Los lazos con la república de Panamá no sólo se han deteriorado al punto de la ruptura de relaciones diplomáticas, sino que han llegado a un punto en que el presidente de Panamá, Ricardo Martinelli, cada vez que puede le da parejo por donde más duele al señor Maduro, que tampoco es que se quede con la boca cerrada y no le devuelva piedra por piedra a su homólogo.
Lo cierto es que el pasado miércoles, según recoge en sus páginas El Nuevo Herald, de Miami, el jefe de Estado panameño aprovechó un alto en su participación en el Foro Latinoamericano Económico Mundial, que se celebró en Panamá, para contestar las preguntas de los periodistas invitados y, entre otras cosas, lanzó acusaciones de grueso calibre “contra su par Nicolás Maduro, acusando al gobierno venezolano de robarse los recursos del pueblo”.
De acuerdo con El Nuevo Herald se trata de “un nuevo episodio de la guerra verbal desatada entre ambos gobernantes tras la ruptura de relaciones diplomáticas en marzo. Martinelli afirmó que la situación en Venezuela es “caótica y catastrófica”, y acotó: “No puede ser que un país tan rico tenga un desgreño administrativo tan grande y se hayan dilapidado y robado los recursos del pueblo venezolano, que no haya papel higiénico y no se respete la libertad democrática y ciudadana”.
Son acusaciones extremadamente duras, como también lo han sido de grueso calibre las del señor Maduro. De acuerdo con el gobierno venezolano el presidente panameño actúa como un “lacayo” de Estados Unidos, que en el fondo “busca derrocarlo”. Es una lástima que las relaciones entre dos países hermanos se hayan deteriorado al punto de que las normas de la diplomacia se coloquen al margen e impere un lenguaje inapropiado.
Vale la pena sumar a la cuenta de Martinelli que exhortó al señor Maduro “a que deje la retórica y que vaya a la práctica a entenderse con el pueblo venezolano”. También se le agradece al mandatario panameño que exprese su preocupación “por lo que pasó con la diputada María Corina Machado” y que lamente “que estén presos líderes políticos de oposición”. Algo es algo en esta sorprendente guerra verbal.
Si bien no se puede estar de acuerdo con las invectivas personales contra el señor Maduro, siendo como es representante oficial del país y líder de una parte de los votantes venezolanos, no está de más recordarle que, por haber sido canciller por varios años, no puede salir a cada momento a buscar pleito cada vez que alguien lo mencione o haga algo que no sea lo que el gobierno de Venezuela quiera que se haga. Debe manejarse con mesura y equilibrio o corre el riesgo de que se le falte el respeto y lo zarandeen de buenas a primeras. Los venezolanos no queremos eso, nos da pena, aunque no estemos de acuerdo con su política.
La diplomacia no parece haber dejado huella en usted y eso le hace daño al país ahora que le toca ocuparse de los asuntos nacionales. A usted se le nota motivado a andar constantemente buscando lo que no se le ha perdido. En esa búsqueda se topó, en mal momento que quiso revertir en oportuno, con Ricardo Martinelli, quien, ante el feo cariz de los acontecimientos que han conmocionado a Venezuela, planteó algo inevitable: convocar a la OEA para discutir la situación.
Estaba en todo su derecho el presidente Martinelli cuando acudió a las instancias de la OEA, pero a usted no le hizo gracia alguna, así que se fue de sapos y culebras contra el panameño y, de paso, lo usó como tapadera para minimizar la grave crisis política que nos afecta. El impasse tiene, además, serias repercusiones económicas que a la hora de las chiquiticas, cuando salgan a relucir los trapitos al sol, nos afectarían más a nosotros que a la nación istmeña.
Editorial de El Nacional