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¿Más leña?

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¿Más leña?



 
Aparentemente es poco lo que este régimen ha golpeado a la población. Ahora los jefes militares rojitos lo que anuncian es que van a repartir leña. Y aunque no se trata de porrazos, se sentirá de la misma manera en la calidad de vida de los venezolanos.

 

 

Cuando ellos quieren normalizar algo, ponen a un militar a hacer el trabajo y el jefe de la Región de Defensa Integral de los Andes se adelantó. Tiene a sus subalternos tumbando árboles en las riberas de los ríos para después repartirlos como leña a la población. A este uniformado le parece una solución bien eficiente ante la escasez de gas.

 

 

Ya se veía en calles y carreteras de poblaciones del interior del país la venta de atados de troncos para las parrillas y las fogatas. Cualquier cosa antes de admitir que también acabaron con la industria de gas doméstico que nunca, en lo que se conoce de historia contemporánea venezolana, llegó a faltar en los hogares. Ahora pretenden que la gente se arme de machetes y salga de madrugada a recoger palo seco para prender un fogón. Tampoco será la demanda muy grande, pues poco hay que cocinar.

 

 

El jefe militar de los Andes cree que con poner a los soldaditos a cortar árboles está contribuyendo a solucionar los problemas del país. Se siente lo que llaman ahora “proactivo”. Si tomamos en cuenta que fue el propio comandante muerto el que construyó la máquina del tiempo que llevó a Venezuela a principios del siglo XX (algunos afirman que al XIX), entendemos por qué este mayor general se siente tan contento con su idea. Es obvio entonces que no la ve como un retroceso.

 

 

Y tiene toda la razón. La producción petrolera pronto estará a niveles de cuando explotó el primer pozo; las arcas de la nación también; la población venezolana irá diezmando por hambre y enfermedades. Ya no hay carreteras asfaltadas entre pueblo y pueblo y tampoco gasolina como para hacer el viaje; los campesinos vuelven a las carretas y los burros para transportar sus cosechas y conseguir unos reales. Los medios de comunicación no existen, el interior del país está a oscuras y el sistema de distribución de agua es casi nulo.

 

 

Entonces, ¿qué de extraordinario tiene que se pongan ahora a repartir leña si ya estamos a cien años del presente. Creerán entonces que el covid-19 es la plaga o la gripe española y comenzarán a construir parrillas comunitarias en los edificios de la Misión Vivienda.

 

 

Lo que muchos se preguntan es quién junta la leña para Miraflores o cuáles árboles del Fuerte Tiuna se van a cortar para abastecer las mansiones de los jefes militares. ¿O es que a ellos no les falta el gas?

 

 

Como se dijo antes, más leña para el pobre venezolano que ya está cansado de tanto sacrificio. Pero a ellos no les falta nada.

 

Editorial de El Nacional

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