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Luto profundo

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Luto profundo

   


 Una embarcación con más de 20 personas a bordo no puede pasar inadvertida ni siquiera en la más oscura de las noches en medio del mar Caribe. ¿Cómo pudieron los oficiales de la guardia costera de Trinidad y Tobago ignorar que el peñero al que le dieron la voz de alto trasladaba personas? Tuvieron que haberlo hecho, pues de otra manera no se explica por qué tomaron la decisión de disparar en vez de seguirlos y detenerlos por tratar de entrar ilegalmente a su país. A todas luces su proceder tenía que terminar en tragedia, y la peor de todas, un niño muerto.

 

 

A los que no les duele este fallecimiento les parecerá suficiente “pedir una investigación” sobre los hechos, como lo hizo la Cancillería de Nicolás Maduro. Algunos, sin alma ni corazón, afirmarán que es culpa de la madre por exponer al niño a un viaje tan peligroso. Esos no se ponen a pensar la razón por la cual esa mujer decidió salir de Venezuela en esas condiciones, porque sencillamente el destino que le esperaba a ese infante era peor. Ella trataba de salvarlo de las penurias y la desnutrición y se encontró con unos oficiales que sin compasión ven a los venezolanos que tratan de llegar a la isla como simples delincuentes.

 

 

Lo peor es que no es la primera vez que este drama se vive, no es la primera familia venezolana que recibe este golpe tan doloroso. Pero lo grave en este caso es la falta de comprensión del país vecino, al que evidentemente hay que exigirle castigo para los autores de esta locura. ¡Disparar contra una embarcación cargada de gente desarmada!

 

 

Como lo indican Acnur, Unicef e incluso la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, no se puede ignorar el problema de fondo, la cantidad de venezolanos que en medio de la desesperación se aventuran a cruzar fronteras por tierra o por mar para escapar de la tragedia. ¿Por qué tratar a los desplazados como delincuentes? ¿Por qué alimentar la xenofobia? Son personas a las que su gobierno les ha vulnerado ya todos los derechos y buscan sobrevivir en cualquier otro país que les permita trabajar y mantener a sus familias.

 

 

No es una realidad tan lejana como la de Siria, por la que muchos en todas partes del mundo sienten empatía. Es aquí mismo, al lado, al frente. Los países de Latinoamérica no pueden pensar que la crisis humanitaria venezolana es algo que no les concierne, pues esa es la razón por la que los venezolanos están saliendo del país.

 

 

Esta tragedia no puede volver a ocurrir. Y si Venezuela tuviera un gobierno que defendiera a sus nacionales, exigiría mejor trato para los que han decidido irse. Pero claro, como son los chavistas los mismos que crearon la crisis, no les interesa la suerte que corran los inmigrantes. Peor aún, los llaman delincuentes y hasta les adjudican los contagios de covid-19. Para ellos son menos que escoria, entonces, ¿qué les importa si esa madre llora desesperada por el resto de su vida por haber perdido a su bebé?

 

Editorial de El Nacional

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