El español Rafael Nadal volvió a demostrar hoy que el golpe más importante de su tenis está en la
cabeza y avanzó a las semifinales del Abierto de Australia sobreponiéndose a dolores, dudas y mal juego.
Número uno del mundo, Nadal batió al búlgaro Grigor Dimitrov 3-6, 7-6 (7-3), 7-6 (9-7) y 6-2 para situarse en la penúltima ronda del torneo, en la que el viernes se medirá ante Roger Federer, ganador de la última llave de cuartos de final ante el británico Andy Murray.
«Espero que ustedes lo hayan disfrutado, yo sufrí un montón», dijo un sincero Nadal al público tras un partido de difícil explicación y que Dimitrov dejó con lágrimas en los ojos una vez que
la derrota estaba consumada.
El inicio de Nadal fue sumamente extraño. No se movía bien, pisaba con cuidado y dudas, pegaba los tiros con el brazo, sin usar el resto del cuerpo. Y sacaba a 170 kilómetros por hora, muy por debajo de lo habitual, incluso a 140 o 130 en el segundo servicio.
La ampolla sangrante en la mano izquierda era la explicación. Enfrente, Dimitrov, de 22 años y 22 del ranking mundial, mostraba todo su repertorio y, en sus primeros cuartos de final de Grand Slam, ese revés con slice que cada vez más admiración genera en el circuito.
«Tiene todo para ser un gran campeón, muchas similitudes con Roger. Si sigue jugando a este nivel va a estar muy, muy arriba», aseguró Nadal tras la victoria.
Tras el 6-3 claro del búlgaro, apoyado por una bulliciosa y agresiva hinchada que llevó a quejas de Nadal ante el juez de silla, Carlos Bernardes, el segundo set desembocó en un tie break.
El partido parecía por momentos un Nadal-Roger Federer, tan parecido es el juego del búlgaro al del suizo. Y Nadal celebró la conquista del tie break como si, en efecto, estuviera jugando un
partido clave ante el ex número uno.
Primero, en cuclillas y gritando el punto tras situarse en set point con un gran tiro paralelo, y luego, explotando como un boxeador en el ring tras un notable revés corto con slice cruzado para sellar el tie break con un 7-3.
El tercer set comenzó turbulento, con dudas desde ambos lados de la red. Dimitrov dispuso de un break point para 3-1, pero en vez de eso se encontró 4-2 abajo. Nadal volvió a flaquear con su servicio, que entregó con una doble falta, y un rato más tarde Dimitrov ganaba 5-4.
Y entonces, con Nadal sacando 5-6 y 30-30, ocurrió algo impensable: el español pegó una volea con el marco de su raqueta y convirtió el tiro en home-run. Segundos después, con set point a favor, Dimitrov hizo exactamente lo mismo.
El set desembocó en un tie break con fuerte aroma a momento de la verdad. Nadal tuvo ventaja, pero encadenó tres errores no forzados para darle otro set point al búlgaro: 6-5 y su saque.
Dimitrov sacó a 201 kilómetros por hora, abrió la cancha a la izquierda de su rival y tuvo todo libre para definir de derecha al otro sector: la tiró afuera. Definición con seca volea de revés y Nadal sacando 6-7 para otro set point a favor del búlgaro, y Nadal reaccionó a la perfección.
Saque abierto al revés, ataque al otro extremo y volea cambiando otra vez la dirección. Set point para Nadal con Dimitrov sacando 7-8 y otra vez el búlgaro mostrando todos los límites de sus 22 años: la cancha vacía y la derecha, una vez más, afuera. Nadal celebró apretando el puño, pero por respeto, no gritó.
«Tuve tanta suerte… Sentí que todo podía pasar en ese tercer set», admitiría luego el número uno del mundo.
La mano del campeón sangraba debido a una ampolla reventada -«me molesta en especial para sacar»-, y la pausa sirvió para cambiarle la protección mientras en su banco Dimitrov buscaba calmar el enojo que sentía y concentrarse para luchar por llegar a un quinto set. Nadal ya no dudaba al correr y sus tiros cargaban con menos dudas.
Dimitrov perdió el saque y quedó 2-0 abajo en el inicio del set, y poco después 3-0. Ya no había partido: Dimitrov sabía que había dejado pasar una gran oportunidad y Nadal disfrutaba del tramo final de otra batalla casi imposible y así y todo ganada.
Fuente: Infobae