Estar detrás de las cámaras lo llenó de gloria. También lo convirtió en una cátedra humana en producción cinematográfica para las nuevas generaciones interesadas en el séptimo arte tras el triunfo de su ópera prima Azul y no tan rosa en los Premios Goya 2013 en la categoría de mejor filme hispanoamericano.
Relajado, sin poses y con una sonrisa que parece tatuada en sus labios, Miguel Ferrari, responde que “al cineasta venezolano le falta arriesgarse”. Tenerlo presente lo condujo a abordar con drama y comedia la homosexualidad, transexualidad y violencia de género en 120 minutos.
Desde el Centro de Arte de Maracaibo Lía Bermúdez y como invitado del Departamento Audiovisual-Cine Club Universitario para dictar un taller de formación, se mostró contento por compartir su conocimiento. Admira la iniciativa de las instituciones.
Confesó que lloró mientras escribió el guión de la cinta, otras veces reía, porque “el proceso se trató de disfrutar las reacciones de la inspiración”. Después de revisar 11 veces revisó la producción concluyó que tenía la versión definitiva. “No buscaba la perfección porque la perfección no existe sino un resultado que diera gusto”.
La experiencia como actor le facilitó el trabajó del rodaje con el elenco que él mismo escogió de forma minuciosa y atendiendo a su instinto. No les gusta la prisa ni en el estrés en el set. Para Ferrari, “es indispensable que el actor esté relajado antes y durante la escena”.
Ofrecer un café, agua y hasta una silla marcó la diferencia. “Nadie quiere a alguien protagonizando con tensión, cansancio o deshidratación”. Destaca que “tener a un actor contento es garantía de que todo fluirá sin problemas porque los actores aportes emoción.”.
Como un maestro
Frente a futuros cineastas, Ferrari señaló que “los movimientos de cámara responden a una intención, representan algo que se quiere contar o traducen una expectativa”.
En su rol de maestro, indicó que “se pueden estructurar primero los personajes y luego la historia porque todas las historias surgen de manera diferente”.
Hay claves para alcanzar el éxito en la gran pantalla. A su juicio, “lo más importante es la investigación” porque admite que “hacer una película no es nada fácil pero en dirección y realización técnica se ha avanzado en Venezuela”.
¿Ya se puede decir que es competitivo el cine venezolano?
La película venezolana puede equipararse a cualquier película a nivel mundial y pasa los estándares de control de calidad sobre todo en la técnica.
¿Sólo por eso?
Nuestras películas carecen de historias, de guiones estructurados, sólidos y que se atrevan a hablar de otras cosas.
¿A qué lo atribuye?
A que todavía al cineasta en Venezuela le falta arriesgarse más, ser más valiente, no ponerse obstáculos a la hora de desarrollar cualquier tema. Falta más formación en el país en cuanto al tema del guion. Nunca se podrá hacer una película buena si se parte de un guión irregular.
¿El buen director se forma en la escuela o en calle?
Los directores no deben perder la sintonía con la calle. Eso es lo más importante. Cuando se pierde relación con lo que pasa, las angustias, sueños o los objetivos que tiene la gente frente a las cosas que le preocupan, las historias no conectan con los espectadores que son a quienes finalmente se va ver sus películas. Si no se conectan con ellos, no tendrá ningún sentido.
¿Ve a Venezuela como una película?
No como una sino como cientos de películas. Latinoamérica es una región muy creativa donde hay muchas historias que contar. Las miradas se están volviendo hacia ella porque se ofrecen historias frescas.
¿En qué género la encajaría?
En la tragicomedia porque la vida es tragicómica. Es una combinación de ambas.
¿Drama, diversión y dinero en una película es una buena fórmula? ¿Qué más agregaría?
No quedarse en la superficie sino ahondar con personajes que conecten con la gente. Se hacen películas para la gente que va a pagar una entrada y dedicará dos horas de vida para viajar con los personajes. El espectador se merece el mayor respeto.
¿Es la censura una batalla en el cine?
Si un director se censura, fracasa.
¿Qué hacer para evitarlo?
Un director debe responder sin prejuicios y sin autocensurarse. Tiene que explorar el lenguaje cinematográfico sin pensar en el qué dirán, cómo se recibirá su mensaje sino hacerlo desde los sentimientos.
¿Ese es su secreto?
Sí, asumir sin miedo.
Fuente: Otra Sección