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Lula, 100 días

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Lula, 100 días

Luiz Inácio Lula da Silva es 100 días más viejo desde que llegó a Planalto y ya era un hombre bastante mayor -cumplió 77 años en octubre pasado- y acaba de renovar su compromiso con la reconstrucción de Brasil. Un desafío inmenso: la economía del gigante de Suramérica no crece de manera consistente desde hace una década, a la par se han agravado los problemas sociales -cerca de 10 millones de brasileños pasan hambre-, y, además, Lula carece de mayoría parlamentaria en un país que está dividido casi por la mitad, con un bolsonarismo que sigue teniendo una fuerza considerable e impredecible.

 

 

Paulo Sotero, quien dirigió el Instituto Brasil del Wilson Center y excorresponsal en Washington del diario Estado de Sao Paulo, valora como positivos los primeros 100 días de Lula en la presidencia, pero desea una renovación de la política. «Lula se mantiene en el poder», dice, en obvia alusión al intento de golpe de Estado ocurrido a la semana de asumir el gobierno. Admite una erosión en la figura del veterano líder sindical y político, involucrado en casos de corrupción, y resiente en general la pérdida de calidad de la política. «Todos estamos un poco cansados».

 

 

De manera que para Sotero el reto número uno de Lula es normalizar la vida de Brasil. «Siempre parece que estamos llegando al fin del mundo, como le pasa a algunos países vecinos. Es muy triste, pero es así».

 

 

Sin desatender su agenda internacional, para sacar a Brasil del aislamiento que se atribuye a su antecesor Jair Bolsonaro -de hecho Lula ya ha realizado visitas a Argentina, Washington y más reciente a China, aunque se perdió la Cumbre Iberoamericana-, su foco ha estado en la situación doméstica: repuso el programa Bolsa Familia que tantos réditos le dio en sus dos primeros mandatos, también un plan de viviendas y reformuló ministerios y creó nuevos para atender los pueblos originarios, la cultura, los derechos humanos, la discriminación racial y la situación de la mujer.

 

 

Esperado como la figura central, y reverenciada, de la nueva «marea rosa» que recorre la región, Lula ha cedido protagonismo en estos inicios de su gestión a las nuevas voces de izquierda, como Gabriel Boric desde Chile y Gustavo Petro desde Colombia, quienes, con sus matices, han perfilado una mirada diferente y crítica sobre los regímenes que mandan en Cuba, Nicaragua y Venezuela. Lula, ducho en la praxis política, aguanta sus cartas y preserva sus viejas alianzas.

 

 

Su preocupación principal es interna. Una oposición que se mantiene agresiva -Bolsonaro regresó al país el pasado 30 de marzo, después de 3 meses en Estados Unidos- y pronósticos desalentadores del crecimiento económico: apenas cerca de 1% este año y algo más el próximo, por debajo del último de su enconado rival. Su programa de inversiones sociales y de recuperación del empleo depende de la revitalización económica.

 

 

Cien días son nada para adelantar cómo Lula resolverá el delicado conflicto interno de su país y a la vez mejorar los índices económicos y sociales. Desde la revista Istoé se preguntarán cuál será la versión de Lula 3.0: la del radical de cuando comandaba el sindicalismo, otra experimentada de un político de proyección internacional o la del hombre con sed de venganza por las penalidades carcelarias que pasó.

 

 

Editorial de El Nacional

 

 

Foto AFP | GETTY IMAGES

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