Decían sus allegados en el transcurso de las Navidades que Neymar Júnior no se había planteado dejar París en el verano de 2018, por más que le agradara la idea del cortejo que emprende el Real Madrid para ficharle. Añadían que en 2019 la situación podría ser favorable a un cambio de domicilio, pero que ahora no parecía el caso. La razón, señalaban, es el confort. La tranquilidad y las prerrogativas de que goza en el PSG, consentido y adulado por los dirigentes lo mismo que por el entrenador, Unai Emery, le tenían encantado a pesar de que la mayoría de sus compañeros le observan con incredulidad. Neymar vivía una segunda adolescencia entre los campos de entrenamiento de Saint-Germain en-Laye y su mansión de la villa chic de Bougival. Estaba feliz porque se sentía el dueño del equipo y el ídolo incontestable de la masa social. Hasta este miércoles, al menos. Porque el miércoles por la noche sucedió algo extraordinario: por primera vez en su carrera, su público, el público del Parque de los Príncipe, le dedicó una sonora pitada.
Neymar, de 25 años, abandonó el recinto furioso. Acababa de meterle cuatro goles al Dijon en la mayor goleada (8-0) de la historia del PSG en la Ligue 1. Llevaba el balón bajo el brazo, a modo de souvenir y de homenaje a sí mismo. Canal+ le había elegido como hombre del partido y un cámara le esperaba para entrevistarle, pero se negó. Sus compañeros se quedaron sobre la hierba celebrando la hazaña frente al graderío mientras el brasileño se hundía en el túnel de vestuarios.
Neymar, que fichó por el PSG para constituirse en el vértice de la pirámide, no pudo reprimir una expresión de desagrado. El público se pasó la noche ovacionando a Cavani. El uruguayo se presentó al partido con aire reivindicativo. A sus 30 años sumaba 155 goles y estaba a dos tantos de igualar y superar a Zlatan Ibrahimovic como máximo goleador de la historia del PSG. Cuando metió un gol de cabeza (el 3-0, tras el doblete inicial de Di María) la gente comenzó a gritar su nombre con anhelo. Le faltaba un tanto para batir el récord. En el minuto 81 provocó un penalti. La multitud comenzó a clamar para que lo tirase: “¡Ca-va-ni, Ca-va-ni…!”. Pero él agachó la cabeza y salió del área. Neymar ya había cogido la pelota en medio de la pitada. El brasileño ejecutó el penalti y marcó el octavo gol de la noche. El último. Esta vez, sin celebración. Su rostro se nubló. Cavani le aplaudió y acudió a abrazarle.
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