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¡No los quieran tanto!

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¡No los quieran tanto!

   
«Pueblos originarios». Así los bautizó Hugo Chávez, que de la boca para afuera les profesaba todo el amor del mundo y hasta decía que él tenía raza indígena en sus venas. Su sucesor expresa el amor a las tribus venezolanas de una manera más esperpéntica, como solo él y sus amigotes saben hacerlo, erigiendo un espantoso indio de metal en medio de la autopista conocida como Francisco Fajardo. Es una obra mal concebida, hecha por un supuesto artista que no sabe de proporciones del cuerpo humano. Pero ese adorno y el cambio de nombre de la vía a Gran Cacique Guaicaipuro es lo de menos.

 

 

El verdadero discurso, lo que realmente piensan los chavistas de los pueblos indígenas se debe deducir de sus acciones, que siempre son más elocuentes y difíciles de ocultar. Han pasado casi tres meses desde que aparecieron cuatro yanomamis asesinados y que todo el mundo ha denunciado que murieron a manos de militares.

 

 

El suceso ocurrió en marzo en el sector denominado Parima B del Amazonas. Fue un enfrentamiento entre flechas y armas de fuego, solo porque los yanomamis se opusieron a que los militares explotaran oro en sus tierras. Por supuesto que perdieron los indígenas y además tuvieron que enterrar a cuatro de los suyos. Hay dos testigos del hecho que resultaron heridos, pero les salvaron la vida en un hospital de Puerto Ayacucho. Sin embargo, los trasladaron sin aviso al hospital militar de Caracas, donde retienen a uno de ellos, Borges Sifontes; su madre denunció el hecho la semana pasada a través de un activista de Foro Penal.

 

 

¿Esto es tenerle amor a los pueblos originarios? Y eso que se trata de apenas un caso, porque si no los matan los militares que están metidos en el negocio del oro, los matan los mineros ilegales o cualquier enfermedad para la que existe remedio, como los que viven en la Guajira. Nada se ha hecho para ayudarlos en estos 23 años. Y no es que antes hubiera asistencia específica para las diferentes tribus, pues siempre han sido olvidados, pero por lo menos no les destrozaban su hábitat a gran escala.

 

 

En Miraflores tienen que entender que la realidad no la pueden ocultar con un cambio de nombre ─Waraira Repano, Cacique Guaicaipuro─ o con un adefesio en la autopista. El mundo debe saber que los indígenas venezolanos están desamparados. Los que están en el Amazonas, por ejemplo, están en medio de uno de los mayores negocios de extracción de oro, coltán y rodio que le ha dado a todos los enchufados millones de dólares; sin contar con que además tienen que enfrentarse con guerrilleros colombianos.

 

 

Hay que decirlo, con este crimen de los cuatro yanomamis se evidencia la poca importancia que tiene para el gobierno chavista la vida de los últimos pobladores originarios de estas tierras. Y que no venga nadie a decir que Chávez era distinto en este tema.

 

 

Editorial de El Nacional

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