Diferentes factores, relacionados con la crisis climática, coincidieron para dar pie a la tragedia.
Con aterradoras cifras de muertos, la ebullición global sigue haciéndose sentir, dejando claro que ha llegado, por desgracia, para quedarse. Más de cien personas han muerto en los devastadores incendios que desde la semana pasada se registran en Maui, isla perteneciente al archipiélago de Hawái, en el océano Pacífico, donde las altas temperaturas se mezclaron con los fuertes vientos de un huracán y un invierno inusualmente seco, para alimentar los fuegos más mortíferos en más de un siglo en Estados Unidos.
Son realmente desoladoras las imágenes de la histórica ciudad de Lahaina, antigua capital del reino de Hawái, consumida en un 80 % por las incontrolables llamas. La identificación de los cuerpos ha sido lenta y tortuosa debido al lamentable estado en el que quedaron los cadáveres. El balance parcial da cuenta de pérdidas por 6.000 millones de dólares, 2.200 viviendas destruidas, 2.170 hectáreas arrasadas y 14.000 evacuados.
Al conocer la noticia, muchos se preguntaron cómo había sido posible una catástrofe así en una isla que ha tenido que aprender a convivir con el riesgo de sufrir un desastre natural por causa del mar y los volcanes. Lo cierto es que todo salió mal: no hubo alertas en los celulares, tampoco sonaron las potentes alarmas, al quedarse la ciudad sin fluido eléctrico, no hubo forma de alertar por otros canales a la gente. La abundancia de vegetación no nativa también fue un aspecto en contra.
Como se puede ver, diferentes factores, relacionados en su mayoría con la crisis climática, coincidieron para dar pie a la tragedia. Qué tanto tuvo su cuota la lentitud de las autoridades, será algo que las investigaciones en curso establezcan. Aunque desde ya se dice que frente a esta tormenta perfecta era poco lo que se podía hacer con los medios que se tenían al alcance. Lo claro es que situaciones así se van a repetir, lo que obliga a poner todo el empeño, toda la pedagogía, todo el ingenio, todos los recursos –inteligencia artificial incluida– para aprender a convivir con ellas.
Editorial de El Tiempo