Indudablemente que el triunfo de los atletas venezolanos en las Olimpíadas de Tokio son motivo de una inmensa alegría. Son victorias que no tienen tinte político, aunque en alguna oportunidad se haya intentado ponerle algún color. Son medallas y diplomas que premian el esfuerzo excepcional de un grupo de compatriotas llenos de talento deportivo.
Este fin de semana fue muy especial, pues los venezolanos pudieron ver a través de la televisión que el entrenamiento y la tenacidad de estos atletas los llevó a hacer historia. Son triunfos personales, en primer lugar, y por eso hay que felicitarlos y alegrarse por ellos. Todo lo que han sacrificado desde niños ha dado frutos. Ahora pueden decir que brillan con luz propia y sus familias pueden regocijarse de tener entre sus miembros a personas destacadas en el deporte.
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También es un triunfo para cada uno de los entrenadores que llevó a estos atletas a registrar números asombrosos en una competencia olímpica. Ellos, que dieron todo su apoyo, les enseñaron todo lo que saben, les auparon para levantarse cuando cayeron y les llevaron adonde están actualmente.
Pero lo que más importa es el triunfo colectivo, porque la alegría del deporte es una de las más sanas que puede compartir un país. Cada venezolano sintió un inmenso orgullo al ver ondear la bandera tricolor en el podio, como si estuvieran en Tokio, como si alzaran el ramo de la victoria y como si recibieran el abrazo de los compañeros deportistas. Y por ese sentimiento hay que darles las gracias a los atletas, porque los ciudadanos necesitan desesperadamente buenas noticias y las que ellos nos dieron son las mejores.
Pero la historia de cada uno de los deportistas que fueron a Japón a representar a Venezuela nos debe llenar además de esperanza. Se trata de venezolanos que nos enseñan que es posible superar cualquier obstáculo con tenacidad y voluntad. Se trata de ciudadanos que nos reafirman que somos un país de gente talentosa que se destaca gracias a sus cualidades positivas, con gran motivación al logro y con el espíritu de superación.
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En esencia, estos atletas demostraron en Tokio lo que es ser venezolano, lo que es estar motivado y lo que es querer destacarse por cosas positivas. Que disfruten sus medallas y el nombre que han forjado a pulso en el ámbito internacional. Sepan que cada uno de los venezolanos se siente orgulloso de sus logros y sus esfuerzos y les agradecemos la alegría que nos han dado.
Editorial de El Nacional