A las 6:00 de la tarde unos niños estaban jugando en el estadio Las Malvinas, detrás de la urbanización Don Flores donde vivía Yennifer Secundina Bonilla Bonilla (29 años) y su pareja, William Colmenárez (34 años), quien la mató y descuartizó.
Por un momento, la pelota se les fue a un costado y al irla a recoger se percataron de una bolsa negra, la movieron y ahí, adentro, estaba la cabeza de la víctima.
Le avisaron a otros jóvenes que se encontraban en el lugar y verificaron que se trataba de la mujer. Ya las personas mayores le habían indicado a los infantes que de hallar algo tenían que informarlo y así fue; luego se le dio parte a las autoridades quienes llegaron al sitio.
La cabeza presentó un machetazo por la parte superior izquierda, con un ojo abierto y otro cerrado. El rostro ensangrentado, con algunos morados y la boca semi abierta. El cabello no lo tenía por completo, en la región frontal faltaban algunos mechones. Alrededor del hallazgo, estaban unos guantes y envases de suero oral.
La zona fue rastreada el jueves y ayer por los efectivos del Cuerpo de Investigaciones Científicas, Penales y Criminalísticas de la región sin lograr el objetivo, por lo cual se presume que fue ayer en la tarde que pudieron haber lanzado la bolsa. También habían revisado el caserío Los Ortices, Playa Bonita, El Pueblito y hasta la vía hacia la autopista La Florencia, en éste último, se dijo que últimamente habían muchos zamuros buscando carne cerca de la zona.
Tales presunciones, a su vez, dejan a la imaginación que William Antonio Colmenárez Escalona, no estaría actuando solo sino que pudieran creerse que tiene un cómplice, pues los relatos apuntan que el llamado «Monstruo de Don Flores», no se encuentra en Quíbor, ya que, después que se fue en un mototaxi de su casa, la tarde del miércoles, cuando supuestamente iba a buscar el cerrajero, lo llevaron hasta una entidad bancaria frente al museo, desde donde hizo dos llamadas: una al primo para que llevara al niño a la vivienda donde esperaban los familiares de Yennifer y la otra donde dijo «no puedo. Me voy y no sé a dónde».
Seguidamente el mototaxista lo trasladó hasta la estación de autobuses que salen a Barquisimeto y se montó en uno. Posiblemente, el hombre se trasladaría hasta Sanare donde tiene familia o hasta Acarigua, donde además vive su hijo mayor, de unos 10 años, quien tiene condiciones especiales.
Su paradero es desconocido, sin embargo, las autoridades están tras sus pasos. Pareciera que sus actuaciones han sido copiadas de algún libro de magia negra que leía o una de las películas de terror que solía ver. Hasta ahora faltan las vísceras y parte de los pies, sin embargo, uno de los familiares, informó que posiblemente hoy le entreguen los restos del cadáver para darle cristiana sepultura.
Conmoción familiar
Quíbor, capital del municipio Jiménez, posee un aproximado de 80 mil habitantes, quienes en los últimos meses han sido testigos de gran cantidad de homicidios. Algunas personas aseguran que se encierran e incluso, a las 05:00 de la tarde, los comerciantes bajan sus santamarías por miedo a ser víctimas de un atraco, pero nunca habían presenciado un aberrante y dantesco crimen como el que se conoció la noche del miércoles cuando encontraron descuartizado el cuerpo de una mujer.
“Todo el pueblo lo comenta. Estamos conmocionados” dijo una habitante del sector Don Flores, quien pasó la mañana del viernes por la vivienda donde cometió el asesinato. La noticia le ha dado la vuelta al país y hasta fuera de él. Las redes sociales se han encargado de divulgar fotos y especulaciones de lo acontecido. “En la escuela dicen que los niños no han dormido por lo que han escuchado”, recalcó.
Mientras que en la esquina 15 con calle 23 B del barrio Bolívar, se encontraban los familiares de “La Guerrera”, como bautizaron a Yennifer. Sentimientos encontrados dejaban expresar en sus rostros y aunque se hacen los fuertes para no demostrar debilidad ante el pequeño hijo de la occisa, por momentos se derrumban pero vuelven a levantar el ánimo para además rezar y encontrar al homicida y que se haga justicia.
“Ese hombre no tiene perdón de Dios”, dijo José Ramón Bonilla, padre de la víctima y quien trabaja en la cría de animales mientras su esposa, Públita Rosa Bonilla, se dedicaba a las labores del hogar. El triste padre dejó ver las lágrimas en su rostro, cuando recordó la infancia de “La Guerrera”: “Era bonita, alegre, trabajadora desde siempre y ayudaba a mucha gente. Era una maravilla, cuando nació la alegría era muy grande porque fue la primera. Quiso estudiar pero se enamoró. Yo estoy mal, no imaginé perderla así.Esta mañana fui a su casa y no aguanté, empecé a llorar sólo de imaginar lo que le hicieron”. Espera que agarren a ese “animal, ese monstruo”, como lo calificó.
La sed de justicia es grande, pero más el amor que sintieron por Yennifer Secundina y que ahora se lo harán llegar a sus hijos, tres de los cuales están con ellos y los dos mayores con sus respectivos padres, de quienes hasta ahora no han tenido noticias.
Fuente: El Impulso