Nicolás Maduro se siente acosado por la comunidad internacional y lo que es peor, por un “gobierno amigo” como el de Alberto Fernández de Argentina. Eso hizo que perdiera los estribos durante un acto transmitido por televisión y gritara varias veces, con groserías, lo molesto que está. Pero lo que no entiende es que la justicia y los procesos judiciales en otros países no pasan por decisiones del Poder Ejecutivo. Es lógico que cada ladrón juzgue por su condición, pues en Venezuela ningún juez se atreve a dictar una sentencia que no se ajuste a los deseos de Miraflores -ahí tienen como ejemplo de lo que les puede pasar a la jueza María Lourdes Afiuni- pero el resto del mundo democrático no funciona así.
Está echando sapos y culebras porque en el Reino Unido el Tribunal Superior sentenció que el que tiene potestad sobre el oro de las reservas venezolanas que está depositado en el Banco de Londres es Juan Guaidó y no él. Por allí comenzó el disgusto, pues tiene mucho tiempo tratando de revertir esa decisión sin ningún éxito; bastante debe estarle pagando a los abogados que le llevan el caso, pero la justicia de un país que respeta la separación de poderes es completamente independiente a influencias políticas de cualquier tipo. Sencillamente, la jueza Sara Cockerill considera que lo que dice el TSJ de Maduro sobre los lingotes no es aplicable pues el gobierno del Reino Unido solo reconoce al presidente interino como autoridad.
Y lo otro que lo tiene fuera de sí es el caso del avión de Emtrasur. Al punto de manifestar su grado de molestia con groserías delante de miembros de “organizaciones sociales” que asistían a un acto con él en el Teresa Carreño. Aseguró que dará la batalla usando sus armas “comunicacionales y políticas” para lograr que el gobierno de Argentina le devuelva su avión. Bueno, dice que es de todos los venezolanos pero que se sepa nadie se ha beneficiado de, por ejemplo, el cargamento de cigarrillos que supuestamente llevó esta aeronave y su tripulación a Aruba.
¿Hasta cuándo va a hacerse el loco Maduro con la verdadera justicia? ¿Hasta cuándo habrá que explicarle que lo que garantiza el Estado de Derecho en un país democrático es precisamente que el sistema judicial no le debe obediencia al Ejecutivo? Es por eso que su amigo Alberto Fernández no tiene nada que hacer con el caso del avión y los tripulantes iraníes retenidos en Argentina. Tampoco la juez Cockerill en Inglaterra puede recibir ninguna presión ni del gobierno del Reino Unido ni de cualquier otro, por más “armas comunicacionales” que la amenacen.
Maduro y el primer vicepresidente del PSUV hablan de que no hay respeto a las leyes internacionales ni a la soberanía. Pero precisamente su indignación viene desde el mismo momento en que un juzgado de Estados Unidos pide la incautación del avión de Emtrasur porque su venta a Venezuela violó leyes de exportación de ese país; esas son las leyes que deben hacer respetar los tribunales, las de cada país y las internacionales sin distingos, no las que se basan en el amiguismo político.
Ahora resulta que ese avión estaba destinado a hacer mandados de medicinas para los venezolanos. No hay nadie que les crea semejante mentira. Se quejan de que no pudieron mandar antes la ayuda a Cuba para apagar el incendio, ¿es eso lo que le duele? ¿No hay otros aviones? Parece más bien que la aeronave que está varada en Argentina es de uso más personal que de Estado. ¿Por eso la desesperación de que se lo devuelvan?
Este mal carácter televisado no se lo cree nadie, por lo menos la motivación que dice tener. No es porque le estén haciendo algo al pueblo venezolano, es que no se ha podido salir con la suya. Un ataque de malcriadez, y todo el mundo sabe cómo deben tratarse estos episodios. Con no hacerle caso, basta.
Editorial de El Nacional