Como era de preverse, la alharaca de Maduro en torno a su indoblegable lucha contra el imperialismo tiene poco, o nada, que ver con la realidad, y así, de acuerdo a informaciones filtradas por el Departamento de Estado, fue el gobierno del sucesor de Chávez el que tomó la iniciativa para que el alto consejero, Thomas Shannon, apareciera, sorpresivamente, la tarde del martes, bajo el cielo de Caracas.
Acontecimiento que dejó, tanto a oficialistas, como a opositores preguntándose qué nueva vuelta había dado la tuerca de la confrontación, pero que, dado que quien estaba llamando “al enemigo” era Maduro y no Obama, no derivaba sino a la conclusión de que, algún tipo de insinuación para bajar el estruendo del choque, saldría del palacio de Miraflores.
Para corroborarlo, ayer mismo, la presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, daba a conocer una petición de Maduro para que lo ayudara a bajar la tensión con Estados Unidos, y el presidente de Panamá, Juan Carlos Valera, informaba que haría algún tipo de gestión para propiciar un contacto Obama-Maduro.
La pregunta es: ¿Qué tendencias, o sesgos, están determinando que Maduro esté perdiendo confianza en el rol de víctima que pensaba jugar en Panamá y crea ahora que, algún acuerdo debe lograrse con los gringos para no salir tan vapuleado?
Me parece que, la primera razón, es la negativa de los presidentes a firmar una resolución donde, cualquier crítica a Washington, no vaya acompañada por un rechazado a las violaciones a los derechos humanos en Caracas; y la segunda, es por las movilizaciones de calles presentes en Ciudad Panamá, hasta ahora ampliamente favorables a los demócratas opositores de Venezuela y Cuba.
Por último, habría que referirse a las actividades de las ONG y de 21 expresidentes de la región presentes en la Cumbre, todos contestes en producir pronunciamientos contra las violaciones de los derechos humanos y la libertad de los presos en Venezuela.
Manuel Malaver
