Desde la primera Cumbre de las Américas organizada en 1994 por el entonces presidente de Estados Unidos, Bill Clinton, Venezuela ha sido una asistente regular, pues siempre se tomó en cuenta su importancia en la región y sobre todo sus potencialidades. Pero esa época acabó, porque a partir de Hugo Chávez solo se habla del país en negativo.
Está más que comprobado que el grupo que gobierna se atornilló en el poder ilegítimamente y ha violado la Carta Democrática de la Organización de Estados Americanos. Además, está siendo investigado por crímenes de lesa humanidad por la Corte Penal Internacional. Ya por allí poco tiene en común con la mayoría de los países del continente y realmente no son puntos positivos en una tarjeta de presentación.
Joe Biden, el anfitrión de la Cumbre de las Américas de este año, que se realizará en junio en Los Ángeles, California, ha decidido que no invitará a Nicolás Maduro para que asista como cabeza de gobierno, precisamente porque no lo considera el mandatario legítimo. Y eso que algún airecito de consolación debió llegar a Miraflores cuando recibieron en marzo la visita de los altos representantes de Washington, pero la alegría les duró muy poco.
Claro, aquella reunión creó suspicacias entre la oposición venezolana y entre el mismo gobierno de Biden, que está bastante cohesionado en cuanto a la política que se tiene con Venezuela. Muchos fueron los analistas que se aventuraron a decir que Washington estaba ablandándose con Maduro, pero lo que ha pasado posteriormente dice todo lo contrario, o al menos reitera lo que han expresado en oportunidades anteriores a esta visita.
No es solo que Antony Blinken, el jefe de la diplomacia estadounidense, haya conversado con Juan Guaidó en días pasados, a quien consideran presidente interino de Venezuela, sino que hay que tomar en cuenta las declaraciones de la jefa del Comando Sur, Laura J. Richardson, tan claras y precisas sobre el papel de Venezuela en el tráfico de drogas en la región, señalamientos muy graves para los ocupantes de Miraflores. También se encargaron de desmentir el rumor de una posible segunda reunión en Trinidad y Tobago y de asegurar que el objetivo de la primera era sobre todo lograr la liberación de los presos políticos de nacionalidad estadounidense que hay en el país.
Todos estos son motivos por los cuales el presidente chavista no recibió invitación para Los Ángeles, un evento en el que tampoco quieren la presencia de los mandatarios de Cuba y de Nicaragua, un trío que sigue la misma receta de violación de derechos humanos y perpetuación en el poder.
Es una verdadera lástima que en la cumbre no haya ningún representante de Venezuela, pues uno de los temas que van a tratar los mandatarios y sus mesas de expertos es la migración. Y se entiende que debe ser tarea del gobierno interino velar por el bienestar de los miles de compatriotas que han tenido que huir y que constituyen el mayor flujo migratorio de las Américas en los últimos años. Los países de la región deben estar claros en que mientras no haya independencia de poderes y el control absoluto de la tesorería se encuentre en manos chavistas, este horrible fenómeno no va a parar. Es mentira lo que se empeñan en divulgar Maduro y compañía: ¡Venezuela no se arregló! Que hayan logrado detener la hiperinflación no es sinónimo de mejoría. La crisis es un pozo muy profundo y hasta que no haya democracia no comenzaremos a ver luz.
La próxima Cumbre de las Américas debe ser una oportunidad para que le quede en claro al resto del mundo el origen del problema y que de su solución depende esa Venezuela pujante a la que todos los compatriotas aspiran a regresar.
Editorial de El Nacional