Venezuela tiene tantos años inmersa en una espiral de violencia a todo nivel que pareciera que la población ha empezado a acostumbrarse a este tipo de proceder. Pero eso es inaceptable, por más mínimo que sea. Una sociedad sana es aquella que cultiva el respeto y la tolerancia hacia sus semejantes.
Es imposible combatir la violencia a gran escala, como la que ejerce el Coqui en el oeste de la capital, si antes, a través de la educación, no se tratan de desmontar las agresiones cotidianas, esas que por reiteradas parecen normales.
Lo primero que hay que dejar claro es que los últimos acontecimientos referidos a la violencia de género y que involucran a personas medianamente públicas no son atribuibles a las redes sociales. En estos casos sirvieron para denunciar, para expresar algo que se guardó por mucho tiempo por los motivos que fueran. Es un problema de formación, de valores, de educación. No hagamos de las redes la iguana de Corpoelec. Reflexionemos y asumamos la responsabilidad de mejorar.
Hay que admitir que cualquier agresión, por más pequeña que sea, es violencia. Y se trata de un problema que debe ser primero identificado y luego atendido de la manera más eficiente para erradicarlo. Como medio de comunicación, El Nacional tiene la obligación social de crear conciencia sobre el tema.
Un grito, una grosería, un apretón, una mirada maliciosa, pero también una nalgada a un niño o un castigo fuera de proporción, son todos actos que se ven como normales dentro de las familias. Casi siempre las víctimas de estas agresiones son los más débiles. Pero también el avance por motivos sexuales (hacia la pareja, tenga la edad que tenga) y en contra de la voluntad de la otra persona es un acto de violencia.
Debemos proponernos a cambiar desde lo más profundo, porque hasta la manera de hablar e incluso las letras de algunas canciones de moda son ejemplos de lo que más tarde se puede convertir en una catástrofe. Lo vivimos los venezolanos en estos últimos días y muchos lo seguirán sufriendo, quizás a escondidas, porque no todas las mujeres o los hombres que han sido objeto de abuso se atreven a decirlo públicamente.
Por esta razón, insistimos, la única manera de disminuir los índices de violencia a gran escala es con educación. También hay que asumir que todos, hombres, mujeres y niños, pueden ser víctimas de abuso y que la única manera de salvarlos y de hacer justicia es luchar contra este flagelo desde su origen.
Desgraciadamente nuestra sociedad está enferma, como muchas otras en el mundo. Pero el venezolano además tiene más de 20 años viviendo en un ambiente violento a gran escala. No podemos conformarnos con que eso forme parte de lo que nos define como pueblo.
Editorial de El Nacional