Está suficientemente probado que llevar a los consumidores de cannabis a la cárcel no sirve para reducir el consumo, ni para acabar con el narcotráfico, ni para mejorar la salud pública. Por eso, en Estados Unidos, el mayor consumidor de drogas del planeta y el principal impulsor de la guerra en su contra, varios estados han despenalizado en los últimos años el consumo de marihuana y aprobado su uso medicinal y recreativo.
Los últimos en dar el paso fueron Washington D.C., Oregón y Alaska, que la semana pasada aprobaron el uso recreativo del cannabis, sumándose a los estados de Colorado y Washington. Además, en 23 estados han legalizado el uso medicinal del cannabis. Ahora el alcalde de Nueva York, Bill de Blasio, decide flexibilizar también sus políticas: desde el 19 de noviembre, quienes porten hasta 25 gramos de marihuana ya no serán arrestados, como sucedía antes, sino que serán citados ante un juez y podrían recibir una sanción o una multa.
La iniciativa está relacionada con la protección de los derechos civiles y la lucha contra la injusticia que afecta especialmente a afroamericanos y latinos. Aunque hace más de 30 años Nueva York descriminalizó la posesión de 25 gramos de marihuana, el estado sigue plagado de arrestos por porte de cantidades menores, debido a que la ley de descriminalización aprobada en 1977 tiene algunas inconsistencias.
Según esa ley, tener una bolsa con 25 gramos de marihuana en el bolsillo, en la casa, en el auto, en cualquier lugar privado, se considera una violación no criminal, pero tenerla o consumirla en público se considera un delito menor. Lo que sucedía en la práctica es que, durante las requisas que realiza la policía de Nueva York, con mayor frecuencia en barrios de afroamericanos o latinos, cuando algún ciudadano se veía forzado a sacar la marihuana de su bolsillo a la luz pública se convertía en delincuente y se procedía a su arresto.
La medida anunciada por el alcalde neoyorquino pretende solucionar el problema. De Blasio ha dicho que se trata de un paso importante “para reducir arrestos innecesarios e improductivos que arruinaban la vida de muchos jóvenes sin antecedentes policiales. Asimismo permitirá que los agentes puedan seguir con su trabajo y dedicarse a crímenes más serios”.
Quienes porten pequeñas cantidades de marihuana podrán seguir en libertad tras la inspección policial, recibirán citaciones judiciales y podrían tener que pagar una multa de US$100, en vez de ser detenidos, llevados a una comisaría, fotografiados, tratados como criminales y luego puestos en libertad con una citación judicial para seis u ocho semanas después. Aunque por lo general los cargos eran descartados, el arresto podía causarle al individuo la pérdida de su trabajo y obstaculizar su acceso a la vivienda o a las fuerzas armadas.
Desde 2010, en Nueva York se han producido alrededor de 30.000 y 50.000 arrestos anuales por porte de pequeñas dosis de marihuana. Un estudio del sociólogo Harry G. Levine, director del Marihuana Arrest Project, indica que sólo durante los primeros ocho meses de este año, el 86% de los arrestados eran negros o latinos, a pesar de que no hay evidencia de que estas poblaciones sean más propensas al consumo que los blancos.
En un reporte publicado en The Nation, el profesor Levine se pregunta por qué los arrestos por marihuana están tan sesgados racialmente. “Esas dramáticas y extendidas disparidades raciales claramente no son el producto de un prejuicio personal o racismo por parte de los oficiales de Policía… Es un problema sistémico, una forma de racismo institucional creado y administrado por personas desde los más altos niveles de la aplicación de la ley y el Gobierno”. La iniciativa en Nueva York es un paso hacia el fin de ese “racismo institucional” y ha sido aplaudida por múltiples organizaciones que se dedican a la defensa de las minorías afroamericanas o latinas.
En Nueva York, sin embargo, el cannabis sigue siendo ilegal. Se mantienen restricciones con pena de cárcel, como la prohibición de fumar en espacios públicos o cerca de zonas escolares. No se trata, pues, de una ley de despenalización o de legalización, como ha ocurrido en varios estados del país. En todo caso, la medida de De Blasio marca un punto de inflexión frente al prohibicionismo y la penalización de delitos menores mantenidos por sus antecesores Rudolph Giuliani y Michael Bloomberg.
Ahora el trato con el ciudadano será distinto y se abren puertas para explorar nuevas alternativas en la política de drogas. En julio de este año Nueva York se convirtió en el vigésimo tercer estado en legalizar la marihuana medicinal y en 2015, como ha dado a entender la senadora Liz Krueger, se podría sumar al grupo de estados que legalizan el cannabis recreativo. El proyecto de ley establecería un impuesto sobre las ventas de marihuana y los adultos podrían tener hasta dos onzas y cultivar hasta seis plantas en su casa para uso personal.
El panorama en Washington D.C. es muy similar al de Nueva York. En la capital federal, según un reporte de la Unión Americana por las Libertades Civiles, durante 2009 y 2011, nueve de cada diez arrestados por porte de marihuana eran negros, aunque encuestas hechas por el Gobierno indican que los negros no son más propensos al consumo que los blancos. Con la reciente aprobación del uso recreativo del cannabis (una medida que aún deberá ser examinada por el Congreso), la capital estadounidense pretende reducir el impacto de las políticas discriminatorias contra la droga.
Fuente: El Espectador