No a las Petrorreformas

No a las Petrorreformas

 

 

Tal vez sea mera casualidad la convergencia del irresistible e indetenible descenso de la popularidad del Gustavo Petro y la decisión de eliminar la homónima criptomoneda respaldada por el petróleo, creada por la administración Maduro, dada su escasa utilidad y poca confianza que inspira. A propósito de esta azarosa concurrencia, viene a colación una frase escrita por Carlos Marx en las páginas iniciales de El 18 brumario de Luis Bonaparte: «Hegel dice en alguna parte que todos los grandes hechos y personajes de la historia universal aparecen, dos veces […] una vez como tragedia y otra, como farsa».

 

 

Para este editorial, la tragedia nacional comenzó hace un cuarto de siglo, cuando, en unas elecciones de abstención récord, un teniente coronel golpista se impuso en los comicios de 1998, los últimos arbitrados por un ente electoral independiente; la farsa está «en pleno desarrollo», como diría un periodista uruguayo de ciclópea mirada, y se escenifica en  Colombia, donde el antiguo guerrillero del M-19 fue ungido presidente en segunda vuelta, gracias al voto de una población irredenta y frustrada por décadas de pobreza, desigualdad y desatención de parte de gobiernos conservadores y liberales —¡la misma miasma!, habría dicho Teodoro Petkoff— , y cuando aún no ha cumplido un año en la Casa de Nariño comienza a mostrar las costuras.

 

 

Tras el destape de la olla podrida de los escándalos y denuncias de corrupción que implican a su gobierno, el mandatario sólo cuenta con 26% de respaldo a su gestión y ello se reflejó en la llamada «Marcha de la mayoría», que logró movilizar a millares de manifestantes en Bogotá, Medellín, Barranquilla, Cali, Bucaramanga y otras localidades del país vecino. En la capital, las marchas y concentraciones contra las medidas de orden social y económico que Petro pretende someter a la aprobación del Congreso, paralizaron el TransMilenio —sistema superficial de transporte público— y, a juicio de algunos medios, el mensaje es claro: «No a las Petrorreformas»; reformas que involucran la libertad de prensa, tal se deprende de pancartas con la leyenda «La prensa se respeta».

 

 

Ojalá en Venezuela nos hubiésemos opuesto con similar ahínco a la «hegemonía mediática», impuesta desde Miraflores y defendida fervorosamente por Andrés Izarra. Entonces y ahora otro gallo estuviese cantando.

 

Editorial de El Nacional

 

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