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Mentiras maduras

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Mentiras maduras

No hay nada que debilite más a un gobierno que la falta de consistencia entre lo que predica y lo que hace. Un buen ejemplo lo vimos durante el mandato del presidente Chávez, que se destacó por usar la estrategia de las verdades a medias o de las mentiras compulsivas para poder gobernar. Creó ilusiones a una gran parte del país y con su socialismo enrevesado acercó a Venezuela a las causas más retrógradas del mundo, a los regímenes más sanguinarios, enemigos por igual de una economía abierta y productiva, así como de la vigencia plena de los derechos humanos.

 

El gobierno de Maduro escogió el mismo camino de la mentira y las medias verdades. Al carecer de carisma y de estilo propio, sólo le queda calcar las distorsiones históricas e histriónicas de quien fue su mentor y padre político. Con ello aspira a generar cierta credibilidad, respeto y confianza internacional, pero le queda grande el traje.

 

Con su disparatado discurso oficial durante la reciente visita a Guyana sacó de su bolsillo citas históricas que cualquier corte internacional puede argumentar a favor de Guyana y en contra de Venezuela en la reclamación territorial. ¡No me defiendas, compadre! es lo que deberían exigir los venezolanos patriotas y democráticos.

 

Maduro ha insistido, además, en denunciar varios planes para asesinarlo, como bien los ha reflejado la prensa nacional e internacional. El próximo intento sería bajo la tutela de Estados Unidos y vinculado al anunciado ataque a Siria, y que tendría como objetivo distraer la atención del mundo sobre “el terrible magnicidio cometido en Venezuela”.

 

La comunidad internacional no se traga el cuento de que algún país tenga interés en liquidar violentamente a Maduro. En el planeta hay suficientes problemas y sobran sátrapas que se merecen un largo tiempo en la cárcel por el sufrimiento y el dolor que han impuesto a sus pueblos, sometiéndolos a verdaderas matanzas para lograr su empeño de mantenerse en el poder a toda costa.

 

Por si fuera poco, Maduro aseveró que el ex presidente de Colombia Álvaro Uribe está detrás de otro plan magnicida y dijo que tenía elementos suficientes para demostrarlo. Esto nos sitúa, entonces, ante dos planes, el orquestado por Washington y el del ex mandatario colombiano. Por cierto, sorprende el silencio del presidente Santos, otrora delfín de Uribe, sobre tan temeraria imputación.

 

Lo que sí levanta sospecha en la comunidad internacional es la incoherencia del Gobierno cuando hace un llamado a la paz mundial en extensa carta dirigida a Obama y solicita el cese de la amenaza de Estados Unidos y Francia contra el régimen genocida de Assad en Siria, mientras que en Venezuela sufrimos el deterioro creciente de la calidad de vida, la inseguridad ciudadana y la violación de derechos políticos, sociales y económicos fundamentales. Y de paso, grandes apagones.

 

Editorial de El Nacional

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