Entrevista con ‘ Martha Ligia Martínez, esposa del candidato Óscar Iván Zuluaga.
Es la cara alegre de su marido, la que le da un toque de color, aunque solo en la recta final de la campaña Martha Ligia Martínez ha abandonado el papel comedido que le asignaron. Economista, empresaria, madre de tres hijos, nació y creció en Barraquilla, una ciudad que marca a sus nativos con el sello de la simpatía, la espontaneidad, el espíritu festivo, el baile.
Conoció a Oscar Iván Zuluaga en su Universidad barranquillera, en un viaje de él para asistir a un Foro, y supieron al instante que no tenían que buscar más. Unos años de noviazgo por carta, boda tradicional en 1987, hijos, y la complejidad de compatibilizar trabajo, independencia y hogar. «Mantener un matrimonio, la familia unida, exige sacrificios de la mujer. Es perdone, acomódese, ceda, cuide, ame, hay una cantidad de cosas», dice con el suave deje costeño. «La estructura familiar de papá, mamá e hijos es la ideal, la que nos tocó a nosotros. Oscar Iván tiene a sus papás 57 años casados, los míos, 56. Indiscutiblemente hay relaciones que no logran mantenerse».
Aunque lleva media vida al lado de un hombre público que fue concejal, alcalde de su pueblo, senador y ministro, la campaña actual le empujó a una vorágine de críticas, presiones, insultos, acusaciones como no conocía. «Es abrumador, las horas no alcanzan y eso que dejas la rutina, lo normal desaparece, llevo tres meses sin ir a mi empresa (Artefama, artefactos de maderas). Es esa carrera contra el tiempo, ver cómo corregir la desinformación que hay en el electorado, les dicen: Óscar Iván va a acabar con los programas sociales, va a privatizar la educación superior, los hospitales», desgrana con serenidad. «No puede ser que no se haga una campaña comparando y defendiendo propuestas, y no mintiendo, engañando a la gente».
Le digo que en la orilla de Juan Manuel Santos dicen que es Zuluaga el del juego sucio. «Yo a Óscar Iván nunca le he escuchado palabras ofensivas hacia la otra campaña. Él cuestiona propuestas frente a las cámaras, no es utilizando toda la estructura del Estado para engañar. El portero de nuestro edificio tiene un niño con discapacidad, recibe un subsidio de la alcaldía, y le han dicho que Zuluaga lo quita. ¡Por Dios! ¿Cómo te defiendes? Pero la gente en Colombia es inteligente y confío en la sensatez».
También refuta la acusación más común desde que su marido se lanzó a la presidencia: es un títere de Álvaro Uribe y así le pintan a diario en innumerables caricaturas. «Unas son muy creativas, como cuando dibujaron la familia Frankenstein, Óscar Iván era el hijo; frente a eso me reí. Pero ya son tantas, tantas, que hay una línea que raya en la falta de espeto. No conocen a Óscar Iván, no saben quién es, se montan unos imaginarios monstruosos. No es títere de nadie».
De ser Primera Dama, heredará oficina y programas sociales de su antecesora, pero muchos se cortan cada vez que cambia el gobierno, algo que no quiere hacer. «Yo siempre digo que es como cuando llegas a un trabajo a remplazar a alguien. Los programas no son de las personas, son de los beneficiarios, y las políticas públicas deben continuar para que se noten los efectos».
Inteligente, tolerante, de ideas conservadoras y mente abierta, es contraria al aborto y le preocupa que Colombia esté a la cabeza de embarazo de adolescentes, causados, en parte, por las edades tempranas en que tienen relaciones sexuales. «Que las inicien, por lo menos, cuando sean mayores de edad y tengan una relación de amor y estable. Es importante que exista el noviazgo donde la pareja se enamore primero del otro, de lo que piensa, de lo que le gusta, el noviazgo tiene algo de sabio. Luego vendrán las decisiones trascendentes de la vida, pero los jóvenes corren demasiado».
Sobre sus hijos en caso de conquistar Casa Nariño, asegura que no se les verá mucho, solo la chica se queda en el país. «Al mayor, David, 24, le faltan cuatro años de su doctorado de Historia Política en Princeton (USA). Esteban, de 22, debe hacer la práctica y prefiere estudiar luego producción por fuera. Juliana, 19, está en su primer semestre y quiere dedicarse a la Filantropía».
¿Y si pierden? «La vida sigue. Habrá sido un aprendizaje maravilloso, recorrer el país, ser consciente de lo que falta por hacer, hay lugares que pareciera que la vida no pasa, quedan suspendidos en la historia. Yo tengo un polo a tierra que es mi fe, soy muy creyente, y no pierdo la alegría de la vida, que ya de por sí es un regalo precioso»
Fuente: el mundo.es