El Quinó, un paraíso perdido

Posted on: diciembre 30th, 2016 by Laura Espinoza No Comments

 

Tiene razón el papa Francisco cuando afirma que en nuestro mundo no solo existen pobres, sino que hay realidades que están al margen, fuera del sistema imperante. Es decir, molesta reconocer situaciones reales pero molestas porque ponen en evidencia males que no queremos asumir. Pero hay también otras realidades que por insignificantes no se les da importancia alguna y se tienen por no existentes. No figuran en las redes y no tienen capacidad de hacerse sentir por lo que pasan por debajo de la mesa.

 

 

 

El municipio Libertador del estado Mérida, cuya capital es la ciudad de los caballeros, extiende sus límites hasta las inmediaciones del estado Barinas. El río Socopó le sirve de límite. La parroquia de San Jacinto de El Morro tiene muchas aldeas, la más lejana, al otro lado de los páramos hacia las estribaciones que dan al piedemonte barinés, a unos 1.300 metros de altitud, es El Quinó que alberga a unos pocos centenares de personas. Bello enclave de gente trabajadora, con gran sentido comunitario, de fe católica acendrada, la mayoría de familias procedentes de los pueblos del sur merideño que han ido a probar fortuna en las feraces tierras que se abren a la inmensa llanura barinesa. La energía eléctrica es posible gracias a la instalación de paneles solares. Los otros servicios se deben al tesón de sus gentes. Escuela y medicatura, junto a una hermosa capilla, mejor, un nuevo templo a punto de ser concluido, son el centro de las dispersas casas que en sus laderas hacen vida.

 

 

 

El acceso por el lado merideño es fragoso y desde El Morro o Los Nevados se requieren más de 10 horas en bestia o a pie para poder llegar hasta allá. El camino más asequible es la carretera que une la población de Socopó con El Quinó. Son poco más de 20 kilómetros, de los cuales unos 15 corresponden al estado Barinas hasta el puente de buena estructura sobre el río Socopó instalado hace pocos años. Este tramo requiere algo más que un cariñito, pues su estado es deplorable y en vehículos de doble tracción se tarda algo más de 3 horas para llegar a destino. La parte merideña, en mejor estado, fue abierta por sus habitantes, gracias a la iniciativa de los representantes de la iglesia de El Morro y de El Quinó en 2007. Fueron semanas de cayapas en la que los hombres trabajaron a pico y pala, y las mujeres les prepararon el avío con los frutos del lugar. La colaboración de las parroquias de Socopó es permanente, tanto en lo material como en los auxilios espirituales. Desde el Seminario San Buenaventura se atienden las navidades, la Semana Santa y las misiones durante el mes de agosto.

 

 

 

Tuvimos la dicha de hacer visita pastoral en los días de las misas de aguinaldos. La participación fue masiva y gozosa. La escuela con sus maestros en pleno, las sociedades religiosas, principalmente Cursillos de Cristiandad, Legión de María y Sociedad de San Benito. La ampliación de la capilla es obra de gigantes. En medio de la profunda crisis que vivimos la comunidad está levantando un templo en el que se hace presente el milagro de la multiplicación de los panes. El recurso de la fe, la generosidad del tiempo y el trabajo, la colaboración de personas de la tierra llana que son conscientes en dar su aporte, y la esperanza que mueve montañas hace posible que demos razón de que es posible una sociedad distinta.

 

 

 

Existe un movimiento ecoturístico con las características que señala el Papa en su reciente encíclica. Confesiones a granel, bautizos, confirmaciones, primeras comuniones, matrimonios y una catequesis que supera a los logros de muchas ciudades. La alegría por la primera visita de su arzobispo como cardenal llenó de detalles el Tabor vivido en aquellos dos días, donde todos compartimos por igual lo humano y lo divino.

 

 

 

Tenemos mucho qué aprender de nuestros campesinos, pues nos dan ejemplo de virtud y coraje. Ha sido el mejor regalo para reconocer que la presencia de la Iglesia es signo de progreso, fraternidad y solidaridad. Es el mejor regalo para desearnos un mejor año nuevo a la luz de lo que es posible hacer en la adversidad.

 

 

Baltazar Porras

La otra mejilla

Posted on: diciembre 17th, 2016 by Laura Espinoza No Comments

Es una verdad de Perogrullo que vivimos una crisis que altera todas las dimensiones de la vida del venezolano en lo económico, social, político y hasta religioso. La razón es obvia: se ha querido imponer un sistema cercano al marxismo fracasado de mediados del siglo pasado, queriendo convertir al Estado-gobierno en el único actor y rector de la vida de la ciudadanía. El resultado es el acaparamiento de todas las funciones y responsabilidades públicas, la desaparición paulatina de la empresa privada, la estatización e ideologización de la educación, con los resultados que están a la vista.

 

 

 

En momentos de crisis y desencuentros no hay otro camino sino el diálogo, que es mucho más que sentarse sin más en la misma mesa. Supone y exige el reconocimiento del otro y la escucha de los planteamientos y reclamos, con el afán compartido de encontrar una plataforma común de consenso. En los últimos cincuenta años todos los Papas desde Pablo VI hasta el Papa Francisco han insistido en la necesidad ineludible de conversar, ceder, pactar, con el único objetivo de que gane el colectivo, es decir, el bienestar material y espiritual de la población, teniendo como privilegiados a los más débiles de la cadena social.

 

 

 

Por eso, a la solicitud de las partes de la presencia de El Vaticano para sentarse a dialogar, tanto el Papa y sus colaboradores inmediatos como la jerarquía local, la Conferencia Episcopal, han estado dispuestos a participar como facilitadores para que las partes se pongan de acuerdo. Como no se trata de ser un invitado de piedra, sino un actor imparcial pero no neutral, hubo la exigencia de algunos puntos que demostraran la buena voluntad de avanzar en la búsqueda de soluciones. La reciente carta del Cardenal Pietro Parolin no añade nada nuevo, sencillamente reclama el que se cumpla con lo pactado. El árbitro en un encuentro deportivo es imparcial pero no neutral. En un momento dado señala una falta o saca una tarjeta. Es su papel y es el que El Vaticano exige. La reacción desmedida del oficialismo denota la falta de voluntad política sincera en dar soluciones. Más aún, las medidas que se siguen tomando marcan un único camino: aquí no cabe sino el esquema gubernamental y quien no lo acepte es objeto de persecución y es calificado como delincuente fuera de la ley.

 

 

 

Si alguien ha sido consecuente con Venezuela ha sido el Cardenal Pietro Parolin, quien en su estadía como Nuncio entre nosotros conoció y admiró el comportamiento y la fe del pueblo venezolano. Ahora, en su alta investidura, sigue de cerca con cariño y constancia, dando de sí lo mejor para que la paz y la armonía reinen en Venezuela. Como buen creyente, dispuesto siempre a poner la otra mejilla por la verdad, el bien y la paz de nuestra patria. Gracias querido Cardenal y reciba el reconocimiento de la inmensa mayoría de nuestros conciudadanos. Que el Niño Dios lo llene de su ternura y amor.

 

 

Baltazar Porras

Un sastre de lujo

Posted on: diciembre 9th, 2016 by Laura Espinoza No Comments

La inmigración europea que llegó a Venezuela en los años siguientes a la segunda guerra mundial constituyó un aporte significativo y enriquecedor a la cultura local y al progreso. El cambio sufrido en nuestra patria no se debió sólo al petróleo sino a la capacidad de trabajo, a la incorporación de nuevas artes y oficios, al cultivo con técnicas modernas, y con la incorporación de hábitos hasta entonces desconocidos o subdesarrollados. A ello se unió la bonhomía criolla que acogió sin envidias ni xenofobias a los “musiúes” que entraron a formar parte de la vida cotidiana, del humor y la picaresca de nuestro pueblo.

 

 

 

De la población de Maceda, a quince kilómetros de Orense, una de las provincias gallegas peninsulares, vinieron a probar suerte los hermanos José y Manuel Borrajo Segín, no sin antes pasar por el amargo trago de la separación de la madre que les pedía permanecieran en la casa paterna. Los abuelos eran campesinos cultivadores de la tierra, pero el padre de ambos practicó con éxito el arte de la sastrería masculina, oficio que aprendieron y con creces, ambos hijos. José vendió la parte de un negocio que tenía con un cuñado, y se adelantó a venir a estas tierras de gracia.

 

 

 

En marzo de 1951 llegó Manuel a Caracas. Había nacido el 23 de agosto de 1924. Contaba entonces 27 años de edad. En las inmediaciones de la Plaza Bolívar montaron la sastrería en la “casa Garín” y se ganaron la buena pro del clero caraqueño en la confección de sotanas, traje talar eclesiástico que tiene su complicación sobre todo en la hechura del cuello. Uno de sus primeros clientes fue el anciano arzobispo de Caracas, Lucas Guillermo Castillo Hernández. Manuel vino soltero y se enamoró en estas tierras de una paisana, María Luisa Giner, noviazgo que aplaudió el arzobispo y les ofreció casarlos en la capilla del Palacio Arzobispal, lo que los novios recibieron con inmensa alegría y como un gran honor. El acto nupcial tuvo lugar el 23 de enero de 1954. Procrearon tres hijos, Alberto, Amalia y Manolo que murió en Canadá. Ante la reciente muerte de la madre, Alberto junto con su esposa Sandra se han convertido en sus ángeles custodios.

 

 

 

La sastrería Borrajo estuvo más de veinte años detrás de la catedral, al fondo de una galería de negocios. Cuando crecieron los muchachos, Manuel y María se mudaron a La Guaira, y desde allí siguieron atendiendo las solicitudes del clero. Las telas eran traídas, al principio, de Italia, España y Colombia, pero cuando surgió Textilana, Manuel prefirió estos cortes por la calidad y el tiente que las hacía superiores a las importadas. Quien suscribe esta crónica ha sido empedernido cliente de Borrajo. Me hizo la primera sotana que vestí de seminarista cuando tenía catorce años. Costaba entonces la astronómica suma de Bs. 80, la negra, y Bs. 60, la blanca. La inflación de hoy hace que estas cifras no alcancen ni para comprar un caramelo.

 

 

 

Manuel Borrajo me ha hecho a la medida las sotanas de seminarista, sacerdote, obispo, y a sus 93 años me ha confeccionado las de cardenal. Conserva vista y pulso envidiables y la elegancia en el bien hacer. En diversas oportunidades, en Europa, han alabado mis sotanas y me han preguntado en cual sastrería de Madrid o Roma las he mandado a hacer. Con orgullo les he respondido: “en Caracas, donde tenemos un sastre eclesiástico que puede codearse con los mejores del mundo”. En su vejez solo atiende a sus “antiguos clientes” y se enorgullece de haber vestido a los seis cardenales venezolanos, a numerosos obispos y sacerdotes que conoció desde seminaristas, y de haber recibido encargos del extranjero, pues su fama de buen sastre ha traspasado las fronteras.

 

 

 

Hace algo más de un año le pedí recibiera a una joven modista merideña para que perfeccionara el arte de la vestimenta eclesiástica, a lo que accedió gustoso. Hoy día ella atiende a los seminaristas y clero merideño. Sirva esta crónica menor como un cálido homenaje a un hombre sencillo y bueno, servicial y conversador, que por más de sesenta años ha vestido a buena parte del clero venezolano.

 

 

 

Caedenal Baltazar Porras

El gran reformador

Posted on: diciembre 1st, 2016 by Laura Espinoza No Comments

 

El escritor británico Austen Ivereigh, periodista y comentarista de asuntos religiosos y políticos, vivió algún tiempo en Argentina y ha investigado a fondo el espacio y el tiempo vital de Jorge Mario Bergoglio, hoy Papa Francisco. No se trata de una biografía más, ni de un panegírico para poner en el panteón de los héroes a alguien que ha llegado a la cumbre de la Iglesia católica. El subtítulo, “Francisco, retrato de un Papa radical” nos pone ante un hombre de carne y hueso, con virtudes y limitaciones, las propias de todo ser humano, que es influenciado, quiérase o no por el medio y el tiempo que le ha tocado vivir. Allí estriba su valor.

 

 

 

Un Papa venido del fin del mundo, el primer jesuita y el primer latinoamericano que ocupa el solio pontificio, llenó de estupor a media humanidad cuando se oyó su nombre y apareció su figura en el balcón de la basílica vaticana para ser conocido por la multitud que se agolpaba en la plaza de San Pedro. Lo que más me ha llamado la atención de este grueso volumen de casi seiscientas páginas, es que nos presenta al protagonista tal como es. En un primer capítulo lo dedica a los primeros veinte años de la vida de Jorge Mario (1936-1957), hijo de inmigrantes italianos con las vicisitudes propias del desarraigo y arraigo en un nuevo contexto. Las estrecheces económicas de la familia, sus primeros estudios y el contacto con la realidad argentina de aquellos años. Quien se podía imaginar que un joven que se ganaba una churupos como portero de una discoteca podía llegar a ser cura, jesuita, obispo, cardenal y papa. ¿Desmerece acaso ese oficio de una persona recta y honesta?

 

 

 

Un segundo bloque, titulado la misión (1958-1966) está signado por la búsqueda personal de definir una vocación que encontró en los hijos de San Ignacio, cauce para una formación integral, abierta y exigente. Fueron, además, años duros de la política y la economía argentinas. Timonel en la tormenta es el tercer capítulo (1967-1974), sus primeros años de sacerdote jesuita, la asunción de las tareas propias de la Compañía en ambientes muchas veces inhóspitos. Su opción por los pobres desprovista de la ideología marxista, marcará un camino que cristalizará en la teología y pastoral argentina. La influencia del cardenal Pironio fue notoria y él mismo la evocó al decir que “era un hombre de puertas abiertas con el que te daba ganas de estar”.

 

 

El crisol (1975-1979), años de convulsión política y de represión brutal, en los que se purificó su espíritu. Sobre este período se ha escrito mucho desde la actuación de Bergoglio. Un verdadero crisol. El líder, expulsado (1980-1992), años de purificación y madurez. Lo observa y solicita como obispo auxiliar el arzobispo de Buenos Aires, Antonio Quarracino, es el capítulo titulado un obispo con olor a oveja (1993-2000). Bergoglio no era la clase de obispo a la que estaba acostumbrado el clero. Era poco burocrático, directo, humilde, austero y eficaz, nos dice el autor. Quarracino le pide al Papa Juan Pablo que lo haga su coadjutor y lo sucede en la sede bonaerense. De allí en adelante su figura se hace refulgente a nivel latinoamericano y vaticano hasta llegar al cónclave del 2013, en la que es elegido papa y toma el nombre de Francisco, emulando al poverello de Asís.

 

 

No da para más la crónica, pero invito a leer este libro que se devora con fruición y tiene el gran mérito de contextualizar al protagonista sin retóricas ni componendas.

 

 

Baltazar Porras

 

La cremación

Posted on: noviembre 25th, 2016 by Laura Espinoza No Comments

 

 

La realidad de la muerte humana plantea una serie de situaciones conexas con el afecto y con las obligaciones colaterales con las que tienen que ver los deudos. Es una realidad ineludible y cotidiana aunque existe una percepción colectiva de querer evadirla, lo que lleva a mucha gente a no ser previsiva, generando problemas de diversa índole que requieren ser solucionados de inmediato.

 

 

 

El vertiginoso crecimiento de la población mundial arrastra consigo la necesidad de prever qué hacer con los muertos. La tradicional costumbre en los países occidentales de tener cementerios públicos y privados, se ven saturados por el volumen de difuntos, lo que requiere de una nueva concepción para su conservación o inhumación. La cremación se presenta hoy como una de las soluciones más viables y económicas. No se trata de una práctica nueva. En el imperio romano en tiempos de los inicios del cristianismo era práctica común incinerar a los muertos por razones de espacio y de economía. Iba ligada esta práctica con ritos propios de las tradiciones religiosas de cada pueblo.

 

 

 

Las persecuciones a los cristianos comenzaron en época temprana y fueron muchos los ejecutados por no adherirse a los cultos imperiales y seguir a ese tal Jesús que ponía primero la fe en Dios que en el emperador. Los cuerpos de estos primeros “mártires” recibieron celoso cuidado y se buscó darles sepultura en las catacumbas y otros lugares, donde se fue imponiendo rezar y celebrar la eucaristía sobre o cerca de los despojos mortales de estos hermanos sacrificados por su fe. Comenzaron así a distinguirse las prácticas de los cristianos del resto de la población y se hizo norma común para todos una vez que el cristianismo dejó de ser perseguida y convertirse en religión de estado a partir del siglo IV.

 

 

 

La base teológica o doctrinal de tal práctica se une al sentido trascendente de la vida humana. Se nace para morir, pero sobre todo para resucitar. Los ejemplos de Jesús y la dormición de María, son el paradigma de esta manera de ver las cosas. De allí surgieron los cementerios dentro y alrededor de los templos. Ya en la época moderna, la masonería impuso a sus miembros la cremación como una respuesta nueva a la inhumación de los cadáveres para demostrar que no queda nada después de la muerte y que la resurrección es un invento trasnochado de la Iglesia. De allí, la prohibición de la Iglesia de cremar los cadáveres porque se veía como una burla a la dignidad del cuerpo humano y a la resurrección de los muertos.

 

 

 

Ya a mediados del siglo XX, el Vaticano consideró la cremación como una práctica válida para los creyentes, siempre y cuando, no se hiciera como burla a la fe. En algunas megápolis la cremación se ha vuelto obligatoria por las razones económicas y espaciales señaladas más arriba. La Congregación para la Doctrina de la Fe, acaba de publicar un documento titulado “para resucitar con Cristo”, de fecha 15 de agosto de 2016, donde remarca la costumbre de inhumar los cadáveres por las razones expuestas más arriba y da algunas normas concretas, producto de copiar las tradiciones de otras culturas lejanas a la nuestra, y a ciertas prácticas mortuorias poco cónsonas con la antropología y con el sustrato cristiano de nuestros pueblos.

 

 

En primer lugar, reafirma conservar la tradición de inhumar los cadáveres, en cementerios o lugares sagrados. Segundo, en ausencia de razones contrarias a la doctrina cristiana, la cremación no está prohibida y debe estar acompañada de especiales indicaciones litúrgicas y pastorales. Tercero, no está permitido la conservación de las cenizas en el hogar. Cuarto, para evitar cualquier malentendido panteísta, naturalista o nihilista, no sea permitida la dispersión de las cenizas en el aire, en la tierra o en el agua o en cualquier otra forma, o la conversión de las cenizas en recuerdos conmemorativos, en piezas de joyería o en otros artículos.

 

 

 

En futuras crónicas analizaremos algunos de estos puntos para una mejor comprensión antropológica, cultural y religiosa. Las nuevas situaciones plantean nuevos retos.

 

 

BALTAZAR ENRIQUE PORRAS CARDOZO

Venezuela en primera plana

Posted on: junio 4th, 2016 by Laura Espinoza No Comments

 

Llama la atención el centimetraje que tiene la prensa europea sobre Venezuela, generalmente ajena a la problemática latinoamericana. En vuelo de regreso al país, tomo en mi mano Le Figaro francés, El País, El Mundo y el ABC de España. La noche anterior en la TV imágenes muy crudas muestran la realidad de algunos hospitales, las colas, el hambre, la represión desmedida y un lenguaje presidencial y de sus adláteres que desdice de la más mínima regla de urbanidad. El poder concede licencias que sobrepasan toda norma.

 

 

Venezuela, con sus más y sus menos, siempre aparecía como un país de posibilidades por sus riquezas naturales, la abierta acogida a tantos inmigrantes que hicieron tienda y fortuna entre nosotros. ¿A quién atribuir el caos en el que estamos sumidos?  ¿Quién se cree lo de la guerra económica o la invasión de los imperios?

 

 

 

Una página completa de El Mundo titula: “Un país rico arruinado por el populismo”. Le Figaro, a su vez, anuncia en primera página un reportaje interior a página entera: “¿Venezuela, a punto de explotar?”, con el subtítulo: “Penurias dramáticas, crisis política sin precedente, aislamiento internacional… Nicolás Maduro se aferra desesperadamente al poder. La revolución bolivariana se atornilla por la ruina y el totalitarismo”. Antonio Navalón en El País, describe: “el laberinto venezolano. El país ha olvidado que se está jugando su propia supervivencia como nación y el futuro de sus hijos”. A su vez, la prensa anuncia que Lufthansa suspenderá sus vuelos a Venezuela porque el gobierno no paga la deuda a las líneas aéreas.

 

 

 

Aferrarse a los slogans de campañas pagadas por el imperio y la derecha apátrida, o por el peligro inminente de una invasión norteamericana, sólo está en la mente de quienes han concebido tal propaganda porque el problema es endógeno. No puede uno alegrarse, al contrario, da pena y dolor, que la imagen de nuestro país, se asemeja más a los países más pobres y conflictivos del mundo. No hay otra salida sino aceptar la voz del pueblo. Las elecciones del 6D fueron una campanada que pudo ser el inicio de una reconstrucción fraterna del país. Gobernar solamente “para y con los míos”, rechazar al resto como si fueran enemigos a eliminar, no abrirse a un diálogo sincero y a una negociación realista, es un pecado que clama al cielo.

 

 

 

Hasta el Papa Francisco, preocupado por la paz del mundo, escribió una carta al Presidente, de la que no se conoce su contenido ni se ha dado señal de haberla recibido. La cancelación de la visita del Canciller del Vaticano, Mons. Gallagher, da para muchas lecturas; lo más espeluznante es que no se quiere conversar ni con el Papa. La sensatez, el respeto a la vida humana, es la primera responsabilidad de quienes nos gobiernan. A punta de bayonetas, de amenazas, de heridos, presos y muertos, no se solucionan los problemas. Buscar una salida pacífica, consensuada, constitucional, es el único camino, si no queremos matarnos y convertir en un desierto el país.

 

 

 

“Venezuela está en caída libre y ahora da la impresión de que es un país adormecido sobre su propio océano de palabras y que ha olvidado que lo que se está jugando día a día es su propia supervivencia como nación y el futuro de sus hijos”, dice uno de los reportajes. No hay espacio para el desánimo ni la desesperanza; la fe, el coraje y la constancia, con racionalidad y sin emocionalidad loca, todo lo puede, decían los místicos, y es la tarea que tenemos por delante.

 

 

 

 Moms. Baltazar Enrique Porras Cardozo
bepocar@gmail.com

El jubileo de los sanbeniteros

Posted on: abril 23rd, 2016 by Laura Espinoza No Comments

 

El Papa Francisco al convocar el año jubilar nos recuerda que la misericordia es la viga maestra que sostiene la vida de la Iglesia y la peregrinación como signo peculiar del Año Santo, es imagen del camino que cada persona realiza en su existencia. Las iniciativas que se han suscitado en cada una de las iglesias particulares son muy ricas y sugerentes. En primer lugar, para favorecer la cercanía física y espiritual, en cada diócesis son varias “las puertas santas” para que mayor número de personas pueda “vivir y palpar” esta vieja iniciativa sin necesidad de tener que peregrinar a sitios muy lejanos. En segundo lugar, programar peregrinaciones de las parroquias, grupos de jóvenes o de movimientos eclesiales, gremios o instituciones civiles, es también una manera de acercarnos fraternalmente a la misericordia, es decir, al perdón dado y recibido, necesario en un mundo transido por el odio, la violencia y la desesperanza.

 

 
En Mérida, acabamos de tener una celebración jubilar muy peculiar. Son numerosas las cofradías y hermandades en torno a San Benito de Palermo, patrono real de muchascomunidades del páramo andino y de otros lugares donde su influencia se ha hecho sentir. Estas asociaciones cuyo nacimiento se pierde en la bruma del tiempo, no sólo se congregan para rezar en torno a una fiesta con el colorido propio de la religiosidad popular que con los “giros” y “trabuqueros” le dan un carácter pintoresco que no se queda en el simple espectáculo. San Benito es el eje en torno al cual se generan múltiples iniciativas de orden espiritual, social y de servicio a la comunidad.

 

 

 

Más de treinta comparsas, que representan casi la mitad de las existentes en la arquidiócesis se trasladaron a Mérida. En la capilla de El Espejo se congregaron para iniciar la procesión hacia la catedral, para atravesar la “puerta santa”, celebrar la eucaristía y ganar la indulgencia jubilar. La catedral lució insuficiente para acoger a socios y fieles devotos del Santo Negro. La experiencia de vivir la misericordia como camino de reconciliación en una sociedad en crisis y dividida como la venezolana, es un bálsamo que fortalece la construcción de la fraternidad por encima de las diferencias que separan y paralizan la convivencia pacífica y creativa de nuestras comunidades.

 

 

 

La multiplicación de los panes se hace presente en la generosidad característica de nuestra gente sencilla, donde la comida, abundante y sabrosa, permitió compartir después de cuatro horas de peregrinaje, la mesa común. A todos nos quedó el buen sabor de que sí es posible darnos gestos, mejor sacramentos, que nos lleven a la trascendencia y nos permitan avizorar las capacidades que da la fe para superar el marasmo destructor de la vida ciudadana y de la experiencia mística, es decir, animada por el seguimiento a Jesús, para hacer nuestra la esperanza y la alegría de un mundo nuevo. Que San Benito, poderoso en superar las desavenencias y en darnos el sustento de cada día, sea luz y faro en esta hora en que tanto necesitamos del coraje de ser apóstoles de la esperanza.

 

 

 
MONS. BALTAZAR ENRIQUE PORRAS CARDOZO

bepocar@gmail.com

 

 

Hermanos, no esclavos

Posted on: enero 10th, 2015 by Lina Romero No Comments

Comienza un nuevo año. Los anhelos de paz y fraternidad chocan muchas veces con la realidad que abre espacios a la intolerancia, la exclusión y hasta la muerte. Ejemplos sobran en todas partes del mundo en estos días, del que no escapa nuestra sociedad. Mientras no veamos en el otro a un ser humano igual a nosotros, la paz y la concordia son una falacia. Resistamos a la tentación de comportarnos de un modo indigno de nuestra humanidad.

 

Siendo el hombre un ser relacional, destinado a realizarse en un contexto de relaciones interpersonales inspiradas por la justicia y la caridad, es esencial que para su desarrollo se reconozca y respete su dignidad, libertad y autonomía. Por desgracia, el flagelo cada vez más generalizado de la explotación del hombre por parte del hombre daña seriamente la vida de comunión y la llamada a estrechar relaciones interpersonales marcadas por el respeto, la justicia y la caridad. Este fenómeno abominable, que pisotea los derechos fundamentales de los demás y aniquila su libertad y dignidad.

 

El papa Francisco en su mensaje de la paz de este año que comienza llama a la conciencia de personas, creyentes o no, a las instituciones y a la comunidad internacional a tomar más en serio el problema de las esclavitudes modernas: los trabajadores oprimidos, los emigrantes, las personas obligadas a la prostitución, los niños y adultos víctimas del tráfico de órganos o reclutados como soldados para la mendicidad, actividades ilegales o formas encubiertas de adopción internacional y los secuestrados por grupos terroristas.

 

A pesar de que crece la convicción del rechazo a la esclavitud, son demasiadas las formas abiertas o encubiertas, en las que los que detectan poder económico o político, buscan someter a sociedades enteras a sus caprichos de riqueza o de poder. Es necesario afianzar en la mente y el corazón de toda persona que tenemos la tarea de globalizar la fraternidad, no la esclavitud ni la indiferencia. Mantener en la pobreza, ofrecer educación de escasa calidad, favorecer la corrupción y la impunidad, domesticar a las mayorías obligándolas a mendigar el pan de cada día o los recursos necesarios para ser libres y autónomos, son formas de esclavitud que tenemos la obligación de erradicar.

 

Convirtamos en tarea cotidiana esta plegaria del papa Francisco: no llores por lo que perdiste, lucha por lo que te queda. No llores por lo que ha muerto, lucha por lo que ha nacido en ti. No llores por quien se ha marchado, lucha por quien está contigo. No llores por quien te odia, lucha por quien te quiere. No llores por tu pasado, lucha por tu presente. No llores por tu sufrimiento, lucha por tu felicidad. Con las cosas que a uno le suceden vamos aprendiendo que nada es imposible de solucionar, solo sigue adelante.

 

Mons. Baltazar Porras

bepocar@gmail.com