El número uno se deshace del ruso a partir de una exhibición con el reverso: 6-3 y 6-2, en 1h 18m. Figura entre los ocho mejores por 14ª vez seguida y se medirá a Thiem, verdugo de Djokovic (6-7, 6-2 y 6-3)
Nadal devuelve de revés contra Khachanov, este jueves en Montecarlo. ERIC GAILLARD REUTERS
Suspiros, resoplidos y sobre todo gruñidos, porque no había manera. Hasta la risilla floja se le escapaba al bueno de Karen Khachanov, impotente y resignado porque corrió lo que no está en los libros, contra la propia naturaleza de su juego, y ni aun así pudo hacerle cosquillas a Rafael Nadal. El número uno rubricó una nueva victoria en Montecarlo, tan convincente o más que la del día anterior, y dispara el nivel cuando la gira sobre arcilla apenas acaba de comenzar. Desplumó al joven ruso por 6-3 y 6-2 (en 1h 18m) y este viernes (hacia las 13.00, Movistar+ D2) afrontará un examen de altura contra Dominic Thiem, verdugo de Novak Djokovic (6-7, 6-2 y 6-3) y señalado como su heredero en la tierra.
“Hoy he jugado mejor que ayer”, valoró el de Manacor, de 31 años. “He controlado los intercambios contra un jugador al que le gusta ser agresivo, así que eso es muy positivo”, prolongó. “Aún no estoy al cien por cien, pero conforme juegue partidos y torneos iré mejorando. He superado a dos rivales difíciles y contra Thiem aún lo será más. Le pega muy fuerte a la pelota y si él impone el ritmo será complicado ganarle”, previno.
Superada la propuesta plana de Aljaz Bedene en el estreno, este jueves Nadal abordaba un planteamiento totalmente distinto. Enfrente, un gigantón joven (1,98 y 21 años) y pegador, de los que revientan la bola a la que pueden y carburan a partir de su servicio. Un representante más de la nueva generación a la que el mallorquín le tiene más que tomada la medida, porque a excepción del australiano Nick Kyrgios –en la hierba de Wimbledon, edición 2014– no hay cadete que haya podido hincarle el diente en las últimas temporadas. Así que Nadal, para la juventud, es un verdadero terror.
Como en el debut, el balear dispuso lo mejor de su repertorio. Gobernó desde la línea de fondo con un metrónomo en la mano, moviendo de un lado a otro a Khachanov hasta que el motor del ruso gripó y mentalmente se consumió. Ahora bien, la protagonista esta vez no fue la derecha, sino el revés. El rival insistió por esa vía, pensando que tal vez por ahí podía podría rascar algo, y se equivocó. Nadal ofreció un recital con el reverso, bien para contragolpear o bien para tirar uno de esos paralelos que quitan el habla, y añadió además unos niveles de servicio soberbios, a pesar de cederlo una vez en el primer set.
El ‘factor servicio’, clave en uno y otro sentido
El plan de Khachanov (solo 10 winners) también marcaba en rojo el saque para tener alguna opción, pero en ese sentido no tuvo el día y el número uno se lo arrebató cuatro veces: en el arranque de los dos parciales y un par de veces más, para 5-3 en el primero y 4-1 en el segundo. Puesta la puntilla y sellado el pase a cuartos (por 14ª vez consecutiva; solo falló en 2003 en esta ronda), volvió a dar la sensación de que a Nadal se le hizo otra vez la tarde corta, como si le quedasen chispa y gasolina para continuar jugando dos o tres parciales más, en formato Grand Slam ya. Mientras, su adversario abandonó la pista Rainiero III jadeando y Thiem, el próximo, observaba desde un set televisivo situado en lo alto de la grada, temiendo tal vez la que se le puede venir encima.
El austriaco, de 24 años y siete del mundo en estos momentos, representa ahora mismo la oposición más firme a Nadal en la tierra. Con Andy Murray fuera de combate y Djokovic y Wawrinka en sus respectivas nubes, él es el hombre que mejor domina el registro terráqueo y el único que consiguió frenarle el año pasado. Fue en los cuartos de Roma, aunque previamente el español le zarandeó en Madrid y Barcelona, y en junio en las semifinales de Roland Garros. No obstante, Thiem tiene buenos mimbres y un golpeo durísimo desde ambos perfiles. Este jueves tuvo que remontar ante Nole, al que se le apreció una ligera mejora, pero otra vez derrotado pronto en un torneo. Algo que, inexplicablemente, hoy por hoy ya no es noticia.
El País