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Ojalá que llueva café

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Ojalá que llueva café

 

Nicolás discriminó al «negrito»

 

 

A unque los expertos consideran que «Venezuela posee excelentes condiciones climáticas y un suelo en perfecto estado donde se cultiva un café de alta densidad», lo cierto es que después de que el chavismo metió su cuchara en la industria, los venezolanos hemos visto menguar la producción del apreciado grano, pues las torrefactoras expropiadas nada tienen para moler, tostar, empaquetar y comercializar.

 

 

 

Eso es lo que se desprende de una revisión de las noticias que, por desgracia, dan cuenta de los maltrechos caminos recorridos por las empresas del ramo desde la mala hora en que Hugo dijo que tinto, con leche o marrón, más sabrosa era la expropiación; y le daba, ¡cómo no!, matica de café a los que sabían del negocio para tratar ­y fracasar en el intento­ de satisfacer la demanda nacional.

 

 

«Ojalá que llueva café en el campo» desean los trabajadores de la Empresa Nacional de Café ­que produce las marcas Madrid, Fama de América y El Peñón­ paralizada por falta de materia prima. En lo que va de año, hicieron saber, en la planta de Guacara apenas laboraron 16 días. Están a la espera de un cargamento proveniente de Brasil (que alcanzará, apenas, para 15 días de faena) a ver si algo embolsan con la ilusión de que llegue un paquetico (aunque sea de 200 gramos) al consumidor. Ilusión, claro, porque a ese ritmo las tazas permanecerán vacías por un larguísimo tiempo.

 

 

Mientras Julio Borges afirmaba en la Asamblea Nacional que el gobierno tiene bajo control más de 70% de las empresas productoras de café, el representante sindical del holding estatal, Benito Colina, manifestó a este periódico que «los trabajadores están preocupados porque, una vez que se agote esa materia prima, desconocen qué sucederá con la torrefactora».

 

 

Y al señalar que han tenido paralizaciones intermitentes desde septiembre de 2014, añadió que ese año produjeron 2,4 millones de kilos mensuales, mientras que en 2015 solo fabricaron entre 600.000 y 700.000. Finalmente, puntualizó que la empresa abastecía entre 40% y 45% de la demanda nacional.

 

 

El catastrófico estado del sector cafetero es una reproducción fidedigna, y a escala reducida, del descomunal fracaso administrativo de un régimen ducho en destruir y lego en construir, que llegó arrollando a las instituciones republicanas y golpeando frontalmente a la empresa privada para desquiciar la estructura democrática de la nación y arruinar su aparato productivo.

 

 

Que caiga café del cielo es, también, el anhelo del consumidor cansado de irse con las manos vacías tras fatigosas e inútiles esperas en unas inamovibles colas a las puertas del supermercado.

 

 

Y al parecer tendrá, desgraciadamente, que quedarse con las ganas, cantando una mixtura descafeinada de Eddie Palmieri ­»Café, tostao y colao»­ y de Juan Luis Guerra «Oh, oh, ohoh-oh, ojalá que llueva café»­ o, si le da por el lado nacionalista, evocando a Hugo Blanco y su arpa viajera ­»Una pena de amor, una tristeza / lleva el zambo Manuel en su amargura, / pasa incansable la noche moliendo café».

 

Editorial de El Nacional

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