Si, como postulan los prejuicios, el nombre contribuyese en algún grado a la forja de la idiosincrasia y temperamento humanos, podría creerse que quien lleva uno consagrado al Altísimo tendría que ser persona fervorosa y distinguida con portentosos dones milagreros, aun cuando esa persona sea un denodado fetichista y desborde devoción por un garrote que blande, orgulloso y desafiante, ante una menguada teleaudiencia que enciende velas a santos viejos, y, para más inri, idolatre con desbordada adoración a un falso mesías cuyas promesas de redención yacen junto a su cadáver en los altos de La Planicie.
Los lectores no necesitan más para saber a quién nos referimos y se preguntarán, claro, a qué se debe este litúrgico exordio. La respuesta debemos buscarla en la reciente visita que el sujeto de marras realizara al estado Nueva Esparta donde y, como si fuera La flor de la canela, derramaba lisura y su paso dejaba una mixtura de amenazas e insultos muy de Padre y Señor nuestro.
Quizá sea la cuna de Mariño y Arismendi la región más afectada por la desidia oficial. En Margarita se registran, a diario, no menos de una decena de protestas provocadas por las insuficiencias en el suministro hídrico, los apagones y otras irritantes fallas en servicios públicos por los cuales los usuarios han de pagar, mes a mes y tarifa completa, aun cuando no se beneficien de ellos porque, sencillamente, no funcionan con la regularidad debida.
Convertida en paraíso de estraperlistas y bachaqueros, Margarita sufre, pues, la multiplicación de los males como castigo, suponemos, por su falta de fe en la gran cruzada roja. Hasta el jueves 11, día en el que el profeta del desastre se apersonó en la isla, había zonas en las que el agua no llegaba desde hacía 40 días.
Por si fuese poco, una falla, una más en su habitual cadena de averías que singularizan a la Cantv como la peor empresa telefónica del continente, dejó sin Internet y sin línea a buena parte de Porlamar. Pero hete aquí que, Deus ex machina, llegó el capitán de los prodigios y los “llaveros” de Hidrocaribe recibieron órdenes del general que cuando no Mata, Figueroa, para que el primer vicepresidente del PSUV no se diera por enterado de la crisis acuífera.
También se restableció la red de redes y los puntos de ventas, que habían dejado de funcionar por cinco días, pudieron con la lentitud de costumbre procesar el plástico, de saldo cada vez más magro, con las que el paciente consumidor procura eludir las insoportables colas ante cajeros automáticos que ya no se dan abasto para proveer los fajos de billetes requeridos para adquirir cualquier minucia.
Bastó con advertir a quienes, con conocimiento de causa y complicidad de las autoridades, controlan los turbios negocios del agua –“llaveros” conchabados con dueños de camiones cisternas– y apretar las tuercas a los técnicos que al hombro se las echan porque igual cobran sin hacer nada, para conseguir una normalidad pasajera; sin embargo, el margariteño sabe que, hasta la próxima celebración de la cumbre de los no alineados no habrá otro milagro en la isla.
Editorial de El Nacional