Ser la estrella, el rey de la noche, tiene también sus inconvenientes, y cuando la calidad del sexo se relaciona con las medidas, el pene carga siempre con toda la responsabilidad, al ser considerado el instrumento proporcionador de placer por excelencia.
Su homólogo femenino, la vagina, mucho más modesto, ha quedado siempre en la sombra, como un mero receptáculo o garaje donde aparcar el jaguar, y ya sabemos que a los garajes no se les exige demasiado. Sin embargo, las condiciones de esa parte de la anatomía de la mujer son bastante determinantes a la hora de tener unas relaciones sexuales satisfactorias, tanto para él como para ella.
En la India no desconocen este dato y el pasado año saltó a la luz la polémica en torno a un anuncio que publicitaba una crema milagrosa, 18 Again, que prometía rejuvenecer la vagina y volver a sentir como la primera vez. Al ritmo y estilo de Bollywood y con la banda sonora del tema de Madonna, Like a Virgin, una pareja expresaba su contento tras haber probado el producto, mientras una abuelita se las prometía muy felices mientras compraban, vía online, la crema que cambiaría su vida.
Annie Raja, de la Federación Nacional de Mujeres de la India, declaró a la BBC que el anuncio reafirmaban la visión patriarcal de que la mujer debe llegar virgen al matrimonio; mientras los fabricantes del producto se defendían diciendo que su formula daría más poder a la mujer en el terreno sexual y además le ayudaría a evitar infecciones.
Si en torno al pene hay multitud de leyendas y falsos mitos, la vagina no se queda atrás, ya que el estar escondida, fuera del alcance de la vista, fomenta todavía más las fantasías animadas de ayer y hoy. Una de esas falsas ideas es que su tamaño varia tanto como el del pene y que las hay grandes y pequeñas.
Sin embargo no es así, y sus medidas son bastante estándar. Los barómetros que todavía se utilizan hoy son los de los famosos estudios llevados a cabo en los años 60 por Masters y Johnson, que midieron 100 vaginas de mujeres que nunca habían estado embarazadas.
El tamaño medio oscilaba entre 6 y 8 centímetros sin excitación, mientras que en las de las que habían sido estimuladas sexualmente, las medidas aumentaba de 10 a 11,5 centímetros, porque la vagina, como el pene, se crecen cuando la situación así lo requiere.
Los profesionales y entendidos en la materia gustan de describir este órgano sexual femenino como un espacio virtual que puede dilatarse y encogerse a voluntad para abrazar al pene, lo que explica que la longitud de éste último no sea –excepto en casos muy extremos– tan determinante como se cree para disfrutar del sexo, ya que la vagina tiene la “amabilidad” de adaptarse a las necesidades de sus huéspedes.
La ginecóloga Paloma Andrés, con consulta en Madrid, señala como la creencia de los diversos tamaños es totalmente errónea. “Algunas mujeres vienen a la consulta porque experimentan dolor durante el coito y piensan que tal vez el problema es que deberían tenerla más grande. Lo más habitual es que se trate de una mala o insuficiente estimulación sexual o incluso problemas de vaginismo –los músculos de la vagina se cierran involuntariamente impidiendo o haciendo dolorosa la penetración-.
Existe también la posibilidad de que haya un tabique, una membrana que impide la elasticidad, pero esto no es muy frecuente y obedece a malformaciones congénitas”.
Más que la longitud, lo importante en el órgano genital femenino es su firmeza y que los músculos estén suficientemente tonificados, ya que así la pared vaginal estimulará más al pene y, al mismo tiempo, la mujer sentirá más la penetración.
Una vagina distendida es uno de los mayores enemigos del buen sexo, pero contrariamente a lo que se piensa, esta excesiva relajación no proviene de haber tenido el garaje al completo, con coches entrando y saliendo. De hecho, como comenta Paloma Andrés, “mantener relaciones sexuales satisfactorias es una de las mejores maneras de conservar a tono el área, –las contracciones del orgasmo son un entrenamiento excelente– junto con los ejercicios que trabajan el suelo pélvico, los que popularmente se conocen como de Kegel”.
La elasticidad es una de las grandes características del área que nos ocupa, si pensamos que este órgano puede albergar tanto un tampón como servir de pasillo por el que salga un bebé. “Es un tejido muy agradecido y que se recupera con bastante facilidad”, apunta esta ginecóloga, “sin embargo los partos difíciles o algunas episiotomías –cuando se abre el canal vaginal con una incisión para facilitar el parto– pueden dañarlo, por lo que hará falta la fisioterapia del suelo pélvico”.
Las mujeres europeas tienen la sana costumbre de cuidar su suelo pélvico y revisarlo de vez en cuando, especialmente tras dar a luz o cuando les llega la menopausia, pues la edad hace que la fuerza de gravedad sea cada día más evidente y palpable y que los tejidos, incluidos los del área genital, vayan adelgazando y perdiendo firmeza. Pero también hay otro tipo de clientas: las que nunca han experimentado orgasmos, quieren controlarlos mejor, o las que se inician en la vida sexual, ya que el placer se ejercita con la practica y la fisioterapia del suelo pélvico puede hacer que este proceso de descubrimiento del propio cuerpo y las sensaciones sea mucho más corto.
Según Antonio Meldaña, especialista en fisioterapia uroginecológica –el término preciso para denominar esta especialidad– y con consulta en el Servicio de Urología del hospital San Rafael, en Madrid, “la fisioterapia del suelo pélvico es la practica que ayuda a tonificar la pared vaginal y para ello hay toda una serie de técnicas que incluyen ejercicios para fortalecer los músculos, fisioterapia, electroestimulación, dilatadores vaginales…
Muchas mujeres no son ni siquiera conscientes de esta parte de su cuerpo, otras la saben contraer –como cuando cortamos la salida de orina cuando estamos meando, lo que no es aconsejable porque puede producir infecciones urinarias– pero no pueden mantener la contracción mucho tiempo, lo que nos dice que los músculos no están muy tonificados”.
Otra herramienta muy popular para trabajar esta parte de la anatomía femenina son las famosas bolas chinas, pero con matices, como explica Meldaña,“tienen sus indicaciones y no son para todo el mundo. Muchas mujeres se las ponen mal o a menudo simplemente no son el tratamiento adecuado y luego las destierran porque les resultan ineficaces.
Siempre es mejor consultar antes a un experto”.La mala conservación de estos músculos no siempre obedece a los partos o la edad. “Tenemos casos de mujeres relativamente jóvenes que no han tenido muchas relaciones sexuales y que llevan una vida sedentaria. Es otro grupo de riesgo que puede necesitar de este tipo de rehabilitación”, comenta Meldaña, que ha tenido clientas de 81 años, “siempre hay una cierta capacidad de recuperación, incluso cuando la paciente es bastante mayor, aunque no todos los casos se recuperan con fisioterapia, a veces es necesario recurrir a la cirugía”.
Javier del Pozo, ginecólogo y cirujano ginecológico y de suelo pélvico, del Centro Teknon, en Barcelona, es experto en vaginoplastia o cirugía de rejuvenecimiento vaginal, la última opción para las mujeres a las que la fisioterapia no les ha funcionado. “La operación consiste en abrir la vagina posterior y reducir los músculos elevadores y transversales del perineo y las fascias”, comenta del Pozo, “en una palabra rejuvenecerla. Nuestras clientas suelen ser mujeres de 45 a 50 años que han tenido varios partos tras los cuales su vagina ha quedado ampliada y sin tono, no han obtenido la respuesta deseada con la fisioterapia y además son mujeres con una buena respuesta orgásmica, personas que disfrutan del sexo y que no quieren renunciar a él.
Antiguamente cuando la mujer llegaba a esta edad y se encontraba con este problema se resignaba a que su vida sexual estaba llegando ya al ocaso, ahora las mujeres no se conforman y buscan una solución. Es más, la mayoría aprovecha para hacerse, al mismo tiempo, una reconstrucción estética de su pubis, cortar los labios menores si sobresalen y dejarlo como el de una mujer 20 años más joven”.
Unos músculos pélvicos en condiciones favorecen también la lubricación genital, otro de los problemas a los que enfrentarse con el paso del tiempo. Por una vez, y sin que sirva de precedente, la naturaleza ha sido más benefactora con el género femenino y el proceso de envejecimiento, a nivel sexual, es más sostenible que en el hombre. Ellos tiene que mantener erguido su estandarte, nosotras tan solo debemos ejercitar nuestros músculos y mantener limpio el garaje. En el peor de los casos, solo necesitaremos un buen lubricante.
Fuente: Ver.bo