No es posible superar la crisis mediante la profundización del modelo actual

No es posible superar la crisis mediante la profundización del modelo actual

 

 

Con la economía más problemática de América Latina rumbo a una situación de impago, existía la esperanza de que el presidente venezolano Nicolás Maduro pudiera descartar el empleo de medidas a medias y encauzar nuevamente al país. Pero, en su lugar, la semana pasada anunció cambios en las políticas que constituyen una ilusión óptica.

 

 

A pesar de que aumentó el precio de la gasolina más barata del mundo un 6.000% (para el combustible de alto octanaje), mantuvo el precio fijo -y gracias a los subsidios del gobierno los venezolanos todavía pueden llenar el tanque por cuatro centavos el galón. Simplificó el sistema de cambio que tenía varios niveles y se prestaba a la confusión y devaluó la inflada moneda nacional, aunque no lo suficiente: en la calle un dólar cuesta por lo menos cinco veces el tipo oficial.

 

 

Como ya advirtió el Premio Nobel de la Paz Oscar Arias desde la Asamblea Nacional de Venezuela la semana pasada, “no es posible superar la crisis mediante la profundización del modelo actual, sino solamente abandonándolo”.

 

 

Sin embargo, con sus medidas Maduro consiguió una cosa: solidificó el consenso de la oposición venezolana para querer quitarlo del cargo por las vías constitucionales.

 

 

La tasa anual de inflación podría alcanzar más del 700% y el Producto Interior Bruto se reduce un 8% este año. El derrumbe de los ingresos por el petróleo amenaza la capacidad del gobierno de cubrir más de 20,000 millones de dólares para el pago de bonos, las importaciones del sector del petróleo y la devolución de los préstamos a China que vencen este año. La única forma de evitar caer en situación de impago es que los precios del petróleo repuntaran hasta unos 70 dólares, escribió la consultora Oxford Economics en una nota a sus clientes. El crudo pesado de Venezuela obtiene en la actualidad menos de 30 dólares por barril.

 

 

Incluso entonces, el gobierno podría verse obligado a reducir las importaciones de alimentos y medicinas en mayor cuantía, empeorando así la escasez crónica y provocando potencialmente una revuelta social.

 

 

La perspectiva de insolvencia ha llevado al gobierno, sin embargo, a adoptar medidas para su autopreservación. Es el caso de la reciente creación de una nueva compañía petrolera que no informará a Maduro ni a PDVSA sino únicamente al Ministerio de Defensa.

 

 

Muchos opinan que con esta maniobra se busca que los militares obtengan una participación directa en la única fuente confiable de divisas. “Eso es un robo, así de simple”, dijo Gustavo Coronel, consultor petrolero y ex director de PDVSA. Según otra versión, el gobierno quiere proteger los activos del petróleo al trasladar las explotaciones de PDVSA a una nueva compañía teóricamente más allá del alcance de los acreedores.

 

 

Una teoría más preocupante es que las Fuerzas Armadas estén asumiendo un rol de mayor control en la economía de Venezuela, al igual que los ‘ejecutivos militares’ de Cuba o la emprendedora Guardia Revolucionaria de Irán.

 

 

Lo que está claro es que la frustración social por la gestión de Maduro va en aumento, junto con las predicciones de que no podría llegar a terminar su mandato, que finaliza en 2019.

 

 

El mes pasado, la Asamblea Nacional liderada por la oposición rechazó la propuesta de Maduro de obtener poderes excepcionales para hacer frente a la crisis económica. Maduro entonces simplemente se dirigió a la Corte Suprema y revocó la decisión del congreso. “La Corte Suprema es nuestro Muro de Berlín”, dijo el ex diplomático venezolano Diego Arria, un prominente disidente.

 

 

Mientras Maduro mantenga el control, romper ese muro parece poco probable. La buena noticia es que este ‘impasse’ ha llevado a que las facciones de la oposición estén más unidas: Aun cuando uno de los líderes, más conciliador, ha pedido un referéndum popular para recortar el mandato de Maduro, otro ha argumentado que se le condene por ‘abandono del cargo’, una medida que requeriría un simple mayoría de los votos parlamentarios.

 

 

Deponer a un líder electo que ha puesto la nación en riesgo es políticamente peligroso -millones de venezolanos permanecen fieles a la revolución, si bien no a Maduro- pero también es una salvaguardia que figura dentro de la constitución nacional. Los demócratas de Venezuela necesitan ir en esa línea si quieren contar con el amplio apoyo que van a necesitar para rescatar a la nación de su actual gobierno, corregir su economía y evitar la convulsión social.

 

 

La desesperación de Venezuela se mide en términos de las extremas proposiciones que están actualmente sobre la mesa.

 

 

 

Fuente:bancaynegocios.com

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