Vivir con la angustia de no llegar a fin de mes o perder el puesto de trabajo tiene un precio intangible: el de la pérdida de inteligencia. La revista científica «Science» publica dos estudios en su último número que establecen, por primera vez, una relación causal entre las dificultades económicas y la caída en picado del nivel cognitivo de una persona. La investigación en la que están implicados investigadores del Reino Unido, Estados Unidos y Canadá ha documentado hasta una pérdida de 13 puntos en los test que miden el cociente intelectual.
La explicación que ofrece el grupo que lidera Anandi Mani de la Universidad de Warwick (Reino Unido) es que son las propias preocupaciones económicas las que consumen los recursos mentales de los afectados, convirtiéndoles en personas menos capacitadas. Y ahí empieza el círculo vicioso de la pobreza: cuánta más necesidad se tiene de contar con una mente ágil para salir del agujero, menos capacidad cognitiva se tiene para sortear los problemas económicos.
Un círculo vicioso
Otros estudios han intentado aclarar por qué la gente con menos recursos es, en general, menos capaz. Por qué muchos se confunden al rellenar un simple formulario, se equivocan al seguir un sencillo tratamiento médico o consigue peores resultados en su trabajo o en el colegio, cuando se trata de niños. Hasta ahora cualquier explicación se centraba en justificar estos fallos con las condiciones y el entorno en el que viven las personas con menos recursos. El tener, por ejemplo, una peor educación tanto en el hogar familiar como en el centro educativo. O alimentarse con comida más barata y menos nutritiva que afecta al desarrollo intelectual en la infancia.
Pero la propuesta de esta nueva investigación es otra:es la propia preocupación económica la que consigue mermar la capacidad cognitiva. «La presión que se genera impide al cerebro conseguir la energía mental necesaria para resolver el problema en sí mismo. La pobreza consume recursos mentales. Esto significa que somos incapaces de centrarnos en otras cosas de la vida que también necesitaría nuestra atención», señala Jiaying Zhao, autor también del estudio y profesor de Psicología de la Universidad British Columbia.
Dos experimentos
Esta conclusión se basa en dos experimentos, realizados en dos escenarios bien distintos. El primero se hizo en una zona rural de la India y el segundo en un centro comercial con una población con un nivel adquisitivo alto de Nueva Jersey. A ambos grupos se les realizaron test de inteligencia. A los primeros antes y después de recoger la cosecha, cuando tenían más fondos. Y a los segundos, cuando se enfrentaban al dilema de hacer frente al pago de una factura inesperada. En el primer grupo las personas con más dinero sacaron mejor puntuación en los test de inteligencia. Y en el segundo, la puntuación mejor se obtuvo después de la cosecha. Para los investigadores lo que mejor explica la caída del rendimiento era la preocupación por su futuro económico. Los autores animan a los gobiernos a tener en cuenta esta nueva perspectiva de la pobreza y les animan a poner en marcha medidas que alivien su efecto. Evitar, por ejemplo, los formularios administrativos más farragosos o cambiar las fórmulas de entrevista de trabajo para ayudar a quienes, consideran, estarían en desventaja.
Mensaje en tiempos de crisis
El mensaje de este trabajo es especialmente interesante en estos momentos de crisis, en opinión de Juan Lerma, presidente de la Sociedad Española de Neurociencias. «Quizá cuanto mejor pagados y tratados estemos, más productivos seremos». Lerma reconoce en el estudio una triste paradoja, que cuánto más problemas tenemos , menos capaces somos de resolver nuestros problemas. El cerebro simplemente está ocupado en su angustia y no puede resolver los conflictos que uno tiene.
A la psicóloga María Jesús Álava los resultados del estudio le parecen tan llamativos como esperables: «Nuestro sistema nervioso autónomo responde a la angustia y preocupación como si estuviera respondiendo a una emergencia. Para superar un problema económico, la pérdida de un trabajo… ofrece una respuesta física y prepara al organismo como si tuviera que responder a un ataque. Si esta situación se mantiene en el tiempo el cerebro termina por desgastarse y a tiende a las funciones más urgentes y vitales».
Fuente ABC