto es al revés. Es incertidumbre en los procesos para tener certidumbre en los resultados. Y eso ocurrió desde el revocatorio contra Chávez en 2004. Fue una situación tan llena de incertidumbre que la oposición luego decide no ir a las elecciones parlamentarias en 2005. A última hora se retira, de manera que la Asamblea Nacional automáticamente quedó despojada de su espacio de deliberación y contrapeso. Lo interesante de estas elecciones que vienen es que no existe una Asamblea Nacional autónoma en Venezuela desde hace 10 años y es lo que puede cambiar, para empezar.

 

 

P. También ha sido responsabilidad de la oposición que la Asamblea se desdibujara.

 

 

R. La oposición quedó atrapada en ese juego político, en esa lógica hegemónica. Necesitaba tener un sentido de unidad, no electoral solamente, sino estratégico. Saber lo que quería como juego político, aceptando el chavismo como es, no negándolo.

 

 

P. La oposición dice que ha aprendido de sus errores y derrotas. ¿Pero sabrá administrar lo que sería su mayor triunfo en 16 años?

 

 

R. El desafío de la oposición no solo es tener una nueva Asamblea, cumplir su papel de poder independiente y provocar un cambio de Gobierno, que es lo que la sociedad está pidiendo. Hay que saber canalizar y darle interpretación y sentido. Y hay que tener un nivel de madurez política muy grande porque hay que evitar las tentaciones inmediatistas.

 

 

P. Lo que se prevé en el corto plazo, sin embargo, es que puede haber un choque de poderes entre el Legislativo, el Ejecutivo y sobre todo el Judicial, que también lo controla el chavismo.

 

 

R. Sí, el titular más obvio es “choque de poderes”. Pero, ese choque va a ser para qué, ¿para remplazar al Gobierno o para favorecer a quien votó por ti, contribuir a mejorarles la vida, en la peor parte de la crisis económica?. Eso va a ser un dilema real.

 

 

P. ¿Hasta qué punto la Asamblea y los diputados pueden resolver la magnitud de problemas que se avecinan?

 

 

R. Pueden hacer unas leyes que ayuden a mitigar el impacto de esas horrendas leyes habilitantes que el Gobierno ha pasado. Por ejemplo, una ley que proteja la propiedad privada. Ahora, el punto es que políticamente va a ser muy difícil evitar la demanda de cambio inmediato. Y el revocatorio es el mecanismo que quizás convenga y que al chavismo podría no serle tan antipático, porque le abre la oportunidad de renovarse con otras figuras. Lo otro es una asamblea nacional constituyente.

 

 

P. ¿Si el problema ha sido que las reglas del juego político han creado un aparato distinto de poder, que le ayuda a perpetuarse, la única forma de transformarlo sería la Constituyente?

 

 

R. Es con la constituyente. Pero si no tienes los dos tercios de la asamblea, y aun teniéndola, es un proceso complejo.

 

 

P. Aunque la composición de jugadores cambie en esta Asamblea, no necesariamente van a jugar distinto.

 

 

R. Tienen que volver empezar de cero y lo grave es que es con la misma generación de políticos que no saben hacer eso. Y no solo no saben, sino que censuran eso. El gran vacío que hay aquí, y soy escéptica por eso cuando hablan ya de transición política a partir del 6, es porque las transiciones de sistemas autoritarios a democráticos han venido por grupos que dialogan y que son el puente. Algunos vienen de la lucha política y otros de la sociedad civil. Son personas que tienen que estar en el fragor del tiroteo y recibir tiros de todo el mundo con suficiente prestigio para decir no importa, no tengo nada que perder aquí, y cuyo único propósito sea estar ahí para construir ese diálogo y reconstruir las reglas del juego.

 

 

P. ¿Quiénes podrían servir de puente ante ese choque que se ve venir?

 

 

R. Hoy yo no lo veo. Pero a lo mejor la necesidad crea. Es que esta manera de vivir lo público no lo podemos seguir soportando. Todo el mundo se ha politizado y no hay quién tenga la suficiente credibilidad. ¿Quién se va a poner en el medio?

 

 CATALINA LOBO-GUERRERO

Fuente: El País

 

Castro Brothers, Inc.

Posted on: abril 25th, 2014 by lina No Comments

Como todo lo que rodea la gran anormalidad que somos, el misterio, el silencio, la desinformación y las operaciones de mitificación asedian también la relación de Venezuela con Cuba, o del chavismo con el castrismo

 

En estos días se produce un acto más de la reescritura totalitaria de la historia cuando le aparece, en un libro para escolares según dicen, una “nodriza cubana” al bebé Bolívar, personaje que además sería una “amiga de doña Concepción” (lo que sugiere cierta alcurnia), desplazando a la negra Hipólita de la que siempre nos habían hablado. Lo grotesco de la impostura muestra el tamaño de la operación que se quiere acometer: construir una referencia “entrañable”, íntima; una metáfora de la relación nutricia que tendría Cuba con Venezuela, aun cuando ninguna de las dos existía como nación o identidad, trascendiendo así lo político, lo epocal, lo histórico, para aterrizar en una asociación pavlovianamente emocional.

 

Lo que importa, parece, es legitimar una relación que es, obviamente, ilícita. Una relación de dominación siempre necesita justificarse. Pero esto es algo más (y menos) que una relación política. Es una relación comercial de gigantesca envergadura. Se dice con frecuencia que lo insólito de la situación venezolana es esa manera de anclarse a una estampa congelada en la historia de la Guerra Fría que sería el estalinismo cubano. Pero no se repara en que tal vez estemos ante una novedad en términos de un modelo de negocio que ha funcionado bastante bien en los últimos diez años, y del cual la hoz y el martillo no son sino los logos de un branding extremadamente agresivo y eficaz. Cuba es una inmensa corporación dinástica que vende, para provecho exclusivo de sus socios y dueños, un conjunto de servicios de control social (corrientemente llamado socialismo) y obtiene ganancias extraordinarias con costos mínimos.

 

Así, pues, estimado lector, si siente usted tentaciones tiránicas y encuentra la oportunidad de hacerse del poder legalmente con el voto de los desencantados de la política, no dude ni un minuto: comuníquese de inmediato con Castro Brothers, Inc., quienes le ofrecerán un menú de opciones ajustadas a su PIB, nivel de desarrollo institucional, cohesión interna, resentimiento social y grado de paranoia, garantizándole una limpia genealogía ideológica que lo conectará a usted con los grandes relatos épicos del siglo XX y los antecedentes que sean necesarios (guerras de independencia, héroes autóctonos, cosmovisiones locales), así como de un certificado de supremacía moral que le permitirá eternizarse al mando, amparándose en la defensa de los desposeídos, cuyo número –así asegura el folleto– siempre se mantendrá dentro de los parámetros de pobreza requeridos. El carisma, siempre una gran ventaja, es sin embargo opcional: el paquete funciona con o sin él.

 

El modelo consiste en efecto, esencialmente, en proveer tecnologías de control social a cambio de convertirse en socio estratégico de los negocios medulares de la economía nacional. Hay una versión all-in-one: servicios sanitarios de atención primaria e importación de medicamentos, servicios educativos, de inteligencia y contrainteligencia, de seguridad, de apoyo militar, de tecnologías de información y de registro de población, de recaudación de impuestos, de deporte de alta competencia, de administración y control de medios de comunicación, y sobre todo, métodos represivos y sistemas de delación refinados durante generaciones desde la Rusia zarista, leninista, estalinista, y aún más sofisticados por cortesía de la Gestapo, muchos de cuyos miembros terminaron en Alemania Oriental entrenando a la Stasi, luego escuela de los cubanos. Y en el núcleo, un servicio de narrativa revolucionaria dirigido a la creación y distribución de mitos políticos e identitarios (en los que el nacionalismo ocupa un lugar prominente) que justifiquen el advenimiento de la nueva élite al poder. Se aceptan, por supuesto, distintos medios de pago pero hay uno que no puede faltar: el cliente se compromete a asegurarle al proveedor nuevos mercados como garantía, de modo que el marketing queda a su cargo.

 

No es pues, una ideología lo que Cuba exporta. Es un know-how de cómo construir, paso a paso y con 55 años de experiencia, un sistema de dominación intemporal.

 

Colette Capriles

 

 

Orden intencional y orden espontáneo

Posted on: septiembre 12th, 2013 by Laura Espinoza No Comments

El ingenioso artículo de Ángel Alayón en www.

 

prodavinci.com, titulado «La protesta de los motorizados y Santa Teresa», vuelve a mostrar la preferencia cultural venezolana hacia el orden deliberado, emanado de una voluntad de poder y de unas intenciones, y su desconfianza hacia la idea de que el orden puede ser el resultado precisamente de lo contrario: de una situación en la que cada uno tiene el mismo grado de autoridad, por así decirlo. Suena feo esto cuando se sabe que los protagonistas de la nota de Alayón evocan, además de erizamiento capilar, la viva imagen del caos y la negación de cualquier orden, así que me explico. Los motorizados, por cierto, demandaban «autoridad» en el mercado, mientras simultáneamente protestaban por el monto de las multas que impone la autoridad de tránsito. Proclamaban, pues, una especie de teoría del «precio justo» universal, tanto para repuestos como para multas, sin tomarse la molestia de distinguir entre una mercancía y una sanción.

 

El argumento de Alayón apunta a descubrir que, dado que la regulación del mercado provocará escasez, puede anticiparse que esos mismos motorizados correrán mucho más riesgo de ser víctimas de delitos, se vuelven sus propios verdugos y actúan contra sus propios intereses (casi se les podría aplicar el análisis marxista de la falsa conciencia).

 

La dificultad venezolana para entender la noción de mercado proviene no tanto de su falta de experiencia con la estructura institucional necesaria para que el mercado funcione libremente, sino quizás de la imagen positivista de la política como un «poner orden» a las pasiones desatadas de una sociedad que por sí sola, librada a sí misma, sólo sabe vivir en desorden hobbesiano, cada cual para sí.

 

La idea de que las relaciones de mutua conveniencia entre iguales y libremente consentidas pueden generar equilibrios mucho más justos que los impuestos por una voluntad superior ­por más justa que se proclame­ es demasiado moderna para nuestro gusto.

 

Claro, falta el elemento moderno: la confianza en que el otro es igual a mí, o al menos se comportará como si lo fuera porque de lo contrario tendrá consecuencias indeseables administradas de acuerdo al convenio, que es el Estado, al que todos estamos sometidos por igual. Predomina el espíritu de casta o clan, en el que no son los individuos iguales con intereses iguales ­o igualmente válidos­ los que actúan sino grupos con intereses que se contraponen entre sí y que deben ser «regulados» por una autoridad superior que distribuye o reparte bienes y poder arbitrariamente. La nuestra es una sociedad de privilegios. La idea del bienestar social está paradójicamente atravesada por la de privilegio: las políticas públicas se conciben como una repartición de excepcionalidades, subsidios, ayudas o tratamientos especiales, y nunca como mecanismos para favorecer la igualación de capacidades.

 

El andamiaje legal e institucional tiene que precisamente tratar de procurar la igualdad en el poder de los agentes económicos, en vez de planificar su conducta.

 

La fallida desovietización de Rusia es un caso parecido: la nostalgia del comunismo está muy enraizada en la idea ­sólo la idea­ de un orden centralizado que eliminaría la diversidad y, por lo tanto, la incertidumbre de los intercambios espontáneos.

 

La idea de que el bienestar social o una economía próspera puedan ser el resultado agregado de miles de decisiones individuales que no persiguen por sí mismas el bien común es desagradable en sociedades que no han tenido la experiencia de la igualdad moderna, aunque hayan tenido la de la igualación por debajo de un poder arbitrario.

 

COLETTE CAPRILES

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