Antes la sociedad venezolana, orgullosa de sus educadores, los felicitaba y celebraba con ellos una fecha como la de ayer. Pero ahora, ni siquiera se les puede acompañar en las manifestaciones sin el temor de ser atacados por grupos violentos.
No es un invento ni una exageración, sino un hecho bien documentado por la organización no gubernamental Provea. Un grupo de docentes decidió protestar en frente de la sede del Ministerio de Educación, y mientras mostraban sus pancartas y gritaban justificadas consignas, fueron rodeados por miembros de colectivos violentos que pretendieron amedrentarlos.
¿Cuál era el objetivo de estos malandros? Evitar que los maestros y profesores les gritaran a los chavistas la verdad de su situación. A cualquier funcionario con calidad humana le debería dar vergüenza el hecho de que un maestro apenas gane 2 dólares mensuales. Algunos profesores llegan a 7 dólares.
Ellos, que tienen en sus manos la educación de los niños y jóvenes venezolanos, son tratados como si fueran despojos humanos. En los países desarrollados es todo lo contrario, son los profesionales mejor pagados y más preparados, porque de ellos depende el futuro.
¿Pero qué podemos esperar de quienes están en Miraflores si el que fuera ministro de Educación, fiel amigo de Chávez y de Maduro, recientemente fallecido, consideraba que no había razón para que un maestro ganara más que un obrero? Eso era lo que pensaba Aristóbulo Istúriz, claro, una vez que llegó al gobierno y disfrutó con creces las mieles del poder. Allí fue cuando se le olvidaron sus años de sindicalista y su supuesta pelea por las reivindicaciones de los docentes.
Todo es así con el socialismo del siglo XXI. El que tenga reales motivos para protestar, que se atenga al amedrentamiento y la amenaza, porque el bienestar y el buen vivir es solo para quienes están en la cúpula del poder y los enchufados.
Mientras tanto, los maestros siguen padeciendo la peor de las pobrezas y a pesar de ni siquiera tener con qué pagar un pasaje para llegar a dar clases a la escuela, siguen haciéndolo con mucho sacrificio. Porque de ética pueden ellos darles unas cuantas clases.
La situación que vive este gremio es muy elocuente. Amenazarlos con violencia si reclaman sus derechos es la única manera que este gobierno inhumano tiene para que no le den la vuelta al mundo las imágenes de los educadores exigiendo algo tan básico como que les paguen por su trabajo. Un salario digno. Eso es lo único que piden. La respuesta violenta es más de lo mismo. Se han vuelto predecibles. Pero no por eso hay que callar.
La situación es insostenible. Es evidente que el chavismo no aprecia la educación y sus mandamases prefieren que los venezolanos pidan limosnas en vez de hacer crecer el país. Por eso, se hacen oídos sordos ante las demandas de los maestros. Pero es una actitud que más pronto que tarde les pasará factura, pues si padecen los docentes, padece la sociedad entera. Y esta tiene un límite. Si no que lo diga el pueblo de Barinas.
Editorial de El Nacional