Es bien sabido que desde que Hugo Chávez llegó al poder no hay manera de obtener datos que expongan la realidad del país. Ni siquiera el Instituto Nacional de Estadística se digna a publicar nada, con la intención de que desde los empresarios y las instituciones hasta el ciudadano común anden a ciegas. Lo que pasa es que siempre hay alguien que saca la cuenta. Así como las universidades se unen para generar la importante Encuesta de Condiciones de Vida, así hay otros organismos que hacen el trabajo, como la Unión Nacional de Empresarios para la Tecnología en Educación.
Es oportuno lo que declaró recientemente José Antonio García, portavoz de Unete: más de 1.700.000 niños y adolescentes menores de 15 años están fuera del sistema escolar. Es bueno que se diga porque ya comenzaron desde Miraflores con el cinismo de que en octubre empezarán clases presenciales.
Dicho así, no tiene la resonancia debida, pues se trata de muchachos no escolarizados, de una deserción que siempre ha existido, acotarán los del régimen. Pero si a eso se suma otro dato que maneja el organismo, la cosa se pone más grave: alrededor de 32.000 niños se han visto forzados a trabajar en la calle en los últimos 2 años. Si se hace memoria, más de uno recordará aquella vez, al principio de esta pesadilla, cuando el hombre del «por ahora» aseguró que se cambiaría el nombre si dejaba un solo niño en la calle. ¿Será por eso que lo comenzaron a llamar el intergaláctico?
Venezuela tiene un índice de pobreza de más de 70%, eso se sabe gracias a la Encovi, y por eso los muchachos en vez de ir a la escuela (ni pensar que pueden estudiar por Internet) salen a buscar su sustento. Dice Unete que los trabajos que encuentran son de escarbadores de basura, de embolsadores en los mercados, limpieza de parabrisas en el tránsito de las ciudades, cargadores de cajas y hasta mineros ilegales. Este régimen les ha robado la infancia a miles de venezolanos.
El INE no publica cifras sobre el trabajo infantil desde 2008. Es decir, Chávez, si es que alguna vez preguntó sobre este detalle, se llevó este secreto tan cruel a la tumba, porque está visto que no hizo nada para resolverlo, como tantas veces prometió. ¿Y qué podemos esperar del heredero? Nada. Así duela decirlo. Está demostrado que los niños nunca han entrado en su lista de prioridades. Nicolasito ya creció…
¿Quién no entiende ahora, con datos como este, la popularidad de las bandas delictivas en los barrios de las ciudades? A veces no tienen más opción, como bien lo reconoció la Conferencia Episcopal Venezolana en su comunicado la semana pasada.
Por más que nos ahoguen los problemas, las elecciones, las negociaciones en México, el estado de Petróleos de Venezuela, lo que se roban diariamente, el avión que se fue de madrugada a La Habana, no se puede dejar pasar una realidad como esta. Y hay que denunciarla a los cuatro vientos, porque cuando acabe esta pesadilla, todos somos responsables de devolverle a esos niños su infancia perdida.
Editorial de El Nacional
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