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Niños de azote del siglo XXI

Posted on: julio 31st, 2018 by Laura Espinoza No Comments

En las antiguas cortes europeas, existían unos pobres niños a quienes azotaban si un príncipe hacía algo malo, ya que estaba prohibido golpear o castigar a los descendientes del rey. Los niños sometidos a este sistema cruel, eran conocidos como: “los niños de azote”.

 

 

Cuando el joven de sangre real hacía algo indebido, era llevado a un cuarto donde el indefenso niño de azote era golpeado con una correa delante del príncipe. La cantidad de azotes e insultos, dependían de lo que había hecho el infante. Además de sufrir laceraciones, el niño de azote, como castigo, era encerrado en su cuarto durante horas o días mientras que el verdadero culpable se retiraba con su nodriza para seguir con su vida normal.

 

 

 

En la época colonial, en Venezuela, una señora muy encopetada sufría de flatulencia sonora aguda incontrolable. Para que no la descubrieran, se hacía acompañar por dos esclavas quienes pagaban las consecuencias de su embarazosa y sonora dolencia. La cosa se ponía peluda cuando la peligrosa dama iba a misa. El silencio del recinto sacro hacía más comprometedora la explosiva situación. Sin embargo, a ella no le importaba porque tan penoso momento era enmendado a costa de las infelices esclavas quienes seguían fielmente a su ama:

 

 

 

—¡Cochinas! ¡Qué vergüenza! No respetan ni la Iglesia –les gritaba la dama.

 

 

 

Todos los gobiernos venezolanos han tenido sus niños de azote. Por ejemplo, el gobierno del doctor Lusinchi se dio el lujo de tener el mayor de los niños de azote jamás conocido: el chinito de Recadi, quien finalmente fue el único preso de tan bochornoso caso. Carlos Andrés Pérez fue su propio niño de azote, ya que fue condenado por haber ayudado a la restitución de la democracia en Nicaragua.

 

 

 

Los más recientes niños de azote o como dirían los franceses: “Les derniers whip enfants”, de este desastre de la izquierda retrograda, son los norteamericanos, quienes entrenan iguanas para cortar la luz y el agua, quitan los ceros a los billetes, roban baterías y cauchos, acaparan el aceite de carro, causan la guerra económica, se comen la harina PAN, esconden los pasaportes y las medicinas, destruyen los hospitales, obligan a la gente humilde a comer basura y trasladan al pueblo como si fuera ganado en camiones para transportar animales.

 

 

Hoy, todos los venezolanos, dentro y fuera del país, somos los nuevos niños de azote del socialismo del siglo XXI y estamos pagando las flatulencias de este nefasto régimen socialistacomunista.

 

 

 

 

Claudio Nazoa

@ClaudioNazoa

 

 

 

Comunismo

Posted on: julio 23rd, 2018 by Laura Espinoza No Comments

-Racionamiento de agua, gas y electricidad durante horas, días, semanas y meses.

 

 

 

-Interminables colas para adquirir alimentos, transportes, pensiones y dinero en efectivo.

 

 

 

-Escasez criminal de medicinas de todo tipo.

 

 

 

-Hospitales insalubres, contaminados y en ruinas. Los pacientes llevan insumos básicos o los médicos, con su miserable sueldo de 15 dólares mensuales, se los compran.

 

 

-Escasez de pastillas anticonceptivas, pañales y leche de fórmula.

 

 

 

-Ausencia de reactivos para los bancos de sangre.

 

 

 

-Reincidencia de enfermedades erradicadas: sarampión, polio, difteria, malaria, paludismo y tuberculosis.

 

 

 

-Valientes enfermeras venezolanas que, sin abandonar a sus pacientes, están luchando en la calle para lograr el salario justo que les permita tener una vida digna.

 

 

 

-Médicos que recetan a humanos fármacos que son para animales.

 

 

 

-Bomberos sin vehículos, porque no hay repuestos ni agua para apagar incendios.

 

 

 

-Obras inconclusas con pérdidas mil millonarias en dólares: los trenes de Aragua, Carabobo y Guarenas.

 

 

 

-Menos producción de petróleo por carencia de taladros.

 

 

 

-La hiperinflación más alta del mundo. No hay dinero en efectivo y las plataformas de bancos, saturadas, se caen o son muy lentas.

 

 

 

-Escasez de unidades de transporte y gente trasladada en camiones para animales.

 

 

 

-Metro gratis porque no hay dinero en efectivo y saturado por usuarios que se golpean al salir y al entrar, sin aire acondicionado ni afuera ni adentro de los vagones y con la mayoría de las escaleras mecánicas sin funcionar.

 

 

 

-La producción nacional en la debacle. No hay exportación ni inversión nacional ni internacional.

 

 

 

– Venezuela, en la noche parece un cementerio por temor a la inseguridad.

 

 

 

-Las luces de las autopistas y avenidas permanecen encendidas de día y apagadas de noche.

 

 

 

 

– 276 presos políticos.

 

 

 

-3 millones de venezolanos que han emigrado, la mayoría en condiciones precarias como ocurre en la posguerra.

 

 

 

-Gente que come de la basura.

 

 

 

-Venezolanos que con suerte ganan 5 dólares mensuales. Un kilo de carne cuesta 3 dólares.

 

 

 

-Dificultad para conseguir leche de vaca. Se consigue una cosa horrible llamada “bebida láctea”.

 

 

 

-Muchos profesores universitarios cuyos alumnos les llevan comida para que no dejen de dar clases. Su mayor salario es 25 dólares mensuales.

 

 

 

-Librerías sin libros vendiendo papel tualé y chucherías.

 

 

 

Si los comunistas administraran el Salto Ángel y el Relámpago del Catatumbo, en cuatro años no habría ni Salto ni Relámpago.

 

 

 

¡El comunismo destruye a Venezuela!

 

 

Claudio Nazoa

@ClaudioNazoa

Carta al rey Felipe VI

Posted on: julio 16th, 2018 by Laura Espinoza No Comments

 

Le escribe un ex colonizado de España, país que no deja de impresionarme por maravillas que no puedo menos que admirar. Esta extraña misiva, que estoy seguro usted nunca leerá, es producto de la emoción irracional que me produjo visitar su reino, el cual, un día ya lejano, también fue mío, ya que Venezuela perteneció al imperio español.

 

 

 

Mi país fue descubierto por Cristóbal Colón bajo el patrocinio de sus ahora lejanos familiares, los reyes católicos Isabel y Fernando, imagino que para quitarse de encima a italiano tan perseverante y soñador.

 

 

 

Colón quedó tan maravillado ante la riqueza y belleza de estas tierras que creyó que había llegado al paraíso terrenal. Algunos necios no lo aceptan, pero fue allí cuando ocurrió el encuentro de dos culturas: la de los españoles y la de mis antepasados indígenas.

 

 

 

 

En lo personal, estimado rey, me encanta que los españoles llegaran a Macuro y nos regalaran un colorido y exótico mestizaje, además de un bello, difundido, complejo y descriptivo idioma.

 

 

 

Por nuestra parte, aportamos muchas riquezas y América, gobernada casi trescientos años por la corona española, se unificó en una sola lengua.

 

 

 

Don Felipe, muchos de sus antepasados nos gobernaron desde España. Incluso “Juana la loca”, hija de Isabel y Fernando, conocida así no por eufemismo, sino porque ¡estaba loca e’ bola!, lo que indica que en Venezuela no es nuevo tener locos en el poder.

 

 

 

A principios del siglo XIX, un grupo de jóvenes venezolanos, inteligentes, millonarios y oligarcas, hijos y nietos de españoles, se alzan e inician el proceso de independencia que culmina el 24 de junio de 1821 en la Batalla de Carabobo, bajo el mando de Simón Bolívar.

 

 

 

Hasta allí la cosa se oye bien, después empezó la vaina.

 

 

 

Bolívar, en 1830, dijo:

 

 

 

—Yo la hice libre, háganla ustedes próspera.

 

 

 

Y… se murió. Sí. ¡Se murió y no explicó cómo se hace eso!

 

 

 

Ahora, a esta tierra de gracia, le cayó la plaga comunista de la decadente dictadura cubana cuyos dictadores subyugaron a su pueblo durante cincuenta años. ¡Qué pena, señor rey!, ahora somos colonia de un imperialismito.

 

 

 

Le voy a pedir algo. Si no se puede me avisa… ¿Podría enviarnos otro italiano vía Macuro para comenzar de cero? Si sale otro Bolívar le digo que se quede quieto y le prometo que los maracuchos no van a joder como los catalanes.

 

 

 

Bueno, mi rey, aquí quedo esperanzado con su regreso al “Palacio de Miraflores” que cuando usted esté al mando, podría llamarse el “Palacio de Miraleticia”.

 

 

 

Claudio Nazoa

@ClaudioNazoa

 

 

 

El bar de Andrés Guevara

Posted on: julio 9th, 2018 by Laura Espinoza No Comments

 

La cerveza es una emperatriz amarga, astuta e inmortal, coronada con espuma blanca. Otras bebidas la han embestido, pero ella mantiene su reputación. Como si pensara, en lata, botella, barrica o sifón, espera su turno.

 

 

El vino tiene cazada una pelea con la cerveza. Antes de abrir el bar, desde los anaqueles, la mira de reojo… El vino, en secreto, la desprecia.

 

 

 

Dorada de orgullo y alborotada de cebada, la cerveza dice:

 

 

 

—¡Mira mi espuma…! Mis burbujas…

 

 

Ante tanta altanería, el vino recibe a Madame Champagne, su madre. Ella viajó hasta el sitio de la trifulca en elegantes y burbujeantes copas de cristal D’arques. Con autoridad aristocrática expresa:

 

 

—¡Je viens d’arriver de France! y no permité que nadie ose llamarse vino, a no ser que descienda de la raisin fermenté.

 

 

—Disculpe, doña –interviene el ron– pero…

 

 

 

—¡Silencio, chusma! Tu madre es melaza de caña de azúcar… ¡Saquen a este morenito de aquí! –ordena el vino blanco envalentonado por la presencia de su madre francesa.

 

 

 

—Déjenlo que hable –murmura un coñac anciano que dormitaba en un rincón.

 

 

 

—Muy bien –dice Madame Champagne– que hable.

 

 

 

—¡Gracias, majestad! –replica el ron– He pasado años recluido en barricas de roble. Pagué mi condena y tuve tiempo de cultivarme y envejecer… Pienso que los dos tienen razón. El vino es de uva y la cerveza también es vino, pero de cebada y…

 

 

 

Un acento recio y elegante interrumpe:

 

 

—Please, I also want to speak.

 

 

 

—¡Ah Dios, cará!, el que faltaba. El musiú inglés –murmura una botella de ponche crema venezolano de Eliodoro González P.

 

 

 

El whisky, sin inmutarse, continúa:

 

 

—Yo querer hablar. Si de abolengo, tradición y alcurnia se trata, aquí estar los ingleses quienes, aunque andamos en faldas, tenemos los pantalones bien puestos.

 

 

 

—¡Púyalo, Johnnie…! –grita el viejecito Parr desde su botella ámbar.

 

 

 

El elegante Johnnie Walker, caminando apuradísimo por la barra, suena su bastón de plata con cacha de marfil y se hace escuchar:

 

 

 

—Si alguno de nosotros no cumple con lo etiquetado, la culpable es la longeva reina Isabel II. Por ley, ella autoriza nuestra salida de Escocia. Con la mano en la etiqueta, respondan: ¿a quién de ustedes lo respalda un rey?

 

 

 

—Johnnie tiene razón –acota el ponche crema.

 

 

De pronto, Andrés Guevara, el barman, abre el bar. Las bebidas, cual prostitutas silenciosas, van a un lugar más íntimo.

 

 

 

Andrés se dispone a comenzar la noche y como si hubiera escuchado, comenta:

 

 

 

—Cada licor tiene un momento y un tiempo, incluso algunos, un templo especial.

 

 

Claudio Nazoa

@ClaudioNazoa

La buena mala suerte

Posted on: julio 2nd, 2018 by Laura Espinoza No Comments

 

 

Ella

Soy del género masculino atrapado en un cuerpo de mujer. Mi placer y mi deber es esperar cada mes la llegada de un desconocido. Sin él, mi vida es inocua y no tiene sentido… cuando llegue debo aprovecharlo sin importar quién sea.

 

 

 

Mi instinto me indica que hoy podría ser. Algo ocurre. Siempre sé cuándo debo estar listo. La casa se está tornando húmeda… Falopio me llama.

 

 

 

Si de mí dependiera no escaparía ni uno. Se escapan porque aun siendo parte de una máquina perfecta, algunos mueren pero… ¡Ya está! Ahora todo depende de ella. Ojalá y sepa manejar la situación.

 

 

 

La casa se vuelve agua… la llegada es inminente. No importa cuántos son, siempre son muchos pero a veces ninguno me encuentra.

 

 

 

—¡Epa, epa…! Es a mí a quien buscan. Vengan… ¡Qué mala suerte! Siempre me enamoro de espermatozoides despistados. Esto de ser un óvulo solitario no me está gustando… ¡Aquí estoy…! ¿Por qué nunca me ven? ¿Por qué no se esfuerzan un poco más?… Ya casi llegan…

 

 

 

Él

Soy uno entre trescientos millones. Pronto saldré disparado como un cañonazo junto a otros parecidos pero diferentes a mí. No sabemos hacia dónde vamos, aunque sabemos que uno sobrevivirá y creará vida… ¡Ojalá sea yo y no alguno de mis hermanos!

 

 

 

Estoy vivo pero, como ente solitario, también estoy muerto. Dependo de tantas casualidades que mi destino es incierto. Si no logro salir no llegaré a ser ni siquiera un pedazo de algo.

 

 

 

¡La perfección!, sí, eso soy. El principio y la cúspide de la vida. Un todo cuyo único objetivo es procrear. Soy la pieza más importante del futuro de la humanidad, la máxima creación, y sin embargo estoy aquí, perdido entre miles iguales a mí que, como yo, están dispuestos a luchar a muerte para ganar.

 

 

 

Ha llegado la hora, trescientos millones nadamos a través de un túnel que parece interminable. El momento es terrible. Varios han muerto atropellados ante el ímpetu de quienes intentan llegar primero.

 

 

 

Ahora somos cien millones. Estoy entre los primeros. ¡Debo llegar! No tengo brazos, no tengo pies, no tengo ojos pero debo llegar ¡No voy a dejarme vencer! Si lo logro, juro que algún día escribiré sobre el milagro de la vida que, paradójicamente, comienza con la muerte de millones.

 

 

Mi suerte depende de un olvido…

 

 

 

Mientras tanto y a la vez…

 

 

 

—Mi amor… olvidé decirte que… que… olvidé tomar la pastilla…

 

 

 

—¡Estás loca! ¡Y ahora me lo vienes a decir!… lo que falta es que quedes embarazada.

 

 

 

—No, no, no… No creo que tengamos tan mala suerte.

 

 

 

Claudio Nazoa

@ClaudioNazoa 

Tecnología versus cachos

Posted on: junio 25th, 2018 by Laura Espinoza No Comments

 

 

¿Recuerdan los telefonotes celulares de los años ochenta que llamaban ladrillos? A todo el mundo le parecía que esos incómodos y pesados bichos (3,5 kilos), con batería para ¡20 minutos de conversación!, eran increíbles y prácticos. Lo más parecido que conocíamos eran los teléfonos reloj de Dick Tracy y el zapatófono del Superagente 86.

 

 

 

Hoy nos reímos de algo que ocurrió relativamente hace poco. En veinte años, ¿de qué se reirán nuestros nietos? La vida es corta y la tecnología va muy rápido.

 

 

 

Creo, y eso anótenlo, que los celulares serán tan pequeños, que habrá que inyectarlos.

 

 

 

—Ayer me puse un Movilnet en la nalga.

 

 

 

—Y yo, un Movistar en la vena.

 

 

 

—Mi primo compró un Apple Supositorio Plus dorado con repique interno.

 

 

 

Hace aaañoossss, antes de montar cacho, uno llamaba a su esposa desde un teléfono público.

 

 

 

—Mi amor, hoy voy a llegar tarde. Tengo una reunión… Si consigo un teléfono te llamo y si no, no te preocupes ni te cuaimatices, tú sabes que estoy trabajando… Chao, yo también te quiero…

 

 

También tengo en mi memoria a las muchachas escapadas con sus novios, llamando a sus padres desde los teléfonos públicos de la isla de Margarita, frente a la antigua tienda La Media Naranja.

 

 

 

—¡Mamá…! ¿Me oyes? Sí, ando con unas amigas… No, tú no las conoces… No te he llamado porque en el hotel no hay teléfono…

 

 

 

Con los teléfonos inteligentes las cosas cambiaron. ¡Día y noche somos vigilados, localizados y controlados! No hay excusas para no aparecer.

 

 

 

Hoy las cuaimas no comen cuento. ¡No creen nada! Hay que atender el celular donde uno esté, con quién esté y como se esté, si no seremos sospechosos.

 

 

 

Igual ocurre con los hombres inseguros, celópatas, quienes sufren el síndrome de Otelo y controlan las llamadas de su mujer. Hace poco recibí la llamada de uno de ellos, quien furibundo me dijo:

 

 

 

—¡Aló! ¿Quién eres tú? ¡Dime tu nombre ya!

 

 

 

Seguramente era un necio que encontró mi número en el celular de su mujer.

 

 

 

—¿Y por qué voy a decirte mi nombre? ¡Dame el tuyo! Tú fuiste quien llamó.

 

 

 

A lo que el imbécil respondió:

 

 

 

—¡Tu número aparece en el celular de mi mujer!

 

 

 

No pude evitar hacer una maldad.

 

 

 

 

—Claro, ella tiene mi número y tú los cachos montaditos también ¡cabeza e’ñema!

 

 

 

Ya nadie se come el cuento de: “Casi no me queda batería” o “me quedé sin saldo” o “estoy en un sitio donde no hay señal”.

 

 

 

Ahora los matrimonios duran más, no porque la gente se quiera sino porque los celulares nos la pusieron difícil.

 

 

 

Claudio Nazoa

@ClaudioNazoa

 

Partes inútiles del cuerpo humano

Posted on: junio 19th, 2018 by Laura Espinoza No Comments

 

A veces, no es que tengamos sobrepeso, sino que en el cuerpo humano sobran órganos que deberían ser eliminados. Parece una locura, pero esta fue la tesis de grado que presenté en la Escuela de Medicina de la UCV.

 

 

He aquí, un extracto de mi trabajo.

 

 

 

Los ojos: son inútiles, por eso cuando estamos cansados los cerramos. Además, como están las cosas, mejor es no ver nada.

 

 

 

La nariz: es muy molesta, en especial si tenemos gripe.

 

 

 

El cabello: es inútil y odioso, tanto, que pagamos para que lo corten. Nos obliga a gastar un realero en shampoo, acondicionador y peluquería.

 

 

 

Las orejas: poseen complicados laberintos. A veces sobresalen demasiado por ambos lados de la cabeza. Son tan feas, que se disimulan con zarcillos. Solo sirven para sostener los lentes y para que moscas y zancudos zumben en su interior.

 

 

 

Los dientes: deberían extraerse a medida que van saliendo, así no habría posibilidad de que les dé caries.

 

 

 

Las tetas del hombre: es el adorno más inservible de los hombres. Por eso se dice: “Más inútil que teta de hombre”.

 

 

 

Las tetas de la mujer: deberían estar en la espalda para que los hombres podamos admirarlas sin que su propietaria se dé cuenta y nos cachetee.

 

 

 

Las manos y los brazos: tener una sola mano y un brazo es suficiente, dependiendo si se es zurdo o diestro, así tendríamos más espacio a los lados para caminar. Además, como dijimos que no deberíamos tener orejas, ni nariz, habría muy poco que jurungar.

 

 

 

El pene: en vez de estar adentro, está afuera. Es feo de nacimiento, rebelde, voluntarioso, obsceno e independiente. Tiene vida propia. Casi nunca obedece y generalmente hace lo contrario de lo que uno quiere.

 

 

 

La vagina: se esconde en una cueva. Es una de las más buscadas porque por culpa de ella ha habido enfrentamientos, guerras y muertos. Nunca he entendido por qué si tiene labios, no habla ni tiene dientes.

 

 

 

El cerebro: es tan feo que hay que ocultarlo dentro de la cabeza y debajo del inútil pelo. Es un dictador que obliga a pensar. Es el jefe de todas las partes útiles e inútiles de nuestro cuerpo, además, le fascinan las bebidas alcohólicas, la prueba es que lo que tomamos se va para el cerebro.

 

 

 

El culo: este extraño, excéntrico y apuñuñado órgano a quien las personas cultas llaman ano, es tímido, gusta de estar oculto y está siempre como si acabara de chupar un limón. No debería encontrarse entre las nalgas que lo aprisionan, lo lógico sería que esté en el dedo gordo del pie facilitando su utilización.

 

 

 

Continuará…

 

 

Claudio Nazoa

@ClaudioNazoa

 

Bolívar pone la torta

Posted on: junio 11th, 2018 by Laura Espinoza No Comments

En esa Caracas colonial que día a día construía su historia, Simón Bolívar, un mantuano millonario y distinguido, renunció a todo por lograr la independencia de los países que liberó. Bueno, a todo menos a su exquisito gusto por las cosas buenas de la vida.

 

 

 

Agotado de librar batallas, dejaba reposar su espada para disfrutar de un buen postre. Si se anima y logra conseguir los ingredientes, usted podrá saltar la brecha histórica y compartir la torta Bejarana con este indiscutible héroe.

 

 

 

La torta Bejarana la inventaron en Caracas las hermanas Bejarano a finales del siglo XVII y principios del XVIII. Ellas eran unas famosas dulceras de la ciudad. Por no ser de piel blanca, no podían “codearse” con la crema y nata de la sociedad caraqueña, pero a punta de dulces y tortas lograron ser aceptadas. Fue así como conocieron al joven Simón Bolívar, a quien le regalaron una exquisita torta. El Libertador quedó impresionado con su delicioso sabor y desde entonces, cada vez que pasaba por Caracas, la reclamaba.

 

 

 

Hoy les obsequio un artículo diferente. Ustedes son afortunados porque, a lo mejor, ese extraordinario venezolano, se aparece para pedirles un pedacito de su torta preferida. No lo deje con las ganas.

 

 

 

Torta Bejarana’

 

Ingredientes

 

 

3 o 4 plátanos muy maduros

 

La mitad de un papelón

 

Œ kg o un poco más de queso blanco llanero rallado

 

200 gramos de mantequilla

 

œ cucharadita de canela en polvo

 

8 roscas de pan de horno

 

(se puede comprar a los dulceros criollos o en su defecto, no es lo mismo, pero se puede utilizar 5 paqueticos de galleta tipo María)

 

10 cucharadas de ajonjolí tostado

 

10 bizcochos

 

 

Preparación

 

 

Con el papelón prepare alrededor de medio litro de melao y deje enfriar, es mejor si es de un día para otro. Añada los plátanos molidos sin la vena, luego el queso rallado, los bizcochos, las roscas de pan de horno molidos y los demás ingredientes, incluido el ajonjolí. Engrase un molde grande y de gran profundidad para que la torta no quede gruesa. Vacíe la preparación, espolvoree con el resto del ajonjolí y colóquela en un horno precalentado a 150º C hasta que este cocida (esto se sabe si al introducir un cuchillo seco o un palillo, sale completamente limpio). Debe comerse fría. El sabor es de la gloria eterna.

 

 

 

Qué lástima que el bolívar esté tan devaluado. Reivindiquemos el nombre y la gloria de Bolívar, preparando y regalándole esta torta.

 

 

 

¡Ay! Qué pena con ese señor.

 

 

Claudio Nazoa

 

Venezuela, un país expósito

Posted on: junio 4th, 2018 by Laura Espinoza No Comments

 

Estando con Laureano Márquez en Tenerife, visitamos un pueblito llamado La Orotava. Frente al portón de un antiquísimo convento, vimos algo extraño: una puertica giratoria con forma de cajón y una campanita.

 

 

¿Para qué servía? La respuesta es terrible. Servía para que madres desesperadas, que no querían o no podían criar a sus hijos, los abandonaran conservando el anonimato.

 

 

 

La madre colocaba al bebé en una planchita que había en el torno, así lo llamaban. Tocaba la campanita y, desde adentro, alguien giraba el cajón. Si se arrepentía en el último momento y quería recuperar al bebé, no podía. Lo perdía para siempre porque el torno no giraba de regreso.

 

 

 

A los niños abandonados en conventos e iglesias los llamaban expósitos. Generalmente, llevaban una vida difícil por culpa de una sociedad cruel y prejuiciosa.

 

 

 

Pero no siempre los expósitos tuvieron infancias tristes ni vidas fracasadas. En Venezuela hay un ejemplo de uno de estos niños que se transformó en un importante hombre de la historia: Simón Rodríguez, el supermaestro eterno de Simón Bolívar.

 

 

Simón Rodríguez fue un niño expósito que, en otro niño huérfano de padre y madre, sembró en lo personal, político, militar y épico la semilla de la libertad.

 

 

 

¿Cómo Bolívar hizo tantas vainas a la vez? ¿Cómo viajó tanto? ¿En qué tiempo se enamoró tantas veces? ¿Cuándo aprendió a bailar y a ser un dandi de la sociedad de su época? ¿De dónde sacó tiempo para escribir tanto? Ni siquiera le daba flojera montar a caballo y decir: Ya vengo, voy a Perú, lo libero, fundo Bolivia y en el camino libraré varias batallas. Todo eso y más, ¡en 47 años!

 

 

 

Lo anterior habría sido imposible si un muchachito de la calle, un expósito convertido en maestro, no le hubiera dicho al niño Bolívar:

 

 

 

—Simoncito, lo importante en la vida es ser libre. La libertad te dará larga vida sin importar la edad que realmente tengas. La libertad te hará grande aunque seas bajito. La libertad estará siempre frente a ti y tú debes decidir qué hacer con ella.

 

 

 

Bolívar fue un hombre libre, y le sobraba tanta libertad que liberó un continente. Lo imagino en su lecho de muerte diciéndose a sí mismo:

 

 

 

—Pero, coño… apenas tengo 47 años. ¿En qué tiempo hice tantas cosas…?

 

 

 

Venezuela era una mujer libre y algunos de sus hijos, en un acto contra natura, la colocaron en el torno de la puerta del infierno.

 

 

 

Por ellos, Venezuela, hoy, es un país expósito.

 

 

Claudio Nazoa

@ClaudioNazoa

Venezuela en la Carraca

Posted on: mayo 28th, 2018 by Laura Espinoza No Comments

 

“El tamaño de tu éxito será del tamaño de tu esfuerzo”.

Francisco de Miranda.

 

 

 

Arturo Michelena no pintó en óleo un cuadro inspirado solo en la figura de Francisco Miranda. No. En la enigmática pintura de Miranda en La Carraca, Michelena dibujó tristeza en la mirada del prócer, soledad, injusticia, decepción y dejó un mensaje: no debemos dejarnos vencer.

 

 

 

Francisco de Miranda, al igual que Simón Bolívar, aun en la derrota física, siguen conquistando las batallas que siempre ganan aquellos quienes creen en la democracia y que, con esperanza y fe, sostienen la justicia entre sus manos. ¿Quién podría decir que Jesucristo fracasó porque lo crucificaron? ¿Acaso Simón Bolívar también fracasó porque lo enterraron con una camisa prestada en Santa Marta, Colombia? Y para no desviarnos de nuestro personaje, ¿quién puede negar que don Francisco de Miranda fue el más grande soñador de América a pesar de un infame final?

 

 

 

Nacer es una casualidad misteriosa, y los logros que en un futuro conquistará un recién nacido lo son más aún. Entre los siglos XVII y XIX, en Venezuela, nacieron unos bebés cuyos nombres fueron: Simón Bolívar, Andrés Bello, Simón Rodríguez, Francisco de Miranda y Antonio José de Sucre. Las palabras son insuficientes para explicar la obra de estos venezolanos quienes, años atrás, caminaron por estos espacios por los que usted y yo hoy transitamos, por una Venezuela que no debemos dejar morir aunque parezca desahuciada.

 

 

 

Francisco de Miranda estuvo preso en La Guaira y finalmente falleció en la prisión de la Carraca, en Cádiz, España. Sin embargo, su espíritu sigue vivo gracias a sus ideas universales, al talento de artistas como Arturo Michelena y a los venezolanos de a pie que lo recordamos y admiramos.

 

 

 

Cuando sintamos que vamos a perder la fe, a entregarnos a la tristeza por la derrota, recordemos que Venezuela ha sido cuna de luchadores tenaces como Francisco de Miranda, el primer venezolano universal.

 

 

 

La tumba de Miranda sigue abierta en el Panteón Nacional, esperándolo. Ojalá y nunca lo entierren e ilumine a los venezolanos que tienen proyectos e ideas para recuperar la democracia, rescatar a la familia y ser otra vez venezolanos con esperanzas, alegrías y derechos.

 

 

 

Generalísimo Francisco de Miranda, aún creemos en usted. Esperamos que nos traiga el tricolor con las siete estrellas de la bandera libertaria. Hoy, la necesitamos más que nunca. Esta vez, prometemos que no le haremos bochinche y que lo trataremos mejor.

 

 

 

Claudio Nazoa

@ClaudioNazoa

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