La periodista Isayen Herrera, formada en la UCAB y quien cubrió la fuente de salud para El Nacional, recuerda con voz quebrada al doctor José Félix Oletta como un pedagogo. Un hombre que conocía todos los datos epidemiológicos de su paciente, de Venezuela y sus gentes, y utilizaba su vasto conocimiento para educar tanto a la población, para que conociera sus derechos de atención sanitaria y los exigiera, como a los periodistas en tanto canales de transmisión de información actualizada, rigurosa e indispensable. «Siempre estaba disponible», dice Herrera. José Félix Oletta murió en Caracas el pasado 10 de junio a la edad de 79 años.
El médico pediatra Amadeo Leyba, quien fue director del Hospital de Niños J. M. de los Ríos y ex presidente del Hospital de Clínicas de Caracas, dice de él que era una persona «íntegra y erudita de la doctrina sanitaria». La Academia Nacional de Medicina lo reconoció como un insigne docente universitario, investigador y ciudadano venezolano.
Médico cirujano, epidemiólogo e internista, Oletta fue ministro de Sanidad y Asistencia Social entre 1997 y 1999, durante el segundo gobierno de Rafael Caldera, director de la Escuela Vargas de la Facultad de Medicina de la Universidad Central de Venezuela, coordinador de la Comisión de Epidemiología, representante de la Sociedad Venezolana de Medicina Interna en la Red de Sociedades Científicas Médicas de Venezuela.
Pero en verdad fue más que los cargos que ocupó. Uno de sus innumerables discípulos, José Antonio Cisneros, doctor en Medicina e Ingeniería Biomédica, cuenta su memoria del ilustre médico en su faceta docente. «Conocimos a José Félix en el tercer año de la carrera en 1974. Fue nuestro profesor de instrucción clínica. Con él aprendimos el arte de la semiología, de interrogar a un paciente, elaborar una historia clínica completa y realizar un examen físico. Pero más allá de eso, aprendimos la humanidad de la relación médico-paciente. El afecto y la bondad con la que él y nosotros deberíamos tratar a los pacientes».
Una bondad y afecto que no perturbó para nada su voz crítica y apasionada, de rechazo a una realidad sanitaria deplorable, como consecuencia de dos décadas de abandono e indiferencia de la salud del país y de negación de servicios de calidad para la población. Hace dos años, en ocasión del Día del Médico, Oletta recordaba el contraste entre lo que había en Venezuela en su época de estudiante con un mundo de oportunidades por delante y la situación actual en la que los jóvenes que aspiran a ser médicos se encuentran con universidades estranguladas que no pueden producir conocimiento, y se ven obligados a migrar. «Eso no tiene perdón de Dios», dijo con su habla tan serena como firme.
Oletta fue un denunciador incansable de la situación epidemiológica de Venezuela. «Las cifras de malaria representan un retroceso de más de 70 años, en la mortalidad materna estamos en las cifras de 1976. Una situación que está reflejando el empobrecimiento del país, que comienza a desarrollar de nuevo enfermedades infecciosas como la tuberculosis y la aparición de enfermedades casi bíblicas como la fiebre tifoidea o la sarna. Es una crisis inédita en profundidad y extensión porque no hay en la historia reciente una situación de limitaciones en cuanto a insumos, a recursos para la salud y en la calidad de los actos médicos como la que padecemos ahora”.
Comprometido con el cambio político en Venezuela, a Oletta le quedaba tiempo para cuidar el maravilloso jardín de su casa en El Hatillo o encerrarse en su biblioteca a seguir completando su archivo epidemiológico. “Oletta lo tiene”, le decían a la reportera Isayen Herrera cuando buscaba un dato que ninguna fuente oficial aportaba. Venezuela ha perdido a un hombre sensible, a un ciudadano cabal. Un venezolano de primera de los que forman patria y futuro.
Editorial de El Nacional