Misión suprema felicidad

Posted on: noviembre 10th, 2013 by lina No Comments

La perversidad intelectual de la actual revolución es mayor, porque arruinar a la gente es su objetivo

 

Cada vez que alguno de los estadistas máximos medita en alta voz acerca de la realidad política, la opinión pública más calificada se crispa entre la carcajada y la ingesta febril de omeprazoloides.

 

La mayoría popular no se entera de las reflexiones, ocupada de descubrir y hacer cola en los abastos donde habrá trompadas para agarrar leche o harina de maíz precocida. No se crea que lo de la suprema felicidad es una teja rodada en la cabeza del gobierno, de tenerla, sino la única hilacha de idea que puede extraerse de los yacimientos de donde surgen tales joyas.

 

Da urticaria oír un tal coronel Arcay que desempolvan como especie de guía, demasiado arcaico hasta para Joaquín Crespo. Que en el círculo del poder escuchen tales disparates y floripondios, ayuda a explicar todo.

 

Uno de sus discípulos, el estadista que dirige el Parlamento, razona que si una empresa deja de producir, porque no hay materias primas, ni insumos, ni repuestos, ni divisas, los trabajadores deben robársela, no se sabe para qué, ya que seguirá improductiva.

 

Así mataron 60% de las empresas privadas que había al llegar la revolución, y las del gobierno están todas quebradas en Guayana y el resto del país. Jefe civil gomero, el otro estadista de lujo, amenaza con «meter preso» a quien diga algo que no le gusta y ya tiene calabozos «puliditos». Pero en el centro del escenario, la madre de todas las misiones, el viceministerio de la suprema felicidad.

 

Deben haberse inspirado en La ciudad del sol, de Diodoro de Sicilia en el siglo I a.C. Según él, en épocas remotas, antes que llegaran «el oro y el mármol» (¿el neoliberalismo?), la gente era feliz. El clima era templado todo el año, nadie conocía ni el frío ni el calor y la vida duraba exactamente 150 años, edad a la que cambiaban los gobernantes, como gusta a los estadistas bolivarianos.

 

La serpiente del Furrial

 

Tampoco se trabajaba mucho, o el autor no le da importancia siquiera para relatarlo. Cualquier mujer estaba a disposición de quien quisiera acostarse con ella, y sin preocupaciones, porque los niños los criaba el gobierno.

 

En la misma onda de las misiones, Séneca escribe que «el techo de paja albergó hombres libres» y sobre el piso pelado «… qué blando sueño les daba la tierra dura». Seguro se bañaban con totuma. Luego vino «el capitalismo» a corromperlos. Diecinueve siglos más tarde Rousseau dice exactamente lo mismo de la civilización malsana y de los salvajes buenos y solidarios en «estado de naturaleza».

 

La versión recuerda al furrialeño que en la canícula de las 3 de la tarde, ve bajar lentamente una mapanare por las cabuyeras de la hamaca, y le pregunta a su mujer, con desgano «… Epa María… ¿qué será bueno pa’ la picada de culebra?».

 

Dos mil años de utopías culminaron en la más perfecta de todas, el marxismo, y tanto va el cántaro que gran parte de la humanidad se entregó al comunismo para disfrutar por fin el paraíso de igualdad que los filósofos habían prometido.

 

Aunque en lenguaje moderno, el socialismo marxista es casi exactamente igual a las utopías anteriores y no existe en eso diferencia alguna entre Diodoro, Platón, Moro y Marx.

 

Y el comunismo, resultado práctico de esas bellezas ansiadas, de ese mundo donde todos serían en la mañana poetas, en la tarde cazadores y en la noche amantes, produjo la más espantosa pesadilla conocida, como cuenta Vasili Grossman en su monumental novela Vida y destino (1959) equivalente de La guerra y la paz en nuestros días.

 

Y es la secuencia en la que dos viejos camaradas, uno de la primera generación de bolcheviques fundadores y el segundo más joven, uno antaño maestro y protector del otro, se encuentran por azar en el mísero hospital de un campo de concentración soviético, ambos acusados de «trotskystas».

 

Lenin el neoliberal

 

El viejo comunista moría de infección, y entre apestosas sábanas llenas de sangre, heces y pus secos, pedía perdón a su pupilo por haberlo introducido en el infierno revolucionario. Pero el joven le respondió como lo hizo siempre el mismo Trotsky: «… no fue la revolución. Fueron Stalin y sus bandidos que traicionaron los ideales, la burocracia que secuestró la revolución».

 

Tal vez en esa frase esté el secreto de por qué años después que el comunismo se convirtió en la letrina moral del siglo XX, por estas latitudes surge con casaca bolivariana y temibles agravantes.

 

La putrefacción del comunismo fue resultante de qué modelo tenía podrido el corazón, aunque sus protagonistas no lo supieran. Un sistema que pretende sustituir con el gobierno la producción de riqueza, anula la creatividad humana, castra la sociedad y la conduce fatalmente al necrosamiento. Luego acusará a las víctimas de ser responsables del desastre y las reprimirá para impedir la disidencia.

 

La perversidad intelectual de la actual revolución es mayor, porque arruinar a la gente es su objetivo, no el resultado de un monstruoso error intelectual. Lenin al final dio pasos para descomunizar e introducir la economía de mercado en la producción agrícola con la Nueva Política Económica, cuando «lo mató la muerte».

 

Al contrario, la hegemonía de Stalin en los 30s viene a depauperar y envilecer, y fusila millones de campesinos ricos, kulaks. En eso abrevan Fidel Castro, Giordani y el Galáctico: quebrar la producción social, no para distribuir «entre todos» las fuentes de riqueza y sus frutos, sino para fabricar pobres que saciaran su hambre de manos del gobierno, e imponer una dictadura total. Pero el plan además de siniestro, resulta demasiado difícil.

Carlos Raúl Hernández

@carlosraulher

 

El Día de la Ira

Posted on: noviembre 3rd, 2013 by lina No Comments

…Las masas estaban en las calles, pero lejos de revoluciones, querían era televisores, computadores….

 

Después de 40 años de vagar por el desierto, expulsados sucesivamente por babilonios, asirios, egipcios (y romanos), los judíos regresaron a Palestina, de donde los quieren volver a sacar. La primera ciudad del retorno fue Jericó, protegida por legendarias e inviolables murallas de piedra.

 

Luego del asedio, bastó el trompetazo de Josué, valiente capitán decidido a jugárselo todo, para que su acto personal arrasara las monumentales murallas de piedra y de paso, el sentido común.

 

No hay pasión o necesidad humana que no estén expuestas con profundidad en la Biblia. Todos los mitos, falsos y verdaderos, que hoy forman la cultura occidental aparecen en el Libro y la leyenda de Jericó salta en la subconsciencia colectiva. La moraleja es válida: independientemente de la fortaleza del adversario, es necesario mantenerse en pie de lucha, porque nadie sabe qué fenómeno del azar o la necesidad puede desencadenar el triunfo.

 

La frase de Burke, que ya tiene el fastidioso tufillo de los lugares comunes, dice que «para que ganen los malos solo se requiere que los buenos no hagan nada», pero merece una acotación: o que hagan las cosas mal.

 

Hasta 2006 las loqueteras de la oposición venezolana atornillaron al Galáctico y hoy se puede afirmar, ante el suicidio del gobierno, que la oposición no lo está ayudando.

 

Por eso sus cabecillas se desgañitan insultándola, a ver si convoca una huelga, una manifestación loca o se abstiene, para meter el sable hasta la empuñadura. El error en el análisis del mito consiste en confundir la metáfora con la realidad: basta el tour de force, un acto heroico, el impromptus de un iluminado, para conquistar cualquier objetivo.

 

La literatura está impregnada de esa mitología, de hombres cuatridotados, dispuestos a escupir el rostro del torturador. Bond en Casino Royal, y lamentablemente, para el twittero heroico los que no se inmolan a su petición, son cobardes, «funcionales», colaboracionistas.

 

La sangre de los otros

 

Al final la Historia se escribe con sangre (de los otros)… y con galones de testosterona ajena. Los dirigentes políticos deberían irse a sus casas y entregar la alternativa a toreros de prominentes entrepiernas, para verlos desde el tendido de sombra.

 

Por más de un siglo vivarachos revolucionarios se encubrieron en esa imagen arrebatada del héroe, pero más allá de eso, lo que les permitió llegar al poder y perpetuarse en él no fue solo el Asalto al Moncada, sino una cadena interminable de crímenes que convirtieron la vida humana en el peor infierno.

 

La revolución no es otra cosa que el crimen sistemático, meticuloso, cotidiano, polimorfo. El héroe romántico rápidamente cedió el paso al torturador, asesino, corrupto.

 

Luego la revolución terminó en el estercolero de la historia. Ahora se produce el hecho increíble de que muchos demócratas desesperados se convierten en revolucionarios 2.0, y cargan la trompeta de Jericó, sacada en una piñata, en el bolsillo.

 

Piensan que basta la acción de mano, la clarinada, para que «las masas» salgan a las calles, y lo único que hace falta es una buena bragueta (o pretina) que tome la iniciativa. La candidez siempre resulta peligrosa y dañina para el objetivo, y sobre todo para los simples que se tragan semejantes pavadas.

 

Por fortuna varias tortas recientes podrían servir para que los interfectos revisen las empacaduras de sus cajas craneales y corrijan botes de aceite, bielas fundidas. No vale descuidarse frente al mito, la versión mesocrática del Día de la Ira bíblico, el día aquél, el Gran Castigo, la gran venganza, cuando el pueblo encabezado por un titán de brazo de hierro, el cuatridotado, desquitará lo sufrido.

 

«Día de la Ira, el día aquél/ día de angustia y de aprieto/ día de devastación y desolación/día de tinieblas y oscuridad/ día de nublado y densa niebla /día de trompeta y de clamor» (Jeremías). El mentado estallido social es una visión tumultuaria de los procesos políticos que revela inanidad.

 

Biela fundida

 

En algún recoveco de la fisura de Rolando, el mito traiciona al pensamiento, y visualiza los adversarios correteando por las calles perseguidos por la justicia popular, esta vez de «los buenos».

 

Copian la versión marxista del 27-28 de febrero, «el día que bajaron los cerros», la insurrección popular, aunque efectivamente las masas estaban en las calles, pero muy lejos de revoluciones, lo que querían era televisores, computadores y neveras, no un mundo nuevo.

 

Solo la infinita candidez de las elites venezolanas del momento otorgó jerarquía ética, social o política a lo que no fue otra cosa que el desenfreno de las más sórdidas expresiones de la naturaleza humana, de la bestia fugada de las cadenas de la moralidad y el miedo al castigo.

 

Para decenas de pánfilos dirigentes un acto de delincuencia masiva se convirtió en una reacción sublime «de los pobres» contra una sociedad «egoísta», ricachona y vanidosa, indiferente al clamor, una democracia que «había fracasado», como rápidamente lo asumieron los lobos revolucionarios que estaban controlados por ovejas.

 

El asunto es que el par de llamados que últimamente hicieron para que «las masas» salieran a volcar su ira, en vez de trompetas recibieron trompetillas.

 

«¡Sea la espada dos, tres veces más cruel!, la espada de la carnicería que avanza alrededor… en todas las puertas he puesto yo una espada/hecha para centellear, bruñida para la matanza» (Deuteronomio). Pero en vez de esta estremecedora amenaza de la versión venezolana de El Día Aquél, sólo había una especie de rancho en la Plaza Venezuela con feas pancartas pintadas a malhumorados brochazos.

Carlos Raúl Hernández 

@carlosraulher

 

 

Manual para gangsters

Posted on: octubre 27th, 2013 by lina No Comments

Derrocharon 19 veces lo que gastó la democracia en electrificar, sanear, sistemas de riego…

 

Difícil conseguir un pensador que haya generado extremos de odio como Nicolás Maquiavelo. El Príncipe cumplió este mes cinco siglos de escrito cuando su autor estaba preso en San Casciano por orden de los Médicis, aunque se publicó 18 años después dedicado a uno de ellos, Lorenzo El Magnífico. En el cinquecento y en adelante, Italia fue incapaz de lograr la unificación nacional y el libro añora una mano de hierro, un tirano implacable que pusiera fin al caos y las invasiones extranjeras de Florencia y otras partes de la península.

 

Algunos comprensivos aspiraron «salvarlo» del fuego moral, siempre con pinzas. Para Rousseau es aleccionador, «preventivo». Croce piensa que indica «angustia», para Herder es el «espejo de su época» y su autor un mero fotógrafo. Cassirer salvaguarda la integridad republicana del autor y dice que es «un libro técnico». La monumental inteligencia de Bertrand Russell titila cuando lo llamó «manual para gangsters» y Bacon escribe que contiene «sabiduría corrupta». Gramsci es de los que lo califican positivamente como «genial».

 

Las reacciones se deben, entre otras, a que fue piedra a un charco ideológico con baba de siglos. Desnudó la naturaleza de la monarquía, en épocas de máxima mistificación del poder. Durante mil años, en contradictorias alianzas con la Iglesia, los reyes lograban convencer a medias que su sangre era azul porque descendían directamente de Cristo, y debían obedecerlos ciegamente porque los guiaba el Todopoderoso.

 

Quien haya visto las películas basadas en novelas de Dan Brown, conoce la trama. Y aquél burócrata florentino, sin ínfulas de filósofo, lejos de participar en tal divinidad, abrió el boquete para que todos vieran cómo el poder hacía la digestión, tranquilamente, sin estremecimientos, sin rubor moral. Gobernar era administrar la brutalidad y el crimen, en beneficio de la patria. La traición, la mentira, el asesinato, la tortura, la guerra eran sus prácticas válidas y también legítimas

 

Maquiavelo y Puzo

 

Incluso los «buenos», como Elizabeth de Inglaterra o Isabel de Castilla, debieron navegar con la codicia, la arbitrariedad y la sangre. Son «maquiavélicos» casi todos los monarcas en las tragedias de Shakespeare, quien resulta ser a Maquiavelo lo que Coppola a Mario Puzo, al hacer plásticos sus fantasmas. Maquiavelo siempre estuvo y su memoria está rodeada de sombras, pero Marx, pese a que sus seguidores engendraron las más terribles plagas del siglo XX y su fracaso es escalofriante, tiene todavía fans, logró construir el lenguaje y la problemática política de Occidente desde 1848 hasta la actualidad, e hipnotizar al mundo intelectual y cultural.

 

En el siglo XX Popper y Hayek, -marcando apasionada distancia con las tiranías- mostraron que «la igualdad», «el poder del pueblo», «la lucha por los humildes» y la denuncia de la explotación, no eran más que cariátides para encubrir los intereses de criminales comunistas y nacionalsocialistas que hacían lo mismo que los Borgia o los Médicis.

 

Por eso contra ambos autores también cundió el odio. Hasta la caída del Muro de Berlín, sin la anuencia del barbudo desde el cementerio de Highgate, era duro ejercer como intelectual, artista, conseguir columnas en periódicos o sellos editoriales, como lo cuentan entre otros Cocteau y Camus, y superar los odios teológicos, viscerales.

 

Maquiavelo analiza sin emociones el poder como el mal inevitable para obtener el bien superior, la unidad y la estabilidad. Pero a partir de la independencia de EEUU y posteriormente la Revolución Francesa, surge un fenómeno nuevo. La política constitucional, que transforma la lucha por el poder, la desbrutaliza y la incorpora a la civilización, hace que el gobierno sea por mandato apenas parte de un poder fragmentado, y debe su legitimidad a la aprobación de los ciudadanos.

 

Desmaquiavelización del poder

 

Es el fin del modelo maquiavélico del príncipe absoluto. La sociedad aprendió que el poder corrompe, pero el poder relativo corrompe relativamente y los mandatarios democráticos, en la jaula de la Constitución, tienen que cuidarse muy bien de los mecanismos previstos para destruirlos pacíficamente. Las revoluciones contemporáneas lograron retroceder el reloj de la Historia y hacer regresar el Absolutismo, destruir las constituciones y la democracia, para luego caer ahogadas en miseria y sangre. Y más tarde reapareció la barbarie en el Socialismo del Siglo XXI.

 

Casi todo lo torvo, ruin, despreciable del poder que Maquiavelo describió, torna, esta vez encerrado, crispado, tratando de guardar cada vez menos apariencias, solo que sin ninguno de los bienes que él soñaba para Italia sino exactamente lo contrario. Venezuela es el epicentro de una degeneración latinoamericana, último o penúltimo en todas las variables de desarrollo social o económico, con la inminencia de un eclipse productivo total.

 

Lo único que hacen los responsables es practicar terrorismo de baja intensidad contra la disidencia. El espec- táculo de un mandamás que distribuye imprecaciones contra la ciudadanía y acusa a diestra y siniestra a la ciudadanía de los agobios causados por la incompetencia de su gobierno, es impensable en cualquier sociedad civilizada y recuerda más bien a Bocazas en Uganda.

 

Derrocharon el equivalente de 150 veces el plan Marshall que reconstruyó Europa después de la Segunda Guerra y 19 veces lo que gastó la democracia en electrificar, sanear, sistemas de riego, vías de comunicación, escuelas, liceos, universidades, puentes, aeropuertos, acueductos, cloacas.

 

Carlos Raúl Hernández

@carlosraulher

 

Enemigo íntimo

Posted on: octubre 20th, 2013 by lina No Comments

A los acusados invariablemente los involucran en «una conspiración financiada desde el exterior»

 

Uno de las extravagancias de la revolución es que, por orden de Raúl Castro, califica los opositores de «fascistas» y hasta han asociado su candidato con «Hitler» en una retórica ridícula a no ser por la tragedia que contiene. Grandes estudiosos del tema, como Arendt, Shapiro y Faye, concluyen que diferenciar entre totalitarismo «de izquierda» y «de derecha» es una ociosidad, a menos que sea para destacar que, en número de asesinatos, Mao y Stalin en ese orden, dejan a Hitler como una especie de Malala.

 

Pese a que sus doctrinas son falsificaciones para fanatizar, en esencia casi idénticas, una diferencia académica sería que mientras el nacionalsocialismo agitaba la sangre, la patria, la raza, la demagogia comunista engañó con «los trabajadores». La versión latinoamericana actual, el «socialismo del siglo XXI», se vale de una y otra falacias: Bolívar y Marx. En el centro de la farsa revolucionaria, «el enemigo externo-interno», justificación para movilizar masas, crear milicias, y agitar una ideología dura en permanente violencia verbal.

 

Mantenían los activistas en crispación con alocuciones y concentraciones que inoculaban el pus ideológico. Los tiempos han cambiado y el nuevo proyecto totalitario venezolano, que parece desmoronarse por su insólita incompetencia, conserva sin embargo algunos rasgos clásicos.

 

La humillación de los adversarios, su deshumanización para que el populacho los desprecie, las calumnias y mentiras más canallas, la ruindad en lo moral y uso del lenguaje escatológico y lupanario.

 

Palizas a diputados

 

El odio se convoca cada minuto contra el enemigo interno, («expresión de fuerzas extranjeras y antinacionales»), personas normales que critican el caos. Hitler llamaba «traidores de noviembre» y «apátridas», al conjunto de partidos políticos y grupos civiles que tuvieron que dar la cara por Alemania y aceptar la Paz de Versalles impuesta por las potencias aliadas, luego del fracaso de los militares prusianos que habían iniciado la I Guerra Mundial.

 

«Apátridas y traidores» eran los intelectuales, socialdemócratas, democristianos, judíos, comunistas, periodistas críticos del infierno imperante, todos al servicio, naturalmente, de EEUU, la Unión Soviética, las potencias europeas y el judaísmo internacional.

 

El déspota totalitario es paranoico o finge serlo y descubre frecuentes «atentados» que producirían risas si no pudieran ser excusa para actos de violencia y carterismo político. Parlamentarios alemanes, italianos, disidentes rusos o cubanos siempre estuvieron expuestos a palizas como la que varios diputados venezolanos recibieron en el Hemiciclo. A los acusados invariablemente los involucran en «una conspiración financiada desde el exterior».

 

Fidel Castro jefe del gobierno venezolano se inspiraba en el Führer (de éste viene la frase «la historia me absolverá») que dice tranquilamente «… logré comprender igualmente la importancia del terror físico contra el individuo y las masas»; y en relación a los socialdemócratas… «es necesario exterminar sin piedad a los instigadores de este linaje», igual que cuando matones locales amenazan políticos civiles con «esta revolución es pacífica pero armada» o «… no se equivoquen» con el tono repulsivo de quien carece de testosterona pero le sobran guardaespaldas.

 

Hacia el poder total

 

El «enemigo interno» merece aborrecimiento intenso «un parásito dentro de la nación, el judío necesita consagrarse a la tarea de negar su propia naturaleza íntima», y el término «parásito» para calificar un adversario político se vuelve a usar, ahora en Venezuela. Fidel Castro acuñó «gusanos» para los opositores. Luego que perpetra lo que creía una «maniobra astuta», nombrar a Hitler canciller, Hindenburg comenta «en dos meses lo tendré chillando». Lo mismo pensaron cuando después del golpe de Munich, diez años antes, lo indultan luego de apenas ocho meses de cárcel.

 

En 1933 con el misterioso incendio del Parlamento, Hitler acusa a la oposición de tejer «un golpe de Estado» y suspende las libertades de expresión, reunión y asociación, la propiedad privada, la inviolabilidad de la correspondencia y de las conversaciones telefónicas.

 

Usurpa la facultad de intervenir las administraciones regionales y allana además la inmunidad parlamentaria de opositores. El 22 de marzo de 1933, presentó la Ley Habilitante y aseguró que si los diputados no le daban los votos en el Reichstag, los obtendría por la fuerza. Por medio de sobornos y terror logró 441 votos contra 94 de los socialdemócratas.

 

Hitler vació de poder al Legislativo por cuatro años y para siempre, y asumió poderes dictatoriales. Se inicia así lo que se denominó el proceso de Gleichschaltung (coordinación), liquidar el federalismo, que comienza con los estados más grandes, Prusia y Baviera y se extiende a todos los demás. Destituye los gobernadores electos y nombra ejecutivamente los nuevos con orden de disolver las legislaturas regionales y sustituir los jueces por otros postulados desde Berlín.

 

Elimina inmediatamente los sindicatos y liquida los derechos del movimiento obrero. Disuelve los partidos políticos, salvo naturalmente el suyo, con la tesis del «partido único» de los alemanes. Denuncia una «campaña mediática» en su contra por radios y periódicos nacionales, pero dirigida por EEUU e Inglaterra, con lo que los cierra o amordaza. Y desató la persecución masiva de los judíos, entre ellos Albert Einstein porque consiguieron en su casa un cuchillo considerado «arma de guerra». Cualquier parecido.

Carlos Raúl Hernández 

@carlosraulher

 

Elogio de la ignorancia

Posted on: octubre 13th, 2013 by lina No Comments

Los responsables fueron los cultos, bienhablados, perfumados, diplomados dueños del sistema…

 

Hasta entrado el siglo XX, en el pensamiento político pesaba que el derecho al voto debían ejercerlo solo las elites políticas, culturales y económicas.

 

A esto se le llamó «régimen censitario». Así las mujeres, los no educados y quienes no gozaban de posesiones ni rentas, no podían elegir. Había que ser varón, instruido y con propiedades.

 

Gracias al forcejeo de las diversas corrientes de cambio democrático, la socialdemocracia, el sindicalismo, las «sufragistas» norteamericanas y la democracia cristiana, este derecho se extendió progresivamente durante siglo y medio a los grupos mayoritarios y las mujeres, hasta la conquista del sufragio universal, directo y secreto.

 

Los revolucionarios marxistas, anarquistas, fascistas, nacionalsocialistas y otros, despreciaban la «democracia burguesa» y para ellos el voto era un instrumento útil para destruir la sociedad, que luego había que eliminar.

 

Hitler aspiraba «barrer de Alemania cualquier vestigio de la Revolución Francesa». Muchos resbalados y despectivos siguen repitiendo consejas elitistas, particularmente con la irrupción electoral en América Latina del neopopulismo revolucionario ¿Es atribuible a los pobres e «ignorantes» lo que pasa en Venezuela, Bolivia, Ecuador y Nicaragua? Hay una constatación empírica brutal: los neodictadores y otros no tan neo, como Hitler y Mussolini, obtuvieron victorias en las urnas.

 

Pero para eludir el análisis de barbería hay que preguntarse quiénes los apoyaron, los financiaron, cómo llegaron a la cumbre. Los ricos y famosos con frecuencia suelen allanarle el camino a quienes traen el cuchillo entre los dientes y protegerlos de los avatares que pueden cambiar el destino y dejarlos en el camino, unos por el Síndrome de Estocolmo y otros por la ilusión de «manejarlo».

 

Pescado se pudre por la cabeza

 

A Hitler lo nombra canciller nada menos que el jefe de la aristocracia prusiana de los junkers, el presidente mariscal Von Hindenburg, con la idea de que ese cabo austríaco, ese simple patán, temblaría arrodillado frente a él. Trascendentales pensadores sostienen que el éxito históricamente obtenido por movimientos totalitarios de masas se debe a que los factores de poder les abren paso y liquidan los mecanismos que la democracia tiene para defenderse de ellos.

 

El filósofo greco-francés Nikos Poulantzas acuñó una categoría que denominó «bloque social en el poder», la alianza entre partidos políticos, gremios empresariales y sindicales, instituciones del Estado, Iglesia y Fuerzas Armadas, y ahora medios de comunicación. Su papel es sostener la democracia en medio de los conflictos que la caracterizan y son su esencia. Lo mismo dice Dahl en Poliarquía, y Sartori en Teoría de la democracia.

 

Es lo que estudiosos llamarían el pacto de gobernabilidad que permite poner en cuestión todo, -para eso es la libertad-, menos la libertad misma y las instituciones que la sustentan. Poulantzas en más de mil páginas de dos grandes obras (Fascismo y dictadura y Clases sociales y poder político… ) explaya su hipótesis: el sistema colapsa cuando los factores de poder se dividen y desde dentro del bloque de elites se apoya a destructores del orden.

 

Qué diferencia hay entre los tenientes coroneles Antonio Tejero y Hugo Chávez, dos oficiales alucinados, ambiciosos, golpistas y sin escrúpulos, y por qué uno estuvo 15 años preso y olvidado en el Castillo de San Fernando después que se alzó en 1981 contra la naciente democracia española. El otro, luego de una breve y divertida pasantía por Yare, salió para concretar todas las miserias vividas y por vivir?

 

Síndrome de Estocolmo

 

A Tejero no lo complacieron con descabezar ni enjuiciar al presidente contra el que atentó. Tampoco le dieron un sobreseimiento de causa que lo declarara sin delito alguno, y no contrataron sus secuaces en el gobierno como premio.

 

Eso exactamente fue lo que hicieron con el Galáctico que, enemigo del sistema, manejó la Corte de Justicia según le dio la gana, como si la hubiera nombrado él, instancia que rechazó un recurso para inhabilitarlo como candidato por sedición armada.

 

A partir de ahí estuvo rodeado de empresarios, dinero, aviones, intelectuales, periodistas y políticos del sistema -Guillermo Sucre los llamó las «comadronas del golpismo»- que celebraban sus desquiciadas propuestas, entre ellas «la constituyente», luego aprobada por la misma Corte de Justicia. Connotados intelectuales, plumíferos, artistas, se dividían entre los que lo apoyaban apasionadamente y los que se dedicaban a destruir el único muro de contención electoral, AD y Copei.

 

Los dos le habían hecho el favor de derrocar al presidente democrático que aplastó el golpe, con lo que convirtieron al golpista en héroe. Y el MAS, no contento con la maravilla de haber apoyado electoralmente al gobierno que fue una verdadera malaventura, ahora apuntala al comandante como sucesor.

 

El paladín golpista estaba listo para recibir el apoyo masivo del «pueblo». El caos «se hizo carne, y habitó entre nosotros» sin que los pobres, las mayorías ignorantes fueran más que convidados de piedra de las miserias ilustradas.

 

La candidatura era un producto bien elaborado, con todos los ingredientes necesarios, con el apoyo de importantes canales de televisión y medios impresos.

 

La misma historia, o muy parecida, de Bolivia, Ecuador y Nicaragua. Los responsables fueron los cultos, bienhablados, perfumados, diplomados dueños del sistema, que traicionaron la democracia.

 Carlos Raúl Hernández

@carlosraulher

 

Doctrina Sinatra

Posted on: octubre 6th, 2013 by Super Confirmado No Comments

Hay conmoción en los departamentos de ciencia política más importantes del mundo. Los discípulos de Cerroni, Sartori, Held, Huntington, Brinton, Dahl, corren de un lado a otro y reservan aviones y trenes para el estado de Florida, locación del gran acontecimiento. Viejos profesores, al contrario, renuncian a sus cátedras y amargamente rumian la culpa de desencaminar sus alumnos durante años y se temen suicidios. Parece que en los think tanks de la souesera, Ocean Drive, Lincoln Road, Doral, se formuló la nueva ley de la ciencia política: «dictadura no cae con votos». Las enjundiosas investigaciones, las asesora el filósofo Jaime Bayly, la idea viene de los más recontra duros del exilio cubano, inspirados por la permanencia del fidelismo. El punto es que si los Castro son el ejemplo, se concluye que simplemente los despotismos serían como los diamantes, eternos.

 

Algunos arguyen tímidamente que en el dramático rescate de la democracia latinoamericana durante los 80s, y en las pétreas dictaduras comunistas, la llave la tuvieron, con mínimas variantes, elecciones controladas por las autocracias, y no ingenuas barricadas para que inocentes sirvieran de proteína a los cañones. En Latinoamérica recuperaron la libertad liderazgos políticos no improvisados, curtidos en años de lucha, que aprendieron el enorme valor de conquistar ventanas para el combate y que gracias a ello hicieron confluir otros elementos: naufragios económicos, cuarteadura militar y presión directa de las potencias democráticas. Así acorralaron a los autócratas para la acción decisiva, el leñazo electoral. Mientras dominó el radicalismo, las emociones y la ingenuidad, los factores de cambio no pudieron articular con racionalidad estos componentes y la dictadura permaneció.

 

La memoria y el olvido

 

El dictador brasilero, general Ernesto Geisel, inicia en 1974 una apertura controlada en la que suponía iba a burlarse de la oposición. La culminó su sucesor el general Joao Figuereido. La oposición emprendió una campaña por elecciones directas, a las que Figuereido se opuso. Los acuerdos Gobierno-oposición habían comenzado por la convocatoria a comicios regionales en los que ésta ganó las principales ciudades, pero el año siguiente se impuso el Gobierno, en un final de fotografía, 43.20% a 43%. No faltaron gafos -varios consabidos teólogos de la liberación, y radicales de verdad, torturados y presos-, que adujeran fraude para reclamar abstenerse y «no participar en la farsa». Pero en 1984 el jefe opositor Tancredo Neves ganó las elecciones de segundo grado en el Congreso a Figuereido, quien cuando mordió el polvo, dijo a los opositores «espero que me olviden», cosa que sabiamente hicieron.

 

Los intentos de Carlos Marighella y otros «duros» entre ellos Rousseff, Tucunduva, Rohmann, Estela Boges, de derrotar la dictadura a tiros de pistola y niples, quedaron para la épica. Argentina sale de la opresión una vez que la debacle de la Guerra de las Malvinas agrieta la hegemonía militar y en 1983 Raúl Alfonsín gana las elecciones. En 1981 Ecuador se sacude las polainas y las charreteras gracias al proceso denominado «reestructuración jurídica del Estado» del general Rodríguez Lara, quien convocó un referéndum para escoger entre dos proyectos de constitución. Luego en los sufragios triunfó el líder del bloque democrático Jaime Roldós. No parece necesario recordar cómo Violeta, ama de casa destrozada que juró vengar el ruin asesinato de su inseparable marido Pedro Joaquín Chamorro, con el apoyo de Carlos Andrés Pérez propinó una paliza en 1990 a Daniel Ortega y sus nueve rudos comandantes de verdad, no galácticos.

 

Siempre procesos electorales

 

¿Habrá que mencionar cómo se derruye el despotismo chileno con el triunfo del NO en el plebiscito de 1988? En México setenta años de «dictadura perfecta», como la bautizó la tremendura de Vargas Llosa, implotó cuando el PAN, la ridícula minoría de siempre, le da el varapalo electoral con Vicente Fox en 2000, que pone al país en la ruta del éxito. Calificadísimos filósofos políticos imaginaban eternos los totalitarismos comunistas. Pero en Hungría el Partido Comunista, siempre heterodoxo por la dirección de Janos Kadar, decide disolverse a instancias de su camarada Imre Poszgay, y cambian el nombre al país, de República Socialista, a República de Hungría, hasta las elecciones de 1990 en las que barren las fuerzas renovadoras. En Polonia de 1980 Lech Walesa funda el sindicato, luego partido, Solidaridad que aplasta en las elecciones de 1988 al general Jaruzelski, y la oposición obtiene 100 de los 100 escaños del Senado y 160 de los 161 diputados.

 

La dictadura de Jaruzelski controlaba los poderes, los medios de comunicación y naturalmente el organismo electoral, pero no pudo con la insurrección electoral, y el líder democrático Tadeusz Mazowiecki se hace primer ministro. En Alemania oriental, luego de la apertura del Muro de Berlín por decisión de la dictadura, y su inmediata demolición, se convocan las elecciones que vapulearon al Partido Comunista. En 1989 son las votaciones en Checoslovaquia que gana Vaclav Havel, uno de los héroes del siglo XX. A todas estas le preguntaron a Shevardnadze, el canciller soviético, qué pasaba con la Doctrina Brezhnev (la intervención de Rusia en los países satélites) Muy sonreído, respondió «ahora nos regimos por la doctrina Sinatra… que cada quien haga las cosas a su manera».

 

@carlosraulher

Por Carlos Raúl Hernández

¿Auto quéeeeee… ?

Posted on: septiembre 29th, 2013 by lina No Comments

¿Se apoderarían China, Rusia, Irán, del país para sostener una estructura que se desplomaría?

 

Golpe militar y golpe de Estado no son exactamente lo mismo aunque ambos concretan violaciones abiertas de la Constitución para romper el equilibrio y someter los demás poderes.

 

El primero es la insubordinación contra el poder civil, con los elementos cinematográficos de la triste historia latinoamericana: uniformes, tanques, aviones, muertes, como el 4 de febrero de 1992.

 

La otra versión, el golpe de Estado puede ser frío, realizarse sin movilizar tropas, cuando quien lo da, generalmente el Poder Ejecutivo (autogolpe) tiene control institucional como para no requerirlo. Es una fractura del poder civil. La Corte Suprema de Justicia en 1999, actuando como brazo del Gobierno, argumentó que la mayoría estaba por encima de la Constitución, y al aprobar una figura extraña a la legislación, la «constituyente», dio un golpe de Estado incruento.

 

Una de las decisiones políticas más vergonzosas de las que haya memoria que clausuró el Estado de Derecho.

 

La constitución democrática nace precisamente para limitar el poder y las mayorías. La misma depravación constitucional fue certificar un sistema electoral ad hoc que violaba el principio representativo, espíritu y letra de la Carta Magna de 1961, con el fin de establecer la irrepresentación, burlar la voluntad de los electores y crear una mayoría abusiva.

 

Según los grandes -y pequeños- tratadistas, cualquiera método electoral legítimo se rige por dos principios: monotonía y no perversidad. El primero es que un escaño debe valer lo mismo en votos para todos los competidores. Uno avanzado y moderno, como el que tuvo Venezuela en la etapa democrática, creó la figura de parlamentarios adicionales por cociente nacional, para cumplir este principio y que el electorado minoritario estuviera representado.

 

El esperpento

 

Y no perversidad consiste en que nunca el método puede hacer ganar a los que perdieron ni sobrerrepresentar las mayorías. Los mencionados fueron dos arrebatones que dieron la Corte y el Presidente, inicio de la larga cadena autoritaria posterior.

 

En general las situaciones de facto ocurren en el contexto de una refriega de poderes. En Venezuela (1999) había obstáculos a la hegemonía que avanzaba, igual que en Chile a la caída de Allende (1973) Fujimori anula el Congreso peruano con los tanques en 1992. Como todos los autócratas, el objetivo declarado era «limpiar» el sistema político, «refundar la república», profilaxis, persecución a los corruptos y demás faramallas repetidas por demócratas de urna blanca, apasionados con la «constituyente.

 

El forcejeo entre factores, la corrupción, la pugna de poder, las «resistencias al cambio» son los fangos argumentales en los que el maquiavelismo suele reptar para justificar sus acciones de fuerza.

 

Lo que luce desmelenado, bruto, esperpento, extravagante es que un régimen que acumula la mayor cantidad de poderes político y económico en la historia latinoamericana, apele constantemente al estupro ante su incapacidad para gobernar y pueda pensar en un autogol.

 

 

Por cada centímetro de poder que concentra, la realidad se le deshace mil metros en las manos y como gallinetas escondidas entre los pantalones de los militares, amenazan, injurian, cacarean a la oposición civil, para encubrir su inverecundia. ¿Qué le impide al Gobierno hacer una política económica decente, mejorar las cárceles, el sistema eléctrico o mantener Pdvsa con todo los recursos en las manos? El país se les disuelve y no son capaces ni de conectar dos cables.

 

Midas fue un cretino

 

Venezuela tenía en los 90 los mejores sistemas eléctrico, acueductos y cloacas de Latinoamérica y una de las empresas petroleras más eficientes del mundo, el Galáctico se las ingenio para hacerlos ceniza, y dejó la herencia a un jugador clase «A». No basta tener las gobernaciones, la Asamblea, la Fiscalía, la mayoría de los municipios, el presupuesto, las reservas internacionales, los medios de comunicación, la maquinaria del Estado, las FF.AA.

 

La ineptitud los lleva a exterminar lo poco que no controlan y un grupo habla de autogolpe. Midas es uno de los más grandes estúpidos de la mitología, que pidió a los dioses la gracia de convertir en oro (o poder) todo lo que tocara y murió de inanición entre enormes tesoros. El de aquí dejó al heredero una de las creaciones icónicas de la incompetencia humana: una autocracia petrolera arruinada por la demencia, el poder y el rencor.

 

¿Autogolpe para profundizar las elucubraciones banales, la quiebra de empresas, la destrucción del empleo, de la producción, y convertir a Venezuela en el nuevo Haití? ¿Para que, como en Cuba, la abuela espere todavía la vivienda que le ofreció la revolución en 1959 cuando se casó, y que hoy sigue reclamando para dársela a su nieta que se va a casar?

 

Un autogolpe podría ser el último capítulo de este lodazal, consagraría al Estado delincuente, como lo llaman Tablante y Tarre en su reciente libro, y este proyecto mediocre, infeliz, pringoso, quedaría convincentemente anulado para sanidad de Venezuela y Latinoamérica ¿Sería un golpe frío o un cuartelazo? ¿Las demás fracciones revolucionarias cederían gustosas el botín a una de ellas, o se resistirían? (a Bordaberry en Uruguay lo obligaron a darlo.

 

Era un rehén de los militares) ¿Originaría una secuencia de inestabilidad, como en Argentina, conflictos brutales entre hombres armados? ¿Se apoderarían China, Rusia, Irán, de Venezuela para sostener una estructura cariada, carcomida, que tarde o temprano se desplome? ¿Qué harían EEUU, Europa, Brasil?

 

@carlosraulher

 

Los juegos del hambre

Posted on: septiembre 22nd, 2013 by lina No Comments

Toda campaña contra la corrupción viene con una pestilencia insoportable

 

Venezuela tiene el régimen más corrupto en la historia latinoamericana de los siglos XX y XXI. Para no entrar en disquisiciones bastan los informes de Transparencia Internacional: los diez países más degenerados administrativamente del mundo son Somalia, Norcorea, Afganistán, Sudán, Myanmar, Uzbekistán, Turkmekistán, Irak, Venezuela y Haití.

 

En ese material estalla un axioma: el trapicheo se expande en la medida que el gobierno es un obstáculo feroz para la vida de los ciudadanos en general y para la actividad económica privada, porque hay que pagar a las mafias oficiales que destraban los procesos, o sólo se puede hacer negocios a la vera del gobierno. Los diez que se mencionan son estados fallidos, en vías de serlo, miserables, hambrientos, envilecidos, tiranías salvajes o fuero de hordas.

 

La corrupción es inversamente proporcional a la libertad económica. En los veinte países menos corruptos (Dinamarca, Finlandia, Nueva Zelanda, Suecia, Singapur, Suiza, Australia, Noruega, Canadá y Holanda) las personas gozan de facilidades plenas para dedicarse a crear riqueza y empleo. Nada que ver con la versión vulgar (de origen marxista y anarquista, por cierto) que repiten también necios globales, utopistas «de derecha» sobre que el Estado debe «desaparecer».

 

El economista español Huerta de Soto propone acabar incluso el Estado-Nación para sustituirlo por microestados, con lo que coincide con ETA y los varios terrorismos secesionistas. La razón por la que Venezuela se ubica en esa especie de letrina estadística en todas las áreas de la civilidad (educación, productividad, seguridad, libertad de expresión, servicios públicos, corrupción) es que nunca un gobierno al sur del Río Bravo ha combinado en niveles semejantes carencia total de control institucional con tan alucinante flujo de recursos económicos para gastos sucios. Ni México del PRI pudo tanto.

 

La corrupción es inflacionaria

 

Uno de los mitos que se desploman es que la inflación es efecto del gasto público. Se demuestra, concretamente en América Latina, que si el gasto aumenta por inversiones de infraestructura productiva no tiene efectos inflacionarios. Si el gobierno invierte en educación, autopistas, ferrocarriles, subterráneos, telecomunicaciones, seguridad ciudadana, supervisión de la banca, seguridad social, salud, producción de energía, represas, el resultado es un aumento geométrico, no de la inflación, sino de inversiones nacionales y globales, productividad, empleo y mejor sociedad.

 

Eso lo demostraron los gobiernos de Betancourt y Leoni en los que gracias al ministro Sucre Figarella Venezuela se convirtió en el país más moderno del subcontinente y nunca se pronunció la palabra inflación.

 

Ahora se ve en Chile, Colombia, Brasil, Perú, Uruguay, Panamá, etc. Pero cuando los recursos públicos toman los caminos del dinero inorgánico para despilfarro y gasto sucio, fomentar la mendicidad colectiva para manipular el hambre, la inflación es galopante, como en esta desgraciada versión del Titanic en la que malviven los venezolanos.

 

Los períodos de Perón, Batista y Velasco se conocen por sus altos grados de corrupción, nunca comparables a Venezuela, porque la sociedad no estaba tan estatizada y por el contrario, con traumatismos, la vida económica mantuvo un cierto margen de autonomía. Pese a su demencia populista, como Perón no tenía petróleo ni nada parecido, conocía la fuerte dependencia del país de las exportaciones privadas. Cuando se le pasó la mano, colapsó su andamiaje y terminó en Caracas como cliente del Pasapoga, donde Cupido lo condujo a la vedette que sería su nueva esposa. Luego volvió a Argentina a proseguir la desgracia.

 

Para habilitar la corrupción

 

El otro enemigo del carcoma es la descentralización vertical y horizontal del poder. Aprobar un espantajo como «la ley habilitante» para luchar contra la corrupción es como quien tiene pulmonía y se echa a la calle bajo la lluvia. Es dar un paso más en la sobreconcentración de poder en manos del ente menos recomendado para enfrentarla, el sospechoso habitual, el gobierno, sobre todo uno de los gobiernos más envilecidos del planeta. Cuando se concentran todos los recursos, reina la fuente nutricia de lo vicios: la discrecionalidad de los funcionarios.

 

Y al revés: al transferir facultades a las administraciones locales democráticas, se incuban mecanismos ciudadanos para vigilar los gastos. Lo mismo al afirmar la separación de los poderes públicos para que cada uno vigile al de al lado, se convierta en el abejorro en la oreja de la ninfa Ío, y lo atormente por cada moneda que use mal.

 

La descentralización horizontal es traspasar poderes a la sociedad, vigorizar la libertad y seguridad de los ciudadanos, su iniciativa individual, y en especial los medios de comunicación. Lo que no supervisan adecuadamente las instituciones del sistema político, lo hacen esas maravillas modernas, la televisión, la radio, Internet, la prensa escrita, verdadera cristalización de la defensa de los ciudadanos frente al Estado-Leviatán, más allá de sus posibles buenas intenciones y tal vez precisamente debido a ellas.

 

Una «ley habilitante» deliberadamente afinca los mecanismos torvos, lubrica el torniquete en manos del verdugo. Toda campaña contra la corrupción viene con una pestilencia insoportable. Hace dos décadas en Venezuela una caterva de cretinos prominentes inició su propia «lucha contra la corrupción» y ya se sabe cuáles fueron los resultados.

 

@carlosraulher

 

Torso de cabra, cola de dragón

Posted on: septiembre 8th, 2013 by lina No Comments

 

La «revolución bolivariana» es estrictamente el uso de la democracia para destruirla

 

Cada vez que el Gobierno violenta la Constitución, prácticamente todos los días, se comenta que es el fin de la democracia venezolana. Pero lejos de ser «una cosa», un ente material, una persona, que está o no está en términos absolutos, la democracia es una relación social, la relación entre los ciudadanos y el Estado. La tendencia mundial es remachar los límites que no pueden saltar los gobernantes y fortalecer las garantías individuales que son progresivas, deben avanzar y no pueden revertirse, postulado fundamental del Estado de Derecho. Es un proceso en marcha, una dinámica, y no solo un status. Se determina por los márgenes de libertad y autonomía de los que gozan las personas frente al poder, establecidos por leyes justas aprobadas por organismos representativos.

 

Darwin dijo que lo que no crecía comenzaba a morir y si la democracia no se profundiza es síntoma de enfermedad. Howard Wiarda propone una tabla para evaluar la evolución de los sistemas políticos desde las dictaduras que él llama regímenes corporativos cerrados (Cuba, por ejemplo) hasta las democracias abiertas, Chile, Uruguay, Costa Rica. Diversos puntos intermedios indican el progreso de naciones como México y Colombia que avanzan desde esquemas semicorporativos bastante cerrados a las ya democracias abiertas de hoy (aunque interferidas por la corrupción sistémica, en un caso, que coarta los derechos de la ciudadanía, y en otro por la violencia). En Venezuela el método sirve para medir lo contrario: cómo se involucionó de la democracia al autoritarismo gradualmente.

 

Comunismo resucitado

 

Antonio Gramsci diseñó una estrategia para hacer la revolución en sociedades pluralistas pero su talento y honradez le hicieron comprender que si la sociedad era abierta, la revolución carecía sentido. Nunca lo afirmó pero es la atmósfera de parte de los Cuadernos de la Cárcel, escritos cuando comprobó la enorme diferencia entre la democracia y las mazmorras mussolinianas. En la búsqueda de una vía democrática al comunismo, dejó de ser comunista. Por eso los sucesores Palmiro Togliatti y luego Enrico Belinguer, jamás intentaron destruir la institucionalidad, sino que fueron esenciales para sostenerla después de la Segunda Guerra. Que la revolución era la barbarie, lo demostró la caída del Muro de Berlín, pero para desgracia de todos, el gangrenado cadáver resucitó, al menos por un tiempo: la «revolución bolivariana» es estrictamente el uso de la democracia para destruirla, como propugnaban los nazis.

 

Eso ocurrió gracias a la melange de un caudillo destructor astuto, anacrónico, de moralidad maquiavélica, elites políticas y culturales menesterosas, y petrodólares. Desde el primer día «bolivariano» comenzaron a hacerla retroceder, degradarla, inutilizarla, y con la «constituyente» calzaron botas de siete leguas. Este engendro constituyente nace como las quimeras mitológicas, torso de cabra, cola de dragón y cabeza de león. Una figura inconstitucional, su elección fue además producto de un sistema electoral concebido para estuprar el principio básico de una Constitución, la soberanía popular, y el rasgo inseparable de cualquier sistema electoral decente: monotonía y no perversidad. Monotonía significa que al aplicarse, los resultados deben ser constantes, como ocurre con la fórmula de D’Hont. Y no perversidad, que refleje la voluntad de los electores. Candidatos del Gobierno fueron electos con 1.000 votos, mientras la oposición con cientos de miles, no quedaron. Con 59% de los votos, el Gobierno ganó 95% de escaños y con 41% de votos, la oposición obtuvo 5% de la representación.

 

Eclipse total de corazón

 

La noche del deslave de diciembre de 1999, con todo tipo de trapisondas, sale un texto distinto de lo que había aprobado aquella asamblea demente. Ahora todos los días el país amanece con menos libertad, gracias a la astucia destructiva de los cerebros reptiles. Aunque sería correcto teóricamente afirmar que existe una dictadura y va en marcha hacia el totalitarismo, han tenido suficiente astucia para mantener utilerías, y la opinión pública nacional e internacional, no se tragaría un término tan grueso que está asociado a Pinochet, Videla o Castro, fusilamientos y campos deportivos llenos de presos. Un Estado forajido, gobernado por diversas mafias civiles y militares que no expropia medios como hicieron los Castro, sino que les echa encima los mastines del Seniat, Conatel, Indepabis, la escasez de divisas para equipos y bobinas.

 

Luego vienen los boliburgueses y los compran con dinero que les da el Gobierno. Pero cualquier análisis estático tiene un alfiler en medio del corazón. Hay ruidos estremecedores creados por la incompetencia, la corrupción y la destrucción de la vida de todos. Es imposible saber qué vendrá mañana pero hay demasiada oscuridad en el cielo. Todo les colapsa en las deformes manos con la mayor velocidad. Ante las catástrofes de Pdvsa, y la de Corpoelec que en vez de electricidad produce un apagón en 14 estados, acusan a los trabajadores y gerentes de «saboteo». La sangre inunda las calles y hablan de éxitos contra el crimen. Redujeron la productividad del país al nivel de Haití, no hay suministros y quieren engañar con «la guerra económica». John Rawls que hizo funciones de Tocqueville del siglo XX, dijo que la esencia de una sociedad libre es que sus elecciones sean confiables. Por eso Venezuela tiene que arrollar al CNE marrullero con una insurrección electoral, masiva, constitucional y pacífica.

Carlos Raúl Hernández

@carlosraulher

 

El Chacal

Posted on: septiembre 1st, 2013 by Super Confirmado No Comments

Hollywood creó el estereotipo del magnicida galán, que enfrenta infinitos peligros y arranca la vida a un monarca o un presidente. Para tarea tan escabrosa, se requerían destrezas largamente superiores a las de un sicario común y corriente, o un atracador de viejitas. Aparte de valor, personalidad de acero, serenidad inmutable, cinismo, e inteligencia demoledora. Bien parecidos y tendiendo a maduros, Belmondo, Delon, Bruce Willis, Daniel Craig, auténticos gentleman. Mefistófeles que cobraban millones de dólares, lobos solitarios irrastreables, se alojaban en sitios de las mil y una noches, negociaban en francés, ruso o árabe; y sin que nadie los hubiera visto, gobernaban por intimidación en los medios terroristas y gansteriles globales. La cinta de Caton-Jones, El Chacal (1997) remake de la de Fred Zinnemann El día de El Chacal (1973), basadas en el best-seller de Forsytte, describen personajes que contrastan con los nuevos magnicidas barranquilleros.

 

Carlos, el maneto e inútil terrorista venezolano que hoy paga cadena perpetua en Francia, abusivamente se hizo llamar así. Pero el inspirador del personaje es Cha-rles Cal-throp que atentó contra De Gaulle y parece que se pasó por el bigote a Trujillo por órdenes de Betancourt, cosas que nunca se sabrán a ciencia cierta. Caton-Jones cuenta que las agencias de inteligencia rusa y americana acuden a los servicios de un alto exoficial de IRA (Richard Gere) para que los ayude a rastrear esa inaccesible sombra, El Chacal ( Willis). Y sólo la vieja culebra personal por una mujer hace que Gere se involucre en ubicarlo y liquidarlo. En la revolución bolivariana todo se ranchificó, incluso tan elegante oficio, y hoy los temibles magnicidas son muchachos escuálidos, medio petisos, mal alimentados barranquilleros, indoctos en artes marciales, atrapados en dormideras de mala muerte con el salario mínimo en el bolsillo. No podía esperarse otra cosa del «proceso».

 

Dos por precio de uno

Dos mil quinientos bolívares no les permitirían aprender a usar Nunchakus ni Katana. Tampoco seducir esas sofisticadas y bellas vampiresas, atraídas por hombres de acción con licencia para matar que toman martini «removido pero no revuelto». Nada del metálico y varonil aroma de Gucci Nobile entre las sábanas. Con suerte, mucha suerte, Rexona de bolita, y canciones de Carlos Vives. Otra extraña característica inquieta a los más avezados expertos en espionaje internacional. A diferencia de la tradición mundial, desde Julio César hasta Kennedy o Uribe, pasando por el Archiduque de Sarajevo, los atentados venezolanos son ahora por pareja, obligación de protocolo que se imponen los magnicidas para no provocar celos de uno de los copresidentes. Seguramente Cabello de tan mal carácter, entraría en cólera si no se le tomara en cuenta.

 

A final el gobierno es colegiado y guerra es guerra. Lo que no se ha determinado es si el «casar» va por los mismos Bs. 2.500. El Gran Galáctico soñaba con su propio atentado para parecerse más a Fidel, ídolo y musa de sus desvelos. Rogaba que la CIA, el Mossad, Posada Carriles, Uribe, Martinelli o cualquiera de los del librito contrataran sicarios bobos, de esos que fallan a cada rato. Se veía salir de la humareda, como el Fénix, para ser centro del debate mundial sin necesidad de decir groserías. Ahora el Nuevo Galáctico, nieto de Castro, rescata la tradición, y devela el cuarto atentado de este año. Oportuno porque parece ser único tema que hay para hablar en el rodaje de Tin Tan y Marcelo que protagoniza el gobierno. Los programas bandera que se agitaron desde hace 4 meses, y dieron a los escépticos (y ahora escasos) electores rojos la idea de que «lo más seguro es que quién sabe», se hundieron como el Andrea Doria.

 

Todo se derrumbó

El llamado plan Patria Segura no solo incrementó la criminalidad, sino descubre que la Guardia Nacional Bolivariana es tan temible como una mara salvadoreña. Igual pueden ametrallar indigentes, que a una madre con sus hijas o disparar plásticos a quemarropa al rostro de un estudiante. Pdvsa colapsa con más de 20 incendios en sus plantas, mientras el ministro caradura dice que es «saboteo», con lo que acusa sin darse cuenta a los trabajadores y gerentes de su partido. Total él nunca tuvo que utilizar el cerebro y llegó ahí por unos cuantos pases de muleta. Otro ministro demostró desde el primer día que no tiene la más remota idea de lo que pasa con la producción y distribución de energía y se autoanuló con la promesa de renunciar en cien días. Desde su desplante las fallas de electricidad se incrementaron en 35%.

 

El bolívar se convirtió en una ficción. La debacle económica se profundizará, anuncian los economistas, y el dólar inalcanzable disuelve el nivel de vida. Las perspectivas son escasez, inflación desatada y desabastecimiento para las Navidades. Si el Nuevo Galáctico no despierta, tomará la curva a 200 kms/h y seguirá la larga tradición de locomotoras estrelladas en este subcontinente de populismo, demagogia, irresponsabilidad e incompetencia. No logra dormir completo porque sabe que los militares lo cuestionan, en el partido se burlan de sus gaffes, no es fácil demostrar que ganó las elecciones y muchos piensan que destruirá la fuerza que creó el Gran Galáctico. Y anida la idea de que debe renunciar para salvar el PSUV y prepararlo para elecciones en el futuro. Otros piensan que perseguir la oposición, acusar, mentir, calumniar y ahora endilgarle un atentado bufo, le dará «discurso» por un rato. Eso dice Raúl Castro.

 

@carlosraulher

Por Carlos Raùl Hernàndez