Las colas en los supermercados no han cesado. Aun con el 100% de sus cajas registradoras habilitadas, los usuarios tardan hasta tres horas para poder cancelar sus compras. La existencia en los anaqueles de productos que han estado escasos, sumada a la presencia de revendedores marca la pauta en esos establecimientos.
La advertencia de multa de la Superintendencia de Precios Justos a los comercios con cajas cerradas, no ha funcionado en Valencia para combatir las colas. Es una realidad que amenaza seguir latente mientras continúe la aparición intermitente de ciertos artículos.
La noticia de llegada de proveedores de productos de higiene personal provocó el colapso de un supermercado en la avenida Bolívar Norte. En menos de media hora, las 10 cajas de las 12 que están instaladas tenían colas de clientes que bordeaban todos los pasillos del negocio. Funcionarios de la Policía Municipal, personal de seguridad interna y hasta el gerente vigilaban que los consumidores no entraran a comprar más de una vez.
Varios revendedores fueron identificados. Algunos de ellos manifestaron su descaro al intentar hacer la cola por segunda vez, con las bolsas de su primera compra dentro del carrito donde metían los productos que pretendían cancelar.
Un trabajador del supermercado señaló que los “campaneros” están durante el día dando vueltas en los diferentes establecimientos de la zona esperando que se exhiba algo. Al detectar que se está despachando algún producto cuya oferta es superada por la demanda, se comunican entre ellos para comprar la mercancía que necesitan para abastecer sus negocios donde venden con sobreprecio.
La Cola de La Esperanza
Laura Margarita no es bachaquera, pero va a diario al establecimiento cercano a su casa con la garantía de que algo llegará. Tras haber comprado jabón, lavaplatos, margarina, pasta regulada, champú y acondicionador, seguía en el supermercado. Estaba al final del local, en una cola que parecía no tener sentido. Nada estaban entregando ni vendiendo ahí, pero más de 50 personas estaban en esa fila.
Se trata de la llamada “cola de la esperanza”. La conforman quienes esperan que del depósito sigan sacando mercancía. Nadie les prometió que eso sucedería, pero ellos necesitaban harina de maíz y azúcar, y no se van hasta tener la certeza de que no venderían esos productos.
Minutos más tarde fue anunciado por el altavoz del local que por ese día no se colocarían en los anaqueles ningún otro artículo de primera necesidad a precio regulado, porque no tenían nada en inventario. La esperanza de quienes estaban ahí se desvaneció. Pero en las cajas la situación seguía siendo la misma. No había forma de acabar con esas colas
EL CARABOBEÑO