No está linda la mar

No está linda la mar

Una vez más, dedicamos estas líneas a Margarita. Nos hubiese gustado que fuesen, pues es propicia la ocasión, para el canto y  no para lamentar de nuevo la preterición  de que ha sido y es objeto  por parte de un gobierno que se ha atrevido a desafiar el sentimiento popular erigiendo, en Porlamar, de cara al Caribe, una estatua de quien, a través de una retrógrada   recentralización administrativa – puesta en práctica para hacerse con el control absoluto del país – ,  acabó de facto con el régimen  de Puerto Libre, motor del turismo y el comercio insulares. Y a pesar de que se le tiene como espacio idóneo para la celebración de jolgorios y bochinches tercermundistas – que los isleños toleran, no por que traigan aparejados algún tipo de beneficio económico, sino porque, durante esos encumbrados relajos, las autoridades abren las espitas del agua corriente y procuran que la energía eléctrica fluya con regularidad –, el trato dispensado al estado Nueva Esparta convierte a esta región en una entidad de segunda, en la que la calidad de vida linda con la miseria.

 

 

 

Las plagas que azotaron a Egipto podrían ser pálida alegoría de las calamidades que padece la mayor de nuestras islas. Ni siquiera podemos robar un verso a Darío para escribir, por ejemplo, “Margarita, está linda la mar”, pues, por estos días el mal tiempo se ha enseñoreado en ella para hacer aún más desgraciada una temporada vacacional abortada por los bloqueos fronterizos inherentes al “billetazo” madurista, que ha acarreado la cancelación de reservaciones hoteleras que, en buen número, habían hecho brasileños y colombianos a objeto de pasar navidades y año nuevo a la orilla del mar. “Como un balde de agua fría”, cayó, según medios locales, esta noticia sobre los operadores turísticos y los comerciantes que esperaban un repunte en sus actividades; y, para aguar más el caldo y teñirlo de morado, metió su inefable cuchara reguladora la Sundde.

 

 

 

No es Sundde un helado, como sugiere el nombre, acrónimo de una tal Superintendencia Nacional para la Defensa de los Derechos Socioeconómicos – ¿los derechos de quién? –, un burocrático adefesio métome-en-todo que, sin herramientas ni personal idóneo para  analizar objetivamente el desempeño de las tiendas fija, a capricho y por órdenes de Maduro y sus secuaces,  precios de dakazo con la vista concentrada en las encuestas, ocasionando irreparables pérdidas a los establecimientos víctimas de sus atropellos.

 

 

 

Rebajas de hasta 80% les fueron impuestas a quienes mercadean los productos de mayor demanda en este festivo mes, para multiplicar colas, reyertas y escasez. No se trata de productos de primera necesidad. Pero como la oportunidad  la pintan calva y los precios de los alimentos no permiten que se les adquiera, habrá gente que, con el estómago vacío, se conforme con un par de zapatos para comerse las trenzas, como si fuesen espaguetis, a la manera de Chaplin en La quimera del oro. Sí. Porque en Margarita, aquello de comerse un cable no es metáfora, sino retrato de una angustiosa situación. ¿Y el general? Mata y se enamora, dicen.  No, no está linda la mar.

 

 

Editorial de El Nacional

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